Una mirada al Réquiem

realidad dio como resultado el. Réquiem, estrenado en mayo de. 1874 en la Iglesia de San Marcos de Milán, para el primer
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Espectáculos

Página 8/LA NACION

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Jueves 2 de septiembre de 2010

MUSICA

Una mirada al Réquiem

Opinión

Daniel Barenboim concluyó con un altísimo nivel su serie de conciertos

El corazón de Italia, en el país

Excelente ((((( Misa de Réquiem de Giuseppe Verdi. Solistas: Marina Poplavskaya (soprano), Sonia Ganassi (mezzo), Giuseppe Filianoti (tenor) y Kavangchul Youn (bajo). Orquesta y Coro del Teatro Alla Scala de Milán. Director: Daniel Barenboim. Teatro Colón.

Cuando Alessandro Manzzoni murió en mayo de 1873, a la edad de 89 años, después de una caída y, aparentemente, sin la debida atención, Verdi, que lo tenía entre sus poetas más admirados, viajó a Milán para honrarlo en el cementerio. Se habían conocido a través de Clara Maffei y la profunda pena que le ocasionó esa realidad dio como resultado el Réquiem, estrenado en mayo de 1874 en la Iglesia de San Marcos de Milán, para el primer aniversario de la muerte del poeta. De estilo personal, profundamente conmovedor, alterna pasajes que semejan una súplica con otros de potencia poco menos que inusitada para la época. Asimismo, fragmentos líricos que parecerían no pertenecer a una composición sacra. De todos modos, mas allá de los datos históricos sobre la intencionalidad espiritual que pudiera anidar en el alma del compositor, ni el aspecto vinculado a la música sagrada, no cabe duda de que se trata de una obra a la vez humana, celestial, monumental,

(Allegro)

lírica y muy exquisita en contenidos expresivos, que desnudan por un lado el talento dramático del compositor y, por el otro, la noble utilización de todos los recursos de una gran orquesta sinfónica que poco podía diferir del requerido para el último período de su teatro cantado. Y en esta noche de tanta densidad emocional, la batuta de Barenboim fue impecable al dejar oír la suma de matices y de sonoridades orquestales que Verdi plasmó con particular ascetismo. Desde sonidos tenues y lejanos, hasta las eclosiones de conmovedora potencia se escucharon en perfecta amalgama. Las variables de las intensidades sonoras se percibieron de manera cautivante. Nada fue destemplado o de efectismo grueso, distorsionado o molesto. Es que fue un hecho indudable. Ahí estaban presentes los instrumentistas y las voces de coreutas que son y seguirán siendo eternamente, parte temporal de una tradición, de un tronco que no deja de emanar savia vivificante.

Un nuevo hito Por otra parte, la Misa de Réquiem que suma la intervención de cuatro voces solistas, aquí ubicadas ensambladas con el coro, un detalle maravilloso de parte de Barenboim, que permitió conocer a cantantes que dieron todo de sí para afrontar pasajes de tanta relevancia y con

Por Pablo Kohan

Mártires, sangre e intestinos en una crítica musical Los conciertos tienen lugar, las óperas se representan, la música vive en los escenarios y en los discos. Y los críticos comentan. Cargados de subjetividad, como debe ser, los comentarios críticos pueden ser favorables, virulentos, insidiosos, elogiosos y, por qué no, tal vez, interesados. Lo habitual es decir que una crítica es buena cuando las aprobaciones son volcadas con generosidad. Por el contrario, una mala crítica es aquella en la cual un concierto o una ópera son reprochados. En realidad, en sí misma, una crítica es buena o mala según sus contenidos, su gramática, su lenguaje y, esencialmente, sus fundamentos, independientemente de cuál sea el “dictamen”. Aunque en ella se hablen maravillas de un espectáculo musical, una crítica puede ser muy mala si su formulación es pobre. Un ejemplo de una muy buena crítica, por su fantasía y su elocuencia, fue la que escribió Eduard Hanslick, en 1868, con el poco oculto deseo de infamar a Wagner. Conviene recordar que Hanslick fue un notable crítico musical austríaco que, a su manera, fue uno de los mejores y más consecuentes defensores del formalismo y la abstracción de la música en pleno auge del idealismo romántico. Jugándose por sus ideas, y sin tapujos, Hanslick fue un defensor a ultranza de Brahms y sus propuestas musicales y un enemigo acérrimo del wagnerianismo en todas sus aspectos, los musicales y los discursivos. Haciendo gala de una prosa de alto vuelo y de una imaginación febril y de alto romanticismo, Hanslick, en el Neue Freie Press, escribió sobre Tristán e Isolda. Conciso y contundente, dijo Hanslick: “El Preludio de Tristán e Isolda me recuerda a esas antiguas pinturas italianas con un mártir de cuyo abdomen se desenrollan sus intestinos como un carrete sangriento”.

Por Pola Suárez Urtubey

la suficiente capacidad emocional como para no amilanarse en algún instante de lógico estado de nerviosismo frente a la impactante escena de la sala que veían por vez primera colmada. Entonces, frente a esa presencia de ánimo y entereza para cumplir su cometido, las voces femeninas de Marina Poplavskaya y Sonia Ganassi, y las masculinas de Giuseppe Filianoti y de Kwangchul Youn, más allá de alguna leve imperfección se sumaron para redondear lo más trascendente: se escuchó una versión de los solistas y de todo el imponente conjunto, infinitamente alejada de la frialdad de la mecánica y de la exactitud, tan carentes de alma y de valores que alejan la percepción de la belleza. Y tal como ocurrió en las noches en que Barenboim recibió las ovaciones del público que tuvo la fortuna de estar presente, no hubo agregados, ni tampoco pedidos abusivos y aparatosos del público. Sí, en cambio, miradas, brazos en alto, gestos de corazones felices y ojos humedecidos por tanta emotividad. En una palabra, una noche que ha de sumarse, y con fundamento, a la historia de los que han sido y seguirán siendo hitos artísticos del Teatro Colón, él también feliz y rejuvenecido, para agasajar a su eterno padre de Milán.

Concentración en Barenboim, antes de comenzar el Réquiem

Juan Carlos Montero

RODRIGO NESPOLO

Pianistas en escena

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Chopiniana inauguró sus conciertos La asociación que preside Martha Noguera ofrece un ciclo de nueve funciones Con la actuación del pianista Jorge Naquit quedó inaugurado ayer el Festival Chopiniana 2010, dedicado al piano. Este músico argentino, Premio Revelación 2009 de la Academia Chopiniana, fue el encargado de abrir la serie de conciertos (serán nueve) que culminará en noviembre próximo. Siempre a las 19.30, el Palacio Paz, Santa Fe 750, es el lugar elegido para cada concierto de los artistas argentinos, rusos, croatas y checos programados para esta edición.

Clásicos y románticos En apenas trece días se realizará el próximo concierto, a cargo de Emiliano Turchetta. En todas las presentaciones habrá obras de Chopin. Además, en este caso

Durante tres jornadas –domingo, lunes y martes últimos– la cultura de Buenos Aires ha tenido días de gloria. Cuando aún no terminábamos de salir del efecto reapertura del Colón, que a muchos ciudadanos nos hizo respirar un clima olvidado de euforia, más una pizca de orgullo, nos llega este regalo excepcional de la Scala, con el que Italia, un país con el que los argentinos estamos ligados hondamente desde lo humano y lo cultural, ha querido honrarnos. Porque movilizar a más de 250 artistas, salidos de ese santuario de la ópera que es la Scala de Milán, es sin duda el más extraordinario regalo de cumpleaños que se nos ha hecho. Diría yo que el más refinado, el más espiritual y seguramente inolvidable. Supongo que para llegar a esta reaLa cultura lidad que vivimos durante de Buenos tres días, el gobierno itaAires ha liano, a través de su emtenido tres bajada en el días de gloria país, ha realizado un esfuerzo difícil de valorar. Las autoridades de la ciudad de Buenos Aires han trabajado junto con el gobierno de aquel país, con la Comuna de Milán y con la propia Scala, mientras la embajada presidida por Guido La Tella realizaba el excepcional esfuerzo de lograr que cinco grandes empresas (Techint, Ghella, Pirelli, Fiat y Aeropuertos Argentina 2000) creyeran también en Italia y en la Argentina.

el programa incluirá, de Mozart, la Sonata en la menor, K. 310; de Liszt, el Soneto XLVII de Petrarca, de Años de peregrinaje, Segundo año; de Chopin la Polonesa en La Mayor Op. 40 Nº 1; de Johannes Brahms la Sonata en Do Mayor, Op. 1 Nº 1; y de Alberto Williams, Aires de la pampa- Huellas, Op. 46. Una semana después, el 22, será el turno de Tomás Alegre (Primer Premio Concurso Chopiniana 2010). Su programa estará integrado por la Fantasía para piano en Re menor, K. 397, de Mozart, la Suite Estampas, de Claude Debussy. Y de la figura convocante de este ciclo tocará la Polonesa en Mi bemol menor, Op. 26; el Nocturno en Re bemol mayor N°2, Op. 27; y la Balada No. 1, en Sol menor, Op. 23. Para fines de este mes, el 29, está agendado el recital de Mar-

tín Kasik de la República Checa. De Frederic Chopin tocará Cuatro Mazurkas Op.24; Scherzo en Si bemol menor, Op. 31; Andante Spianato y Gran polonesa Brillante op.22; de Rachmaninov, Cuatro Preludios, Op.23. Para lo que resta del ciclo programado por la asociación se esperan las presentaciones del polaco Slawomir Dobrzanski, el 6 de octubre; Miceal O’Rourke, de Irlanda, el 13; el croata Goran Filipec, el 20; la anfitriona y alma mater de este ciclo, Martha Noguera, el 27, con obras de Mozart, Liszt, Prokofiev y, por supuesto, Chopin; y para el noveno concierto, el 3 de noviembre, se espera la visita del ruso Konstantin Scherbakov, con un repertorio que transitará obras de Scarlatti, Haydn, Bach, Tchaikovski y Liszt, entre otros.

Y es natural que el elegido para este enorme abrazo a través del anchuroso Atlántico haya sido Giuseppe Verdi. Su Aida estaba llamada a grandes destinos. Porque no sólo llenó de esplendor la historia del Canal de Suez, inaugurado en 1869, proyecto que movilizaba enormes intereses comerciales que comprometían a Egipto y a la comunidad internacional, sino que la cruel historia de Aida, Amneris, Radamés y Amonasro, conocida dos años después, en 1871, en el teatro de El Cairo, marcó una fecha en toda la historia del género lírico. Ligada profundamente a la Scala de Milán, donde se realizó poco después su estreno europeo, también ha quedado para siempre en la del Teatro Colón, al ser convocada para la apertura en 1908. En cuanto al regalo de los cuerpos artísticos de la Scala con su versión del Réquiem, también de Verdi, excedió por lejos nuestras expectativas. Lo que el lunes nos entregaron el coro, la orquesta y los solistas convocados es de lo que sin duda quedará para siempre en nuestra memoria. De ello dan cuenta los críticos de este diario. Al preguntarse el embajador La Tella cómo hacer para maravillar a este país en nuestro aniversario, encontró que la Scala era la respuesta natural. Y vaya si tuvo razón. Gracias en nombre de todos.

TEATRO

Espectáculo sólo para fanáticos El actor Damián Dreizik, dirigido por Gustavo Tarrío, presenta Groenlandia Regular (( Groenlandia, con libro y actuación de Damián Dreizik. Diseño de vestuario: Paola Delgado. Diseño de objetos: Selva Orfila. Diseño de luces: Fernando Berreta. Diseño sonoro: Marcos Zoppi. Colaboración autoral y dirección: Gustavo Tarrío. Duración: 50 minutos. Centro Cultural de la Cooperación.

Cuando el Parakultural era el caldo de cultivo de la generación de actores que rompió con esquemas de producción teatral en crisis, Los Melli se ganaron un merecidísimo espacio. La dupla estaba conformada por Carlos Belloso y Damián Dreizik. Como ocurrió con la mayoría de esos grupos, con el tiempo ellos también se separaron. Belloso, entre otras tantas cosas, hizo varios unipersonales. Uno de ellos se llamó ¡Pará fanático! Dreizik, entre otras tantas cosas, también apostó por los unipersonales. El último se llama Groenlandia. Para un fanático de Dreizik, el espectáculo está más que bien porque él –con esa amplia variedad gestual, con esa neológica discursiva, con esa enorme capacidad asociativa y con el vuelo que posee– ya es más que suficiente. Claro que, y esto puede ser un recorte generacional, para aquel que lo viene viendo desde hace tiempo, esa amplia variedad gestual, esa neológica discursiva, esa enorme capacidad asociativa y ese vuelo se transforman en elementos que, en su reiteración, terminan exponiendo los límites de su búsqueda. Y hay que reconocer que la reiteración de un determinado recurso

El señor de los mil rostros

actoral y autoral en el formato de un unipersonal puede convertirse en una barrera decisiva porque todo está centrado en el trabajo del intérprete en cuestión. Quedaba pensar que, dirigido por Gustavo Tarrío, se alumbraran otras posibilidades expresivas que podían enriquecer sus recursos. Pero, no. A lo sumo, durante el montaje aparecen algunos chispazos creativos del director y autor de trabajos tan logrados como Decidí canción y Kuala Lumpur.

Como todo, tiene su doble filo. O sea que, para los seguidores de Dreizik, Groenlandia es un excelente plan. Es más, su último personaje, el de una tal Greta, por momentos brilla. Es Dreizik y en eso no hay muchas vueltas. Y como yapa, el vestuario de Paola Delgado luce. Pero, claro, con el talento que tiene a uno le dan ganas de verlo hacer algo que vuelva a sorprendernos.

Alejandro Cruz