Una isla donde nada es lo que parece

11 mar. 2010 - traña una mayor intensidad y car- nadura humana. Por momentos, Un fueguito se queda en el bronce y no per
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Espectáculos

Página 4/LA NACION

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Jueves 11 de marzo de 2010

CINE

Valioso relato sobre la vida de César Milstein Cuidado y prolijo documental dirigido por Ana Fraile Buena ((( Un fueguito: la historia de César Milstein (Argentina/2010). Dirección: Ana Fraile. Guión: Ana Fraile y Lucas Scavino. Fotografía y cámara: Esteban Larrain y Ana Fraile. Música: Martín Fraile. Sonido: Jésica Suárez. Edición: Lucas Scavino. Documental presentado por Primer Plano. Duración: 70 minutos. Apta para todo público.

Este documental, dirigido, coescrito y producido por Ana Fraile, es un tributo a César Milstein, el científico argentino que en 1984 obtuvo el Premio Nobel de Medicina y Farmacología por sus teorías sobre desarrollo y control del sistema inmunológico y el descubrimiento de la técnica para producir anticuerpos monoclonales a gran escala. El término “tributo” no intenta ser despectivo (Milstein se lo merece por sus decisivos aportes), pero sí limita su alcance, ya que se trata de una suerte de documental “oficial” (contó con el aval, el apoyo y el material de archivo de su familia) que expone todos sus logros personales y profesionales, pero no alcanza a profundizar en las facetas íntimas, en las contra-

dicciones que toda persona (incluso un científico genial) tiene. Un fueguito reconstruye con una estructura clásica los grandes hitos de su vida y su obra: ofrece testimonios a cámara de colegas (la mayoría extranjeros) que trabajaron con él hasta su muerte, a los 75 años, en la ciudad inglesa de Cambridge, que fue la sede principal de sus investigaciones; narración en off (a cargo de Juan Leyrado) e imágenes de sus apariciones televisivas, de entrevistas que concedió, de home movies que rescatan sus aventuras por el mundo y de animaciones didácticas, entre otros múltiples recursos. La película –muy cuidada y prolija en su armado– se sigue con interés incluso para aquellos que no tienen una formación científica, pero se extraña una mayor intensidad y carnadura humana. Por momentos, Un fueguito se queda en el bronce y no permite conocer en toda su dimensión a la persona detrás del gran investigador que ganó el último Nobel para la Argentina. De todas formas, no deja de ser un relato valioso y, sobre todo, muy merecido.

Diego Batlle

DiCaprio y Ruffalo, el alguacil y su ayudante, que investigan la desaparición de una paciente en una isla-colonia psiquiátrica de Nueva Inglaterra UIP

Una isla donde nada es lo que parece Martin Scorsese recrea el cine negro de los años cincuenta en un thriller que zigzaguea constantemente Muy buena (((( La isla siniestra (Shutter Island, EE.UU./2010, color; hablada en inglés). Dirección: Martin Scorsese. Con Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo, Ben Kingsley, Michelle Williams, Emily Mortimer, Patricia Clarkson, Max von Sydow. Guión: Laeta Kalogridis, sobre la novela de Dennis Lehane. Fotografía: Robert Richardson. Música: Robbie Robertson. Edición: Thelma Schoonmaker. Presenta UIP. 135 minutos. Sólo apta para mayores de 16 años.

La isla siniestra no plantea, como tantos thrillers, un rompecabezas de esos que invitan al espectador a poner en juego sus habilidades de detective y tratar de descubrir por vía racional, mientras la acción transcurre, el enigma que sólo se descifrará al final. Se trata más bien de otro tipo de trama intrigante: aquella que zigzaguea constantemente, aconseja no confiar demasiado en nada de lo que

se ve y pide paciencia para aguardar el sorpresivo giro que traerá el desenlace revelador. El problema, en estos casos, está en determinar si el impacto de la sorpresa justifica o no tanta espera. Habrá opiniones divergentes. Entre la aventura actual que vive el protagonista –un alguacil que ha sido enviado en misión oficial para investigar la desaparición de una paciente en una isla-colonia psiquiátrica de Nueva Inglaterra– y las afiebradas alucinaciones que lo aquejan y que tienen que ver con trágicos acontecimientos de su pasado, es difícil establecer dónde empieza lo real y dónde el delirio. Tal ambigüedad, que –puede sospecharse– Scorsese habrá querido utilizar también para interrogarse sobre las borrosas fronteras de la realidad, es la que alimenta el suspenso de su film, concebido como homenaje al cine negro de los cincuenta (la historia transcurre en

esos años), pero también al viejo terror de clase B con sus personajes tenebrosos, su horror psicológico y sus fundamentos vagamente psicoanalíticos. La novela de Dennis Lehane le proporcionaba todos los elementos necesarios: una isla escarpada, muy poco accesible y azotada por todos los vientos; en ella, un viejo fuerte de la Guerra Civil reciclado como hospital para enfermos mentales con antecedentes criminales; un misterioso faro; pacientes que vagan por parques y corredores como zombies rigurosamente custodiados por una multitud de enfermeros; científicos que ensayan nuevas terapias, y por todas partes la memoria fresca del horror nazi y sus experimentos médicos y la paranoia creciente de los años de la Guerra Fría. De la historia que se desarrolla a partir de la llegada del alguacil (DiCaprio) y su colega (Mark Ruffalo) poco puede de-

cirse sin correr el riesgo de revelar lo que debe ignorarse. Scorsese saca buen partido del material, pone al servicio de la historia su talento para traducir en imágenes y sonidos el clima de perturbadora incerteza que la gobierna y vigila la solidez de la construcción, que admite unos cuantos flashbacks –quizá demasiados– en los que cabe algún toque surrealista. Por cierto, hay más grandilocuencia que sutileza: no podría esperársela teniendo en cuenta el cine que toma como referencia, pero el relato, aun con su frialdad, se sigue con interés, al menos hasta el desenlace. El énfasis en la banda sonora y la intensidad que se busca en la interpretación resultan más de una vez excesivos. En cambio, son admirables los aportes de Dante Ferretti en el diseño de producción y de Robert Richardson en la fotografía.

Fernando López

El científico que ganó el último Nobel para la Argentina PRIMER PLANO