Una comedia latinoamericana

Herbert Clyde Lewis. (1909-1950), autor de esta narración con ... Por H. C. Lewis. La Bestia Equilátera. Trad. ... LA IS
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Best sellers

Libros y autores

NOVELA, CUENTO Y POESÍA

1

EL CEMENTERIO DE PRAGA de Umberto Eco (1)* (LUMEN, $ 85) (5)

2

LOS PADECIENTES de Gabriel Rolón (3)* (EMECÉ, $ 72) (6)**

3

EL SUEÑO DEL CELTA de Mario Vargas Llosa (2)* (ALFAGUARA, $ 85) (8)**

4

CASI ÁNGELES. LA ISLA DE EUDAMÓN de Leandro Calderone (4)* (PLANETA, $ 69) (5)**

5

LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES

Una comedia latinoamericana Tres ataúdes blancos, del colombiano Antonio Ungar, último premio Herralde, satiriza el populismo de la región, entre el delirio circense y el exceso de ingenio

de Stieg Larsson (5)* (DESTINO, $ 119) (80)**

L

ENSAYO, BIOGRAFÍA Y VARIOS

1

COMER, REZAR, AMAR de Elizabeth Gilbert (1)* (AGUILAR, $ 69) (33)**

2

QUIERO UN CAMBIO de Bernardo Stamateas (4)* (VERGARA, $ 59) (3)**

3

HORÓSCOPO CHINO 2011 de Ludovica Squirru (2)* (ATLÁNTIDA, $ 59) (4)**

4

EL SECRETO de Rhonda Byrne (5)* (URANO, $ 110) (114)**

5

¡BASTA DE HISTORIAS! de Andrés Oppenheimer (3)* (DEBATE, $ 79) (4)**

FUERON CONSULTADAS LAS SIGUIENTES LIBRERÍAS: Boutique del Libro, Clásica y Moderna, Cúspide, Distal, Santa Fe, El Ateneo y Yenny (Capital, Gran Buenos Aires e interior); Vuelo Nocturno (Morón).

TRES ATAÚDES BLANCOS Por Antonio Ungar Anagrama 284 páginas $ 69

* Ubicación en la última o anteriores semanas. ** Semanas que permanece en lista.

pág.

Viernes 28 de enero de 2011

18

os escritores también son personas; por ende, también se dejan tentar con facilidad. La tentación por antonomasia de los escritores es pasarse de irónicos o, simplemente, de graciosos. En Tres ataúdes blancos, la novela con la que el colombiano Antonio Ungar (Bogotá, 1974) ganó el prestigioso Premio Herralde, puede leerse, por ejemplo: “Inhalé. Exhalé. Puse mucho cuidado en las haches intermedias”. Luego, en los titulares de un telediario: “Pasando a otras noticias, esta tarde el Presidente de la República inauguró un acueducto en Culimundí”. La última, para no espantar a posibles lectores: “Jorge Parra, se llamaba. Jorgito, para los amigos”. ¿Pero no quedamos en que los escritores también eran personas? ¿Y no tendrían entonces derecho a equivocarse? Porque ése sería el modo más justo de tomar una novela que al principio patina un poco –acaso porque a su autor todavía le falta algo de ruedo– y que pronto, sin embargo, sorprende al lector , que se ríe a carcajadas, que lee entre líneas

y desea que al personaje le pase esto o lo otro. Pese a los deslices iniciales, Ungar se repone y a las pocas páginas es capaz de crear expectativas desmesuradas. El núcleo de la historia es reconocible y, a la vez, una apuesta fuerte: en un país latinoamericano llamado Miranda –que a cada momento se parece más y más a Colombia–, acaban de asesinar al candidato del pueblo, aquel que podía acabar de una vez por todas con la virtual dictadura del presidente Del Pito (¡ay, los chistes!). Quiso la providencia que el narrador posea rasgos casi idénticos a los del finado Pedro Akira, cuya muerte es aún un secreto. De ahí en más, es decir, desde que le proponen que lo suplante hasta ganar las elecciones, lo que sucede es, dislate más o menos, imaginable. Nada previsible resulta, en cambio, que al tiempo que la comedia toma su cauce el falso Akira logre interesarnos progresivamente por sus sentimientos, sus intereses, el modo en que una casualidad risible se vuelve la oportunidad más grande. El otro logro de la novela, quizá el más notable, es que, a pesar del delirio a veces circense de las aventuras que vive el protagonista, la narración no pierda del todo su raíz política (las referencias a las FARC son, por ejemplo, múltiples, y a lo sumo se dejan acompañar con una sonrisa). Ese cóctel de elementos a la distancia irreconciliables es, por cierto, una marca de determinada literatura contemporánea dentro del continente, que no casualmente excluye, con un par de excepciones (Marcelo Cohen, tal vez Fogwill), a la Argentina. Aquí, política es igual a solemnidad, se vuelve necesario sobreactuar para ser creíbles. Aunque no alcance ni por asomo la amarga perspicacia poética de Roberto Bolaño, ni la melancolía lacerante del último Junot Díaz, Ungar es un digno heredero de ambos. Como ellos, sabe que en una novela todo es posible y que para llegar a alguna parte siempre es preciso arriesgar el pescuezo. José María Brindisi

Un náufrago original

Sin cuentas que rendir

Ya en la primera línea de El caballero que cayó al mar, Henry Preston Standish, protagonista de la novela, cumple con lo que promete el título. Una inoportuna mancha de grasa lo envía al Océano Pacífico y desde allí abajo ve cómo el Arabella, el buque en que viajaba junto con pasajeros variopintos, se aleja hacia el horizonte. Herbert Clyde Lewis (1909-1950), autor de esta narración con aires de comedia inglesa, nació en realidad en Brooklyn, Nueva York, en una familia de origen ruso. La deliciosa historia de su náufrago (categoría literaria que es analizada en el posfacio por el perspicaz Don Birnam, aquel autor cuyas andanzas filmó Billy Wilder) preanuncia, a su satírica manera, a la absurda Winnie de Los días felices, aunque la sustancia que lo rodea en vez de arena sea pura agua. Mario Caballero

El narrador, hijo de un coronel y criado en un destacamento militar, es un personaje cercano al Antoine Roquentin de La náusea y al Kees Popinga de El hombre que miraba pasar los trenes. Las propuestas existenciales de Sartre y de Simenon se cruzan en esta diabólica criatura creada por Chiabrando. Una escritura tensa, bella y envolvente permite conocer las aventuras y desventuras de alguien que ya se considera muerto y que, para colmo, no tiene cuentas que rendir ni nada que perder. Las escenas de sexo, repetidas sin descanso, no son pornográficas sino decididamente eróticas, pese a que en casi todos los casos se trata de sexo salvaje y nada se oculta a la hora de decirlas. Una novela original e inquietante que se lee con el interés de un thriller. Vicente Battista

EL CABALLERO QUE CAYÓ AL MAR. Por H. C. Lewis. La Bestia Equilátera. Trad.: Laura Wittner. 158 páginas, $ 59

TODAVÍA NO CUMPLÍ CINCUENTA Y YA ESTOY MUERTO. Por Javier Chiabrando. Barataria. 238 páginas, $ 94