somos 'neontócratas'

cracia no existe la monogamia. “Estudios de los patrones reproductivos humanos y las no- tas de los antropólogos revelan
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DELA CULTURA Y LA CIENCIA / LIBROS

Sobre ‘The Anthropology of Childhood’, de David F. Lancy

SOMOS‘NEONTÓCRATAS’ Los niños por encima de todo y en el centro de todo. Así tiende a verse a los hijos en los países más prósperos del planeta. Esta percepción está lejos de ser la mayoritaria en el mundo. Tampoco es la norma en la historia de la humanidad. Las sociedades que funcionan con esos principios son etiquetadas de neontocracias por el antropólogo estadounidense David F. Lancy en su libro Anthropology of Childhood –Antropología de la Infancia–, un importante libro sobre qué es ser niño en nuestro planeta. Su segunda edición ha aparecido este año, algo que desde la crítica ha servido para presentar el volumen como el único libro sobre niños que es necesario tener.

Por Salvador Martínez (Berlín)

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curre en Berlín, pero puede estar pasando en cualquier parte del mundo desarrollado. Una madre –o un padre– juega con sus hijos montando piezas de Lego, la famosa marca danesa de juguetes. Están construyendo una granja y, situando los animales en el diminuto rancho de plástico, el padre –o la madre– imita los sonidos que emiten vacas, cabras, ovejas, cerdos, perros y demás. A miles de kilómetros de allí, en el Amazonas, una indígena mantiene una conversación con otra indígena mientras su hijo juega con un cuchillo, haciendo gestos rápidos con él en todas las direcciones. En un momento dado, el útil cae al suelo. La madre lo recoge y vuelve a dar el objeto punzante al niño sin de dejar de hablar con su interlocutora. El juego con los niños no es por lo visto una prioridad en el Amazonas. Las diferencias entre estas dos escenas son muchas. Sin embargo, las que interesan al

En las sociedades occidentales el niño es el centro de todo, una auténtica anomalía en la experiencia registrada de la Humanidad.

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EUROPA PRESS

antropólogo estadounidense David F. Lancy, profesor emérito en la Universidad del Estado de Utah, tienen que ver con dos mundos infantiles completamente distintos. A la infancia está dedicado su libro The Anthropology of Childhood –La antropología de la infancia–. Publicado en 2008 por la prestigiosa editorial Cambridge University Press, este volumen académico ha sido reeditado este año. La relevancia de su versión renovada ha llevado a todo un bastión del periodismo de calidad como The New YorkTimes apresentar la obra a sus lectores en la sección de O pinión como “el único libro sobre bebés que necesitarás”. Los términos son del lingüista y periodista Michael Erard. Probablemente hagan justicia a un volumen que se precia como pocos en un momento en el que no falta la literatura sobre niños y paternidad. Al menos en el mundo desarrollado, la preocupación de los adultos con este tema es tal que desde principios de siglo se ha popularizado la expresión de “hiperpadres”, acuñada por Madeline Levine, entre otros psicólogos. Con esa palabra se alude a esos padres que viven al borde de la obsesión con el aprendizaje de sus hijos. Los hijos se han convertido en el centro de la vida de los progenitores y de la sociedad. Son, hasta cierto punto, “niños dioses”, según los términos del sociólogo y escritor argentino Nicolás Agustin Mattera. Sociedades ‘extrañas’. Sin embargo, este tipo de apreciaciones resultan de una visión etnocéntrica del mundo infantil. Esta es la conclusión general que tiene a su alcance el lector del importante trabajo de Lancy dedicado a la antropología infantil. A través de un vasto resumen bibliográfico, este profesor universitario presenta en The Anthropology of Childhood una idea muy precisa de cómo viven la mayoría de los niños. Hasta tres cuartas partes de los habitantes más pequeños del planeta no viven en países “occidentales, educados, industrializados, ricos y democráticos”. A estos Estados, Lancy los agrupa bajo las siglas WEIRD, que resultan de los calificativos anteriores en inglés (Western, Educated, Industrialised, Rich y Democracies). Las siglas forman con mucha ironía, la palabra inglesa “extraño”. No puede haber un ejercicio intelectual

El autor del libro, David F. Lancy.

Fuera de los países ricos los niños ocupan el último estrato social más sesgado que sacar conclusiones sobre la infancia en función de los estudios hechos sobre niños de países WEIRD. Según cita Lancy al también antropólogo estadounidense Joe Henrich, “la gente en las sociedades WEIRD” es “una de las peores subpoblaciones que uno puede estudiar para hacer generalizaciones sobre el homo sapiens”. Con esto en mente, el objetivo de la obra del profesor emérito de la Universidad del Estado de Utah consiste en “ofrecer una corrección a las lentes etnocéntricas que ven a los niños sólo como preciosos, inocentes y querubines sobrenaturalmente adorables”, según se lee en su volumen. Apoyado en décadas de estudio –algo que revelan las cien páginas de bibliografía utilizada para escribir el libro–, Lancy desafía la visión occidental sobre lo que es la infancia. Para ello se sirve de los contrastes entre las realidades de los niños de países WEIRD y los del resto del mundo. La mayor diferencia entre las experiencias existenciales de unos y otros probablemente emane de las consecuencias que implica desarrollar sus vidas en sociedades tan dispares. Europa, Estados Unidos, Canadá y algunos de Asia O riental presentan sociedades que entran en la categoría de neontocracias, según Lancy. Es decir, sociedades centradas en los niños, donde el “bienestar de los niños es algo supremo”, donde el niño en sí tiene un “gran valor”, especialmente “emocional para los padres”;

siendo además considerado “consciente desde su nacimiento” e incluso antes, y donde, entre otras cosas, sólo se tiene el número de hijos que se puedan asumir económicamente “debido a los elevados costes de la crianza”. En las neontocracias, las sociedades están regidas por un orden piramidal en el que los niños se encuentran en lo más alto. A los padres se les ubica en lo mas bajo. Entre ambos, hay espacio para una amplia gama de personas y servicios al cuidado de los más pequeños. Ahí se agrupan desde pediatras hasta la medicina neonatal, pasando por las canguros, los parques de juegos o la multinacional del entretenimiento Disney, de acuerdo con la descripción de Lancy. En lo que a la familia se refiere, la familia nuclear –compuesta por los padres biológicos y sus hijos– es la ideal en neontocracias. En ella, “los padres, fieles el uno al otro, cooperan plenamente en la economía doméstica compartiendo el peso de la crianza de los niños”, se lee en The Anthropology of Childhood. Este orden no es en modo alguno la norma a nivel mundial. Tampoco es el más antiguo. Tiene sus orígenes en el siglo XVII, concretamente en la acomodada clase media neerlandesa, donde comenzó a registrarse un importante descenso de la mortalidad infantil además de un cambio en la percepción de los niños, adquiriendo éstos ese incalculable valor que tienen ahora en las sociedades WEIRD. Gerontocracias. Según las investigaciones relativas a la infancia en el resto del mundo que recoge en su libro Lancy –quien cuenta con un amplio bagaje de investigación antropológica en Liberia, Papúa Nueva Guinea, Trinidad, Uganda, Madagascar, Suecia y la comunidad mormona de Utah–, es más habitual que los niños vivan en gerontocracias. En éstas, los pequeños ocupan el último y menos relevante de los estratos sociales. La fertilidad es lo que tiene gran valor, pero no los niños en sí. En lo más alto de la pirámide que representa estas sociedades se sitúan los antepasados, estando por debajo y en este orden “padres, adultos y adolescentes”. “Históricamente, los recién nacidos pueden haber tenido poco valor, o ser vistos desprovistos de valor, salvo en el futuro, como nº 1138. 18–24 de enero de 2016

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Pese a los acuerdos internacionales que lo prohíben, los niños son utilizados como soldados en zonas en conflicto.

La infancia explotada En la actualidad, la infancia está en crisis. No tanto por cómo viven los niños en el mundo desarrollado –aunque también las condiciones de las neontocracias implican problemas para los más pequeños–, sino por las consecuencias que implica que la brecha entre ricos y pobres aumente. Este fenómeno, se observa, por ejemplo, entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), con sede en París. Según se apuntaba a principios de año en dicho organismo internacional, el 10% de la población rica ganaba casi diez veces más que el 10% más pobre, una relación de desigualdad histórica. Para los niños, esta desigualdad también tiene sus 52

consecuencias. “El número de niños que nacen en condiciones adversas está creciendo rápidamente”, se lee en The Anthropology of Childhood. También está creciendo el “número de niños que son criados por otros niños” debido a las enfermedades o fallecimientos de los padres en zonas donde enfermedades como el sida o la malaria están causando estragos. En otras partes del mundo, el trabajo infantil es la norma para mantener a las familias. “Pese a numerosos acuerdos internacionales o la existencia de organizaciones de vigilancia internacional, los niños son empleados porque, en los campos, quienes dan los empleos no tienen muchas más opciones”, señala el autor del volumen sobre la an-

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tropología de la infancia. Lancy precisa que lo “más habitual” de las campañas internacionales contra el trabajo infantil es que los niños acaben trabajando “en peores condiciones económicas y en lugares más peligrosos” que antes de que tenga lugar la iniciativa que pretendía protegerlos. Niños trabajadores, niños soldado o niños de la calle son otras formas de la infancia que atentan contra la Convención de los Derechos del Niño, el tratado de la ONU que plantea las necesidades de protección especiales que requieren estas personas en pleno desarrollo físico y mental. Para cualquier ciudadano WEIRD, sólo puede resultar triste que seas esas formas de infancia sean las más habituales en nuestro planeta.

ayudantes, o, después, como alguien que se ocupe de los padres conforme se van haciendo mayores”, afirma Lancy en sus conclusiones. Éstas van mucho más allá. “Con la significativa excepción de algunos pueblos recolectores, los niños son considerados propiedad personal” y “como tales, pueden ser vendidos o donados a otra familia o a la iglesia”, aunque, lo “más común es que el niño participe en la economía doméstica al nivel que permita su nivel de madurez”, agrega el antropólogo estadounidense. Entendidos como “propiedad”, los niños pueden ser bien valorados, “pues desde una temprana edad pueden ayudar en los hogares, y a través de su asistencia, miembros más mayores de la familia pueden ser empleados en la agricultura comercial o la industria rural”, matiza Lancy. Por otro lado, en la familia de la gerontocracia no existe la monogamia. “Estudios de los patrones reproductivos humanos y las notas de los antropólogos revelan que los hombres casi nunca se comprometen en una monogamia de por vida y, por tanto, puede que no tengan virtualmente contacto con sus hijos”, señala Lancy. En este punto, el autor constata que la familia nuclear es algo que se da en raras ocasiones, siendo “más comunes grandes familias compuestas por las madres y las descendencias”. Según se lee en The Anthropology of Childhood, lo que más se da en el ser humano es la percepción de la poliginia –las uniones de un hombre en matrimonio con más de una mujer– “como un ideal cultural”. Todo el libro de Lancy está dedicado a dar ejemplos que demuestran que la idea occidental de la infancia es una anomalía dentro de la experiencia registrada por la humanidad en toda su historia. Por ejemplo, si bien los padres de los niños berlineses, en general, tratan de orientar y educar cuando juegan con sus hijos, en el Amazonas, el pequeño del cuchillo explora por sí mismo las opciones que le ofrece el objeto que manipula. “Tal vez haya aspectos negativos en la atenuación de los niños a jugar libremente”, algo que, cuando se hace en grupo, sirve para “desarrollar destrezas sociales que implican cooperación, negociación y compromiso”, subraya Lancy, que apunta en este tipo de afirmaciones al aislado modo en que crecen los pequeños de los países WEIRD. l