Sin cohesión en el frente

Brasil, Chile, Colombia, México y Uruguay. Propongo no tirar el despertador ... Educativa de la Universidad Austral, El
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OPINIÓN | 27

| Sábado 12 de octubre de 2013

La salud puede marcar el pulso de la transición Eduardo Fidanza —PARA LA NACION—

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la hora de escribir esta columna la noticia sobre la enfermedad de Cristina Kirchner fue desplazada de las primeras planas. Los medios le están dando los principales espacios a uno de los sucesos con más rating en la Argentina de esta época: la aparición del cadáver de una mujer joven, asesinada en extrañas circunstancias. Araceli Ramos estará en boca de todos en los próximos días. Poco tiempo atrás fue Ángeles Rawson. Antes que de noticias o de nombres, se trata de un formato, con significados y significantes: juventud, cuerpo femenino, abuso, sexo, misterio. Un cóctel seguro para atraer el interés popular, que los medios agitarán con mesura o amarillismo. En tanto, el tema de la semana, la enfermedad de la Presidenta, que la retiene aún en terapia intensiva, pasó a segundo plano. La sociedad y la política suelen tener estas bifurcaciones, influidas por los medios, que construyen y manipulan la agenda pública. El fin de semana pasado la súbita noticia de la dolencia presidencial unificó las preocu-

paciones populares y las de la elite del poder: todos quedaron sorprendidos y atrapados por la novedad. La mayoría sintió, más allá de las ideas políticas, la angustia y el temor que provocan estos hechos. En paralelo, se dispararon todo tipo de rumores ante una información pública que no fluyó con transparencia. Se constató y quedó a la vista una falsedad: Cristina Kirchner no había concurrido a un examen de rutina un día después de la derrota electoral del 11 de agosto, sino que se había caído y había sufrido un traumatismo de cráneo. El desarrollo de los acontecimientos fue serenando, poco a poco, a protagonistas y observadores. A los primeros titubeos y ocultamientos les siguió una progresiva profesionalización de los contactos con la prensa: los partes médicos, con su terminología técnica, neutralizaron los eufemismos del vocero presidencial y contribuyeron a aportar tranquilidad. La Presidenta quedó circunscripta a lo que los sociólogos denominan un “sistema experto”: un conjunto

sistematizado de logros técnicos y experiencia profesional destinado a otorgar certidumbre y organizar áreas críticas de la vida social. La medicina, con su dictamen científico, reemplazó a la política, siempre incierta y sospechosa. El doctor Manes pasó a ser el garante de la salud de Cristina, respaldado en el prestigio de René Favaloro, un nombre mítico para los argentinos. Las primeras estimaciones, que habrá que confirmar, mostraron que la sociedad recibió con relativa tranquilidad el suceso: se preocupó y siguió las noticias, consideró que la enfermedad no es grave y que la Presidenta retornará en pocas semanas a sus funciones. Los sucesivos partes médicos, que informaron sobre el éxito de la operación y la mejoría de la enferma, reforzaron la certidumbre general. Hacia mitad de semana, los argentinos ya habían delegado el problema en la medicina y empezaron a pensar, con gratitud y beneplácito, en el próximo fin de semana largo. En contraste, la lectura desde la política

fue más compleja y preocupada. Hay mucha incertidumbre. La enfermedad presidencial sucede al principio de un proceso de transición del poder. La Presidenta entrará, luego de las elecciones, en una fase natural de debilidad política. Su influencia menguará a medida que se aproxime el fin de su mandato. Nuevos líderes la han desafiado y finalmente la reemplazarán. Esa disminución, que para los presidentes es siempre una herida en la autoestima, deberá atravesarla Cristina con una enfermedad cuyas secuelas no se afirman, pero tampoco se descartan. Adicionalmente, el país requerirá decisiones difíciles en los próximos dos años. La inflación, el delito, la fuga de dólares, el desgaste de los equipos de gobierno son síntomas que se agravarán si no se corrigen y enmiendan a tiempo. En este contexto deberá diseñar la Presidenta su forma de dejar el poder. No es una tarea sólo de la inteligencia; intervienen las emociones. Se me ocurren, a grandes rasgos, dos vías posibles, de resonancias we-

berianas: la administrativa y la carismática. La primera es racional: consiste en ordenar la transición, influir en la nominación de un heredero, dialogar con los eventuales sucesores, cumplir con espíritu republicano el plazo constitucional. La otra vía es excepcional, rompe el molde. Podría adquirir la forma de una resignación heroica del poder. Algunos especulan con que, en ese caso, la enfermedad sería una justificación. Como ocurre con las personalidades políticas fuertes, todo confluirá en Cristina y en el modo particular en que conciba su rol actual y su misión histórica. Acaso el carisma pueda más. Acaso la Presidenta, como su marido, esté destinada a dejar jirones de su vida, en la línea épica de Eva Perón. Pero no lo sabemos y toda afirmación sería imprudente. En cualquier caso, aún no llegó el momento de las decisiones cruciales. Cristina felizmente se recupera; su enfermedad dejó de ser un suceso. Y la sociedad se va de vacaciones envuelta en la noticia de un nuevo crimen sexual. © LA NACION

empresarios & cÍa

Sin cohesión en el frente Francisco Olivera —LA NACION—

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e Amado Boudou, el juez federal Ariel Lijo venía deslizando entre íntimos una idea explosiva. Estaba en condiciones, contó, de dar un paso que podría ubicar al vicepresidente al borde del procesamiento. Le investiga presuntas negociaciones incompatibles con la función por el cobro de publicidad oficial y supuesto enriquecimiento ilícito. Pero Boudou es un hombre de suerte. ¿Qué juez lo haría ahora sin exponerse a múltiples interpretaciones? El reemplazo institucional de Cristina Kirchner le permite ganar tiempo frente a compañeros que, de no ser por el respaldo de la jefa, ya le habrían perdido el respeto público. Contra lo que indican sus modos, Boudou no parece soberbio cuando entra en confianza. Son momentos en los que admite torpezas o excesos personales, reporta lealtad infinita hacia la conductora que lo ungió “de la nada” y, sorpresa mayúscula, acepta consejos. El más recurrente de los últimos meses: bajar el perfil. Obedecieron él y su entorno. Alejandro Vandenbroele, dueño visible de The Old Fun, desapareció de los lugares que frecuentaba en Buenos Aires y se mudó a Mendoza, donde nació. La fragilidad de Boudou explica el estado de un gobierno que, desde las primarias, ha perdido esa capacidad de infundir temor entre empresarios, sindicalistas y dirigentes. Sin su ADN político, el kirchnerismo se parece cada vez menos a sí mismo. Es indudable que la convalecencia de la líder hace más evidente esta debilidad que, en rigor, las corporaciones venían anticipando. No hay olfato más sagaz que el de un empresario asustado. Esta nueva dimensión supone un cambio cualitativo para el establishment. Fastidiado, Axel Kicillof tiró hace dos viernes, delante de compañeros, un recorte de Ámbito Financiero sobre la mesa. “Mirá lo que dicen estos hijos de puta”, dijo, y mostró. Eran anécdotas de una comida organizada tres días antes en el Yatch Club de Puerto Madero con empresarios, políticos y gente del espectáculo. El texto recogía el comentario burlón de algún invitado: “El viceministro Axel Kicillof dejó de ser un ‘asesino cereal’; dejó de pelearse con las exportadoras de granos para, ahora, promoverlas”. Kicillof venía de reunirse esa semana con Bunge, Cargill, Dreyfus, Nidera y Molinos, entre otras. Fueron encuentros conducidos por Guillermo Moreno en los que se exigía que, como Carlos Bulgheroni, todas trajeran dólares a través del Baa-

de, uno de los instrumentos del blanqueo. Moreno salió convencido de que lo harían. Tal vez, por esa vieja costumbre empresarial de contestar con ambigüedades: “colaborar”, “poner el hombro” y así. Kicillof, mudo delante del secretario de Comercio, ganó locuacidad, sin embargo, en la tercera reunión, que se hizo el lunes en el Banco Central, ya sin Moreno y con Mercedes Marcó del Pont como testigo. ¿Lo había envalentonado un recorte de diario? Quién sabe. Pero él parecía otro: acaparó la escena ante una anfitriona menos estridente y les reprochó la indecisión a los ejecutivos. “Acá todavía no hay ningún Bulgheroni”, dijo, y agregó que, así, no estaba en condiciones de ofrecer nada. Después soltó un concepto que, dicho en público, podría perturbar a Moreno: “Lo que nos interesa es equilibrar el ingreso y egreso

de dólares. Si no quieren comprar Baade, no compren, pero liquiden las divisas”. Como Marcó del Pont, Kicillof cree que las cerealeras venden menos de lo que acopian. El problema es que las primarias, los tropiezos con el blanqueo y la inflación han vuelto anacrónico el tono con que hablaba, que las corporaciones creen más acorde con el 54% de votos de 2011. Es una sensación nueva. Por primera vez no ven cohesión en el frente, sino aspirantes a la atención presidencial que compiten entre sí. Moreno está herido y sobreactúa. ¿Es verdad que va a ser ministro?, quisieron saber la semana pasada desde una cámara. “No, qué ministro. Estoy cansado, me voy en diciembre”, contestó. Su gestión, enorme alegoría del kirchnerismo, se desdibuja. Ya pasó con los bancos. “Éstos no van a poner”, le admitió a un petrolero. No es que un soplo

de coraje haya visitado a los banqueros; es Marcó del Pont la que objeta que comprar Baade con depósitos en dólares no sumaría reservas al Central y asustaría a los ahorristas. El sector descubrió un aliado en el Gobierno. El kirchnerismo llega entonces políticamente tarde a aplicar un idea que se le acaba de ocurrir. Pretende que el Baade sirva no ya para el blanqueo, cuyo fracaso asume, sino como canal para traer inversiones a un dólar 25% superior al oficial. Tal vez, el esquema habría disuadido a la brasileña Vale de abandonar el proyecto en Malargüe. Pero el escepticismo juega en contra. Peor aún: es probable que aumentos de precios que suele autorizar la Secretaría de Comercio Interior sean aplicados sin consulta después del 27 de este mes. Para quedar menos expuestas, algunas

alimenticias lo acaban de hacer. Son días tensos. Héctor Méndez, líder de la Unión Industrial, recibió de sus pares la orden de no hablar de ningún tema hasta las elecciones. ¿Y la presión de las economías regionales en la unión?, se extrañó. Respuesta: nada importa más que el silencio. Es el modo en que los encuentra una Casa Rosada urgida de inversiones. Hasta Miguel Galuccio, CEO de YPF, acaba de sorprender con un pedido público: exhortó a que el resto de la industria se sume al “esfuerzo” de YPF para aumentar la producción. Es extraño. No se trata del secretario de Energía, sino del N° 1 de la sociedad anónima dominante del sector. Pero Galuccio es ya un político. Logró, por ejemplo, reconciliar a Cristina Kirchner con las reglas del mercado después de la expropiación de YPF, gesta que había sido conducida desde el Excel del profesor Kicillof. El entusiasmo del ingeniero entrerriano sorprendió incluso al gobernador de Neuquén, Jorge Sapag, que atribuyó al contrato con Chevron su derrota frente a Julio Pereyra. “Galuccio necesita un curso acelerado de política”, objetó en la intimidad. Si no mejora el resultado electoral, el Gobierno deberá acostumbrarse a convivir con empresarios menos dóciles. De ahí el apuro por las buenas noticias. Globant, empresa modelo de innovación, agradecida por el financiamiento de la banca pública y siempre elogiosa del país, pretende salir a la Bolsa de Nueva York antes del 27. Pero habría que desoír algún párrafo del formulario F1 que presentó en la Comisión de Valores de EE. UU. “El creciente nivel de inflación en Argentina está generando presión para una mayor depreciación del peso”, dice la página 26. La 28 es más explícita: “Las expropiaciones y otras intervenciones del gobierno argentino, como el caso de YPF, pueden tener un impacto adverso en el nivel de inversión extranjera en la Argentina, el acceso de las compañías argentinas al mercado internacional de capitales y las relaciones comerciales y diplomáticas con otros países”. Después se ataja: “En el futuro, el nivel de intervención en la economía del gobierno argentino puede continuar o incluso incrementarse, lo cual puede afectar negativamente la economía argentina y, a su turno, nuestro negocio, resultados de operaciones y condiciones financieras”. Pasaron dos años de aquella foto de septiembre de 2011 que, durante la inauguración de oficinas, mostraba a Cristina Kirchner sonriente y subida al pelotero de la empresa, con los dueños. Es lo que pasa cuando se apagan los flashes. © LA NACION

La calidad educativa, en emergencia Liliana Negre de Alonso —PARA LA NACION—

L

os políticos debemos estar atentos a lo que manifiestan quienes nos dieron mandato y quienes representamos. Los empresarios, por ejemplo, invierten dinero en estudios de mercado para obtener indicadores de mayores ganancias. En educación, los resultados se miden en períodos que superan una gestión, y a veces esas mediciones se relegan por su falta de rédito inmediato. Esto es un error, ya que cada gestión debe ser evaluada, fundamentalmente, por sus resultados educativos. Tomo las conclusiones del V Foro de Calidad Educativa y de la audiencia pública en el Senado de la Nación del mes pasado para una estrategia a seguir en pos de una educación de excelencia. Ese foro disparó una alarma: la calidad educativa está en emergencia. Se constató que el 52% de los adolescentes argentinos no comprenden lo que leen; sólo el 44% termina el secundario en tiempo y forma; el 15% de los jóvenes integran el grupo “ni ni”, ni estudia ni trabaja; apenas uno de cada cuatro alumnos que

cursan la enseñanza obligatoria tiene buen nivel educativo, y el 75% no alcanza los niveles mínimos necesarios. La Argentina ocupa el puesto número siete respecto de su calidad educativa en la región, detrás de Brasil, Chile, Colombia, México y Uruguay. Propongo no tirar el despertador por la ventana: la alarma debe impulsarnos a levantarnos y actuar. Para eso he presentado el proyecto de ley S-2527/13, basado en estudios y estadísticas que respaldan los resultados del Bachillerato Humanista que hoy existe en cinco provincias. Propongo incorporar a la ley de educación nacional (LEN) la modalidad humanista, ya que desde esta modalidad se forma la inteligencia, el habla y el pensamiento; se capacita para el manejo de la lengua propia y extranjeras, y se auspicia la formación integral, lo cual la pone en línea con los fines de la ley educativa nacional. Para definir la formación humanista recurriré al II Simposio Nacional de Estudios Clásicos, que la definió así: “La educación humanista es la que busca, mediante los es-

tudios clásicos, la plenitud del hombre en todas sus dimensiones, tanto en su proyección individual como trascendente, capacitándolo para integrarse activa y creadoramente en un mundo en continuo cambio, satisfaciendo nuevas necesidades intelectuales y desarrollando sus aptitudes para su realización vocacional”. Con el respaldo de las neurociencias, que resaltan la utilidad de los conocimientos en el desarrollo neurocognitivo, el doctor Stanislas Dehaene se refiere a la enseñanza de las lenguas antiguas y destaca varias cuestiones de interés científico ligadas al aprendizaje de las lenguas clásicas que benefician a los alumnos por el desarrollo de capacidades que van más allá de las meramente lingüísticas; insiste en que el estudio de las lenguas clásicas tiene repercusiones sobre las conexiones cerebrales. Esto coincide con los argumentos dados por los gymnasium alemanes y suizos sobre los beneficios del estudio del latín y griego. Es, además, una herramienta óptima respecto de la formación de los hábitos

intelectuales, requisito indispensable de la educación. Una persona no puede asumir su destino si no ha desarrollado antes su inteligencia, es decir, su capacidad de mirar dentro de las cosas, intus legere. Una de las funciones de la inteligencia es el pensar y uno de los fines de la educación es el desarrollo de las habilidades del pensamiento. Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Nacional de Educación, expresa que el correcto manejo de la lengua es clave para el desempeño en lo social. El ejercicio de la democracia es participación, es diálogo, y para poder dialogar es preciso la palabra. El adolescente y el joven que se expresan liberan lo preso y hallan en la palabra la forma del reclamo, de interpelación. Una de las raíces de la violencia es la incapacidad de expresarse correctamente. El que no tiene palabras canaliza su actitud en la acción, el puño, el empujón, la violencia. La pobreza verbal impide la libertad de expresión en una democracia. Guillermo Jaim Etcheverry sostiene en La tragedia educativa que para debatir necesitamos usar

una herramienta que cada día manejamos peor: el lenguaje. En la actualidad, hay doce bachilleratos humanistas que están nucleados en una entidad, la Federación Argentina de Bachilleratos Humanistas Modernos. De la tesis del ingeniero Pablo Baeck para la licenciatura en Organización y Gestión Educativa de la Universidad Austral, El bachillerato humanista clásico puede hoy reclamar el derecho a existencia en la Argentina, hemos tomado la muestra efectuada sobre quienes se recibieron en dos de esas instituciones, en la que se revela el alto porcentaje de graduados universitarios, el bajo índice de cambio de carrera y el alto número de graduados en carreras ligadas a las ciencias exactas. El bachillerato humanista es una alternativa chequeada y evaluada para ser transitada por aquellas familias que opten por esta modalidad. © LA NACION La autora es senadora nacional (Compromiso Federal-San Luis)