Secretos de la “peronosfera K”

Fernando Iglesias, uno de los blancos preferidos ... centímetro de la ortodoxia pingüinística. Aportan .... (o boy scout
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OPINION

Viernes 22 de octubre de 2010

Vindicarse, deber del funcionario JORGE REINALDO VANOSSI

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PARA LA NACION

A forma republicana de gobierno exige la reunión y el cumplimiento de seis requisitos esenciales: la democracia representativa, la separación de poderes, la igualdad ante la ley, la periodicidad en el ejercicio de las funciones electivas, la publicidad y el acceso a la información sobre los actos estatales y, muy especialmente, el principio de la responsabilidad de los gobernantes y demás funcionarios. En el articulado de la Constitución está contemplado el reconocimiento de derechos y garantías que nacen del principio de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno (art. 33). Va de suyo que el régimen institucional adoptado debe poner siempre un cuidado especial en toda su aplicación a fin de preservar la transparencia de la gestión pública y para que se pueda despejar cualquier duda o sospecha cuando median procederes que son objeto de algún cuestionamiento. Siendo ello así, resulta obvio que los gobernantes tienen el derecho y la obligación de “vindicarse” ante los ojos de la ciudadanía si reciben acusaciones en detrimento de su corrección. Y de eso se trata: vindicar es la actitud a asumir de la autoridad que se encuentre injuriada, calumniada o “injustamente notada”. Un caso así se da cuando al funcionario notado, que es señalado concretamente, es censurado o reprendido de manera tal que se le causa un descrédito o infamia en perjuicio de su honorabilidad. En ese caso, llegado el momento de su afectación, el gobernante asume la calidad de “vindicador”: se tiene que vindicar, lo que significa que debe defenderse, cuidando su fama y la opinión que merece del prójimo, “al haber sido injuriado, calumniado o injustamente notado”. Con ese objetivo, el funcionario debe buscar y acudir al medio “vindicatorio”, o sea, aquel que sirve o

Cuando hay procederes cuestionados, los funcionarios deben despejar dudas y sospechas valga para vindicarse. En otras palabras: tiene que incoar una acción, o un recurso, o un procedimiento, que sea la vía apropiada y eficaz para dilucidar la cuestión ante la opinión pública y brindar así un testimonio de acatamiento al presupuesto constitucional de la responsabilidad. Los mecanismos de control son la antesala de esa responsabilidad: son dos conceptos y dos pasos o etapas que se complementan y se suponen recíprocamente. En nuestra opinión, esté escrita o no en los estatutos constitucionales, existe una acción de vindicación que es viable y tiene andamiento para poner las cosas “en claro”. Estamos frente a una obligación: la de vindicarse. Es un deber a cargo del funcionario que ha sido peyorativamente “notado” a raíz de actos de su desempeño, que tiene antecedentes en el derecho público provincial, institucionalizando el trámite más idóneo para encausar la respuesta debida. Ya en la Constitución de Entre Ríos de 1933 (tiempos de Laurencena, Etchevehere y otros repúblicos) se insertó este mecanismo instrumental. La “vindicación” aparece también en las constituciones del Chaco, Santa Cruz, Misiones, Río Negro, entre otras. Queda en pie conceder respuesta a qué vía cabe acudir por parte del propio ofendido. Y la respuesta es de pura lógica: puede y debe hacerlo sin perjuicio de la prosecución de las actuaciones judiciales, a manera de ejercicio de una manifestación de vindicación, como única forma de poder autoimpulsar el mecanismo que permita saldar una obligación republicana, al propio tiempo que poder efectivizar un derecho legítimo, cual es el de acceder a un órgano competente de control para resolver la situación de menoscabo en que se encuentra. Es, nada más y nada menos, que la “pretensión” de poner en marcha un derecho fundamental de comparecer a proceso, aunque éste corra por cuenta de un cuerpo legislativo, mientras en el ínterin sigue rigiendo el “estado de inocencia”, base insoslayable de todo garantismo constitucional, con pertenencia al Estado de Derecho y el respeto a la dignidad de la persona humana, tanto de los gobernados como de los gobernantes. © LA NACION El autor fue ministro de Justicia y es conjuez de la Corte Suprema

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COMO FUNCIONA EL EJERCITO VIRTUAL DEL OFICIALISMO

Secretos de la “peronosfera K” Continuación de la Pág. 1, Col. 2 años 70. Aquella era extrovertida y exhibía con desparpajo su rebeldía a la luz del día. Esta es introvertida, para nada rebelde y se parapeta detrás de una computadora o un celular para encocoritarse. Aquélla iba a cara descubierta con pancartas que la identificaba. Esta se esconde tras un avatar que pocas veces responde a un nombre real y se mantiene a buen resguardo en sus casas, locutorios u oficinas públicas dando continuos “enter” a sus campañas virtuales. Aquélla gritaba hasta enronquecer; ésta teclea infatigable día y noche. Aquélla se movía en equipo; ésta trabaja cada cual individualmente en una red invisible que sólo se reúne virtualmente en la “peronosfera”. Aquélla era orgánica y se preparaba para dar debates ideológicos. Esta es inorgánica, dispersa y hasta los ínfimos 140 caracteres a los que limita Twitter le quedan grandes para expresar una idea que no sea un insulto, una chicana o el desvío de la atención hacia otros temas que le puedan resultar más favorables. Con todo, la diferencia más sustancial entre aquélla y esta juventud son dos: la primera, muy favorable a la actual, es que, al decir de Piero, son “mansos y tranquilos” (la única “metralla” que empuñan es virtual y sólo la usó el desaforado @ carrascolucas contra Alfredo Leuco), y la segunda, favorable a aquélla, es que no escatimaban públicamente el debate de las divergencias internas, al punto de plantearlas en la mismísima cara de Juan Domingo Perón. “¡Qué pasa, qué pasa, qué pasa, general, está lleno de gorilas el gobierno popular!”, le gritaban con desparpajo bajo el balcón de la Casa Rosada en la mayor afrenta pública que recibió el líder justicialista exactamente dos meses antes de su muerte. Esta, en cambio, se deshace en floripondios empalagosos hacia los actuales inquilinos del peronismo, en grados superlativos de obsecuencia. Todo les parece genial, nada los inquieta y sólo los sulfura los que no integran las filas oficiales y osan expresarse en el mundo virtual. Pueden tener entre 20 y 40 años, aunque no faltan algunos grandulones dando vueltas, dispuestos sólo a chasquear sus palmas como focas amaestradas ante cualquier dicho o acción de los principales jerarcas gubernamentales. Nunca una mínima crítica, un enojo o, al menos, un “esto está bien, pero estaría mejor si…”. Es llamativo lo que sucede cuando alguien se anima a expresar en ese ámbito un mínimo reproche a la actuación oficial. Sean las tres de la tarde o las tres de la madrugada, como si se tratase de un cardumen de pirañas al acecho, salen todos juntos a morder (virtualmente, claro) los tobillos del atrevido. La mofa, la provocación, el insulto y la tergiversación suelen ser las armas predilectas. Aunque su poder de fuego (virtual) es muy limitado (por lo general tienen muy pocos seguidores) y se los neutraliza fácilmente si no se les responde o se los bloquea. Hay que tener una caparazón psicológica gruesa para resistir tales persistentes hostilidades sin perder la calma, así que es muy posible que logren su cometido de ahuyentar a muchos que se acercan a la “twittosfera” con ánimos de debatir sanamente y que terminan escapando despavoridos o desalentados por acción de los “twitterforajidos”, rótulo impuesto por el diputado por la Coalición Cívica, Fernando Iglesias, uno de los blancos preferidos para recibir artillería ofensiva pesada por pensar muy distinto al catecismo K. El legislador no sólo la soporta estoico, sino que en un ejercicio de rara autoflagelación los suele retwittear, lo que

retroalimenta al áspero circuito. Sucedió algo asombroso cuando quien firma esta nota escribió el artículo “Timerman, el gran inquisidor de Twitter”, el 27 de julio último. Los twitteros, lejos de discutir los aspectos salientes de ese artículo, se concentraron únicamente en la expresión “twitteros espontáneos o rentados”, declarándose ofendidos todos porque se consideraron apuntados con la no tan velada indicación de que algunos de ellos no lo hacían por mero amor al kirchnerismo, sino porque había de por medio otras cuestiones de “peso”. ¿Cómo solventa el Gobierno a bloggers y twitteros? Responde @dariogallo, uno de los precursores del periodismo profesional en Internet: “Con cargos o designaciones

Los setentistas se le animaban al propio Perón; estos militantes de Twitter son totalmente obsecuentes en empresas del Estado o subsidiadas por el Gobierno. Ejemplos: un politólogo muy activo en la «peronosfera» puede terminar con un puestito en la hiperdeficitaria Aerolíneas Argentinas. O un abogado con inclinación a la literatura y a la obsecuencia cristinista termina trabajando para el Grupo Szpolski. ¿Sobrevivirán al kirchnerismo? Sí, en el fondo son pragmáticos peronistas”. El Gobierno les ha dado alas, los mima y los agasaja: Aníbal Fernández concurrió en abril a un encuentro de bloggers K ataviado con remera que mancillaba el logo de Clarín. Programas como 6,7,8 y Duro de domar los reivindican e invitan o reproducen a los más renombrados. Y varios dirigentes como @juanabalmedina, @ BoudouAmado, y la mismísima presidenta @CFKArgentina, suman en idéntica dirección triunfalista y maltratadora de todo aquello que se aparte o se desvíe medio centímetro de la ortodoxia pingüinística.

Aportan también como inesperados “coaches” de los virulentos aficionados K el autodenominado “ex periodista” @ tognettidaniel; el director de la revista K Debate, @sergioranieri; @hernanbrienza, el periodista calurosamente ponderado por la Presidenta por su libro sobre Dorrego, y el Chavo Fucks, al que le cuesta declararse kirchnerista, pero no tanto denostar en la “twittosfera” a aquellos que critican al Gobierno. El momento de mayor paroxismo (al menos salieron de sus cuevas y se vieron por un rato sus pálidas caras) fue cuando el mes pasado llenaron el Luna Park con el eslogan “La juventud le habla a Néstor”, cambiado a último momento tras el problema cardíaco del ex presidente, por “La juventud le habla a Cristina”, ilustrados con bonitos dibujos inspirados en El Eternauta. “Por culpa de Boudou nos descubrieron –dicen desde @pejoteros con humor negro tras la desagradable agresión verbal del ministro de Economía–, a los cíber-K nos pagan con el oro de los nazis.” Más en serio contesta @juanpa_l: “Yo vivo de mi laburo, soy recontra ultrak, y no recibo nada del Gobierno”. La lista de militantes virtuales es larga y su número imposible de determinar, pero si es dable observar cierta recurrencia: @conorgulloK, @peronistaanonimo; @ la_pipi, @bairesperonista, @Conurbanos, @LuMilitantk, @juanperon1 y @mariaultrak, entre muchos otros. En Bloggers en Acción convergen en una suerte de directorio muchos admiradores K que necesitan más de 140 caracteres para expresar su fervorosa fidelidad a la Casa Rosada. Se tratan entre sí de “cumpas”, se reivindican “nacypop”, recuperaron viejos vocablos como “cipayo” y “vendepatria”, son fans incondicionales de 6,7,8 y, por supuesto, todos los males del país comienzan y terminan en el “monopolio” Clarín. En general el humor los incomoda y no saben cómo responder. Una excepción a la regla es @mendieta, una suerte de “Mordisquito” (el personaje radial que hacía Enrique Santos Discépolo), ocu-

rrente y peronista sensible, que trabaja en el PAMI, y que pierde sutileza cuando desciende a la tosca militancia twittera. También hay otro que encarna a un falso Magnetto que suele ser desopilante, pero en general domina la chatura: defensa irrestricta de la propia tropa y demolición del contrario. “No dudo de que el oficialismo paga servicios rentados de «punteros» para que distribuyan su propaganda –afirma @gitargirl, francotirador que a pesar de sus posturas netamente favorables al Gobierno sufre similar aversión por parte de los K como de los anti-K–, de la misma manera que Magnetto paga punteros para que distribuyan su propaganda.” Un importante referente de la cultura, que pidió mantener su nombre en reserva,

Funcionan como un cardumen de pirañas: salen todos juntos a morder los tobillos del atrevido asegura que conoce a una persona que trabaja para La Cámpora y que cobra 8000 pesos para hacer este tipo de trabajos. “Puedo afirmar que no era kirchnerista el año pasado –revela– y ahora sube a Facebook comentarios laudatorios de la Presidenta, del país, del orgullo que le provoca ser argentino en esta época. Andaba muy mal en sus temas económicos y ahora se lo ve próspero, sin pedir trabajo.” Por supuesto, hay muchos más que lo hacen espontáneamente y otros, como decía Perón, por no poder evitar la vocación de ser “idiotas útiles”. Las diputadas Patricia Bullrich y Silvana Giudici presentaron el mes pasado un proyecto de resolución que requería del jefe de Gabinete saber qué tipo de ayuda financiera reciben estos soldados (“y soldadas”, diría la Presidenta) virtuales. Todavía están esperando la respuesta. © LA NACION

DE NO CREER

Salvemos a Héctor Timerman CARLOS M. REYMUNDO ROBERTS LA NACION

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L mío es un grito que, estoy seguro, expresa la voluntad de millones de argentinos: hay que salvar a Héctor Timerman. Los que lo admiramos; los que hemos seguido su extraordinaria trayectoria en el campo de los derechos humanos; los que recordamos su fecundo paso por el periodismo; los que creemos que el país ha alumbrado un líder natural; en fin, los que nos consideramos “hectortimermanistas” de la primera hora alzamos nuestra voz en su defensa y clamamos: ¡hay que salvarlo! Y hay que hacerlo ahora. En mi condición de presidente del club de fans de HT, entidad recientemente creada, llamo a la reserva moral del país, llamo a todos los argentinos de buena voluntad a acompañarme en esta gesta, porque lo que está en juego es muy grande. O hacemos algo ya o la historia será impiadosa con nosotros y, sobre todo, será terriblemente injusta con él. ¿De qué hay que salvarlo? Del ridículo. Me explico. Al comprobar Néstor y Cristina Kirchner que en HT estaba el germen de un hombre de Estado, de un dirigente llamado a encolumnar a las masas, es decir, al comprobar que les había salido un rival de

fuste, decidieron combatirlo desde adentro: lo hicieron canciller. Hay mucha malicia en esa designación: nuestro hombre está capacitado para muchísimas cosas, pero... ¿para manejar las relaciones exteriores? ¿Cómo puede ser jefe de la diplomacia alguien que anda por la vida agarrándose a patadas con todo el mundo? ¿Un canciller con formas de barrabrava? ¿Por qué no lo nombraron secretario de Medios? En ese rubro sí que tiene quilates. Fue director de un diario (que haya sido un diario de apoyo a la dictadura es sólo atribuible a su entonces tierna juventud); fue columnista de Ambito Financiero y también fue columnista en TV de Mariano Grondona. Es decir, como trabajó para el más rancio liberalismo del país, ¿quién mejor que él para combatirlo hoy desde el ejército “progre” de la Casa Rosada? Tranquilamente pudo haber sido secretario de Deportes y alentar el boxeo, para que la Argentina vuelva a ser una cuna de grandes campeones en el arte de pegar. Pudo quedar como embajador en Washington, si total la única obsesión de la Presidenta era sacarse una fo-

to con Obama y él consiguió esa foto. Pudo haber ido colgadito en una lista para diputados, decorando la nómina con su ilustre apellido. De hecho, ya fue en una, no hace mucho, con Lilita Carrió. También se podía haber pensado en secretario de Derechos Humanos (alguna solicitada debe de haber firmado); en director por el Estado de Papel Prensa; en secretario de Ciencia, Tecnología y Twitter... Pero no: ¡canciller! “Si no podemos destruirlo, expongámoslo”, parece haber sido la idea de los Kirchner. Y lo están consiguiendo. Es triste verlo sentadito en medio de un panel de desconocidos en 6,7,8, hablando de todo menos de su trabajo; es triste verlo pelearse con los periodistas por cuestiones personales que no tienen nada que ver con su función; da pena que en su ministerio se esté diciendo –por detrás, por supuesto– que es una afrenta tener en esa posición a alguien que le hace tan poco honor al oficio; da pena comprobar que no está pensando en la inserción del país en el mundo, sino en cómo insertar sus obsesiones diarias en los 140 caracteres de un tweet... Por cierto, digamos en su defensa que

le ha tocado un trabajo complicado. La principal alianza estratégica del país es con Hugo Chávez. Su jefa, la Presidenta, para no ser menos que él, dice que los ingleses son unos “piratas”. Si hay un problema en la región, como fue el golpe de los policías (o boy scouts, ya no lo recuerdo) en Ecuador, el que se ocupa de todo es Néstor Kirchner, como secretario general de la Unasur. O los secretarios de éste en el organismo, Juan Manuel Abal Medina y Rafael Follonier, con los que HT tiene que hablar antes de mover un dedo. ¿Qué le dejan al pobre ministro? Le dejan el conflicto en Gualeguaychú y la disputa con Irán, dos causas perdidas. Hay algo más triste aún. En Olivos lo aplauden y alientan cuando él se pone duro, cuando da rienda suelta a sus broncas; es decir, lo aplauden cuando peor hace su trabajo de diplomático. No obstante, creo que vale la pena hacer un último esfuerzo para intentar rescatarlo. Por él y por el país. ¿Cómo? La más cruel sería mostrarle un archivo. La más benigna, hablarle del futuro. Es un hombre inteligente y comprenderá que le espera una larga vida después de los Kirchner. © LA NACION