Novios violentos, un drama que crece

10 feb. 2013 - tirse más grandes. Pero hay otras que vuelven con alguna marca en el cuerpo o arrepentidas de haber ele-
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Sociedad

Casos que dejaroN al desNudo el Peor fiNal En los últimos años se registraron en la Argentina hechos alarmantes de violencia de género que terminaron de manera trágica

| Domingo 10 De febrero De 2013

Wanda Taddei

Tamara Bravo

Rosana Bustos

natalia Bola

andrea ortiz

Rocío Bordoña

Eduardo Vásquez, baterista del grupo Callejeros, arrojó alcohol y prendió fuego a su esposa, quien días después falleció. Fue condenado a 18 años de prisión

Carlos Víctor Diodato acuchilló a su ex esposa frente a sus dos hijos de 8 y 4 años (el último, de él también). Murió horas después del ataque

Miguel Ángel López degolló a su ex pareja y acuchilló a la hija de su pareja. Las dos murieron. Horas después, apareció ahorcado

René Emilio Costurie asesinó a su esposa con una maza y luego se ahorcó. Aunque estaban separados, seguían viviendo juntos con los dos hijos de la mujer

En una discusión por celos, Adrián Vega, un agente penitenciario, asesinó de 27 puñaladas a su esposa, quien estaba embarazada de 7 meses

Hugo Palacio disparó a su novia, embarazada de 9 meses, y la mató. El ataque se produjo fuera de la casa donde ella vivía con su familia. Luego él se suicidó

10/2/2010

capiTal FedeRal

10/12/2012

3/1/2013

olaVaRRía, Buenos aiRes

13/1/2013

lincoln, Buenos aiRes

san andRés de giles, Buenos aiRes

19/1/2013

19/1/2013

VeRa, sanTa Fe

Villa meRcedes, san luis

sociedad Edición de hoy a cargo de Franco Varise | www.lanacion.com/sociedad

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relaciones peligrosas | chicas cada vez más jóvenes víctimas de la agresión de género

Novios violentos, un drama que crece

En los últimos doce meses se duplicaron las consultas por golpes y ataques entre parejas de chicos de 14 y 21 años en la ciudad de Buenos Aires; aumentó el número de víctimas de ambos géneros que se acercan a los centros de asistencia

Desamparo y carencias que pesan en el futuro

Fabiola Czubaj LA NACIoN

Hay chicas que regresan de la salida con su primer amor con mariposas en la panza y ganas de hablar horas con sus amigas sobre ese chico con el que ya se animan a sentirse más grandes. Pero hay otras que vuelven con alguna marca en el cuerpo o arrepentidas de haber elegido una minifalda para estar más atractivas o pensar siquiera en subir una nueva foto a su Facebook. Y no son pocas. Cada vez más adolescentes porteñas y bonaerenses consultan a servicios especializados por “síntomas” de violencia en el noviazgo. ¿Hasta dónde los celos, los comentarios al paso sobre los amigos y la familia, las discusiones subidas de tono o los planteos sobre el uso del celular y las redes sociales son “saludables” en estas primeras relaciones de pareja? Trabajadores sociales, psicólogos y abogados las ayudan a comprender que violencia no es sólo un golpe. Sólo en la ciudad de Buenos Aires, la cantidad de chicas de entre 14 y 21 años atendidas por noviazgos violentos se duplicó en un año: de 31 en 2011 a 69 el año pasado, según informaron desde el Subprograma Noviazgos Sin Violencia de la Dirección de General de la Mujer de la ciudad de Buenos Aires, una jurisdicción donde el 50% de las esposas maltratadas sufrió los primeros abusos emocionales, psicológicos o físicos durante el noviazgo. En la provincia de Buenos Aires, las consultas de urgencia a la línea gratuita 102 coinciden con la tendencia porteña, mientras que el Registro Único de Niñez y Adolescencia provincial ya registra que el 44% de las 100.000 intervenciones anuales de la Secretaría de Niñez y Adolescencia bonaerense corresponde a casos de violencia y maltrato, tanto infantil como adolescente. El 7,1% de las intervenciones es por conflictos en los vínculos adolescentes, que incluye la violencia en el noviazgo. Y en los 134 municipios de la provincia hay iniciativas locales, como la de la Dirección de la Mujer de San Isidro, que dictan talleres sobre temas de género en las escuelas y allí detectan casos de noviazgos violentos. Así surgió la necesidad de poner en práctica un programa piloto que, durante el año pasado, generó el interés inmediato de las autoridades de ocho colegios secundarios de localidades como Ituzaingó, Merlo, Morón y Castelar. A cada taller educativo asistieron unos 40 adolescen-

Ayer, otro caso de muerte ^b^b^ Un hombre mató

ayer a su esposa, de nombre Sol, madre de dos hijos pequeños, y luego intentó suicidarse con un cuchillo y arrojándose de la terraza de su casa de Villa Luro. El hombre, de unos 30 años, mantuvo una discusión con su pareja y, al parecer, la mató a puñaladas. Tras caer al vacío fue asistido por el SAME.

opinión Laura Gutman PARA LA NACIoN

P

Jenny relata a la psicóloga de la Oficina de Violencia Doméstica su vida junto al hombre que la golpeaba tes, varones y mujeres de entre 12 y 16 años. “Estamos en una etapa en la que el varón que usa palabras dulces parece que es un «tiernito». Hay mucha menos comunicación verbal que antes y las cosas importantes se dicen por Facebook, donde increíblemente los chats de los chicos tienen un romanticismo muy cuidado cuando se los repasa: el mismo adolescente que parece un duro en las relaciones interpersonales, en el Facebook es «un dulce» con las chicas. No obstante eso, en las redes también funciona la violencia en las relaciones”, comentó el licenciado Norberto Lima, trabajador social y coordinador de los talleres bonaerenses. Todas las fuentes consultadas coincidieron en la alarma que activan estas formas de vincularse, sobre todo entre los 14 y 17 años, cuando aún la mamá, el papá o algún abuelo percibe que una adolescente llega a casa “marcada” o mal. “Es necesario prevenir hoy para evitar la violencia mañana, con hijos de por medio –agregó Lima–. Si no actuamos ahora, en 10 años no sabrán tener una relación de pareja saludable. Y este tipo de vínculos tiene que ver con el modelo aprendido en casa.” Por su parte, la licenciada Daniela Reich, directora operativa del programa porteño de Atención Integral a las Víctimas de Violencia Doméstica y Sexual, enumeró algunas señales de alerta que aprenden las adolescentes y sus familiares en los centros integrales de la mujer (CIM) o durante los talleres en los colegios. Ellas son: el novio controla sus movimientos vía celular y chequea sus mails o el Facebook; la culpa de sus excesos; insulta o grita; no valora sus logros y hace todo lo posible para que no empiece o siga los estudios, un trabajo o participe en grupos culturales y artísticos, o si la agrede físicamente. “También aconsejamos prestar atención a si dismi-

nuye la autoestima o si aparece una sensación de ansiedad, depresión o alguna vez pensó o intentó suicidarse”, agregó. En la ciudad de Buenos Aires, es común que las chicas pidan orientación a la línea de emergencias 0800-66-68537 cuando empiezan a comparar su noviazgo con el de sus amigas o la relación entre sus padres. “Me sorprende cómo cambia la población con la que trabajamos año tras año –aseguró Reich, que es trabajadora social–. Antes, las mujeres víctimas de violencia doméstica tenían 30 años y, hoy, tienen entre 22 y 25 años. Todas tuvieron noviazgos violentos.” Junto con el bullying, es un problema sin barreras sociales, económicas y educativas. En Recoleta, como en un barrio pobre del conurbano, hay casos más o menos graves. “Los primeros años de vida son sensibles a la formación de la personalidad y el modelo familiar que se tendrá. Si en esa etapa se aprende que la relación familiar es con violencia, el vínculo con el otro sexo será violento”, dijo el doctor Pablo Navarro, secretario de Niñez y Adolescencia de la provincia de Buenos Aires. “Vemos cómo chicos y chicas se asombran al reconocer cuestiones cotidianas que, en realidad, están asociadas con una relación de pareja violenta. Y esto tiene que ver con los modelos familiares, que ellos y ellas repiten como algo normal”, concluyó.ß

del editor: por qué es importante. Quizá algún lector sienta, tras leer esta nota, que puede empezar a ayudar o a ayudarse para cambiar una historia que siempre termina mal.

ricardo PristuPluk

“Lo amaba y pensé que iba a cambiar” A raíz de un golpe, Jenny padece epilepsia y le diagnosticaron un tumor en el cerebro Sentada a un lado de la mesa se encuentra Jenny; tímida y callada, sólo observa mientras periodistas y psicólogos hablan de violencia de género, de golpes, insultos y maltratos. Sus labios no pronuncian palabra, pero con su mirada sigue atenta las opiniones de quienes las rodean, mientras reflexiona cómo su hombre se convirtió en la bestia que hoy quiere olvidar. Diecisiete años tenía Jenny cuando conoció a quien le dio sus mayores bendiciones –sus tres hijas– y una desgracia que casi le cuesta la vida. “Cuando lo conocí él era el hombre ideal, salíamos, íbamos a bailar, éramos unos novios felices; jamás hubiera imaginado quién era él en verdad” dice Jenny, boliviana, radicada en Buenos Aires . A medida que Jenny se involucraba en la felicidad de su relación, su novio, diez años mayor que ella, la iba aislando de la vida que conocía: “No le gustaba que pasara tiempo con mis amigas, me criticaba mi forma de actuar y vestir, me celaba e incluso dudó de mí cuando le dije que estaba embarazada, pero yo lo amaba y pensaba que si íbamos a pasar la vida juntos debía aguantar y que iba a cambiar”, dice la mujer que a sus 43 años recuerda con dolor y gran decepción el primer golpe. Aquella noche en la que él llegó ebrio a casa y arremetió contra ella. La golpeó en el pecho, dejándola sin aire, le lanzó varios puñeta-

zos al cuerpo y en medio de la ira y el alcohol arrojó un televisor que impactó en la frente de la chica y la dejó inconsciente. “Fue la primera de muchas noches en ese infierno”, dice Jenny con la voz entrecortada y recordando que 19 años más tarde le diagnosticaron un tumor cerebral y un severo caso de epilepsia producto de ese golpe. Fue en septiembre de 2007 cuando la madre de tres hijas recibió la noticia, o la operaban o moría en cualquier momento. “Él estaba conmigo cuando me lo dijeron y ni siquiera podía mirarme, sabía que era su culpa”, relata la mujer mientras se seca las lágrimas con una toalla que le da la psicóloga del Centro Integral de la Mujer (CIM) de Villa Lugano. En medio de la tristeza, Jenny deja asomar una sonrisa. Recordó el día que su vida cambió. “El año pasado él me golpeó por última vez y con el dolor de dejar a mis hijas y toda mi vida, me fui de mi casa.” Con la ayuda de una amiga recogió lo que pudo en su casa y llegó a la oficina de Violencia Doméstica, de allí la enviaron a un refugio del CIM donde estuvo un mes y posteriormente le brindaron un espacio en la Casa Juana Manso. “Aprendí a vivir nuevamente, pude trabajar, estudiar, ir a clases de tango, allí me siento querida.” Dando un suspiro y secándose una última lágrima, Jenny se levanta de la silla y se prepara para abandonar la pequeña oficina, la misma que la recibió hace casi un año. Mientras sale, dos mujeres entran a su primera cita para pedir ayuda, sin saber que quien pasó a su lado vivió el mismo infierno. ß

ara entender el conflicto, es necesario observar los escenarios completos: cuando nacemos, necesitamos atragantarnos de sustancia materna. Somos totalmente dependientes del cuidado, ternura, contacto corporal, presencia, disponibilidad y apoyo por parte de nuestra madre. Pero , lamentablemente, muchos de nosotros no lo hemos obtenido en la medida en que lo necesitábamos. Eso nos dejó vulnerables e inseguros, aunque luego hayamos demostrado otra cosa. Esa falta interna de seguridad, a medida que crecemos, la buscaremos en otras relaciones afectivas (a veces la proyectamos en otras áreas, por ejemplo, en la estabilidad económica, forjando un lugar de pertenencia social o sumando aliados). Es probable que durante los primeros amoríos –que es un período de conmovedora fragilidad personal– busquemos “hacer pie” y sentirnos seguros a toda costa. ¿Por qué? Justamente porque nuestra “estructura emocional” es muy endeble. Tal como experimentamos cuando éramos bebes y no recibimos toda la sustancia materna necesaria, tenemos pánico de que el otro no nos quiera, nos abandone o no satisfaga nuestras necesidades amorosas; igual como nos ha sucedido durante nuestra niñez aunque no tengamos clara conciencia de ello. Entonces, los varones controlamos a las muchachas. Sentimos que esa “obsesión” es prueba de nuestro amor. Las queremos sólo para nosotros: nos pertenecen y no estamos dispuestos a compartir un solo suspiro. ¿A qué nos recuerda? A la necesidad genuina de cuando éramos bebes y precisábamos a nuestra madre absolutamente disponible para nosotros y para nadie más. Las chicas provenimos de las mismas historias de desamparo y carencia materna. Por eso nos enamoramos de un joven que sólo tiene ojos para nosotras, que enfurece si alguien nos mira, nos toca o nos distrae. ¿A qué se parece? Al anhelo de que nuestra madre haya priorizado cuidarnos, protegernos y acompañarnos a toda hora, cuando fuimos muy pequeñas. Resulta que ahora nos hemos encontrado: niñas y niños sin suficiente mirada. Ya crecidos. Molestos por los celos de unos y las polleras provocativas de otras. Miremos la trama completa y, entonces sí, entenderemos la lógica.ß

La autora es terapeuta familiar y escritora.