Ni judío ni peronista ni izquierdista

criminal nazi Klaus Barbie, en 1987. Mientras tanto, su hijo Victor, en- carnado por Hippolyte Girardot, in- tenta recop
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Espectáculos

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TEATRO

Martes 1º de septiembre de 2009

CINE

Norman Briski: un actor dispuesto a no bajar los brazos

Estreno de pasado mañana

“Ni judío ni peronista ni izquierdista” Continuación de la Pág. 1 Col. 1 Y también por la divulgación de su producción como dramaturgo, ya que varios de los trabajos que presenta son de su autoría. Un campo que ha venido desarrollando con fuerza en los últimos años y que lo llevó también a publicar sus textos. Sin ir más lejos, acaba de estrenar en Calibán, su espacio, Cabezas trocadas, una peculiar obra en la que la magia y la política parecen darse la mano. El creador dice que “al teatro uno no lo hace cuando se lo propone sino cuando las cosas se dan. Este es el único país del mundo donde muchísima gente está trabajando sin otro interés que jugar con esto que es tan lindo y que es el teatro. ¿Pertenezco a una raza en extinción? No da la sensación porque el teatro como deporte sigue muy vivo”. –¿En eso también entra tu experiencia de dramaturgo? –Es un placer muy distinto al de la actuación y la dirección. Lo paso bárbaro. Ojalá pueda tener más tiempo para escribir, aunque va a venir solo, porque una gamba no va a querer andar más o un brazo tendrá su problema. Y ahí me dedicaré de lleno a la escritura. Probablemente vaya amasándome con la escritura, como un varón domado que escribe. Recién ahora da la impresión de que escribo bien. Me doy cuenta de que las palabras se parecen a lo que uno piensa cuando les das tiempo. Las palabras tienen su propia iniciativa. Por suerte he vivido el tiempo social histórico de la lengua anterior a esta informática. Hubo un momento en que los hombres pusieron la lupa en el lenguaje. Adoro a Benjamin, a Roland Barthes, a Jean-Paul Sartre, a toda esa gente que me ha dado un instrumento humanista del lenguaje, no un instrumento posmoderno del lenguaje. Con la informática aparece ese vaciamiento tan doloroso. –En general, tu creación dramática se liga a mundos de profunda oscuridad. ¿Por qué? –Los bordes, la marginación, tienen mucha más vitalidad para develar lo alienados que estamos. Mirar la locura, sentirla e interpretarla es siempre una novedad. Uno se acerca a esos lugares porque sabe que va a desafiar algo, que incluso va a tener miedo.

De alquimias Cabezas trocadas surge a partir de conocer la experiencia de un alumno que es mago. A Norman Briski le fascinaba ese trabajo y decidió escribir una obra en la cual un truco resulta provocador de una gran inquietud. “Escribí la historia de un tipo al que le cortan la cabeza y la ubican en el cuerpo de otro –cuenta–. Unas lecturas de Deleuze me aproximaron otras cuestiones referidas a la cabeza. Deleuze desarrolla la potencia de la cabeza como un huevo. Cuando tiene miembros, cuando tiene partido (miembros del partido), cuando tiene órganos (organización), pierde la potencia. Con esa idea política y la idea del mago apareció algo que termina relacionándose con algo amoroso. Es como si me dijeran hoy «¿darías tu cuerpo para que el Che se levante?».” –En tu espectáculo anterior, La posta de los generales, también partías de cierta iconografía política de los años 60, la ponías en el presente y eso provocaba una severa reflexión. Es como si necesitaras mirar para atrás, generacionalmente, y confrontar aquellas cuestiones con el presente... –Algunos me cuestionaron mucho ese trabajo. Eran dos personajes que ya no hay en la realidad. Esos que quieren usar su potencia celular revolucionaria y ya no pueden. Y entonces, ¿qué pasa con ellos? Se mueren. Un amigo se da cuenta y le dice al otro: “Volvamos a plantear la posibili-

MIRADA

Emmanuelle Devos, junto a Hippolyte Girardot

Amos Gitai, arqueólogo de la memoria El director israelí dirigió Algún día comprenderás El actor en Los chicos desaparecen, film en el que interpreta a un relojero acusado de un crimen, que se estrenará pasado mañana

Obras en cartel

EL TRECE

N Vidé/La cinta fija se presenta los jueves, a las 20, en el Centro Cultural Caras y Caretas (Venezuela 370). En su sala Calibán (México 1428 PB 5), ofrece Cuentos para el coco, los lunes, a las 21; La posta de los generales, los sábados, a las 20.45, y Cabezas trocadas, los sábados, a las 22.30. En tanto que los viernes, a las 21, sigue en cartel en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) Solo brumas, de Eduardo Pavlovsky, con su dirección.

En Tratame bien es el terapeuta del personaje de Julio Chávez

dad de convocar a una marcha”. Yo creo que la convocatoria es extremadamente coherente. Que yo vaya a Plaza Italia y empiece a convocar una marcha hasta Honduras, por ejemplo. Por qué nosotros, como pueblo, no marchamos en contra de esta toma de poder arbitraria. Me parece coherente. Hay una idea de sensatez: es el cuándo. En el amor y en todo hay un cuándo. Y también hay una cobardía. Probablemente hoy sería el cuándo, pero tenemos miedo. Si

hoy me dicen qué modificaría de este país, diría que una gran marcha. Convocaría a una gran marcha para tener un país en serio y sin ninguna bandera política. –¿Ves muy mal al país? –Lo veo terrible. No hay ninguna luz al final del túnel. Me da bronca que siendo latinoamericano no tenga una idea más liberadora. Y no soy beckettiano, soy más bien denunciante. No soy más judío, no soy más peronista y no soy más izquierdista. Al no ser

Vidé/La cinta fija, un desafío casi brechtiano Vidé/La cinta fija es un nuevo proyecto de dirección de Norman Briski que se presenta en el Centro Caras y Caretas. La pieza de Vicente Muleiro será protagonizada por Marcelo Mazzarello y Marcelo D Andrea y muestra aspectos del ex presidente de facto Jorge Rafael Videla. Briski dice: “Muleiro tiene muchísimo material sobre Videla, tanto que no cabe en una obra. Y como la dictadura me llevó amigos, me llevó fuera de mi país y arrastró lo enormemente traumático de ese tiempo, siempre quise hacer un material preciso sobre esa dictadura. Es un desafío casi brechtiano”. –¿Fue difícil meterse con este personaje?

–Haciendo la obra aprendí a no odiarlo. Organicé mi odio para ponerlo en cantidad de trabajo, porque si lo odiaba no iba a poder captar signos claros de mi Videla y lo iba a poner todo afuera como si fuese otro. Y a la Argentina le viene bien pensar en la complicidad civil, le viene pensar en el enano fascista como el HIV de lo que pasó. Le viene bien decir: “Yo soy el dictador”, en vez de sacarlo afuera. Me parece que aprenderíamos mucho más. Este camino lo marcó Tato Pavlovsky cuando estrenó El señor Galíndez y mostró que los torturadores éramos nosotros, tipos normales, comunes.

más, o me estoy muriendo o estoy naciendo para otra cosa. –Es muy doloroso haber perdido todo eso... –Son cosas que uno puso: trabajo, abnegación, despojos, todas cosas lindas, y uno ve que van a parar al carajo. Ahora siento que soy más anarquista. Me parece que llegué al lugar al que llegamos todos, nos cuesta caminar. Leo mucho a Walter Benjamin y él ya lo había dicho: el progresismo es una catástrofe. Y lo dice él, que es como el papá que uno hubiera querido tener. Pero uno siente que no está solo, porque encuentra muchos jóvenes que todavía no se infectaron de organización o de partido. –Norman Briski es un nombre que siempre ha estado ligado a un teatro de la resistencia, desde la actividad del grupo Octubre en los años 70. ¿Qué pasó con eso? –Sigue siendo. He trabajado con un grupo en la escuela Belgrano que hicieron cinco obras, con el grupo Maquinando de la Imprenta Patricios, me fui a Zanón [fábrica de cerámicas recuperada], en Neuquén, e hice un trabajo con los obreros. No hablaría de teatro de la resistencia sino de un teatro de los territorios liberados. La resistencia sería estar en contra de… y ellos están produciendo con un sistema económico que hace que esas bases de trabajo sean totalmente distintas. Son archipiélagos, como decía Eugenio Barba. Y es lo mejor que se puede hacer. Es el trabajo garantizado que no vas a entregárselo a nadie, sino a los mismos que produjeron el cambio.

Festejo: de todo para ver y escuchar

El Rojas cumple felices 25 añitos Continuación de la Pág. 1, Col. 6 desesperación. En retrospectiva, el Rojas fue eso: una maravillosa bocanada de aire fresco que supo sintetizar las necesidades de su tiempo. En todo esto hay que reconocer que Leopoldo Sosa Pujato, el segundo director de este centro que depende de la Universidad de Buenos Aires, tuvo mucho que ver con haber detectado esa pulsión. Su gestión sirvió para sentar las bases del Rojas. Sobre esos cimientos, el edificio de la avenida Corrientes al 2000 dialogó con lo que sucedía en el ParaKultural, en Babilonia, en Ave Porco o con la Bienal de Arte Joven de la época alfonsinista. Allí se generó el ciclo Género Chico, que impulsó a numerosos directores hoy reconocidos por el medio. Allí se presentó al grupo Caraja-ji (colectivo formado por gente como Rafael Spregelburd, Alejandro Tantanian y Javier Daulte, entre otros, cuando todos ellos eran jóvenes y poco conocidos). Allí el clown decía presente

ARCHIVO

Sergio Pángaro cerrará el Ciclo Molotov, que comienza hoy, con Pablo Dacal y Voladores Trío

con El Clú del Claun (sic) y con los talleres de Cristina Moreia. Como les sucedió al país y a la ciudad, también atravesó un período en las sombras, aunque, a lo lar-

go de estos 25 años, nunca dejó de ser ámbito natural para las manifestaciones artísticas más experimentales. Tendiendo un puente con aquellos años de fiesta colectiva y

este presente un tanto más difuso, a partir de hoy, y durante todo el mes, se programaron una serie de actividades que incluirá la presencia de los grupos Los Amados y Los Macocos, con espectáculos preparados para la ocasión; el retorno del Ciclo Molotov, con la participación de Sergio Pángaro, Adicta y Pablo Dacal, entre otros, y la vuelta al escenario del Rojas de gente tan ecléctica en sus búsquedas como el mismo Tantanian, la coreógrafa Brenda Angiel, Fernando Noy y Mosquito Sancineto (la programación completa, en www. rojas.uba.ar). Y se editará un libro que recorrerá los 25 años, habrá un espectáculo de stand-up y Carlos Casella y Gerardo Gandini presentarán dos obras. A todos ellos se les sumarán el diseñador Martín Churba, el compositor Martín Liut, la artista plástica Renata Shussheim, la periodista María Moreno y –claro– la nostalgia, el recuerdo y la alegría de saber que el Rojas sigue existiendo más allá de todo.

“Estudiaba arquitectura, como mi padre, pero estalló la guerra de Iom Kipur y, tras vivir una momento de peligro en un helicóptero de rescate, que fue derribado por misiles sirios, mientras filmaba con una cámara de Súper 8, pensé que mi futuro estaba en el cine. Estaba muy interesado en mi país desde lo emocional, aunque no siempre esté de acuerdo con lo que allí ocurre”, dice Amos Gitai, cineasta que acredita cerca de cuarenta películas, entre ficción y documentales, en las que explora la historia de Medio Oriente y su propia vida a través de temas como el exilio y la utopía. Créase o no, sólo un puñado de títulos de la filmografía de Gitai tuvo difusión comercial en la Argentina. De no ser por ciclos y festivales, aquí seguiría siendo un perfecto desconocido. Famoso por haber abordado el conflicto palestino-israelí desde los diversos ángulos (a tono con un lugar en el que confluyen diferentas culturas, idiomas, intereses y fronteras, ya sean físicas o mentales), en Algún día comprenderás, que pasado mañana estrenará Miradas, retrata a una familia francesa atravesada por el recuerdo del nazismo durante el gobierno de ocupación en la Segunda Guerra Mundial. Se trata de la historia de la anciana madame Gornick, interpretada por Jeanne Moreau, que se pasea por su departamento mientras escucha un programa de TV acerca del juicio al criminal nazi Klaus Barbie, en 1987. Mientras tanto, su hijo Victor, encarnado por Hippolyte Girardot, intenta recopilar la historia familiar a través de fotos, cartas y recuerdos. Victor sólo conoce a los parientes franceses de su padre, mientras que tiene muy pocos datos acerca de los de su madre. Junto a Girardot y Moreau, aparecen Emanuelle Devos como Françoi-

se, esposa de Victor, y Dominique Blanc como Tania, su hermana. “Cuando tenía 17 años, fui a París a quedarme en lo de un amigo de mi padre. Recuerdo una cena en la que había un historiador francés, que comenzó a defender al mariscal Pétain, presidente de Francia en Vichy –argumentó Jérôme Clément, autor del relato en el que está basado el film–, explicando que había actuado como un verdadero patriota porque le habría sido imposible oponerse directamente a los alemanes sin arriesgar la destrucción total del país. Según él, la solución de Pétain de colaborar había sido la más inteligente y eficiente. Por supuesto, me sacudió, pero a la vez me abrió los ojos. El destino de los judíos no cabía en su razonamiento. El veía todo desde el punto de vista de Francia y los franceses, pero excluyendo completamente a los franceses judíos”, declaró. El relato de Clément permite explorar la relación que tienen los franceses con su pasado, especialmente considerando que sus abuelos paternos eran católicos y los de su rama materna eran judíos, asesinados en Auschwitz. Hace un año, Gitai fue premiado en el festival de Locarno con un Leopardo honorífico. Frédérick Maire, director de la muestra internacional, lo definió como un cineasta “profundamente anclado en una geografía y en una historia: la de Israel”, y aseguró: “Su obra es un interrogatorio renovado sobre el pasado y el presente; la actualidad y la memoria; el viaje y el exilio; el hombre y su tierra [...]. Cada una de sus películas nos enfrenta a la infinita complejidad de la realidad, sean documentales políticos, panfletos económicos, frescos históricos o mitológicos, cuentos de guerra o cuadros de la sociedad”.

Claudio D. Minghetti

Opinión Por Fernando López

Curiosidades acerca de los créditos Ya se ha hablado bastante de los créditos y del vertiginoso proceso inflacionario que padecen, tan notorio que hasta se ha contagiado a muchos cortometrajes, si bien en estos casos, la mención de sus nombres suele ser la única compensación que reciben quienes contribuyeron a su realización. (De la misma manera, les ha contagiado el uso indiscriminado de la fórmula “un film de…” aunque la firma que siga a continuación no sea la de Tim Burton, Almodóvar o Tarantino sino la de un debutante.) Pero volvamos a los créditos, sólo para anotar algunas curiosidades. * * * ¿Récord? En Capitán de mar y guerra (2003), la nómina de asistentes de Russell Crowe que aparecía en los créditos era casi equivalente a la del equipo entero de una pequeña producción. Figuraban su vestuarista, dos peluqueros, tres maquilladores, un doble para las escenas de riesgo, otro para reemplazarlo en los ensayos de cámara e iluminación, un entrenador, un instructor de dialecto, uno de esgrima y tres de violín, dos asistentes personales y el nombre de la compañía ocupada de su seguridad. N En Regreso a Cold Mountain, que no era La fiesta de Babette ni narraba la vida de un cocinero, se citaba a un estilista de comidas. N Durante mucho tiempo, el N

gremio norteamericano de directores impuso que en los créditos de una película sólo figurara un director, aunque todo el mundo supiera que dos o más se habían sucedido en la función. Medida que podía ser muy halagadora para el ego del que puso la firma y también para el de quien resultó omitido, sobre todo si era quien había iniciado el rodaje sólo para terminar despedido a los pocos días por el productor. N Hasta la década del 60 el gremio impedía el uso de seudónimos. Pero durante la filmación de Death of a Gunfighter (1968), su protagonista, Richard Widmark, se mostró descontento con el trabajo del director Robert Totten y lo hizo reemplazar por Don Siegel. Cuando el film estuvo listo, ninguno de los dos quiso firmarlo. Allí (según dicen) nació Alan Smithee, cuyo nombre (como los de George o Georgina Spelvin, sus colegas/primos, venidos de la tradición teatral británica) figura en decenas de películas desde entonces. El seudónimo ya es un clásico, sirve para todos los rubros, aparece frecuentemente en la TV y hasta hoy sigue siendo útil para adjudicarle títulos irredimibles y salvar reputaciones. Lo curioso es que cuando la película de Widmark se estrenó, The New York Times elogió la destreza del ignoto cineasta para “explorar rostros y realzar los detalles del fondo”.