Murió Dora Ferreiro, a los 95 años

Durante muchos años el cine, la radio, el teatro y la ... Pasó luego a Radio Callao, donde intervino en varios ... para
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ESPECTACULOS

Sábado 10 de diciembre de 2011

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CINE/RADIO s ACTRIZ DE RAZA

Murió Dora Ferreiro, a los 95 años Fue una recordada y reconocida figura del radioteatro, del cine, de la televisión y del teatro Durante muchos años el cine, la radio, el teatro y la televisión tuvieron en Dora Ferreiro –que falleció anteayer, a los 95 años–, tras una larga enfermedad, a una actriz que logró, debido a sus innumerables personajes, convocar al público de varias generaciones a través de su talento y de su ductilidad tanto para el drama como para la comedia. Hija de padres españoles, nació en Buenos Aires el 31 de marzo de 1916 y desde su adolescencia se sintió atraída por el arte, así comenzó a estudiar declamación, lo que le brindó la oportunidad de conocer a Emilio Kartulovicz, por entonces director de la revista Sintonía, quien la recomendó a las autoridades de Radio

OPINION TEATRO

ERNESTO

SCHOO

El que actúa es el fantasma

E

n la columna anterior reflexionamos sobre el convenio tácito entre el escenario y el público, en cuanto éste admite asistir a una representación de algo que posee dos realidades: en el tablado transcurre algo real –personas, disfrazadas o no, que hablan y se mueven interpretando un texto, o improvisando una situación dramática–, pero el espectador sabe que es una ficción, que de él se pide tan sólo una tregua en sus certezas y que todos los muertos al final de Hamlet saldrán a saludar y a agradecer los aplausos. Esto, desde el punto de vista del público. ¿Cómo “viven” los actores esa vida ajena, que transitoriamente los habita? ¿La viven realmente, con su cuerpo y su aliento, o se limitan a fingir y cuando se van a su casa dejan el personaje colgado en el perchero junto con su ropa? En vano indagaremos las entrevistas, las biografías y las autobiografías. Al actor le es tan imposible, prácticamente, describir su trabajo, como al poeta, al músico, al pintor, al escritor. Hay códigos, estilos de época, trucos, recursos individuales; se hacen ejercicios físicos y vocales; se ahonda en determinadas disciplinas, se lee, se conversa con los colegas (hasta con los críticos), se sigue a determinado maestro, se intercambian recetas y vivencias. Pero el núcleo íntimo de cada intérprete es como un huerto cerrado, al que sólo tiene acceso el propietario. Sería el extraño caso de un instrumento que se ejecutara a sí mismo, como si un violín o un piano tocase por su cuenta. Por descontado, el director instruye, ordena, enseña, dispone y es el responsable final del producto. Parecido a lo que pasa en una orquesta (recordemos el admirable film de Fellini), pero sujeto a impredecibles variantes. Si el actor no se siente bien, en el cuerpo o en el alma; si está cansado, si tiene preocupaciones de toda índole (su profesión es azarosa como pocas), o si, simplemente, una noche está aburrido de repetir sus parlamentos, el resultado es uno de los rasgos más fascinantes del teatro: ninguna representación es igual a otra. El cine y la TV necesitan de una intervención mecánica, el teatro es corporeidad pura. Quizá nadie fue más lejos en esta indagación que Denis Diderot, el filósofo del siglo XVIII, quien en La paradoja del comediante propone que el actor crea un fantasma, y es en ese fantasma que el público cree. De ahí su teoría de que el actor debe siempre estar por encima, o al lado de su personaje, y no “creérsela”, como diríamos en porteño. Se puede o no coincidir con él. En todo caso, me remito a algo que me dijo Alfredo Alcón en una entrevista: “Cuando hago Edipo, siento como propios los terribles sufrimientos del personaje, pero a la vez siento una casi salvaje felicidad: la de estar interpretando uno de los textos más maravillosos que se han escrito”.

El Mundo, que vieron en ella a una actriz en potencia y la integraron al elenco estable de esa emisora. Pasó luego a Radio Callao, donde intervino en varios radioteatros, y al obtener un contrato publicitario de una empresa de cosméticos encabezó en 1940, y por primera vez, un elenco de primeras figuras que brindaron exitosos programas radiales. En 1947 retornó a Radio El Mundo para animar el ciclo Radio Cine Lux, que emitía adaptaciones de famosas películas, aunque ya antes había demostrado su talento en los films Santos Vega (1936) y Melgarejo (1937), ambos dirigidos por Luis Moglia Barth. En 1948 integró la compañía teatral de Olinda Bozán en las obras

¡Adiós, plata mía!, de Tito Insausti y Arnaldo Malfatti, y Los maridos engañan de 7 a 9, de Sixto Pondal Ríos y Carlos Olivari, y un año después fue convocada por Narciso Ibáñez Menta para los protagónicos de Feliz cumpleaños, Una noche de amor y Al marido hay que seguirlo. La trayectoria artística de Dora Ferreiro no tuvo intervalos y tanto el cine, en títulos como Mi fortuna por un nieto, de Luis Bayón Herrera; Para vestir santos, de Leopoldo Torre Nilsson; Alfonsina, de Kurt Land, e Hijo de hombre, de Lucas Demare, como la radio, donde fue actriz fetiche de Alberto Migré en Su comedia favorita, Lo mejor de nuestra vida, nuestros hijos y Mujeres en presidio,

la catapultaron al éxito masivo. Su labor fílmica tuvo su pico más alto en la mítica producción La guerra gaucha, donde interpretó a la esposa de Francisco Petrone, mientras que la TV le otorgó la gran oportunidad de participar en el ciclo El amor tiene cara de mujer, de Nené Cascallar, y en varios unitarios adaptados de sainetes argentinos. Posteriormente viajó a Perú, donde participó en programas de radio y de televisión, y a su regreso a la Argentina participó en otras películas de éxito, entre ellas Ya tiene comisario el pueblo, de Enrique Carreras, y La Mary, de Daniel Tinayre. Así, durante casi más de cuarenta años, Dora Ferreiro se mantuvo activa y decidió

proseguir su carrera en 1998, cuando participó de los programas Ricos y famosos y Operación Rescate, emitidos por Canal 9, y en 2006 actuó en un documental televisivo, punto final de su extensa trayectoria. Estuvo casada con el actor Ricardo Castro Ríos, con quien formó pareja en numerosos radioteatros. El año anterior, y otorgado por la Asociación de Cronistas Cinematográficos, recibió el Cóndor de Plata a la trayectoria, última ceremonia en la que su figura se asomó al público. Los restos de Dora Ferreiro recibieron sepultura en el panteón de la Asociación Argentina de Actores, en la Chacarita.

Adolfo C. Martínez

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