Matthew McConaughey y un papel para la consagración

26 feb. 2014 - ß Christian Bale (Escándalo ame- ricano). El único de los cinco que ya tiene un Oscar, aunque como actor
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Doble Cupón

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Miércoles 26 de febrero

ISBN 978-987-1888-38- 2

Nº2

| Miércoles 26 de febrero de 2014

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ISBN 978-987-1888-39-9

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“Clásicos de Bodegón” Próxima entrega miércoles 5 de marzo

Matthew McConaughey y un papel para la consagración

dallas buyers club. El actor se pone en la piel de un vaquero de Dallas que contrabandea

medicamentos para personas enfermas como él y aspira con ello a llevarse un Oscar el domingo Viene de tapa

Es de esos actores que jamás dejan que gane la persona por sobre el personaje, pero que tampoco ocultan su personalidad actoral y la anulan para exhibir un personaje que es puro artificio. McConaughey, como supieron hacer los clásicos (Grant, Bogart, Cagney, entre muchos otros) siempre se imbrica con los personajes que le toca interpretar. Belleza, estado físico, altura y demás características de su aspecto ayudaron a que McConaughey quedara encasillado en el clásico –y mayormente ridículo– prejuicio: “Es lindo, rubio y con músculos, por ende, mal actor”. Para peor, en algún momento de su carrera empezó a funcionar bien en la taquilla como actor de comedias románticas. Y no tuvo toda la suerte ahí, porque nunca actuó en ningún exponente excepcional del género (Los fantasmas de mi ex, Soltero en casa, Cómo perder a un hombre en 10 días y Experta en bodas no son títulos memorables). Pero desde el inicio, McConaughey fue construyendo una carrera variada y amplia mucho más allá de comedias románticas adocenadas. Con algunos buenos y excelentes directores, fue de todos modos una carrera menos explosiva y más callada que las de Brad Pitt o Leonardo DiCaprio (la edad de McConaughey, nacido en 1969, está en el medio de la de esos otros rubios). Entre otros se puede mencionar su papel secundario en Dazed and Confused, de Richard Linklater (1993), con el que volvería, ya como protagonista, en The Newton Boys (1998). Su sheriff de Lone Star (1996), de John Sayles (Estrella solitaria en su estreno directo a VHS en la Argentina); sus abogados de Amistad (1997) de Spielberg y Tiempo de matar (1996, el papel que lo hizo famoso) y algunos roles de sus “años de crecimiento” de este texano que, como dijo alguna vez, siempre pensó su carrera como estable y extensa. Ya con Edtv (1999), de Ron Howard –la verdadera película de fin de siglo

McConaughey, el vaquero contrabandista

Fotos:uip

Jared Leto interpreta a una transexual

Los cuatro rivales para el Oscar ßChiwetel Ejiofor (12 años de esclavitud). Al igual que en el caso de McConaughey, es su primera nominación al Oscar. Perdió el Globo de Oro como mejor actor dramático frente a McConaughey, pero ganó el Bafta. Una ventaja que tiene Ejiofor –con una actuación con muchos menos matices y menos carismática que la de McConaughey– es que 12 años de esclavitud está entre las favoritas a ganar el premio mayor. ß Leonardo DiCaprio (El lobo de Wall Street). Cuarta nominación al Oscar, tercera como protagónico, segunda a las órdenes de Scorsese, hace rato que DiCaprio merece más

premios que los que tiene, entre los que se incluye el reciente Globo de Oro como mejor actor de comedia o musical por esta película. Pero lo de McConaughey es del tipo “Oscar consagratorio” así las chances mayores son para el texano. ß Bruce Dern (Nebraska). Veterano (puede ser una ventaja) de mucho más éxito y prestigio en los 70 que en las décadas siguientes. Su única nominación anterior –hace 35 años, como actor de reparto– fue por el drama post-Vietnam con Jane Fonda y John Voight Regreso sin gloria. Lo de Dern en Nebraska, de Alexander Payne, ya es un regreso con gloria, que puede

ser mayor si repite lo de Cannes 2013, donde ganó como mejor actor. ß Christian Bale (Escándalo americano). El único de los cinco que ya tiene un Oscar, aunque como actor de reparto, en su única nominación previa: El ganador, dirigido, como en este caso, por David O. Russell. Cuenta con la ventaja de que es un director que “consigue premios para actores y actrices”. Pero Bale no ganó individualmente ninguno de los premios previos –sí como parte del elenco, que recibió distinciones grupales– y no parece ser él el que vaya a sumar un Oscar para el film, otro favorito al premio mayor.

En Amor y tesoro (2008), versión galán sexy sobre los medios y la fama inmediata; The Truman Show era más bien sobre filosofía–, eran innegables el carisma, la fotogenia y la capacidad para la comedia de McConaughey, además de la química que logra inmediatamente con su amigo Woody Harrelson, con el que ha regresado –luego de Surfer, Dude, de 2008– con

gloria televisiva en True Detective. Ahora, con esa serie de HBO, junto al protagónico de Dallas Buyers Club, más ese papel secundario, pero inmenso e intenso en El lobo de Wall Street (un personaje que se comienza a extrañar apenas se va de la pantalla), se ha generado esa instancia de retroalimentación que les toca

a veces a los actores, ese momento de comentarios sinérgicos: ¿lo viste acá?; ¿pero viste que está también acá y allá? Y listo, al fin se consagró el rubio, el lindo, el alto, el pintón. Claro, la clave es Dallas Buyers Club, película para la que adelgazó un montón y hace de enfermo de sida a mediados de los ochenta. Esas características –modificación física sorprendente más enfermedad terminal– que para mucha gente equivalen a “qué buen actor” a otros nos ponen en guardia: los boxeadores también bajan y suben de peso rápidamente y eso no los convierte necesariamente en actores. Y las enfermedades, por su parte, suelen ser ocasiones demasiado propicias para desatar esas reservas de sobreactuación que tienen tantos actores al acecho. Pero no, una vez más, Matthew ha demostrado que se puede confiar en él: su Ron Woodroof de Dallas Buyers Club se suma a su carrera de manera fluida, sin ripios, sin rupturas: otra actuación sobria, al servicio de la película y no de ese espejo imaginario del que algunos actores abusan. Un vicio en el que pueden caer muchos, pero no este viajero de alma, que gusta de viajar como mochilero (en Perú, luego de Tiempo de matar, y también en África, o en casa rodante por Estados Unidos) y que ahora está casado con la brasileña Camila Alves y tiene tres hijos. Los papeles nombrados de la carrera de McConaughey están lejos de ser los únicos, ni siquiera los únicos relevantes: una lista veloz e incompleta debería incluir la película de submarinos U-571, de Jonathan Mostow; el thriller dirigido por Bill Paxton Frailty, y su papel secundario en Una guerra de película, de Ben Stiller. Y sus extraordinarios años 2011 y 2012: otra vez dirigido por Linklater en Bernie (Texas otra vez, y de fiscal); otra vez de abogado –leyes fue su primera opción, luego descartada, a la hora de estudiar– en Culpable o inocente (junto a Marisa Tomei); fugitivo en Mud, de Jeff Nichols (competencia en Cannes); stripper y jefe de strippers en Magic Mike, de Steven Soderbergh; periodista en The Paperboy, junto a Zac Efron, John Cusack y Nicole Kidman. Y una más de esos años, la sobresaliente Killer Joe, dirigida por William Friedkin (El exorcista, Contacto en Francia), una película salvaje y de una potencia bestial. Otra película texana, otro policía (y asesino a sueldo) interpretado por McConaughey. Killer Joe Cooper es un personaje perverso, torvo, retorcido, para el que McConaughey usa su capacidad de pasar del canchereo a la maldad explosiva en pocos segundos. Paul Newman –el actor favorito de McConaughey y con el que tiene varios puntos de contacto– ganó su primer Oscar con más de 60 años en 1987 por El color del dinero, justo un año después de que la Academia le diera un premio honorario. El Oscar debería llegar el domingo para McConaughey por Dallas Buyers Club (de paso, una película muy recomendable), tanto para él como protagónico como para otro chico lindo que brilla en esa película, Jared Leto, nominado (también es su primera vez) como actor de reparto y que ya ganó el Globo de Oro en esa categoría. Los dos aportan sobradas evidencias de que no se necesita ser feo para ser gran actor, ni tampoco cumplir muchos años como galán para apuntar con sustento a los premios mayores.ß

Vince Vaughn, un actor en la hora de la madurez estreno. Una comedia familiar que no busca hacer humor de pañales,

sino que aborda la paternidad sin superficialidad y con sensibilidad

Fernando López PARA LA NACiON

Finalmente, a Vince Vaughn parece haberle llegado la hora de madurar. No al actor, claro, que hace rato ha mostrado que puede asumir con la mayor responsabilidad sus papeles de comedia, sino precisamente a ese tipo de personaje que suelen invitarlo a representar. Esta vez –en Delivery Man, la producción de Dreamworks que se conocerá esta semana como Una familia numerosa– al tipo inmaduro, irresponsable, socarrón y tarambana el destino lo obliga a tomarse las cosas en serio. Bien en serio. Resulta que de muy joven el hijo mayor de los Wozniak, David, que nunca ha mostrado demasiadas ambiciones y ha vivido más o menos cómodo con el modesto compromiso de encargarse del reparto de la carne que comercializa su fami-

lia de Brooklyn, encontró un modo fácil de asegurarse un interesante ingreso extra de dólares con sus donaciones de esperma a una clínica especializada en fertilización. Una donación anónima, por cierto, ya que al donante sólo se lo identificaba como Starbuck. Pero David no ha sido un donante cualquiera. Casi se diría que ha batido todos los récords, y un buen día, después de que algunas de las cláusulas del compromiso de la clínica con el donante fallan, la gente se entera de que hubo alguien que bajo el seudónimo de Starbuck ha dado origen a un número inusualmente alto de vidas, que es el padre biológico de 533 niños y que 142 de ellos han iniciado demandas para conocer la verdadera identidad de su común progenitor. La noticia cae en el momento menos oportuno, cuando la novia de Da-

vid, una oficial de la policía de Nueva York, que está familiarizada con las imperfecciones y debilidades de su pareja y sabe de su inmadurez, de su vida mediocre y también de su gran corazón, pero ignora todo lo referente al curioso recurso al que echó mano de joven para poder pagarse algunos gustos, le anuncia que está embarazada. Justo también en el momento en que algunos mafiosos con quienes David ha contraído una gruesa deuda empiezan a perder la paciencia y le reclaman, de la peor manera, un pago inminente. Por suerte –o tal vez todo lo contrario– el protagonista tiene a Brett (Chris Pratt), un amigo de la infancia, padre soltero de cuatro críos, y abogado no precisamente muy exitoso, que asumirá su defensa y compartirá con Vaughn el peso humorístico de la película. Un asunto es mantener en secreto quién es

Chris Pratt y Vince Vaughn, protagonistas de Familia numerosa Starbuck y qué efecto causará en la conducta de David enterarse de su múltiple paternidad. Otro, quién deberá hacerse cargo de un caso tan enredado. Como puede verse, se trata de una comedia familiar –exageradamente familiar–, pero una que no busca hacer humor de pañales, biberones, cochecitos ni noches en vela, sino de abordar el significado de la paterni-

dad desde un punto de vista menos superficial. Lo que importa es que David empieza a interesarse por sus hijos biológicos. Trata de conocerlos y ejerce clandestinamente de padre actuando en lo posible como una suerte de ángel de la guarda. Y lo que importa también es que esta especie de familia a la que ha dado origen exhibe una variedad tan extensa y una diversidad de personalidades,

BuENVA VistA

etnias y condiciones físicas como la de toda la especie humana. La idea proviene de un film canadiense hablado en francés, Starbuck (2011), escrito y dirigido por Ken Scott, que también se hizo cargo de la dirección de ésta que no es exactamente una remake, ya que introdujo varios cambios referidos casi siempre a ilustrar las relaciones entre padres e hijos.ß