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SÁBADO creatividad

la tasa de citas y referenciaciones (una medida de “éxito” en este rubro) es mayor cuando aumenta la diversidad en los grupos de autores. Dicho sea de paso: Freeman es estadounidense, Huang es chino.

Sebastián Campanario

La diversidad inspira. Las mejores ideas surgen gracias a las diferencias

Innovar desde un lugar inusual ¿Cuál es el puente entre diversidad e innovación? Hay uno bastante obvio y otro más sutil. “Si se considera que una de las definiciones más usuales de creatividad es la unión nueva e inusual entre dos piezas de información con una generación de valor agregado, personas con distinta educación, experiencia y procesos de pensamiento tendrán más «puntos» para conectar, y más vías para hacerlo, que grupos muy homogéneos”, explica Jeffery Baumgartner, especialista belga en innovación. Pero incluso, aunque no haya más amplitud de información, la idea que se va a discutir en un grupo de gente distinta predispone a llegar con otra preparación y a ser más proactivos desde un punto de vista cognitivo. En un estudio conducido por psicólogos de la Universidad de Illinois, se identificó en una muestra de 186 personas a aquellos que eran demócratas y a aquellos que eran republicanos. Enfrentados a problemas de pensamiento lateral, lograron mejores resultados los grupos a los que previamente se les comunicó que iban a trabajar con alguien de otra orientación política. “La diversidad promovió la acción cognitiva en una forma que la homogeneidad no

Según estudios recientes, los grupos heterogéneos son los más creativos; cada vez son más las empresas argentinas que deciden ir por este camino

Susana Campos Prieto, que trabaja en Accenture, asegura que allí cada cual puede ser libre, sin miedo al rechazo

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a tarjeta para ingresar a la oficina tiene un lado blanco, con la credencial de entrada, y otro multicolor, con el “arco iris” de la bandera que identifica al movimiento gay lésbico (LGBT) desde la década de los 70. Sergio Kaufman, un ingeniero industrial fanático de las matemáticas que preside la consultora Accenture, la muestra con orgullo, mientras cuenta que en la compañía que dirige hay un grupo LGBT de 140 personas al que se promueve en forma institucional y que tuvo hasta su instancia corporativa del gay parade. “Los apoyamos con todo lo que podemos desde la empresa, les facilitamos lugares de reunión y les pagamos almuerzos –dice Kaufman–. Me podrán echar por muchas cosas, pero no por conservador.” Con un total de 7300 empleados, esta consultora es el mayor exportador de servicios de valor agregado de la Argentina, que van desde contratos internacionales (trabajan 140 abogados) hasta testeos para empresas de telefonía de Europa. El mes que viene van a tomar 700 trabajadores más y en esta búsqueda la diversidad manda: la Argentina tiene la brecha de género (gender gap, en inglés: diferencia entre

varones y mujeres) más baja de la corporación a nivel mundial. “La diversidad es un motor para la innovación y la creatividad”, apunta el ejecutivo. Lo mismo piensa Juan Pablo Jurado, presidente de Wunderman, la agencia de publicidad que más creció en la Argentina en los últimos años. Tiene 400 empleados: sólo Ogilvy, que dirige Germán Yunes, posee una escala similar. “En el equipo, hay cerca de 30 personas gays, y tratamos de incorporar más mujeres en cada búsqueda –contó Jurado a la nacion–. De hecho, estamos contratando mujeres para áreas que tradicionalmente fueron un coto masculino, como la de creatividad.” Según el especialista Álvaro Rolón, la creatividad es una función de actitud, con el conocimiento como variable dependiente principal, pero todo elevado a un indicador de diversidad, que potencia el fenómeno. Las boutiques de innovación siguen este mantra al pie de la letra: un ingeniero italiano se codea con una diseñadora sueca y una matemática japonesa: “Lo nuestro es más parecido a un campo de refugiados que a una empresa”, suele decir Nicolás Pimentel, de la

Accenture promueve en forma institucional a un grupo LGBT de 140 personas La Argentina tiene la brecha de género corporativa más baja del mundo

logra”, dijeron los investigadores. Claro que no todas son rosas, y el discurso corporativo de promoción de la diversidad a veces choca con una realidad que impone más obstáculos a este tipo de tendencias. En Silicon Valley, la meca de la innovación mundial, las dotaciones de personal de las compañías de alta tecnología se parecen a “las Naciones Unidas, menos hispanos y negros”, cuenta el especialista en innovación Richard Florida en El ascenso de la clase creativa. Sólo un 5% son mujeres. La sede central de Accenture en Buenos Aires está en el viejo edificio de YPF, en Roque Sáenz Peña 777. En los pisos superiores, centenares de consultores de todo tipo de profesiones, edades y nacionalidades completan servicios para todo el mundo. No hay trajes ni corbatas. “Me siento valorada no sólo por mi trabajo, sino también como persona y puedo ser como soy sin miedo al rechazo”, dice Susana Campos Prieto, estudiante de Psicología de la UBA, en un área de reclutamiento para Brasil, con tres personas a cargo. Gastón Podestá, jefe de Recursos Humanos para América, África y Europa (tiene 200.000 personas bajo su supervisión), cuenta que la semana pasada un consultor le pidió ir a trabajar vestido de mujer. “Le dijimos que sí, pero todavía no se animó.” Como dirían los personajes de aquel célebre capítulo de la serie Seinfeld: “Y no es que haya nada malo con ello”.ß [email protected]

EXPERIENCIAs Soledad Vallejos

Un vuelo en aeroplano biplaza sobre la playa de los recuerdos Después del aladelta y el parapente, una cronista se anima, en Miramar, a un bautismo aéreo sin motor para completar la tríada

M

agencia de innovación +Castro. Un reciente estudio encontró una alta correlación entre las ciudades más creativas y la fuerza de los desfiles gays que propician (San Francisco, Londres, Berlín, Barcelona, etc.). La evidencia se acumula. Meses atrás, Scientific American relevó investigaciones de psicólogos organizacionales, economistas, matemáticos, demógrafos y sociólogos que concluyen, en forma unánime, que grupos diversos (en los que la heterogeneidad puede ser de edad, orientación sexual, nacionalidad, profesión o preferencias políticas) tienden a ser más creativos. Cristian Deszo, de Maryland, y David Ross, de Columbia, analizaron las 1500 empresas principales del índice Standard & Poor’s y hallaron que las firmas innovadoras que mejor resultado mostraban tenían más mujeres en los directorios. La misma conclusión obtuvo una muestra más amplia, de 2300 casos, conducida por el Instituto de Research del Credit Suisse, en 2012. Desde Harvard, Richard Freeman junto con Wei Huang examinaron el origen étnico de los autores de un millón y medio de artículos académicos de economistas, escritos entre 1985 y 2008, y descubrieron que

OAKLAND, California–. Es una soleada tarde de sábado. Eddie Metairie recorría las instalaciones del Cat Town Café & Adoption Center, entre maquetas de edificios en miniatura, escaladores para gatos y una camita con forma lata de atún, sin perderle el paso a Lucía, una gata independiente de pelaje marrón. Ir a un refugio de animales “es descorazonador”, dijo Metairie, gerente de una empresa proveedora de hoteles, “pero en el Cat Town Café todo resulta más natural”. Cuando su recreo de diez dólares la hora terminó, Metairie ya había decidido llevarse a la gata a su casa y rebautizarla Amélie. El Cat Town Café & Adoption Center, que abrió sus puertas en octubre y ya ha entregado 52 gatos en adopción, es el primer café permanente de gatos en los Estados Unidos. Los clientes hacen fila por el café que prepara el lugar, sus bagels y su famosa tarta vegana de higo y nueces: los dueños tienen claro el perfil de su clientela. Cuando llega el momento de visitar la zona gatuna, los visitantes empujan una puerta de vidrio e ingresan en un mundo de gatos retozones, todos candidatos a la adopción: nada de jaulas. Los “cafés de gatos” ya funcionan

El Cat Town Café & Adoption Center abrió en octubre y ya entregó 52 gatos en adopción

blecimiento colapsó: en 20 horas, se llenaron 1000 solicitudes, dijo Christina Ha, una de las copropietarias. Con el auge y la popularidad de los videos de gatos cuyo nombre se convierte en marca, estos reemplazos del mejor amigo del hombre parecen estar en el centro de la escena. “Está todo bien con que cada cual

muestre orgullosamente su gato –contó Ha–. Ya no es sólo cosa de viejas gateras.” Un número estimado de 1,4 millones de gatos y 1,2 millones de perros son “puestos a dormir” anualmente, según Matt Bershadker, presidente de la Sociedad Norteamericana para la Prevención de la Crueldad contra

safaris en camello ni buceo con tiburones en mi currículum de aventura extrema. Me gusta el vuelo libre, y en mi lista falta el planeador. Últimos días de diciembre. Agradezco estar a 450 kilómetros del barullo porteño de fin de año, y agradezco también que la marea de turistas no haya llegado a Miramar. La playa está casi vacía, y me di el gusto de un chapuzón en el mar helado antes de llegar al aeroclub. Allí está Federico Meaca (32), piloto e instructor. Un apasionado de los vuelos sin motor que hace diez años, y mientras estudiaba ingeniería en Mar del Plata, se escapaba en sus tiempos libres para hacer el curso de piloto. “El clima está ideal. Hay corrientes ascendentes y me parece que podemos quedarnos a vivir ahí arriba”, augura. Luego llega una breve explicación que, a pesar de haber escuchado en más de una oportunidad, nunca logro retener. Es que, a pesar de mi aparente tranquilidad, mientras Federico habla mi mente se transporta y ya puedo imaginar el momento: la soga de la “avioneta remolque” suelta al planeador y, como si el hilo del barrilete se cortara en lo más alto, la nave queda suspendida al arbitrio del viento. Y yo estoy ahí. Pero falta para eso. Antes, un breve repaso: para volar sin motor hay que utilizar las mismas técnicas que los pájaros, es decir, el vuelo en círculo en las corrientes de aire ascendentes, columnas de aire caliente denominadas “térmicas” en las que la tasa de ascenso del aire supera la de descenso del aeroplano. Ya en la pista, la nave luce su silueta delgada, sus alas dadivosas, su cabina como una cápsula de acrílico. Es un diseño de 1945 que se utilizaba para entrenar pilotos en la Segunda Guerra Mundial. “Pero la nave fue hecha a nuevo en 2007. De esa época quedan los papeles”, cuenta Federico. Sin motores que se rompan Finalmente, el equipo está completo. Llegó el piloto del remolque y estamos listos para volar. “Arriba.” Federico invita a subir. En un vuelo de bautismo, el novato va en la parte delantera de la cabina. Hay doble comando para los alumnos de la escuela, pero aquí mi tarea será disfrutar del paseo. Tengo una vista de 180 grados y me acompaña esa sensación de miedo controlado, la trillada hormona que arremete en ciertas situaciones límite y en la práctica de deportes extremos. La adrenalina está presente. Lo confieso y mi piloto responde: “Tranquila, acá no hay motores que se rompan”. Su intento por sosegarme causa el efecto contrario. “Arriba.” Clac, se cierra la cabina. Aeroplano y avioneta se comunican por radio. Se encienden los motores, se estira la soga, el aeroplano carretea y

en algún lugar del mundo

Entre café y buena pastelería, los clientes pueden elegir a sus futuras mascotas, que se pasean listas para ser adoptadas

THE NEW YORK TIMES

18 hoyos frente al mar y los acantilados. Un paseo por el Vivero Dunícola y, por qué no, una travesía en el bosque energético, un sector más oscuro de pinos donde muchos dicen sentir una energía especial. No es raro ver personas abrazadas a los árboles o ensayando experimentos con palitos. Recuerdo haberlo hecho de chica, cuando uno puede salir a explorar y sentirse como James Cook. Pero nada de eso. Ahora, un día antes de mi cumpleaños número 40, intentaría con algo de vértigo. Volando en planeador. En el Aero Club de Miramar se realizan vuelos de bautismo en avioneta y planeador. Hace algunos años, ya había despuntado el vicio con otras modalidades de vuelo libre, como aladelta y parapente. Siempre en la playa. “¿Y ahora qué vas a hacer, Virginia Elizalde?”, bromeó con tono irónico una amiga cuando le conté el motivo de mi visita a Miramar. Me río. Pero no hay

daniel jayo

Los bares gatunos son furor en los Estados Unidos Carol Pogashdec

miramar

is eneros de chica están todos ahí. Y algunos de los mejores veranos de la adolescencia también. Para el fanático y el evangelizador de estas playas, sólo basta con pronunciar algunos nombres: el bar Mickey, la heladería Caballo Loco, la peatonal 9 de Julio o Pibelandia, donde algunos iban a jugar y otros (como mis amigas y yo) a pararse en la puerta y esperar que pasara ese chico que te había gustado. Sin semáforos en toda la ciudad, (igual que hace 40 años), pero con una población estable de 40.000 habitantes. Más bicicletas y menos autos, una creciente actividad cultural, un nuevo circuito gastronómico y ese espíritu familiar del que todos hablan. Miramar era el destino de mi experiencia. Tenía para elegir: podía ser una primera clase de surf en el Parador Peche, sandboard en la pista del médano Grande, golf en los

Mascotas

desde hace tiempo en Japón, donde también hay cafés de búhos y bares de pingüinos. Allí, los clientes suelen ser personas que necesitan una dosis de contacto felino, ya que los edificios de Japón no permiten mascotas. En varias ciudades de los Estados Unidos ya ha habido intentos similares, pero las regulaciones del departamento de salud, que prohíbe la presencia de animales en el mismo lugar donde se sirve comida, los han obstaculizado. La demanda de ese tipo de establecimientos parece obvia: este año, en Nueva York, un café de gatos itinerante abrió sus puertas durante apenas unos días y atrajo a una interminable hilera de clientes y miles de seguidores online. Así que los emprendedores amantes de Oakland se han apartado del modelo japonés a favor de la opción caritativa, que separa a los gatos de la comida y pone énfasis en la adopción. Desde que se inauguró el Cat Town de Oakland, han aparecido cafés de gatos en Denver y en Florida. Hace unos días, abrió el primer café de gatos permanente de Manhattan, el Meow Parlour, un emprendimiento de Macaron Parlour, una cadena de panaderías. Cuando se supo que el Meow Parlour estaba por abrir, fueron tantos los que se inscribieron para una primera cita que el sitio web del esta-

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| Sábado 27 de diciembre de 2014

| Sábado 27 de diciembre de 2014

nyt

los Animales de Nueva York. Esas cifras eran mucho más altas hace diez años, pero de todos modos “cualquier idea innovadora para alentar la adopción es extremadamente importante”, dijo Bershadker. Ann Dunn, cofundadora del Cat Town Café, dirige una organización de rescate destinada a encontrar-

les hogar a los gatos. En su café hay gatos mayores y tímidos que, de no ser adoptados, seguramente serían puestos a dormir en algún refugio. Dunn llegó a la conclusión de que si decían “Venga a ver a los gatos y adopte uno” la gente no iría, pero que el buen café y la buena pastelería funcionarían como un atractivo no coercitivo. Dunn conoció a Adam Myatt, que compartía su obsesión por los gatos. Para empezar, recaudaron 40.000 dólares en el sitio de crowdfunding llamado Indiegogo. El propósito nunca fue ganar dinero, sino salvar a los gatos, dijeron Myatt y Dunn. Myatt augura que dentro de un año el café habrá ubicado a 300 gatos. El lugar cobra 50 dólares como arancel de adopción y 75 dólares si son dos. Los gatos con problemas de salud son gratis. Dunn oficia de celestina. Escuchó a Robert McCafferty, un profesor de computación jubilado, quien le explicó que necesitaba un compañero para su viejo gato Rudy. Entonces le presentó a Winston, un gato blanco con manchas negras que es muy sociable con otros gatos. “Me gusta el compañerismo de los gatos. Su amor es incondicional”, dijo McCafferty mientras miraba a Winston, ahí enroscado en su cama. McCafferty quedó embelesado y completó gustosamente la planilla de adopción. En Cat Town le prestaron una jaulita de transporte, y él y su esposa se llevaron a Winston a su casa.ß Traducción de Jaime Arrambide

Juana Libedinsky

Buenas excusas para escaparse del frío

C

JOSé IGNACIO

uando un siglo atrás Edith Wharton escribió La casa de la alegría, envió a su protagonista masculino a escaparse del frío y de las posibilidades de terminar enamorado de la fascinante (pero pobre) Lily Bart a Montecarlo. Allí, admirando la “coquetería exótica de la arquitectura, el estudiado tropicalismo de los jardines”, buscó refugio de la imagen de Lily y de la “interminable perspectiva de días agobiados de nieve”. Releyendo la novela (mi favorita) me pregunto de qué me estoy escapando yo al volar lejos de Nueva York por unos días. Respecto de Lily Bart, si fuera hombre jamás soñaría con dejarla atrás. Pero respecto del frío, estoy de acuerdo con el impulso de huir del protagonista, y en este comienzo de 2015 en particular el sentimiento está agravado por un par de tendencias bizarras que las bajas temperaturas parecerían estimular. Primero de todo, el horrible sweater navideño que se está volviendo popular (aunque sea de ma-

nera irónica) desde el Día de Acción de Gracias hasta la llegada de los Reyes Magos. Todo el mundo ha visto alguno: llevan ilustraciones de renos, muñecos de nieve, copos y duendes. Fueron inmortalizados en El Diario de Bridget Jones en 2001, pero están cobrando celebridad ahora. Hasta hay fiestas de

En Manhattan, son furor los sweaters navideños y la dieta de Dave Asprey fin de año en las que es obligación vestirlos. Por suerte en la tienda de chucherías de la esquina de mi casa en Manhattan ofrecen motivos navideños autoadhesivos que sirven para afear al instante cualquier prenda de lana sin arruinarla (“Instant ugly sweater kit”, se llama, también a la venta en Internet). Por otro lado, el Financial Times anunció que un par de marcas muy fashion están reinterpretando a los

tradicionales sweaters feos de fin de año de manera más monocromática y minimalista para que se lleven también el resto de la temporada. Razón más que suficiente para intentar quedarse en traje de baño todo el tiempo posible. Segundo, la dieta del café “a prueba de balas”. Se trata de desayunar una mezcla que combina café negro bajo en toxinas, manteca sin sal hecha con leche de vacas alimentadas con pasto natural, un extracto de aceites de palma y coco, y el sencillo pero meticuloso trabajo de una licuadora casera. Según su inventor, Dave Asprey, la dieta ya tiene más de tres millones de seguidores y se basó en la costumbre tibetana de agregar manteca de yak al té para soportar las bajas temperaturas del Himalaya y poder escalar el Everest con energía. Asprey sostiene que la espesísima (“a prueba de balas”) taza de café de 450 calorías como reemplazo del desayuno, además de sacar el frío reduce el hambre, promueve la pérdida de peso y da claridad mental. De The New York Times a los talk shows, la apuesta es que será la dieta furor de 2015, pero muchos lo ven como una nueva manera de arruinar una buena taza de café con leche. Personalmente, al escribir estas líneas entre la “coquetería exótica de la arquitectura” y el “estudiado tropicalismo de los jardines” –en mi versión Banda Oriental– celebro no necesitar sweater y que las opciones del cafetero de la playa sigan limitándose al amargo-dulcesemidulce. Si hace falta, ya habrá tiempo el próximo año para todo lo demás.ß

levanta vuelo. Vamos dando algunos saltos en el aire, como en turbulencia. Federico no puede ver mi cara de susto, pero mis músculos tensionados me traicionan. Tengo los hombros casi a la altura de las orejas. “No pasa nada. Ahora vamos con ese ruido del motor que molesta. Pero todo cambia cuando empiece de verdad nuestro vuelo.” La playa está detrás, pero aún seguimos remolcados. Tengo tres relojes en el panel de control: altímetro, barómetro, velocímetro. Todo en orden, y falta cada vez menos para que el cordón umbilical se corte. Federico dice por radio: “Redondo”. Fue sólo un pequeño sacudón. Y el silencio absoluto. El planeador queda suspendido y, por un instante, me pregunto cómo vamos a seguir avanzando. Sucede con total naturalidad, como los pájaros. Volamos en silencio, no hay ruidos. Intento descubrir algunas de las obras de las que me había hablado Carlos Pagliardini, director de Turismo de Miramar, como los murales de la Bienal Internacional de Arte en el Parque de los Patricios. Pero hay demasiado verde ante mis ojos, un manto fulgurante de naturaleza que se despliega como un descomunal tablero. Veo la playa, el centro con sus edificios, el mar. Cuesta encontrar

En el Aero Club de Miramar Durante la temporada y a escasos 5,5 km del centro de la ciudad y de la playa, por la ruta provincial 77, se pueden realizar vuelos de bautismo en planeador y avioneta. El viaje dura unos 20 minutos y cuesta 350 pesos.

ideas y personas Hernán Iglesias Illa

Los esfuerzos dietarios ya no tienen género

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n estos días festivos de diciembre, millones de argentinos comerán con o sin hambre y se prometerán, en la madrugada de enero, compensar la glotonería con buena conducta alimentaria. Un poco aguijoneados por la culpa y otro poco por las ganas de tener un aspecto razonable en el verano juntarán disciplina y harán ayuno, que empezarán a incumplir, si la conducta de años pasados sirve como predicción, alrededor del 7 o el 8 de enero. La novedad de estos esfuerzos dietarios es que se han convertido en unisex. Durante décadas, hacer dieta fue un sacrificio exclusivo, al menos en público, de las mujeres. La publicidad de los productos dietéticos o bajas calorías sólo les hablaban a ellas; la literatura disponible, en revistas femeninas o libros bien vendidos (Scarsdale en los 80, Atkins en los 90, South Beach en los 2000), tenía un toque femenino: la consigna era pasar un poco de hambre para verse mejor, mantenerse competitivas en el mercado amoroso y recuperar la frágil

autoestima perdida. Dietas milagrosas se ponían de moda, funcionaban dos semanas y fracasaban después, ahogadas por la culpa, hasta que aparecía otra dieta con su esperanza de cuerpos perfectos en 10 días. Algo de ese tono se mantiene vigente, pero ahora muchos de estos

Hoy el varón está casi tan preocupado como la mujer por su apariencia y su peso mensajes incorporan el aspecto saludable de comer bien e incorporan, especialmente, a un nuevo público: el varón contemporáneo, casi tan preocupado como la mujer por su apariencia, su peso, su estado físico y su salud. Aquel macho de los 80, que basaba su dieta en la pizza, el asado, la milanesa y la cerveza, ahora mira con curiosidad, incluso con cariño, las ensaladas, pregunta por la frescura de la rúcula e indaga

una térmica. “Están rotas”, me explica Federico, por eso damos pequeños saltos de tanto en tanto en busca de esa corriente de aire ascendente. Entramos en una, volamos en círculo para ganar altura y rápidamente nos despide. Vuelve a suceder, y otra vez afuera. No quiero pensar mucho en el asunto, pero estoy mareada, un tanto revuelta sería una clara expresión. Entonces el piloto me anuncia que el vuelo no podrá durar mucho más. El viento frío del mar “lavó” las térmicas y, en breve, estaremos en el suelo. Aliviada por la noticia, lo confieso. Sobre todo por mi sensación de mareo, no quiero que la experiencia termine de la peor manera. No pido acrobacias, casi una obviedad. Un loop (o rulo) podría ser catastrófico. Pero para inyectarle un poco más de adrenalina al viaje, Federico desciende en picada. Lo siento como una maniobra temeraria, aunque para él sea un paso de rutina. Sobrevolamos al ras del pasto y aterrizamos en la pista. Aplausos. Federico saca una bolsita de plástico de su bolsillo. “Siempre llevo una por si acaso.” Fue un bautismo con sobresaltos, pero sin disgustos. La tríada de vuelo libre está completa. Ahora puedo presumir.ß

sobre la cantidad de calorías de las medialunas de grasa con respecto a las de manteca. Este proceso ha sido paralelo al de la progresiva domesticación del animal masculino, cuyos valores ya no reinan solos en la jungla social. En estos años, el varón civilizado se ha visto obligado a compartir tareas en el hogar, a ponerse en contacto con sus emociones y a tener jefas en el trabajo. ¿Es la reciente preocupación alimentaria de los varones una señal de la creciente paridad de géneros? Un poco. La autora Alice Robb dice en un artículo que la situación cambió mucho, pero que los hombres, con una inesperada vuelta de tuerca, volvieron a salirse con la suya: “Ahora es más aceptable socialmente la dieta del varón que la de la mujer”. Una interesante escapatoria que hemos encontrado algunos varones (yo la hago cuando no sucumbo a mi debilidad por el pan) es la dieta paleo, que sugiere comer como los hombres paleolíticos antes de la invención de la agricultura: nada de granos ni lácteos. La dieta paleo, con su énfasis en la carne y las verduras y su aceptación del vino (porque proviene de una fruta), ofrece al hombre contemporáneo un servicio doble: por un lado, le permite perder peso y sentir que está comiendo sano, y, por el otro, le permite seguir sintiéndose macho, porque se dice a sí mismo que está imitando la forma de comer de aquellos peludos prohombres de la masculinidad que no se sometían a demandas modernas como la monogamia o el trabajo en oficina. Mañana empiezo.ß