Literatura como amistad

lismo y el guano peruano. Luego de que Dust establezca las asociaciones entre la fortaleza del imperio yanqui y el contr
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www.lanacion.com.ar/adn-cultura | Viernes 21 de septiembre de 2012 | adn cultura | 13

Walser, el extravagante

El ExtranjEro

a los 85 años, Martin Walser acaba de publicar una nueva novela, Das dreizehnte Kapitel (“El capítulo decimotercero”). “Este libro es una locura –escribió jens jessen en Die Zeit–. Es sumamente interesante. Quien pensara que la obra de Walser se agotaba en el realismo verosímil y cotidiano, en la delicada filigrana de la experiencia mental de todos los días, recibirá aquí un revés extravagante. la novela epistolar Das dreizehnte Kapitel es de una consumada excentricidad.”

narrativa latinoaMEricana

Literatura como amistad En su ópera prima, el puertorriqueño Luis Othoniel Rosa rinde un tributo anárquico a la tradición literaria argentina significantes en 1940 a 275 millones de toneladas anuales en la actualidad. Tanto como el ocho por ciento del petróleo mundial se usa para producirlos: mitad como materia prima y mitad que se consume en el proceso de fabricación. “Nos volvimos adictos al plástico en tan sólo una generación”, describe Freinkel. De sustituto de artículos de lujo, como bolas de billar de marfil o peinetas de carey, los plásticos se convirtieron pronto en revestimiento, soporte o corazón de casi todo. El colmo llegó con los descartables, de los imprescindibles a los triviales. Como podría esperarse, Plástico es un alegato ambientalista. Pero no solamente: es también la historia de una industria, de sus emprendedores, de un modelo de sociedad igualitaria y frenética, de una utopía de abundancia y modernidad que llega al límite y se transforma en una distopía de basura. Plástico es el fracaso de un gran éxito, y Freinkel tiene la avidez y la habilidad para contarlo todo. Como la historia del encendedor con el logo de una empresa de Hong Kong, hallado por un investigador de Hawái en una zona del Pacífico donde las corrientes marinas confluyen con su carga de basura. La periodista sigue la línea de puntos hasta su origen: una empresa que distribuye vino. “No

Plástico es un alegato ambientalista. Pero no solamente: es también la historia de una industria sé cómo pudo ir a parar al océano”, respondió un desconcertado ejecutivo. Es el inicio de una indagación sobre los encendedores descartables, que hilvana el problema de la contaminación marina, la competitividad de la industria, el ciclo de vida de los bellísimos albatros de Laysan y la resistencia extraterrestre del brillante acrílico, que nos sobrevivirá en el fondo del mar cuando nuestros huesos sean polvo. Los objetos estructuran el libro y se convierten en verdaderos personajes. Además del encendedor descartable, Freinkel dedica capítulos al peine, las sillas, las tarjetas de crédito, los insumos médicos, las botellas de gaseosa, el frisbee o disco volador, y las bolsas. No escribe desde una posición tomada: la

periodista se deslumbra ante el diseño de la silla de Panton, unidad de una sola pieza que obsesionó a su inventor hasta que pudo realizarla, y que se convirtió en ícono de la era pop, además de inspirar a una generación de artistas y publicitarios. Y se asombra de la accesibilidad de las sillas monoblock, que se consiguen por diez dólares en cualquier rincón del mundo, fotografiadas entre los restos del huracán Katrina, en manifestaciones en Cuba, en el escondite de Sadam Hussein, en la prisión de Abu Ghraib. Los extremos de utilidad y riesgo se recorren en el capítulo sobre insumos médicos, que abre con la imagen de una beba prematura, conectada a una decena de finos tubos de plástico que le proveen oxígeno, alimentos, antibióticos. Es el milagro tecnológico en toda su maravilla. Pero esos mismos tubos que la mantienen viva pueden estar liberando sustancias tóxicas que afecten su desarrollo futuro. Freinkel explora las complejidades de la investigación científica en relación con los “interruptores endócrinos”, sustancias que pueden interferir en la actividad hormonal normal y cuyos efectos son difíciles de documentar, entre las que se encuentran aditivos para modificar las cualidades de los plásticos, como los ftalatos o el bisfenol A. El capítulo sobre la “guerra de las bolsas” es un tratado de política ambiental. Freinkel narra con detalle las negociaciones para resolver el problema de las bolsas camiseta que terminan enredadas en los árboles, obstruyendo los desagües o flotando en las fosas abisales, como fantasmas de una era pasada. No hay una solución única y simple, como sustituirlas por bolsas de papel o cobrarlas. Movimientos ecologistas, cámaras empresarias, vecinos, políticos y surfistas participan del debate: el escenario del relato es California, son muchos los actores comprometidos y, sin embargo, todavía no se ve la salida. Es una historia esclarecedora para entender lo que se discute estos días en varias ciudades de la Argentina. Radiografía del presente, retrato de una civilización ambiciosa, generosa, concienzuda y descuidada a la vez: Plástico nos enfrenta a lo mejor y lo peor de nuestra época en la forma de un texto periodístico extraordinario, que tiene tanto de ciencia como de política, de arte, de naturaleza y de pasiones humanas. C

Otra vez me alejo Luis OthOnieL ROsa

Entropía 88 páginas $ 46

Por Daniel Gigena

C

ompuesta por un prólogo y “nueve alejamientos”, la primera novela del puertorriqueño Luis Othoniel Rosa (Bayamón, 1985) construye una ficción de ambiente académico y, a la vez, rinde tributo a la tradición literaria argentina integrada por Macedonio, Borges, Arlt y, más cerca en el tiempo, Piglia y Aira. Como en Pnin, de Vladimir Nabokov, o en Yo también tuve una novia bisexual, de Guillermo Martínez, el escenario es la sede de una universidad del hemisferio norte –el “Pueblo de la Princesa”– que alberga a estudiantes de doctorado del tercer mundo para que desarrollen sus tesis. Othoniel, el narrador, oriundo de Puerto Rico, comparte cuarto (y fiestas, novias, conversaciones y onzas de marihuana) con Alfred Dust, fuente de las historias que atraviesan, de manera concéntrica y concentrada, esta original novela poscolonial. Al crecer por contigüidad y contaminación de lenguajes (“Alfred contamina mis historias desde la proximidad”), Otra vez me alejo celebra una concepción de la literatura como juego literario, un juego equiparable al de la piratería, del que no se puede desprender un sentimiento de melancolía y pérdida: los piratas no existen ya en su forma clásica. El “primer alejamiento” encuentra a ambos amigos, casi maestro y discípulo, en un puente, drogados por el humo de marihuana. Ven acercarse un pájaro desde la distancia. Allí comienza un racconto en el que se entrecruzan el amor y el terrorismo (a lo lejos, un pájaro puede ser un avión en misión suicida, sobre todo en Estados Unidos), la literatura y las conspiraciones, el imperia-

lismo y el guano peruano. Luego de que Dust establezca las asociaciones entre la fortaleza del imperio yanqui y el contrabando de excremento de pájaro, el mito de Diana y Acteón (Acteon es también la sigla del grupo terrorista que, al menos en la novela, sólo aterroriza mediante llamadas telefónicas y falsas amenazas) introduce la transformación del mito en alegoría, y la mutación de la alegoría en ficción: “El libro [de Dust] era un ejercicio narcisista de pura arbitrariedad. […] Tenía una conexión precaria que se iba perdiendo de a poco, como si cada nueva sección aportara no sólo un eslabón con secciones anteriores, sino una red que se prolongaba sobre otras”. Esta reflexión, tal vez, podría aplicarse al propio método de la novela. De una metamorfosis a otra, de un alejamiento a otro, la historia encuentra al narrador en el momento en que ha traicionado a su amigo con la Trilcinea Rumana, la estudiante que le permite a Dust olvidar a la Trilcinea original, de Puerto Rico. Sólo a partir de ese momento, ya sometidos al imperio del deseo (la verdadera fuerza de subyugación imperial), los amantes podrán inventar, es decir, plagiar, versionar historias (entre ellas la del cuento “La intrusa”, de Borges). Algunas, muy divertidas, entrecruzan fantasmas con burócratas y alienígenas en el tendido de redes telefónicas entre mundos. Gracias a la intervención del Escritor Ítalo-argentino (Ricardo Piglia), caracterizado como un crooner de la oratoria universitaria que postula que el fracaso de los escritores puede convertirse en “una poderosa estética y política literaria”, Othoniel –el amigo opacado por Dust– opone a la matriz ansiosa y monolítica del imperio una contingencia paradójica: “Una historia que no sea simultánea, que esté tan lejos que no destelle en el presente”. Así, la literatura, como un puente, como una droga de fuerza suave y lúcida, como una amistad espectral, incluso como un discurso excrementicio, resiste el peso del pasado, la historia como cancelación de todas las historias, y hace que lo lejano se acerque o que, acaso, las singularidades del presente se potencien y hagan su efecto. C