Libro Arquitectura - 1ra Parte.P65

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LA ORGANIZACIÓN DEL HÁBITAT PRECALCHAQUÍ (500 A.C. - 1000 D.C.) María Cristina Scattolin CONICET - Museo Etnográfico, Universidad de Buenos Aires.

RESUMEN Los asentamientos formativos del sur de los valles Calchaquíes (500 a.C. a 1000 d.C.) permiten diferenciar entre algunas zonas de uso cotidiano y sectores funerarios o ceremoniales, entre conjuntos de viviendapatio y conjuntos de montículo-plazuela. En el transcurso del primer milenio d.C. se reconocen varios modos alternativos de diferenciación del espacio y de inversión en el paisaje arquitectónico, que confieren la primacía a medios materiales y simbólicos distintos. Al final del primer milenio se pueden distinguir más claramente dos modos de diferenciación: uno fundado en el control y manipulación de recursos sagrados y otro fundado en el control y concentración de recursos de orden socio-político, secular. Ambos principios de distinción operaron como medios y recursos de transformaciones sociales. Estos modos produjeron formas diversas de jerarquización del espacio social y de la arquitectura comunitaria. Las variaciones se ilustran con la descripción de sitios y materiales arqueológicos del valle de Santa María y alrededores. ABSTRACT In pre-Hispanic Southern Calchaquí Valleys, evidences at Formative (500 BC.-AD 1000 AD) sites allow to differentiate between areas of daily use and funeral or ceremonial sectors; between household patio-groups and mound compounds. During the first millennium AD, several ways of space structuration and modes of investment in the architectural landscape can be detected. They confer primacy to different material and symbolic means. At the end of the first millennium two structuration modes can be distinguished more clearly: one was founded in the control and manipulation of sacred resources and the other was founded in the control and concentration of socio-political resources, of secular order. Both distinction principles operated as means and resources of social transformations. These modes produced diverse forms of hierarchisation of the social space and the community architecture. The variations are illustrated with the description of archaeological sites and materials from Santa María Valley and surroundings.

La vivienda junto con sus parcelas y corrales, es decir, una construcción estable y sus anexos, constituyeron los componentes arquitectónicos esenciales de los primeros aldeanos en el noroeste prehispánico. En el presente capítulo se estudian los asentamientos del sur de los valles Calchaquíes correspondientes al lapso de mil quinientos años anterior al 1000 d. C., el cual abarca las primeras sociedades aldeanas sedentarias o, como se las llama también, «formativas» o «presantamarianas». El propósito de este capítulo es ofrecer una síntesis de la

manera en que los antiguos habitantes ocuparon terrenos, edificaron sus fincas, delinearon sus campos, con anterioridad al establecimiento de los poblados de «los indios de calchaquí» (Lorandi y Bunster 1987). La muestra de instalaciones estudiadas comprenderá los asentamientos en un radio de 100 km a la redonda desde el centro del valle de Santa María (Figuras 1 y 2). El punto central del área se ha emplazado en el sitio Bañado Viejo, en la localidad de El Bañado, que corresponde de manera bastante aproximada al centro del valle (Figura 3). La superficie de este disco 15

16 Figura 1: El valle de Santa María y alrededores. A la derecha: bloque temporal.

paso hacia una descripción de la distribución de los asentamientos y sus contenidos. En un segundo paso del análisis se podrá averiguar si las variaciones en la estructura regional de la cultura material en esos asentamientos producen grupos de asociación al azar o grupos de asociación no azarosos. Este gran círculo abarca varios ámbitos. En la zona central, el valle de Santa María es una cuenca de unos 30 km de lado a lado y 100 km de longitud y una orientación N-S. Se presenta flanqueado por cadenas montañosas que sobrepasan los 5000 msnm (Figura 2). El acceso es relativamente fácil por sus extremos norte y sur, y sus cordones montañosos se franquean de este a oeste por varios pasos. El río Santa María nace en realidad como río Cerro Colorado en el adyacente valle del Cajón y luego tuerce hacia el norte en Punta de Balasto para conformar un dilatado fondo de valle. Su cauce divide el valle de Santa María de manera asimétrica: la vertiente oeste cae hacia la llanura aluvional en la forma de un piedemonte con grandes

transgrede las fronteras de las áreas culturales que fueron previamente establecidas para el sector central del Noroeste Argentino (González 1963). De manera que aquí prescindimos de encasillar a los asentamientos según su pertenencia a las selvas occidentales, a la puna o a los valles. Este método elimina presupuestos acerca de la extensión ocupada por «culturas arqueológicas» definidas con anterioridad, que implican la existencia empírica de pueblos o etnías distintas. Ante la posibilidad de que «arrancando desde cualquier punto dentro de un área podamos producir [falazmente] una «cultura» moviéndonos hacia afuera hasta unos límites arbitrarios» (Hodder 1982), partimos de una hipótesis simple que, en principio, presume un continuo de variación sobre el espacio. Ciertamente, podrá haber situaciones en que esto no ocurre. Por eso quedamos abiertos a que esta hipótesis pueda ser rechazada, pero sólo mediante previo análisis de la distribución regional en este espacio continuo. El presente trabajo da el primer

Figura 2: El área tratada (tomado de Google Earth).

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Figura 3: Asentamientos formativos en un radio de 100 km a la redonda desde el centro del valle de Santa María.

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conos aluviales. La vertiente, este en cambio, presenta formaciones terciarias entrecortadas que conforman pequeños valles intermedios entre el fondo de la cuenca y los cordones montañosos de las cumbres Calchaquíes y la Sierra del Aconquija. Así ofrece una serie de microambientes diversificados, varios de los cuales pueden ser aprovechados para la agricultura. La planicie aluvial, ancha y relativamente plana, alcanza los 12 km. El valle ofrece opciones fisiográficas variadas. Se supone por tanto que los patrones de instalación, construcción, uso del suelo y ocupación del espacio variarán de manera concomitante. Sin embargo, de ellos sabemos todavía poco. Su conocimiento se ha visto perjudicado por prácticas de coleccionismo y saqueo (Scattolin 2000). Además los sitios de nuestro interés han sufrido los varios siglos de extendida y activa ocupación posterior que ha afectado la visibilidad actual y la conservación de vestigios arquitectónicos previos en superficie. El abordaje de esas ocupaciones por tanto ha sido algo difícil para los investigadores que han emprendido su estudio. La imagen de los asentamientos precalchaquíes (otra forma de nombrarlos) en el valle de Santa María se ha mantenido por largo tiempo bastante indeterminada debido a que los estudios exclusivamente enfocados en estas sociedades han sido esporádicos y, en su mayoría, de corto plazo o complementarios de otros temas mayores (Heredia et al. 1974; Núñez Regueiro y Tartusi 1993; Pelissero y Difrieri 1981:61-67; Raffino et al. 1982). Sin embargo, se conocen los trabajos realizados por varios autores en diferentes épocas (Aschero y Ribotta 2007; Cigliano 1960; Palamarczuck et al. 2006; Pastor y Rivero 2004; Sosa 1994; Tarragó y Scattolin 1999). De esos estudios se desprende que en el valle se hallan asentamientos residenciales que varían en forma y concentración edilicia. Su variación puede deberse a factores funcionales, culturales y temporales. Desde el punto de vista de la formación de sitios, la dicotomía

mayor se da entre los lugares con arquitectura visible de piedra de las laderas del valle y con perduración de depósitos primarios, como por ejemplo, CaspinchangoEl Ciénago (Cigliano 1960) o El Remate-Los Zazos (Aschero y Ribotta 2007) y, en el otro extremo del espectro, están los sitios del fondo del valle sin arquitectura preservada, y que posiblemente contengan depósitos secundarios, como Molino del Puesto (Cigliano 1960) o Bañado Viejo (Scattolin et al. 2001). Al este de Santa María se extiende la vertiente oriental andina húmeda que desciende a través de valles de altura, como el de Tafí, la selva de montaña, la selva basal y la llanura tucumana, la cual incluye la cuenca de Tapia-Trancas. Varios de estos ámbitos incluyen asentamientos formativos bien conocidos y estudiados arqueológicamente desde hace muchos años (Ambrosetti 1897; Berberián 1988; Cremonte 1996; Heredia 1974; Schreiter 1934) El valle del Cajón se sitúa de manera paralela al oeste y, como se dijo antes, constituye la porción superior de la cuenca del río Santa María. El cauce del río Colorado divide el valle del Cajón también de manera asimétrica, pero inversa a la de su vecino. En esta cuenca, la vertiente este es abrupta y corta, mientras que la vertiente oeste es muy extendida y compuesta por varios vallecitos y quebradas intermedios. Una de estas últimas, llamada precisamente La Quebrada, constituye una vía natural de acceso al bolsón de Laguna Blanca, en el borde de la Puna. Se sabe de apenas unos pocos asentamientos precalchaquíes en el Cajón (Arena 1975; Scattolin y Gero 1999); en cambio, son más conocidos los de Laguna Blanca (Albeck y Scattolin 1984; Delfino 1999). Finalmente, desde la Punta de Balasto hacia el sur, se extiende la falda occidental del Aconquija, una faja de 30 km que abarca grandes conoides que descienden hacia el Campo del Arenal o de los Pozuelos. Está cubierta de vestigios arqueológicos muy extendidos que ya se han dado a conocer (Scattolin 2001).

PARA SISTEMATIZAR EL TIEMPO: UN SITIO SIN ARQUITECTURA La elección del lapso considerado también ha buscado apartarse de periodizaciones corrientes para el Noroeste Argentino, sobre todo de las propuestas para el valle de Hualfín, el cual ha suministrado la «secuencia maestra» para áreas vecinas. Nos guiaremos aquí por la secuencia cronológica local, basada en cambios en la cultura material, especialmente la cerámica, que ocurrieron antes de la aparición de alfarería de estilo santamariano, hace aproximadamente mil años. Tal lapso se ha llamado también Período Formativo o Cerámico Temprano y Medio.

Para situar al lector en un ámbito más amplio del área andina, hacemos notar, que la trayectoria considerada, entre unos 500 años a. C. y 1000 d. C. es coetánea del Período Formativo, del período Intermedio Temprano y del Horizonte Medio correspondientes al área Centro Sur andina. La secuencia local se ha fundado en tendencias de cambio mostradas en un perfil estratigráfico profundo en el sitio Bañado Viejo y en los contenidos de sitios datados por radiocarbono. El conjunto de esa información permitió discriminar tres fases: Chimpa, 19

de ~100 al 450 años d. C.; Bañado, de 450 a 650 d. C. y Colalao, de 650 a 900 d. C. (Scattolin 2007). Al momento, excepto por varios objetos de la colección Schreiter de Gotemburgo, que rondan los 2500 a 3000 años de antigüedad, no hay evidencia adicional para proponer fases anteriores que abarquen estos fechados más antiguos (Figura 4 y Tabla 1). En Bañado Viejo se recuperó abundante cerámica tosca y cerámica pulida gris-negra, gris, ante y roja sin decoración y muy escasa cerámica decorada, puntas de proyectil de obsidiana, variados artefactos líticos, carbón vegetal, carozos de chañar y huesos de camélidos. Pese a que la secuencia no abarca fechas tan

antiguas como las del valle de San Francisco (Dougherty 1975), o de Tafí (González y Núñez Regueiro 1962), resultó muy útil para separar en fases la última parte de la trayectoria presantamariana. El comportamiento de atributos temporalmente sensitivos en El Bañado permitió distinguir tres componentes sucesivos cuyos contenidos, más la información obtenida de sitios vecinos, proporcionaron fundamento para la secuencia de tres fases (Scattolin 2007). El perfil, que abarca unos mil años de depositación, mostró una sucesión de depósitos diferenciados, y reveló cómo se distribuían ciertos rasgos de la cultura material entre los años ~100 a. C. a 900 d. C. Sin embargo, la pequeña extensión de

Figura 4: Cuadro cronológico

la excavación impidió la detección de estructuras arquitectónicas enterradas. No obstante, se conocen sitios vecinos que presentaron restos de viviendas y tumbas que se mencionarán más adelante (Pelissero y Difrieri 1981). Hacia 900 ó 1000 d. C. se inicia el período Tardío o de los Desarrollos Regionales, que es coetáneo y bastante similar en su contenido al Período Intermedio Tardío en los Andes del sur. Arquitectónicamente se distingue por los grandes poblados aglomerados y pucarás (fortalezas), que fueron la sede de curacas, artesanos y población concentrada. Alguno de ellos pudo ser residencia del curaca Juan Calchaquí (Lorandi y Boixadós 1987). Contienen cerámicas de estilo

santamariano. Durante esta época los valles y quebradas del Noroeste Argentino alcanzaron sus más altos índices demográficos y algunos de esos pueblos ocupaban una decena de hectáreas densamente edificadas (Nielsen 1996). El término «precalchaquí» de nuestro título se refiere a los asentamientos aldeanos anteriores a estas poblaciones. Los sitios tratados en este trabajo se localizarán temporalmente en la medida en que cuenten con fechados radiocarbónicos o que puedan relacionarse con los componentes o fases locales ya datados. La calidad informativa de los sitios, componentes y unidades datadas es muy variable, de manera que aquí consideraré los casos más ilustrativos. 20

ABRIGOS ROCOSOS A raíz del estudio de la colección Schreiter de Gotemburgo se han obtenido las primeras y más tempranas fechas hasta ahora conocidas para el valle de Santa María (Muñoz y Stenborg 1999). Pero, no corresponden a edificaciones de viviendas sino que provienen de enterramientos en abrigos rocosos emplazados a cierta altura en la «costa» de la Sierra del Cajón, en la localidad de Quilmes y en la muy cercana Quebrada del Carmen (Stenborg y Muñoz 1999). Se trata de entierros humanos acompañados de objetos y depositados dentro de urnas ovoides de cerámica tosca. Entre los objetos hay varios cestos, capuchas de fibras vegetales y máscaras compuestas por combinaciones poco usuales de materias primas y sustancias diversas que incluyen: cabello y algunos huesos humanos como una mandíbula, cuero, fibras, pelo y dientes de animales, tinturas, resinas y fibras vegetales. Fueron datados entre 1500 y 400 a. C. (Muñoz 2002; Muñoz y Stenborg 1999). Otro abrigo rocoso ocupado en épocas tempranas es Pichanal 2, cerca de Fuerte Quemado. Se trata de un alero de 12 m de largo con arte rupestre y con niveles de ocupación que presentan áreas de combustión, una de las cuales fue datada en 1.990±80 años C14 A.P. (Nastri et al. 2005). Existe poca información disponible sobre el carácter de tales ocupaciones. Sin embargo, estos hallazgos podrían iluminar un momento poco conocido de la arqueología de los valles centrales del Noroeste Argentino, esto es, el momento del establecimiento de los primeros asentamientos de índole sedentaria en relación con actividades pastoriles y agrarias y las manifestaciones más tempranas de la tecnología cerámica. Se espera que puedan contribuir al conocimiento de la época de transición entre

grupos de cazadores-recolectores a grupos de agricultores estables. Del hecho de que los hallazgos en cuevas altas comprendan algunos de los fechados más tempranos no deberíamos inferir que dicho hábitat fuera el preferido por las poblaciones más antiguas, sino simplemente que tales son los restos que actualmente detectamos de esa época antigua. Es probable que tanto el fondo como las laderas bajas de los valles hayan sido habitados también, pero las cada vez más densas ocupaciones posteriores pueden haber encubierto sus rastros. De todas maneras, es difícil extraer conclusiones sobre la ocupación del espacio en tales épocas, excepto que aparentemente el sector central del valle podría haber estado ocupado al menos desde unos 3.000 años antes del presente. La Cueva de Los Corrales, en el área del Infiernillo, a 3000 msnm se ubica «en una posición estratégica desde la cual es posible acceder hacia la Quebrada de Amaicha y el valle de Tafí, por el Este, y hacia los valles de de Santa María-Cajón, por el oeste» y los fragmentos cerámicos sitúan la ocupación con posterioridad a los ca. 2000-1500 años A. P. y llegaría «hasta momentos tardíos de la ocupación del NOA» (Babot y Apella 2007:13). La cueva da reparo a varias áreas de molienda tanto de vegetales como de sustancias vinculadas a la confección de alfarería (Babot y Apella 2007; Carrizo et al. 2003). El conjunto arqueológico documenta el uso especializado de este hábitat por parte de poblaciones alfareras ya sedentarias. Varios abrigos rocosos han sido detectados, muy alto, en la localidad de Ingenio del Arenal, en la falda occidental del Aconquija, sin embargo no se conocen todavía sus componentes arqueológicos (Weiser 1924-25; Lazzari y Pereyra Domingorena 2008)

LA RADICACIÓN ALDEANA Los primeras instalaciones de poblaciones sedentarias del valle de Santa María, con arquitectura permanente, en su mayoría, tienen descripciones breves, fueron escasamente registradas en excavaciones antiguas y pocas cuentan con fechados. Se trata de conjuntos de viviendas de planta ya sea circular como rectangular, dispersos o concentrados. El sitio Chimpa, que da nombre a la primera fase local del valle de Santa María, está ubicado unos «10 km al este de Cafayate» (Heredia et al. 1974). Fue visitado en 1961 por un equipo de la Universidad del Litoral (Rosario) que efectuó varias trincheras y sondeos. En varias unidades habitacionales, de las cuales no se determinó su forma, obtuvieron cerámica gris lisa, gris incisa en líneas e inciso punteado, monocromo rojo, ante liso pulido y alisado, aparte de algunos tiestos pintados (Tarragó y Scattolin 1999). En

1968 Heredia, Pérez y González prospectaron aparentemente el mismo sitio u otro cercano también en Chimpa, y según su descripción sólo mostró «algunas hileras de piedras que corresponden a recintos de vivienda, cuya planta no fue posible determinar» (1974), pero suministró fragmentos superficiales de alfarería marrón de borde engrosado y fragmentos de tiestos con decoración pintada en tres colores, que fue caracterizada como de estilo Vaquerías. Fragmentos de este estilo se han hallado en el componente inferior de la estratigrafía de Bañado Viejo. Tanto el Componente 1 de Bañado Viejo como Chimpa contienen cerámicas de estilo Vaquerías y negras y marrón pulido, algunas con borde engrosado. El más antiguo sitio habitacional datado en Santa María es Soria 2, ubicado sobre una mesada baja en la localidad de Andalhuala y fechado en 1.940±80 A.P. El 21

sector excavado comprende dos recintos subcuadrangulares adosados, de aproximadamente 8x8 m y 6x6 m, con paredes de piedra simples y dobles. Se hallaron áreas de actividad doméstica –incluido un fogón y un pozo de basura– con cerámica negra pulida e incisa, ollas de pasta ordinaria, fragmentos Vaquerías, artefactos de hueso trabajado, puntas de flecha de obsidiana, alisadores, manos de moler y pipas de fumar de cerámica gris-negra pulida. También se encontraron varios enterramientos de subadultos, al parecer inhumados con posterioridad al uso de la habitación (Palamarczuk et al. 2007) (Figura 5). Hay algunos asentamientos de módulo circular poco conocidos pero que deben mencionarse. Uno de ellos fue hallado al sudoeste de Cafayate, en el lugar denominado Toroyaco, «sobre una ladera en que

aparecen pircados y túmulos de piedra de 1,30 m de diámetro y 1 m de altura» (Tarragó y Scattolin 1999). Allí fue excavada una unidad residencial compuesta por tres recintos, uno de los cuales brindó fragmentos de cerámica gris lisa pulida y de otra policroma y un fragmento de pipa marrón pulida. No se han mencionado diferencias morfológicas ni funcionales entre estos recintos, excepto que probablemente se encontrara rodeado de áreas agrícolas (Tarragó y Scattolin 1999). Otro sitio, Antigal de Tesoro (también llamado Tesoro II), datado en 1.795±70 A.P. (Scattolin 2007), o sea, un siglo y medio después que Soria, se ubica a 3200 msnm en relación con el paso que conecta las vertientes este y oeste de la Sierra del Aconquija (5.500 msnm). Ocupa menos de una hectárea (0,8 ha), y allí se

Figura 5: Soria (tomado de Palamarczuck et al. 2005).

concentran unas 65 estructuras de forma circular o subcircular. Creemos que al menos unas 50 estructuras serían habitacionales y unas 15 no residenciales (Figura 6). En él se ha hallado cerámica Rojo sobre Ante, fragmentos Condorhuasi policromo y tiestos negros pulidos (Lazzari 2006). Debemos destacar su situación: Tesoro II está separado de las áreas aptas para el cultivo, que se encuentran a 500m, en el sitio Tesoro I. Se localiza muy cerca de pasturas y en la senda natural al

portezuelo de la sierra, o sea, una localización apropiada para acceder a sendas y puestos de pastoreo. El lugar permite controlar desde el sitio de residencia (aglutinada) la producción (pastoreo, agricultura) como la circulación (sendas, tránsito, caravaneo) (Scattolin 2001). Ingenio del Arenal-Faldas del Cerro, datado en 1.795±36 A.P. (Scattolin 2007) –la misma fecha que Tesoro– está compuesto por varias decenas de viviendas 22

Figura 6: Antigal de Tesoro. A la derecha, núcleo habitacional. Abajo, cerámicas del Recinto 16.

Esta localización dentro del paisaje sugiere que los sitios pudieron haber jugado un rol en la comunicación y el tránsito entre las poblaciones asentadas en distintas zonas ecológicas. Ambas se extienden en sentido este-oeste a lo largo de una mesada franqueada por dos pequeños arroyos de curso intermitente y muestran un plan de disposición idéntico: las viviendas en la parte más plana de cada mesada, un sector medanoso con tumbas al norte de las viviendas conforma el pequeño cementerio de cada aldea, y en la parte más alta de la mesada, en posición destacada, se ubica una tumba, o varias, desde las cuales se domina visualmente las mesadas. Aguas abajo de las viviendas se disponen los campos de cultivo. Un cementerio mayor, de alta visibilidad – conocido como Cementerio Médano o de Vázquez por haber proporcionado gran parte de los objetos de la colección homónima– se localiza en un gran médano seco al este de la pareja de aldeas, sobre la quebrada principal (Figura 9). Cardonal comprende más de cien estructuras construidas en piedra, de forma circular o subcircular se distribuyen en aglomeraciones de distinta densidad. Los conjuntos residenciales están compuestos de varias habitaciones en torno a patios donde se llevaron a cabo las actividades domésticas (Figura 10). El Núcleo 1 brindó ollas y cántaros de cerámica ordinaria y también

circulares con largos pasillos de entrada; se agrupan de a pares o en mayor número (Figura 7). Otras estructuras de mayor diámetro sugieren la existencia de corrales. Contenían cerámica Condorhuasi policromo y tiestos negros pulidos e incisos, numerosos artefactos líticos de obsidiana, basalto, esquisto, andesita, y dacita, así como indicaciones de producción de bienes metálicos, como trozos de mineral verde, material refractario, fragmentos de escoria, etc. (Lazzari 2006; Lazzari y Pereyra Domingorena 2008; Márquez Miranda y Cigliano 1961). Otros tres sitios en el adyacente valle del Cajón, Yutopian, Cardonal y Bordo Marcial, son pequeñas aldeas con unidades domésticas compuestas por varias habitaciones. Fueron ocupados en los primeros siglos de la era cristiana, en época similar a las fases Pukara y Tiwanaku temprano en el lago Titicaca. Yutopian tiene además estructuras anexas entremezcladas. Yutopian es un sitio multicomponente que en su sector formativo contiene evidencias de metalurgia de cobre y uso de cerámicas de estilo Vaquerías, TafíCandelaria, Condorhuasi policromo, Río Diablo inciso, Gris-negro pulido y botellones antropomorfos (Figura 8) (Scattolin y Gero 1999). En La Quebrada, dos aldeas mellizas, Cardonal y Bordo Marcial se emplazan justo al pie de un paso natural que conecta la región puneña y la valliserrana. 23

Figura 7: Ingenio del Arenal Faldas del Cerro (tomado de Lazzari 2006).

24

25 Figura 8: Yutopian. A la derecha, la Estructura 1.

Figura 9: La Quebrada, los sitios Cardonal y Bordo Marcial. Abajo, diagrama de la estructura espacial.

26

27 Figura 10: Cardonal, plano del sitio y foto de Núcleo 1.

cuencos y jarros finos de cerámica oscura de paredes delgadas y de terminación lisa pulida y una menor cantidad de fragmentos de estilos Vaquerías, TafíCandelaria y San Francisco/Río Diablo inciso (Figura 11). Las características constructivas y contenidos de Bordo Marcial son muy similares. Ambos están fechados en los primeros siglos de la era cristiana (Tabla 1). Mientras en los valles las estancias se expanden por fisión, en patrón de residencias dispersas, en la puna y las quebradas altas, con una mayor dedicación al pastoreo, las evidencias de sitios residenciales apuntan a la ocupación recurrente de ciertos espacios, por lo que el aspecto actual de los sitios es de montículos formados por agregación, que contienen los fondos de cabañas, normalmente circulares, apiñados o separados, de paredes de barro batido, en ocasiones con zócalos de piedras y entremezclados con restos de basura y paredes desmoronadas (Cigliano et al. 1976; Olivera 1991; Raffino 1977; Tarragó 1996). Enterraban a sus muertos por debajo de los pisos o en lugares cercanos a las viviendas, en urnas o en tierra. En los sitios habitacionales de Santa María y alrededores, los estilos de cerámica policroma Condorhuasi y Vaquerías se asocian, en número reducido, a la alfarería utilitaria, muy abundante, de paredes espesas e inclusiones gruesas de roca molida y mica. Ambos estilos policromos, que normalmente acompañan restos humanos en estructuras de entierro, habrían sido empleados en contextos de uso especiales, no cotidianos o discontinuos. Una gran cantidad son vasijas efigie que debieron tener funciones votivas (yuros chayadores). Aunque sean fácilmente transportables, su tamaño pequeño y sus siluetas especiales les restan aptitud para desempeñar una amplia gama de funciones prácticas. En cambio, los tazones, jarros, escudillas y cuencos (pucos) para comer y beber, en general son grises, negros o rojos, decorados con incisiones o lisos y pulidos, y mayormente destinados a raciones individuales o pequeñas. Ni los recipientes de alfarería policroma ni los pequeños jarros o botellas de cerámica lisa pulida parecen aptos para el servicio de la comida o la bebida en contextos de comensalidad social amplia o concurrencia numerosa. De todos modos los pequeños cuencos lisos pulidos, de color gris o negro, son relativamente corrientes y ubicuos en la mayoría de las viviendas más tempranas. A la par, las urnas funerarias tenían grandes dimensiones y mostraban decoraciones aplicadas e incisas. Notablemente, las señales más antiguas de radicación aldeana en el área de nuestro estudio no corresponden a un sitio de habitación sino al montículo de El Mollar, en el valle de Tafí, de cuya base se han reportado dataciones de unos 2.296±70 años A. P. (González y Lagiglia 1973; González y Núñez Regueiro 1962). Este túmulo es conocido desde muy antiguo en la literatura arqueológica y fue descrito inicialmente como rodeado de estelas grabadas de piedra conocidas

entonces como «menhires» (Ambrosetti 1987; Bruch 1911) (Figura 12). Durante los primeros siglos de la era cristiana todavía proseguiría en operación o se habría renovado su uso, ya que, en estratos más altos, ofreció también fechas de 1.955±55, 1.950±60, 1.930±60 y 1.920±65 años A. P., es decir, tres o cuatro siglos más tarde que su fecha más antigua (González y Lagiglia 1973) 1 . Sus excavadores lo definieron como un montículo ceremonial. Seguramente fue levantado con detritos trasladados, resultantes del colapso de previas construcciones y desperdicios de diversas actividades. Contiene huesos fragmentados de camélidos, desechos de talla lítica, lentes de ceniza, semillas quemadas, carbón, fragmentos de pipas y enormes cantidades de fragmentos de cerámica ordinaria así como muy poca cantidad de cerámica incisa y de estilo Vaquerías. Tanto en su base como en su cima se hallaron enterramientos y en distintos niveles hay también restos humanos sueltos2 (Gómez Cardozo et al. 2007, González y Núñez Regueiro 1962). Este y otros ejemplos sugieren que la presencia de los ancestros enterrados en túmulos y dentro o en inmediaciones de las viviendas reforzó el vínculo de los moradores con su solar y su comarca. Aparte de El Mollar, ciertos núcleos residenciales de la Quebrada de La Ciénega, como El Pedregal CH1, corresponden por sus dataciones a este momento. Y se vinculan con la presencia de fragmentos de estilo Vaquerías, cerámica lisa pulida, aplicados decorativos y cobertura monocroma roja (Cremonte 1996). Diversos autores consideran que la primera fase de ocupación de Tafí está representada por aldeas dispersas compuestas por núcleos de habitación simples (Tafí I, sensu Berberián 1988). Aunque no puede decirse que la escultura y decoración de monolitos hayan sido prácticas generalizadas en todas las aldeas y caseríos mencionados, la erección de postes debe haber sido significativa durante esta fase Chimpa. Prueba de ello es que los pilares fálicos, felínicos y antropomorfos de Tafí y alrededores, se ubicaban al frente de los sitios residenciales, en el centro de grandes recintos, en los montículos o en puntos de acceso a sectores productivos pastoriles. Se cree que los monolitos se constituían de esa manera en la expresión material de los ancestros tutelares o «huancas» (Duviols 1979; García Azcárate 1996). Asimismo, se han encontrado «piedras paradas» o postes lisos, así como también decorados, en otros sitios formativos fuera de nuestra área de estudio, por ejemplo, en Tebenquiche y Alamito (Haber 1999:162; Núñez Regueiro 1998). Aparte de su función protectora, tutelar, los monolitos permitieron canalizar estrategias de inversión simbólica, objetivadas en la materia, y muy convenientes para aumentar el capital de reconocimiento de una cierta categoría social en relación con un orden sexuado, genealógico, generacional y/o espacial. Los postes esculpidos se manifiestan, con fuerte impacto visual, 28

testigo

hoyo poste

2

4

portal

escalón fogón Pipa h 19

Fragmentos asociados

2

5 9

1

Tortero h12

fogón

hoyo poste

8

Hueso puli do h 16

h22

hoyo poste

3

0

Fragmentos cerámica 2 ollas

2m

Figura 11: Cardonal, Núcleo 1. A la derecha, arriba, reconstrucción hipotética en base a estudios etnoarqueológicos de Delfino (1999) en un puesto actual en Laguna Blanca (foto de abajo).

instrumento piedra pulida pasivo

instrumento piedra pulida activo

improntas de cestería

instrumento hueso

vasija cerámica

punta proyectil

pozo

pipa

5

escalón

Da ub

n lé p rra te

testigo

CARDONAL Núcleo 1

ub Da

29

Figura 12: El Mollar, las letras y números indican la ubicación de los monolitos y el montículo hacia 1910 (tomado de Bruch 1911).

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en el espacio comunal colectivo de la unidad doméstica, familia, linaje, clan o grupo de parentesco, y contribuyen así a instituir los principios que fundan diferencias estatutarias entre diferentes segmentos sociales, es decir las jerarquías de los segmentos de linajes. Sus posiciones en un espacio cargado de significaciones –y categorizados según dimensiones tales como masculino/femenino, humano/animal, alto/bajo, oeste/ este, arriba/abajo, derecha/izquierda, celeste/terrestre, recto/curvo, superior/intermedio/inferior, o cualesquiera otras– implican al existencia de «un mundo de objetos», que van llenando de significado la acción de cualquier persona desde su más temprana enculturación, a través de la inculcación silenciosa de los mismos principios que rigen ese mundo. Es posible que las distinciones genealógicas, sexuales y generacionales, manifestadas en monolitos geométricos y figurativos, animales, humanos, etc., hincados en los terrenos y moradas, fueran aprovechadas como los vectores principales para proyectar la estructura de relaciones sociales, económicas y simbólicas sobre las prácticas mundanas o extraordinarias de intercambio de bienes y mujeres, de un modo en el que espacio, el parentesco generacional, la invocación de antigüedad de linaje y el sexo se imbricaban uno en otro en la construcción jerarquizada de esos segmentos sociales. Resumiendo, en cuanto al patrón edilicio, las unidades domésticas muestran cierto rango de

variación: de planta ortogonal o circular, simples o compuestas, aisladas o congregadas, pero nunca densamente apiñadas. Estas distintas configuraciones de los asentamientos parecen reflejar la naturaleza multicultural e imbricada de la primera colonización aldeana. En cuanto a la localización, las moradas se ubicaban cerca de sus terrenos productivos, corrales y fuentes de agua. Sus áreas funerarias pueden aparecer por debajo de los pisos de las viviendas, en la base de montículos, en los patios, en urnas o en la misma tierra, y aún en cementerios cercanos o apartados de las residencias (Cortés 2005). Es decir, desde aún antes de 2000 años A.P. ya había una diferencia entre áreas de habitación y ceremoniales, ya sean éstas funerarias o de otra naturaleza. La gran variedad de formas de entierro refuerza la posibilidad de etnicidad entreverada de los grupos. Además, las formas de desigualdad social podrían ser sostenidas por ordenaciones espaciotemporales con valencias diferentes basadas en criterios de parentesco, antigüedad generacional, legitimidad genealógica y distinciones sexuales, pudiendo expresarse en emblemas erectos, en localizaciones privilegiadas por asociación con los establecimientos más antiguos o los cementerios de antepasados remotos, en la cercanía o relación con tomas de agua, cerros o apachetas.

LABRAR EL PAISAJE las laderas de los valles y bolsones semiáridos. Entre los canchones agrícolas se disponen las viviendas, distantes varias decenas de metros unas de las otras y conformando caseríos dispersos, en la distribución típica de las estancias. En Caspinchango-El Ciénago, un extenso sitio con estructuras agrarias y residenciales en una localización justo al pie de la sierra de Aconquija, hace muchos años se excavó una vivienda doméstica, la Unidad 1 (Cigliano 1960:93). Este núcleo de habitación entre sus bancales de cultivo, está compuesto por cuatro cuartos semisubterráneos de planta circular y subcuadrangular. La construcción de las paredes es robusta; algunos muros presentan una leve inclinación hacia el interior. El Ciénago se destaca como un extenso sitio agrícola: despedregados, canchones y muros contenedores parecen demostrar un prolongado uso del conoide superior para las labores del campo (Cigliano 1960). No cuenta con fechados radiocarbónicos, sin embargo sus características son muy similares a las de otras estructuras agrarias y residenciales que se hallan más al sur, extendidas por casi toda la falda occidental del Aconquija y que cuentan con varios fechados (ver más adelante).

A medida que pasaba el tiempo, y atravesando la siguiente fase, Bañado (450-600 d. C.), los sitios agrícolas se hicieron visibles por las laderas aluvionales y fondos de los valles y constituyeron extensas áreas de paisaje modificado. Las fechas terminales de la fase refieren la aparición y desaparición de ciertos atributos cerámicos y no la real duración de la prolongada faena de labrado del paisaje agrario a que nos referimos, por lo que hacemos notar que esta obra de reproducción del espacio, en realidad, tuvo un comienzo más temprano y una finalización más reciente que lo que indican esas fechas de referencia. Hay que resaltar entonces la larga duración que habría tenido ese persistente cultivo del paisaje cuyo producto material dependió de la continua reproducción de las relaciones sociales aldeanas (Quesada 2007). Enormes superficies fueron virtualmente «domesticadas» (Haber 1999) mediante mano humana por erección de muros de contención, paredes perimetrales de lotes de tierra, limpieza y despedregado de superficies escabrosas, nivelación de faldeos, construcción de redes de riego y laboreo continuo de los terrenos. Prueba de ello son los numerosos conos aluvionales cubiertos con los restos de tales trabajos en 31

Figura 13: Bajo Los Cardones. A la derecha, vasija con silueta de simetría dorsoventral, color ante, alisada e incisa, del sepulcro bajo montículo (tomado de Chiappe Sánchez 2007 y Somonte 2005).

Pocos kilómetros al norte, en el paraje Bajo Los Cardones del valle de Santa María, se conocen sitios de vivienda similares pero que añaden montículos funerarios contiguos (Chiappe Sánchez 2007; Pastor y Rivero 2004; Somonte 2005 y 2007). Allí varias unidades de habitación de forma aproximadamente circular presentan túmulos mortuorios de piedra entre sus muros (Figura 13). Las viviendas son similares en su forma a las del vecino valle de Tafí, pero hasta el momento no se han reportado monolitos (Pastor y Rivero 2004). Además, el material cerámico acompañante de los cadáveres muestra características de estilo similares a la alfarería hallada en Tafí y en La Candelaria (Chiappe Sánchez 2007; Somonte 2005 y 2007). Se ha informado también que en superficie han sido hallados fragmentos de cerámica incisa, modelada con aplicaciones al pastillaje y otros de estilo Vaquerías y Candelaria (Pastor y Rivero 2004:194). Sin embargo, no se conocen dataciones absolutas de estos montículos funerarios y viviendas; bien podrían haber sido ocupados por un tiempo más prolongado que el de una sola fase. En el valle de Tafí y Quebrada de La Ciénega se han excavado varios núcleos residenciales de esta época como El Pedregal CH5 y CH1 (Figura 14) y El Arenalcito UC3 (Cremonte 1996), Tafí Km 64 y Km 75 (Berberián 1988; González y Núñez Regueiro 1962) y El Tolar (Sampietro y Vattuone 2005). Presentan robustas paredes de piedra y sus unidades domésticas comprenden recintos redondos de habitación, comunicados a su gran patio central circular donde se efectuaban diversas actividades domésticas; y donde

algunas líneas de piedra separan varios sectores que abarcan incluso un área de tumbas cilíndricas de paredes de piedra por debajo del piso (Berberián 1988; Cremonte 1996; González y Núñez Regueiro 1962; Sampietro y Vattuone 2005). Es decir, el patio fue usado simultáneamente como área de actividades cotidianas y lugar de entierro de los muertos (Figura 15). También se siguieron colocando postes líticos como emblemas al frente de las viviendas, y las tumbas cavadas debajo del piso de los patios habrían permitido retener la memoria de los antepasados y reafirmar el arraigo, la identidad y la continuidad de cada segmento de parentesco (Berberián 1988; Sampietro y Vattuone 2005). En 1944, F. de Aparicio trabajó en la localidad de Tolombón y obtuvo materiales de sitios formativos (hoy depositados en el Museo Etnográfico de Buenos Aires), pero no se conocen las clases de estructuras que fueron excavadas. En 1956, C. R. Lafón y P. Krapovickas, realizaron trabajos en la misma área. En un sector denominado «Cerca de la casa de Juan Cruz», cavaron una trinchera donde recogieron materiales «del Período Temprano y Medio» (Tarragó 1989). Según Tarragó, los resultados de la excavación demostraron la presencia de cerámicas anaranjadas y grises grabadas relacionadas con el momento marcado como «Candelaria III-Fase Molleyaco». Además, podrían haber recogido cerámicas de momentos aún anteriores a dicha fase. Más tarde en 1964, el equipo de la Universidad del Litoral, bajo la dirección de P. Krapovickas, realizó nuevas tareas en el conoide principal de Tolombón. Excavaron una habitación de contorno circular y paredes bajas poco visibles. Su modo de construcción y su emplazamiento 32

Figura 14: El Pedregal, Quebrada de La Ciénega. Conjunto Habitacional 5 con excavaciones y dataciones. A la derecha, Patio 6 de CH 5. Cerámicas de El Pedregal: botella gris oscura pulida, de cuello vertedero, decorada con aplicaciones e incisiones, del Recinto 2 de CH5; fragmentos de Recinto 6 de CH1 (tomado de Cremonte 1996).

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T2 1560±35 AP

T3

T1 patio

Figura 15: Sitio El Tolar, Tafí del Valle. Núcleo habitacional. Ubicación de las tumbas en el patio central y contenido de la Tumba 1. Escudilla Gris liso pulido, cuentas de malaquita y turquesa y pendientes de oro (tomado de Sampietro Vattuone 2002)

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en el vértice del conoide, contrastaban marcadamente con las del poblado del Período Tardío. Obtuvieron algunas vasijas y tiestos, particularmente, cerámicas grises lisas (Tarragó y Scattolin 1999). Más al sur, los sitios en el piedemonte occidental del Aconquija, en esta fase estaban siendo ocupados con estancias compuestas por viviendas y canchones, que se extendían por los ápices de los conos aluvionales (Scattolin 2001). Los fechados de Loma Alta, desde 1.600±120 A.P. hasta 700±50 A.P. demuestran que este modelo de ocupación se prolonga aquí bastante tiempo, es decir que la zona continuó teniendo este patrón hasta mucho después, cuando ya las poblaciones en varios valles se habían empezado a concentrar en poblados conglomerados, y es recién entonces que podría serle aplicado el término «rural», por oposición a la nueva modalidad concentrada (Figura 16). Lo mismo parece ocurrir en Tesoro I, Loma Redonda (Figura 17), Ingenio del Arenal Centro y Buey Muerto, sitio que da nombre a un tipo específico de asentamiento definido en su obra de síntesis por Raffino (1991) como «La Aguada-Buey Muerto». Bien al oeste de Santa María, en la puna, se hallan sitios con patrón similar, como ocurre en la localidad de Laguna Blanca (Figura 18) (Delfino 1999). Incluso en Tebenquiche durante esta época parece que se edificaron algunos de sus núcleos de vivienda. Su construcción y uso se extendió también hasta más tarde (Haber 1999; Quesada 2007) como en la mencionada falda del Aconquija. El intenso uso de los campos y su constante renovación impondrían a las unidades domésticas mantenerse cerca de sus campos de cultivo, en vez de cerca de sus vecinos en aldeas compactas, configurando una distribución salpicada, dispersa (Drennan 1988:285). De allí se debe ese espaciamiento sistemático que se observa asociado a este patrón. En donde el suelo carece de cubierta pedregosa, la pendiente es más plana y el ambiente es más húmedo, como en las yungas de Tucumán y Salta, las áreas de cultivo no aparecen cercadas con muros de piedra, aunque se mantiene, de todos modos, el patrón de estancias o caseríos, la conservación de los antepasados bajo las viviendas, entre o cerca de ellas, y la marcación con pilares. En efecto, al este de nuestra área de estudio, también se conocía la costumbre de colocar postes líticos, y uno de dos metros de altura se halló todavía vertical en el valle del río Medina (Krapovickas 1968:111), donde también se encontraron varios recintos habitacionales con entierros por debajo de sus pisos. Algunos de ellos «aparentan formar un conjunto de habitaciones circulares ordenadas en arco alrededor de una plaza, cancha o patio interior» (Krapovickas 1968:92). Otro monolito decorado con grabados geométricos fue erigido también en Molleyaco Sitio II,

Trancas, Tucumán. «El yacimiento de Molleyaco nos ha mostrado… una serie de construcciones que forman una pequeña aldea» con basamentos de piedra y muros superiores de material perecible (Heredia 1969:120). Su excavador describió un basurero lateral y entierros humanos debajo de los pisos habitacionales y manifiesta que «en cuanto al menhir podemos decir que por su emplazamiento en un lugar destacado dentro del poblado ha de haber jugado un importante papel en determinadas ceremonias religiosas de sus habitantes» (Heredia 1969: 121) (Figura 19). La llanura aluvional más o menos plana en el fondo del valle de Santa María también debió ser objeto de un continuo labrado, aunque los rastros materiales sean menos evidentes por carecer de las paredes de piedra bien preservadas. Los sitios de la planicie aluvional en general están representados casi exclusivamente por dispersiones superficiales de cerámica que al excavarse ofrecen también restos en capa, así que es muy raro el hallazgo de construcciones antiguas. No obstante, de allí conocemos un asentamiento residencial en El Bañado –el que da nombre a la fase– con arquitectura de piedra y barro, y habitaciones de planta rectangular, que corresponde, según sus excavadores, a un sitio «típicamente La Candelaria» en referencia a la cerámica asociada (Pelissero y Difrieri 1981:63). Allí aparecieron fondos de vivienda cuyos cimientos eran de planta rectangular, de piedras unidas mediante la utilización de arena seca... Por debajo de sus pisos se encontraron enterramientos en grandes urnas ovoides con la superficie alisada y sin decoración, con base convexa, conteniendo restos humanos y vasijas. Este sitio lamentablemente no tiene dataciones. No obstante, la cerámica hallada sugiere que debe tratarse de una ocupación de mediados del primer milenio d. C. Dos enterramientos del fondo del valle de Santa María, Lampacito y Bañado-La Vaquería, uno directo en la tierra y otro dentro de una gran urna ovoide tosca, tienen dataciones que coinciden con la parte final de esta fase Bañado y presentan esas mismas asociaciones de materiales (Scattolin et al. 2005). El entierro directo contenía los restos de una mujer acompañada de varios ejemplares de jarras con cuello vertedero oblicuo y decoración de incisión rayada o reticulada. La urna funeraria contenía los restos de dos niños con una jarra antropomorfa con borde de perfil oblicuo vertedero. Estos materiales cerámicos, de estilo Candelaria, tradicionalmente se han vinculado con las yungas, pero, como vemos, se encuentran difundidos también por el valle de Santa María, el valle de Tafí, el valle del Cajón, el sur del valle Calchaquí, Laguna Blanca y la puna de Salta y Catamarca. Por todas estas regiones, durante la fase Bañado, los aldeanos usaron en sus actividades cotidianas, celebraciones y ofrendas fúnebres, cerámicas grises lisas, grises incisas y rojas pulidas de buena 35

Figura 16: Abajo, Loma Alta. Arriba, el patio R47 de Loma Alta, con sectores de actividades múltiples.

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Figura 17: El cono aluvial de Loma Redonda en la Falda occidental del Aconquija, foto aérea. Se observan campos de cultivo.

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Figura 18: Laguna Blanca (tomado de Delfino 1999), foto aérea. A la derecha, vasijas de simetría dorsoventral y cuello vertedero de cementerios de Laguna Blanca (Colección B. Muniz Barreto, Museo de La Plata).

Figura 19: Viviendas de Molleyaco, San Pedro de Colalao, Tucumán (tomado de Heredia 1969).

factura y variada morfología, pero uno de los recipientes habituales en las tumbas son las jarras de simetría dorsoventral y cuello vertedero u oblicuo (Scattolin 2006). Entre Angastaco y Molinos, en el fondo del valle Calchaquí, se destaca una construcción especial en el sitio La Angostura (Figura 20). Se trata de «una plataforma ceremonial, en forma de pirámide truncada, que se alza como eje, alrededor de la cual, se había emplazado una pequeña aldea rural»; sus restos están actualmente muy deteriorados (Raffino 1981).

El sitio La Angostura no tiene fechados radiocarbónicos y ha sido designado normalmente bajo el rótulo de «Aguada» (Núñez Regueiro y Tartusi 1993:25), no obstante, según sus descriptores «el componente cerámico más popular pertenece a la tradición Candelaria» (Raffino et al. 1982:11), de allí que debería revisarse su adscripción cultural. Su descripción y contenido sugiere que también en el valle Calchaquí algunos parajes se marcaron simbólicamente en el paisaje. Aunque no conocemos exactamente la fecha precisa de su operación, según Raffino «es factible ubicar en forma cronológica a este centro ceremonial Calchaquí aproximadamente entre los siglos IV a VII de la era cristiana» (Raffino 1981:3) por lo que sería posterior al montículo de El Mollar. La reproducción prolongada de las relaciones sociales en el espacio agrario tuvo que involucrar acciones y relaciones de dominio, de potestad sobre terrenos, de delimitación de parcelas, de división de los rebaños y la finca –sobre todo en momentos de sucesión y de herencia–, de congregación de personal para ejecutar obras y de división de labores –ocasiones favorables para afianzar alianzas–, de asignación de turnos de aguas, de control y distribución del riego, de inauguración de ciclos, de apertura de labores, de organización de los tiempos –oportunidades especiales

«La plataforma construida sobre un montículo natural de 5 metros de altura, cuya cima fue aplanada mediante una nivelación, posee en su parte superior una construcción de forma circular de 6 metros de diámetro, con paredes de piedras de tres colores (gris, rojo y blanco). Dentro de este recinto fue realizado, también mediante piedras multicolores, una especie de cruz asimétrica cuyos brazos se orientan hacia los cuatro puntos cardinales. En derredor de la base de esta plataforma-pirámide, una muralla de piedra hoy día muy destruida, contribuyó a dar forma al montículo, al que rodeó en su totalidad, a la vez que lo separaba del espacio ocupado por las viviendas de la aldea» (Raffino 1981:3).

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Figura 20: La Angostura (tomado de Raffino 1981)

para la celebración y el rito–, de designación y delegación de funciones, todas prácticas que ponen en juego derechos y deberes, que activan las posiciones sociales mutuamente relativas, y con ello la movilización de toda clase de significaciones sociales y simbólicas. La textura acumulativa de los rastros materiales vigentes, monótonos y repetitivos, deben recordarnos precisamente que fueron un engranaje primordial de la estructuración social que se engendraba en el seno de las sociedades aldeanas. Sin embargo, el carácter repetitivo y redundante de la arquitectura, de apariencia inmutable, que generan estas prácticas agrarias no debe hacer olvidar que su sistema, aparentemente indiferenciado y autosuficiente,

no era cerrado, todo lo contrario, el microcosmos campesino, se insertaba en un universo articulado e interdependiente, un espacio global, por el que circularon bienes, materias primas y artefactos. Pero también, y sobre todo, circulaban personas entre puntos distantes, desde el chaco a la puna y viceversa. Ello provoca el encuentro, la concurrencia en un mismo lugar de individuos procedentes de ámbitos y trayectorias sociales e históricas independientes, con hábitos y costumbres diferenciados, es decir, la encrucijada espacio-temporal, lo cual introduce desfases, la oportunidad para la coyuntura, el acontecimiento y, en suma, la temporalidad.

CAMBIO DE ESCALA ESPACIAL: ORDENACIÓN ALDEANA De acuerdo con la cerámica hallada, los cementerios y lugares residenciales de la Banda de Arriba de Cafayate, podrían corresponder a la fase Colalao (650-900 d. C.) o ser algo anteriores. Se han registrado unos quince sitios formativos en los alrededores de Cafayate, pero de ellos no se cuenta con planos (Ledesma et al. 2007). Correspondiendo con el final de la fase Colalao ocurre uno de los primeros ejemplos de asentamientos conglomerados en Santa María. Se trata del sitio Morro de las Espinillas, cerca de Punta de Balasto, datado en los siglos IX y X (Scattolin 2003). Sus primeros excavadores se sorprendieron al hallar una rara conjunción de una arquitectura similar a la de los poblados conglomerados del período de Desarrollos Regionales con una cerámica tipológicamente atribuible a lo que en ese entonces se consideraba del período Medio o Temprano (Cigliano 1960).

Morro de las Espinillas comprende construcciones sobre una terraza alargada, de unos 15 m de alto a la vera del río Pajanguillo. Ocupa 0,6 ha, aunque su actual extensión es menor a la original debido a desmoronamientos en su borde oriental que han destruido parte del sitio. En esta media hectárea remanente hay unas cuarenta estructuras, que abarcan recintos habitacionales cuadrangulares (unos 30), agrupados de a varios, algunos intercomunicados, y recintos no-residenciales. El asentamiento se halla cercado por una valla perimetral de piedra y se lo ha provisto de un acceso restringido (Figura 21). Hay un único lugar por donde entrar al área habitacional que está rodeada por el muro. La entrada se ubica en el sur a través de un trayecto sinuoso que sortea varios muros y el acceso al área de mayor concentración de recintos se gana luego de traspasar dos espacios abiertos. Los artefactos hallados, tanto en superficie como en capa, 40

Figura 21: Morro de las Espinillas.

La alfarería propia de Morro de las Espinillas da cuenta de un conjunto funcionalmente bastante completo, que incluye enseres de cocción, elaboración, almacenamiento, transferencia y vajilla de servicio. La proporción entre tiestos de pastas ordinarias (ollas o huirquis) y finas (tinajas, cántaros, escudillas, platos) es pareja (50/50%) y resulta diferente de la que se da en algunos asentamientos vecinos, dispersos, de la misma época o más antiguos, donde la proporción de alfarería ordinaria es bastante mayor. La vajilla de servicio presenta decoración geométrica ya sea pintada o incisa. No hay ningún hallazgo con decoración figurativa. La manufactura alfarera tiende a despojar sus productos de su contenido figurativo y directamente referencial y a dotarse de atributos sin alusiones directas a personajes, efigies, animales, etc., en la decoración, algo que la diferencia de la contemporánea cerámica de estilo Aguada (Scattolin 2003). El conjunto cerámico de Morro de las Espinillas, se presenta estilísticamente variable, reúne rasgos que se habían adjudicado a diferentes áreas culturales (Valliserrana, Selvas Occidentales, Chaco) y no porta

se componen de desechos domésticos. Se trata, de una aldea pequeña pero concentrada, constituida por unidades domésticas y otras estructuras, algunas de mayores dimensiones como espacios abiertos, trayectos de circulación, etc., y cuyos sectores de producción agraria podrían ser los canchones de cultivo y corrales que se encuentran unos cientos de metros al Este, en Pajanguillo Medio y Alto (Cigliano 1960; Scattolin 2003). El asentamiento representa un espacio residencial compacto separado de la producción agraria, que sugiere una inversión en arquitectura comunitaria: un lugar de habitación articulado espacialmente por relaciones de interacción social concentrada. La restricción y la separación permitirían ejercer control de los propios recursos humanos al interior del espacio construido y hacia el exterior. Podemos decir entonces que las primeras aldeas conglomeradas ya se habían establecido en Santa María más o menos hacia el año 900 d. C. y algunas de ellas no contienen cerámica santamariana, ni tampoco la típica cerámica Aguada con iconografía felínica que se producía contemporáneamente más al sur. 41

motivos de felinos, cabezas trofeo o imágenes del sacrificador, etc. Por sus características morfológicofuncionales es posible que las tinajas de Morro de las Espinillas sirvieran para almacenamiento, maceración de substancias, elaboración de bebidas y transferencia de líquidos, sobre todo las no-decoradas. En cambio, las que han tenido inversión de trabajo en su decoración y acabado, pueden haber cumplido funciones de servicio de bebidas en contextos en los cuales la exhibición visual haya sido conveniente. Esta diversidad y proporción de tinajas, decoradas y no decoradas, no aparece en contextos cerámicos anteriores de la fase Bañado, como los encontrados en las fincas y estancias vecinas de la falda occidental del Aconquija. Sin embargo, este uso de tinajas con buena terminación era compartido al mismo tiempo con otros grupos contemporáneos pero más lejanos. Para apreciar mejor este fenómeno es preciso ampliar nuestra escala espacial y hacer comparaciones con ámbitos distantes. Hacia el sur, durante esta época, estaban siendo ocupados los sitios del valle de Ambato con estructuras monticulares y plazuelas, como el caso de La Rinconada, Piedras Blancas, Huañomil y otros que contienen la característica cerámica de estilo Aguada con su rica imaginería felínica. De ellos proviene una gran cantidad de escudillas y vasos negros grabados de excelente factura y profusa decoración. Grandes tinajas pintadas en tres colores, de estilo Ambato o Cortaderas y otras de pasta ordinaria han sido encontradas en el sitio ceremonial de La Rinconada, asociadas a contextos de elaboración y almacenamiento de bebidas fermentadas; se habrían usado en celebraciones (Gordillo en este volumen). De Choya 68, en el valle de Catamarca, un gran montículo artificial, provienen también grandes vasijas profusamente decoradas en el estilo denominado Aguada-Portezuelo (Baldini et al. 2002). Apreciada en esta escala ampliada, la proliferación de estas formas de tinajas y cántaros, junto con escudillas y tazones decorados, en ciertos sitios de distintos valles parece indicar que en este momento hubo un incremento del uso de bebidas en contextos de consumo colectivo y celebraciones festivas. Como diría Gombrich (2003), el «nicho ecológico» ideal para las imágenes, la estilización estética, el despliegue decorativo, la manufactura depurada, no era sólo el vaso votivo de las mesas de culto y altares –común en fases anteriores– sino también la vajilla para las mesas de comensales que se reunían en espacios comunitarios significativos. El consumo de estilo había cambiado y tanto la arquitectura como la cerámica participaron de esos cambios. Entretanto, el diseño de asentamiento de estancias y caseríos dispersos entre campos de cultivo continuó siendo empleado sin interrupción. Así ocurrió en la falda del Aconquija y la puna donde se prolonga la ocupación de sitios con este patrón en las localidades

ya mencionadas de Laguna Blanca y Tebenquiche (Delfino 1999; Haber 1999; Quesada 2007). En el valle de Tafí, cuando ya hacía tiempo que no funcionaba más su montículo ceremonial, hacia las novena y décima centurias, se detecta una tendencia creciente de concentración aldeana, aunque sin una separación completa entre espacio de poblado y espacio de producción. Este período corresponde el patrón de asentamiento más denso y complejo que tipifica la fase Tafí II (Berberián 1988). Fenómenos similares ocurren en sitios cercanos en los alrededores de Amaicha (Sosa 1994), algunos de ellos con dataciones, como en el paraje de El Remate de Los Zazos, cuyo patrón arquitectónico «presenta características similares a los registrados en el sector de La Bolsa y en la Quebrada de La Ciénega». En los patios se localizaron los enterramientos junto a las actividades domésticas (Aschero y Ribotta 2007) igual que en Tafí. Pero en El Remate el diseño de los terrenos de cultivo aumenta su complejidad, incorporando sectores especiales (Figura 22). Según sus excavadores, las obras arquitectónicas ahora introducen la andenería como forma especializada para los terrenos dedicados a la agricultura. «El sitio presenta dos sectores diferenciados: el Sur y el Norte. En el primero las estructuras son unidades residenciales compuestas circulares formadas por un núcleo integrado por unidades circulares de 7 a 10 metros de diámetro y adosadas a ellas 1 o 2 subcirculares de menor tamaño. Poseen andenes de cultivo que se articulan con las unidades mayores, o bien se encuentran en las inmediaciones de ellas en la ladera de la montaña siguiendo las curvas de nivel, regados por una acequia cubierta. En el segundo en cambio, hay una mayor aglomeración de estructuras presentándose una mayor complejización del patrón de asentamiento, son estructuras mas abigarradas también circulares grandes y subcirculares menores adosadas a las mismas pero en mayor número que en el sector anterior. No se observan andenes, tiene una estructura con forma subrectangular de 36 metros por 32 metros... La arquitectura presenta un conjunto de estructuras circulares y subcirculares, con un círculo central o patio central, anexado a los laterales de este círculo se hallaron otros círculos menores… En ciertos sectores que las paredes de las unidades toman contacto entre sí el espesor de las mismas oscila entre los 2 y los 2,50 metros, esto es llamativo y podría deberse a un refuerzo elaborado con estas rocas, colocado de esa manera para posibilitar la construcción-reconstrucción de otras unidades o para poder introducir cierres, vanos, cistas u otras variantes arquitectónicas… Los andenes de cultivo… estuvieron regados por una acequia cubierta que traía el agua desde una distancia considerable. Esta es una clara señal del destacado manejo y control de los medios de irrigación que tenían en el sitio…

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Figura 22: Amaicha, sitio El Remate. A la derecha, aldea. A la izquierda, núcleo residencial con habitación y patio excavados. V, vasija. F, fogón. T, tumba. (tomado de Aschero y Ribotta 2007).

Por otra parte se observa un marcado control sobre la erosión, en los sectores que los andenes mantienen su estructura sin alteración, no existen arroyadas ni marcas de erosión hídrica... (Aschero y Ribotta 2007:passim)

Se habrá advertido que para percibir cabalmente la diversificación de las formas de estructuración del paisaje construido ha sido útil cambiar la escala de estudio, aumentar nuestro ángulo de visión e incorporar al análisis otras regiones. La perspectiva multiregional permite apreciar con mayor claridad que las clases de espacios se van desagregando y emergen jerarquías. Mientras las funciones sagradas y profanas pueden imbricarse dentro de la propia vivienda aldeana, como sigue ocurriendo en El Remate, al mismo momento, pero a escala mayor, el espacio deja de ser indiferenciado, y entonces la arquitectura cotidiana comienza a distinguirse de la edificación para los eventos extraordinarios, la distribución de la población en el espacio pierde homogeneidad, se agruma por un lado y se esparce por otro. Desde el punto de vista del diseño arquitectónico, se aprecia la producción de lugares diferenciados y la especialización constructiva. Veamos más ejemplos. Morro de las Espinillas no era la única aldea aglomerada de los siglos IX y X. En el mismo valle de Santa María, Morro del Fraile, un poblado conglomerado con más de setenta estructuras «sobre las crestas del cerro» (Figura 23), presenta también cerámica de estilo Aguada no figurativo o Aguada bicolor (además de cerámica de estilo santamariano) (Nastri et al. 2005). Es difícil precisar cuándo dejó de utilizarse el montículo en La Angostura. Pero sus funciones podrían haberse resignificado con la construcción de otros monumentos. Con mucha probabilidad, el sitio Lázaro, en Tolombón, con un recinto cercado que incluye varias plataformas de piedra en su interior y cerámica semejante a «los estilos definidos por Serrano como Guachipas policromo o a una Aguada pintado local...» (Williams 2003:171), podría corresponder a estos últimos siglos del primer milenio y ser contemporáneo de Morro del Fraile y Morro de las Espinillas. En tal caso podría haber cumplido servicios especializados en celebraciones estacionales. Por la misma época, hacia el norte, el sitio Molinos I en el valle Calchaquí es un asentamiento aglutinado con más de cien estructuras. Aunque «el asentamiento es estructuralmente muy similar a los de la ocupación Santamariana», presenta cerámica considerada de «la transición a los Desarrollos Regionales» (ver Baldini 1992 y en este volumen). Y en ese mismo momento, más al norte del valle Calchaquí, se levantaron sitios aglomerados, como Buena Vista, el cual incluye viviendas cuadrangulares semisubterráneas, plaza central y montículos de tierra

Figura 23: Morro del Fraile (tomado de Nastri et al. 2005).

en las esquinas de los recintos; «muchos montículos poseen cistas de piedra insertas en ellos, probablemente empleadas como tumbas; los montículos varían en tamaño; en Buena Vista el mayor de los montículos tiene seis metros de diámetro y se eleva 1,5m» (De Marrais 2001:316). Finalmente, en el propio valle de Santa María, Rincón Chico y Pichao en los siglos IX y X manifiestan sus componentes más antiguos conteniendo ya cerámica de estilo santamariano (Cornell y Johansson 1993; Tarragó 2000; Tarragó y Nastri 1999). En estos dos 44

lugares se establecerán más tarde los grandes poblados aglomerados y defensivos típicos del período de Desarrollos Regionales, que durarán hasta la expansión inka y la invasión española. Algo parecido ocurrirá más al norte en la Quebrada de Humahuaca, donde hubo una gran concentración de población en sus pueblos y pucarás (Nielsen 1996). En síntesis, entre los siglos IX y X, las poblaciones prehispánicas reordenaron su paisaje edilicio. A medida que se llenaron los vacíos, se estabilizaron una variedad de modos de ocupación del espacio y se configuraron

modalidades de apropiación del paisaje que abarcaban aldeas aglomeradas (Morro), sitios con túmulos (Lázaro), caseríos dispersos o semiconglomerados (El Remate, Tafí, Ambato y Tebenquiche), puestos de caza y pastoreo (Antofagasta de la Sierra; Olivera 1991), y las ocupaciones iniciales de sitios que van a tener un desarrollo posterior (Rincón Chico y Pichao). En las centurias de 800 y 900 d. C. se manifiesta una alta diversificación en los medios de edificación, agrupamiento y concentración del espacio construido pero según unos pocos principios de ordenación.

ÓRDENES DE DIFERENCIACIÓN Los atributos del paisaje edificado se pueden examinar –como los de cualquier recurso cultural, la cerámica y otras artes– como conjuntos de recursos de diseño, formales, técnicos y simbólicos a los que se puede acudir para conformar el ambiente construido según las posiciones, capacidades, disposiciones y estrategias sociales de los agentes involucrados en su construcción. Los asentamientos pueden distinguirse según localización, densidad y volumen, pero también importa reconocer sus principios de organización. De manera que, además de los cambios demográficos, el traslado de poblaciones, la especialización de funciones, el contacto y mezcla de tradiciones culturales ¿qué clase de principios activan simbólicamente a las formas de construcción del paisaje? Para la época en que finalizaba el Horizonte Medio en el área Centro Sur andina, en el valle de Santa María y alrededores, destacamos aquí al menos dos modos de estructuración del espacio arquitectónico en razón de que normalmente han sido considerados como indicadores de jerarquización de asentamientos. Por un lado aquellos lugares donde la edificación se basó en la concentración de población, esto es, la colocación de efectivos humanos en un espacio habitacional concentrado y destacado, tales como Morro de las Espinillas, Molinos I y Morro del Fraile, que se ponen de manifiesto objetivamente como sede material de recursos ligados a la posesión de una red duradera de relaciones de conocimiento y reconocimiento, o en otros términos, de pertenencia a un grupo, es decir, de recursos sociales (una especie de «capital social») y de la fuerza de trabajo (una especie de «capital económico») (Bourdieu 2000). Morro de las Espinillas representaría la construcción de un sitio destacado, fijo, un contenedor definido, un lugar residencial como sede de interacciones sociales concentradas –con las elocuencias simbólicas que esto haya podido acarrear– y fundado sobre un recurso de estructuración del espacio diferente al que se observa con más asiduidad, pero no con exclusividad, más hacia

el sur, en el área de los llamados «centros ceremoniales Aguada» (ver Gordillo en este volumen). En esta última zona el espacio se destaca a través de otros rasgos arquitectónicos sobresalientes, en particular, los montículos y plataformas. La edificación de los túmulos recurre a medios de jerarquización distintivos y se expresa en la erección o reactivación de construcciones de índole ceremonial, es decir, el empleo de medios de impacto visual y escenográfico en un espacio ceremonial señalado, tales como La Rinconada, Piedras Blancas, Choya 68 o Lázaro de Tolombón. Actúan como sede de la práctica ritual, gerencia de bienes sacros y conservatorio de una cosmología (vehículos de transmisión de información y de inculcación de la herencia cultural). Ambos modos requieren esfuerzos corporativos, pero son esfuerzos a los que se aplican diferentes principios de inversión. En un caso se ponen en juego medios que podríamos denominar seculares, mundanos, profanos, y en el otro se invierte en recursos ceremoniales, cúlticos, sacros. Pero ambos pueden ser movilizables y aptos para producir efectos simbólicos. Y como en toda transformación material a través del trabajo, una vez hecha la inversión, el paisaje queda enriquecido, «capitalizado». La obra se arraiga en el paisaje físico y se encuentra disponible para ser transmitida, heredada de generación en generación, de agente a agente y disponible para transmutarse en «capital simbólico» o más bien producir «efectos simbólicos». El paisaje construido y la arquitectura se constituyen así en una especie de «capital» agregado, de una manera material y objetiva, que actúa como lo hace un «monumento». Además, tal paisaje construido se incorpora a los agentes mismos en la forma de las capacidades para disponer del uso (ocupación), comprensión y apropiación de la obra construida. En la medida en que el paisaje construido es puesto en juego en un ámbito de competición, se conserva como recurso acumulado activo. Por eso cabe destacar que las dos formas de inversión edilicia tuvieron precedentes, es decir, los diversos medios 45

estuvieron disponibles en una amplia extensión y no se pueden segregar fácilmente de manera categórica por sectores. Por el momento, el estudio comparativo de los asentamientos del valle de Santa María y alrededores durante el primer milenio y los primeros siglos del siguiente no avalan la idea de un colapso rápido y generalizado de montículos ceremoniales –como al parecer ocurrió más al sur (Gordillo, en este volumen)– y el reemplazo repentino de poblaciones. Recordemos que antes de Morro de las Espinillas, hubo viviendas aglomeradas en lugares destacados como Antigal de Tesoro, y quizá Yutopian; antes que los túmulos de Tolombón, que suponemos son de fines del primer milenio d. C., hubo montículos y espacios ceremoniales en El Mollar, Bajo Los

Cardones o en La Angostura, siendo El Mollar de comienzos del primer milenio. En cualquier forma, habrá que tener en cuenta que todo avance en la resolución de nuestros marcos cronológicos que permita observar cada vez más detalles en la trayectoria puede hacernos variar de arriba a abajo esta interpretación del final de la época formativa en Santa María. No obstante, fue posiblemente durante los siglos IX a XI, que las diversas formas de inversión edilicia y de confección de objetos artesanales produjeran en los distintos valles beneficios simbólicos diferenciados y que la apropiación diferencial de estos «recursos culturales» por parte de las poblaciones pusiera en juego y activara sus posiciones estructurales recíprocas y contribuyera así a la construcción de identidades y medios de legitimación distintivos.

NOTAS 1. Debe notarse que tales fechas son simultáneas al desarrollo de las fases Chiripa Tardío, Pukara y Tiwanaku I y II, lapso en que se difundieron los estilos de talla lítica de Yayamama y Khonkho Wankane presentes en estelas líticas del área Centro Sur andina (Mohr Chávez 2001; Janusek 2004). 2. Al parecer sólo uno de los enterramientos sería presantamariano (Srur 1998, citado por Gómez Cardozo et al. 2007) BIBLIOGRAFÍA Albeck, M. E. y M. C. Scattolin 1984 Análisis preliminar de los asentamientos prehispánicos de Laguna Blanca (Catamarca) mediante el uso de la fotografía aérea. Revista del Museo de la Plata (Antropología) 8(61):279-302. La Plata. Ambrosetti, J. B. 1897 Los monumentos megalíticos del valle de Tafí (Tucumán). Boletín del Instituto Geográfico Argentino 18: 105114. Buenos Aires. Arena, M. D. 1975 Arqueología del Campo del Fraile y aledaños (Valle del Cajón, Departamento Santa María Catamarca). Actas del Primer Congreso de Arqueología Argentina pp: 43-96. Rosario. Aschero, C. y M. A. Korstanje 1995 Sobre figuras humanas, producción y símbolos. Aspectos del arte rupestre del Noroeste argentino. En XXV Aniversario del Museo Arqueológico Dr. Eduardo Casanova pp. 13-31. Instituto Interdisciplinario Tilcara, FFyL-UBA, Tilcara. Aschero, C. y E. Ribotta 2007 Usos del espacio, tiempo y funebria en El Remate (Los Zazos, Amaicha del Valle, Tucumán). En: Paisajes y procesos sociales en Tafí del valle, compilado por P. Arenas, B. Manasse y E. Noli pp: 79-94. Universidad Nacional de Tucumán. Babot, M. P. y M. C. Apella 2007 Aproximación al proceso de producción de alfarería en el área Valliserrana de Tucumán, Argentina: un análisis de mezclas pigmentarias y coberturas cerámicas. Cerámicas arqueológicas. Perspectivas arqueométricas para su análisis e interpretación pp: 13-26. Editado por M.B. Cremonte y N. Ratto. EdiUNJu. S. S. de Jujuy. Baldini, L. 1992 El sitio Molinos I dentro de los esquemas de desarrollo cultural del Noroeste argentino. Arqueología 2:5368. Instituto de Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. Baldini, M., J. Carbonari, G. Cieza, M. E. De Feo, M. F. Del Castillo Bernal, R. Huarte, A. Figini, A.R. González y J. Togo 2002 Primer análisis de la cronología obtenida en el sitio Choya 68 (Dpto. de Capayán, Provincia de Catamarca, Argentina). Estudios Atacameños. 24:71-82. San Pedro de Atacama. 46

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50

Tabla 1: Fechas radiocarbónicas de asentamientos formativos del área de estudio. Referencia

Valle de Santa María

Procedencia

3.100±70 2.540±75 2.510±65 2.455±80 2.455±75 2.450±60 2.170±70 1.990±80 1.940±80 1.760±100 1.446±36 1.400±40 1.375±40 1.300±60 1.180±40 1.170±40 1.160±40 1.140±70 1.170±70 1.175±60 1.130±40 1.065±70 1.020±80 960±60 930±70 910±70 900±40

Ua 14982 Ua 12860 Ua 12857 Ua 12858 Ua 12859 Ua 12861 GX 25169 LP1315 LP1541 LP 962 AA59414 LP 940 Ua 20627 IVIC187 UGA8360 LP 923 AA 32430 GX 25168 LP825 LP529 UGA8361 Ua 2804 LP471 LP248 LP1495 Ua 2802 UGA8359

Qda. del Carmen 1930.39.5b Quilmes, Schreiter 362 Quilmes, Schreiter 357 Quilmes, Schreiter 357 Quilmes, Schreiter 357 Quilmes (Bañado), Schreiter 359 Morro Espinillas S4 N5 Pichanal 2, Fte. Quemado Soria 2 Recinto 1 Bañado Viejo/S 1/N 24 Lampacito Tumba Dama Bañado Viejo/S 1/N10 El Bañado, La Vaquería Tumba Cerro Mendocino El Remate, Los Zazos, Amaicha BañadoViejo/1/N4 Morro Espinillas S5 N5 Morro Espinillas S3 N5 Morro del Fraile (AgBicol+Sta. Ma) Rincón Chico 15/H7 (Santamariano) El Remate, Los Zazos, Amaicha Pichao III-1/3/3 (Santamariano) R. Chico 18/R2 (Santamariano) R. Chico 15-34-DE (Santamariano) Qda.Los Cardones R78N4 (StaMa) Pichao 5:IX tumba (Santamariano) El Remate, Los Zazos, Amaicha

Muñoz 2002 Muñoz y Stenborg 1999 Muñoz y Stenborg 1999 Muñoz y Stenborg 1999 Muñoz y Stenborg 1999 Muñoz y Stenborg 1999 Scattolin 2000, 2003 b Nastri et al. 2005 Palamarczuk et al. 2007 Scattolin et al 2001 Scattolin et al 2005 Scattolin et al 2001 Scattolin et al 2005 Cigliano 1966 (rechazado) Aschero y Ribotta 2004 Scattolin et al 2001 Scattolin 2000, 2003 b Scattolin 2000, 2003 b Nastri 1999 Tarragó et al. 1997 Aschero y Ribotta 2004 Cornell y Johansson 1993 Tarragó et al. 1997 Tarragó et al. 1997 Rivolta 2007 Cornell y Johansson 1993 Aschero y Ribotta 2004

Valle de Tafí-Qda. La Ciénega

Fechado AP Código Lab 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43

2.480±110 2.296±70 1.970±120 1.955±55 1.950±60 1.930±60 1.920±65 1.700±40 1.570±140 1.560±60 1.560±80 1.440±40 1.375±70 1.240±80 1.210±50 1.140±50

GRN21783 Y888 AC0580 Y889 GRN2946 GRN3031 GRN2967 UGA 8364 AC0582 Nsrl 10907 AC0720 UGA8365 Y890 AC0721 CSIC587 CSIC586

Tafí El Tolar Tafí Mollar 220 La Ciénega Pedregal CH1 Tafí Mollar Base Tafí Mollar 70/170 Tafí Mollar 200 Tafí Mollar 280 Tafí, El Rincón La Ciénega El Pedregal CH5 Tafi El Tolar Sondeo Rec. SW La Ciénega El Arenalcito UC3 Tafí, El Rincón Tafí Km 64 S4/4 La Ciénega El PedregalCH7UC5 Tafí La Bolsa R14 Tumba Tafí La Bolsa R2 piso

Sampietro Vattuone 2002 González y Lagiglia 1973 Cremonte 1996 González y Lagiglia 1973 González y Lagiglia 1973 González y Lagiglia 1973 González y Lagiglia 1973 Cuenya y García A. 2004 Cremonte 1996 Sampietro Vattuone 2002 Cremonte 1996 Cuenya y García A. 2004 González y Lagiglia 1973 Cremonte 1996 Berberián 1988 Berberián 1988

51

Valle del Cajón

44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68

3.057±50 3.001±49 Fechado 2.190±48 2.056±48 1.970±90 1.958±37 1.940±90 1.915±47 1.932±35 1.878±57 1.869±38 1.870±60 1.841±35 1.831±35 1.830±60 1.820±100 1.800±90 1.781±35 1.777±45 1.730±90 1.670±90 1.630±60 1.610±90 1.600±80 1.326±43

La Candelaria- Tapia-Trancas-Cadillal

69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87

3.420±40 1.895±50 1.740±65 1.720±50 1.615±65 1.600±65 1.545±35 1.455±60 1.390±65 1.380±60 1.280±60 1.275±40 1.260±60 1.230±60 1.120±55 1.020±35 910±45 910±100 910±130

Falda occidental del Aconquija

88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 100 101

1.795±36 1.795±70 1.680±80 1.615±38 1.536±25 1.600±120 1.560±130 1.450±120 1.413±32 1.365±90 1.270±95 1.190±70 1.251±31 1.090±115

LB

Tabla 1: Fechas radiocarbónicas de asentamientos formativos del área de estudio (continuación)

102 103

3.570±70 1.260±70

AP

AA82257 AA82256 Código Lab AA87293 AA87286 Beta127006 AA87285 Beta 95610 AA87292 AA82260 AA 67778 AA87294 Beta 95608 AA82262 AA82258 Beta 95609 Beta127010 Beta127007 AA82259 AA82255 Beta127011 Beta127009 Beta 95611 Beta127005 Beta127008 AA82261

Bordo Marcial Tumba 2 Bordo Marcial Tumba 1 Procedencia Bordo Marcial Tumba 3 (en urna) Bordo Marcial Tumba Barranca Yutopián E 4 Cardonal E. A Yutopián E 11 Cementerio Duna (Vázquez) Tumba Cardonal Núcleo 1 E5 N 6 Cardonal Núcleo 1 E 2 Bordo Marcial E 18 Yutopián PP12 Cardonal Núcleo 1 E 1 Cardonal Núcleo 1 E3 N3 Yutopián E 3 Yutopián E 5 Yutopián Patio Nucleo 1 Cardonal Núcleo 1 E4 Niv 5 Yutopián E 1 N6 90-100 Yutopián E 5 Yutopián E 5 Yutopián E 4 Yutopián E 4 Yutopián E 5 Cardonal Tumba 1

Scattolin 2009 Scattolin 2009 Referencia Scattolin 2009 Scattolin Gero y Scattolin Scattolin Scattolin y Gero 1999 Scattolin Scattolin 2009 Scattolin et al. 2007 Scattolin Scattolin y Gero 1999 Scattolin 2009 Scattolin 2009 Scattolin y Gero 1999 Gero y Scattolin Gero y Scattolin Scattolin 2009 Scattolin 2009 Gero y Scattolin Gero y Scattolin Scattolin y Gero 1999 Gero y Scattolin Gero y Scattolin Scattolin 2009

Acequia, Trancas Candelaria Rydén 698 El Molino Candelaria Rydén 749 Agua Chica Los Aparejos Pampa Gde. Salta Candelaria Rydén 748 Caspinchang Candelaria Rydén 741a Sta Bárbara Candelaria El Algarrobal Candelaria Rydén 725d Huanacocha Candelaria Rydén 735 Toro Loco Candelaria Rydén 736 Toro Loco Candelaria Rydén 724c Caspinchan Candelaria Rydén 738 Sta Bárbara Candelaria Rydén 743 Sta Bárbara Candelaria Rydén 730 Huanacocha Candelaria Rydén 737 Unquillo Ticucho, Trancas Candelaria El Quebrachal (Sta.Ma.) Cadillal/1/T4 Urna (Santamariano) Cadillal/2/CA1Urna (Santamariano)

Caria 2004 Muñoz 2002 Fasth 2003 Muñoz 2002 Fasth 2003 Lema 2009 Muñoz 2002 Fasth 2003 Muñoz 2002 Fasth 2003 Heredia 1974 Muñoz 2002 Fasth 2003 Muñoz 2002 Fasth 2003 Muñoz 2002 Fasth 2003 Muñoz 2002 Fasth 2003 Muñoz 2002 Muñoz 2002 Fasth 2003 Muñoz 2002 Fasth 2003 Muñoz 2002 Fasth 2003 Caria 2004 Heredia 1974 Berberián et al. 1977 Berberián et al. 1977

AA57319 A-12775 A-12774 AA60784 AA53821 GX21580 GX21581 GX21579 AA60336 GX21577 GX21578 Beta65578 AA60337 GX21582-G

Ingenio Arenal Faldas del Cerro Antigal Tesoro 46/6 Antigal Tesoro19/7 Antigal Tesoro 16/7 Antigal Tesoro 16/6 Loma Alta R47/10 Loma Alta R47/10 Loma Alta R47/9 Loma Alta R19/3 Loma Alta R88/4/3 Loma Alta R47/9 Loma Alta R47/8-9 Tesoro I NA C2 N 10 Tesoro I /S1/N4

Lazzari y Pereyra 2008 Scattolin 2007 Scattolin 2007 Scattolin 2007 Scattolin 2007 Scattolin 2007 Scattolin 2007 Scattolin 2007 Scattolin 2007 Scattolin 2007 Scattolin 2007 Scattolin 2007 Scattolin 2007 Scattolin 2007

LP1303 LP1306

Laguna Blanca La Salamanca Laguna Blanca Piedra Negra 2

Delfino 1999 Delfino 1999

Ua18550 Ua18555 Ua14983 Ua14273 GRN5416 Ua14271 Ua14272 Ua18552 Ua17583 Ua20626 Ua18554 Ua18551 Ua18553 GRN5415

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EL ESPACIO COTIDIANO. LAS CASAS PREHISPANICAS TARDIAS EN EL VALLE CALCHAQUI, SALTA. Lidia Baldini CONICET - Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata.

RESUMEN El estudio de los remanentes arquitectónicos en tanto uno de los referentes empíricos fundamentales para el análisis de las sociedades, se vincula estrechamente a los estudios espaciales, de los patrones de asentamiento y de las estructuras domésticas. En este último caso el estudio de la casa se centra en el elemento contenedor de la unidad elemental de la estructura socioeconómica, cuyas paredes y techo determinan las relaciones espaciales en que se desarrollan las actividades de producción y reproducción social. La consideración de la arquitectura como circulación propone una mirada de las viviendas con relación a espacios de privacidad y de vida en sociedad, es decir, espacios públicos y privados tanto al interior de las casas como en el asentamiento. A partir de estos conceptos se aborda el análisis de una muestra de estructuras construidas en sitios del Período de Desarrollos Regionales del tramo central valle Calchaquí (Salta), orientado especialmente a las casas, unidades estructurales donde se desarrolla la producción y reproducción de las unidades sociales y la sociedad, considerando sus formas, dimensiones, grado de segmentación y circulación interna, y las relaciones de distancia entre casas, con relación a la definición de espacios públicos y privados, internos y externos. ABSTRACT The study of architectural remnants, which are fundamental empiric references to analyze societies, is closely related to spatial studies of settlement patterns and domestic structures. Domestic structures studies focuses on houses as basic socio-economic unit containers whose walls and roofs determine the spatial relations in which production and social reproduction activities are developed. Architecture as circulation considers houses in relation to public and private spaces both inside the houses and on the settlements. Building structures on sites of the Regional Development Period in the Calchaquí valley, Salta, Argentina, are analyzed. Research is specially carried out on houses, their forms, size, and degrees of segmentation and the internal circulation related to public and privates spaces. Different technical constructive types, architectural patterns, probably chronological variations and one singular case are distinguished. INTRODUCCION Los poblados con numerosas viviendas concentradas y las áreas de cultivo parceladas mediante muros de piedra, constituyen la materialidad más inmediatamente evidente de las sociedades calchaquíes de los últimos siglos prehispánicos. La temática que se aborda se integra con diversas vías de indagación sobre la estructuración de esas sociedades en la cuenca del valle Calchaquí, Provincia de Salta, específicamente, en el espacio de su tramo central comprendido entre las cuencas de los ríos Cachi al norte y Molinos al sur. En ese tramo del valle Calchaquí la mayor parte

de los asentamientos del Período de Desarrollos Regionales (siglos IX a XV) se encuentran en el espacio situado al occidente del río principal. Espacio con un relieve accidentado y valles subsidiarios del Calchaquí cuyos cursos de aguas permanentes producen ámbitos aptos para la producción agrícola, y constituyen vías de circulación interregional que posibilitan las conexiones desde la región puneña a las zonas más húmedas situadas hacia el oriente. Ambos factores constituyeron focos de atracción para el establecimiento de poblaciones agroganaderas prehispánicas, atracción que permanece vigente en la actualidad (Baldini y De Feo 2000, Baldini 53