LETICIA Desde el patio de casa la noche cerrada de sábado

Leticia recordaba aquella noche de San Juan que pasamos en casa de Paloma, cuántos años hacía, qué triste perderla de aq
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TÍTULO: LETICIA

Desde el patio de casa la noche cerrada de sábado desconcertaba por su tranquilidad: las fachadas interiores de los edificios que formaban nuestro panorama, más allá de las plantas que con tanto cariño cuidaba mi esposa, descansaban: luces apagadas,

silencio.

Digeríamos

la

cena

ligera

mientras

celebrábamos inconscientemente la felicidad de nuestra dilatada relación: dos jubilados, hacía tiempo que habían volado los hijos; con una copa de vino blanco y una conversación pausada y reflexiva, disfrutando de la noche fresquita, no hacía falta ni un jerseicito, solo descansar un poco del calor del día. La gente se habrá ido de puente; quizás descansen: la verbena es mañana. Leticia recordaba aquella noche de San Juan que pasamos en casa de Paloma, cuántos años hacía, qué triste perderla de aquella manera: siempre había sido una mujer feliz. No, no lo había sido siempre, ¿te acuerdas de su último embarazo? Un desliz, eran pocas ya las veces que se rozaban con algún atisbo de cariño y cayó la más gorda. Paloma pensó durante poco tiempo que aquel accidente podía volver a unirles, la cruda realidad volvió a salir de su disfraz de cobijo y proyectos. No, no había sido siempre una 1    

mujer feliz, cabizbaja, acompañada en su embarazo por amigos que cubrieran el vacío de un matrimonio deshecho salvo por el fruto que crecía en ella. Luego le quiso solo por eso, por haberle dado a aquel niño travieso que crecía a pasos agigantados. El hijo le daba el beso en la mejilla, le decía palabras bonitas, lloraba cuando se tenía que desahogar ante mamá. Sí, cuando asimiló lo del niño empezó a ser feliz. Y aquella noche aún estaba con Óscar, aún no se había truncado el amor, ella, mujer de tanta iniciativa. Recuerdo que Óscar permanecía callado con una ligera sonrisa cuando ella, círculo hecho con las sillas de la verbena al aire libre en el jardín de su casa, tras la empanada, los embutidos, el vino, la coca, el cava, cuando ella tomaba la decisión de hacerse con la palabra y hablaba de fulano o mengana con desnudez e ironía, se mofaba de la moral establecida… Óscar permanecía callado, mirándola con ojos brillantes sobre una plácida sonrisa. Qué ufana se mostraba de ser pintora. Nada de oficinas, viva el arte. ¿Recuerdas el cuadro que había pintado y aún se estaba secando? Ya veo que no lo recuerdas, qué poca memoria visual tienes. Era un retrato de Óscar, sentado en un sillón con una lámpara de pie dándole luz a un lado mientras se enfrascaba en la lectura de un libro grueso. Había cierto halo en aquel cuadro, provocaba una sensación de idilio entre los óleos que le dieron forma y la figura retratada. Sería la sensación de 2    

que se había pintado el amor. Y mira tú por dónde. Qué cosas suceden. Aquella pareja. Recuerdas cómo me confesaste que le habías amado. “Soy fiel con el cuerpo e infiel con la mente.” Cómo me miras, cariño. Ya me gustaría que aquella confesión hubiera sido seguida por una temprana sonrisa irónica como las que te traes en estos últimos años. Yo creo que te pusiste más risueña cuando me jubilaron y de la noche a la mañana tuve que cambiar todos mis hábitos. Me quedé a cuadros y tú sonreíste. Qué suerte haber tenido una vida de autónoma. Pudiste y supiste compaginar tu trabajo con tu vida personal. Y me avisabas… ¿Cuántos años duró aquella instrucción? Yo creo que me avisaste de que me podía vencer el trabajo desde que montaste la consulta con Maria Jesús. Qué cuerpo tan bonito te ha ido dejando la profesión, adaptado a tus edades, pero hermoso. Sí, tú sonríe. Va a parecer que te regalo los oídos. Sí, gracias. Pisas fuerte, llenando las dos copas. Mira cómo sonríe, la picarona. Acerca esos ojos. Ahora que te veo de cerca, ¿sabes lo que quiero?

Esos besos a nuestra edad ¿Y si nos está mirando algún vecino desde su balcón? Es verdad, qué pájaras. Sí, aquella noche de San Juan. ¿Cómo se llamaba aquella mujer que a los treinta ya tenía todo el pelo blanco? Y qué elegante. Luego estaba la madre 3    

de Óscar, qué buenas migas hacía con Paloma. Y aquella mujer regordeta, con gafas, que casi no hablaba con nadie, apenas una sonrisa hilarante en un fogonazo y volvía sobre sí misma. Apenas moverse de su sitio. Contemplativa, extrañamente feliz. Enfermiza. Sí, ahora que lo dices es cierto: fue una noche fresca como esta, cayeron unas gotas por la tarde pero luego amainó. Sí, sí, sí. Es verdad: sobre la una media, cuando la gente ya se había animado a bailar y circulaba el licor cayeron un par de gotas: un plástico sobre el radiocassette, retirar la comida que quedaba sobre la mesa haciendo ya funciones decorativas y seguir con la fiesta bajo el toldo. Pero fueron unos minutos, luego volvió el baile. El suelo no llegó a humedecerse del todo y unos cuantos salieron a tirar petardos. Arrellanada sobre los cojines de la silla luciendo tu segundo embarazo, la copa de cava sobre el alféizar cercano y hablabas con un letargo elocuente. Entonces todavía no mirabas a Óscar de aquella manera, aquella manera que a fuerza de serme descrita por ti quedó grabada como una imagen vívida en el, aquí, marido. Y lo cierto es que nunca me apercibí de ello. Momentos de ansiedad me hiciste pasar. Te pones seria. Me encanta esa virtud en ti: sabes estar seria cuando hay que estarlo y risueña cuando corresponde. La educación del estado de ánimo. Es algo que ha heredado tu hija, no puedo decir que no me sienta orgulloso. Leticia, 4    

Leticia. Has sido mi suerte. Muy manido. Bueno, te lo aceptaré: muy manido. Leticia, ¡y tras la lluvia la gente volvió a bailar, a pesar de lo avanzado de la hora! Nosotros movimos despacio el esqueleto, luego os sentasteis tu vientre y tú y te traje agua bien fresca. Me senté yo también. Se oían más petardos, perros lamentándose del ruido. Me senté yo también mientras unos bailaban en la locura de la borrachera y otros bailaban apretados manteniendo el ritmo de la música con gracia. Paloma, silenciosa mientras miraba complacida a su alrededor cómo la gente disfrutaba de su fiesta. Me puse a hablar con Óscar, que si un paréntesis en el trabajo, que si las vacaciones ya están a la vuelta de la esquina. Me llamaste la atención: la fisioterapeuta de mi vida siempre tenía que llamarme la atención cuando cogía una mala postura. “Óscar, qué tío más agradable”, pensé tanto tiempo. Luego, cuando me lo dijiste… ni le habías besado, hacía tanto tiempo que no les veíamos, y sin embargo no pude evitar odiarle, sentirme engañado por partida doble en la intimidad: la amistad y el amor. Te aburres, te aburre que te cuente mis tormentos, historias que tantas veces han salido a la luz y tantas veces han parecido curadas. Sí, tienes razón: ahora sé que me quieres. Una vida a mi lado, dos hijos preciosos. Cariño. Pues más vino, luego no te quejes si me pongo a hablar demasiado. Qué picarona, esa sonrisa. Déjame mirarte a los ojos. Te quiero. 5    

Quizá a veces tengo estos arranques de celos simplemente por eso, porque te quiero. Sí, por ti. Está bien, pues brindemos por mí. Mañana es la noche de San Juan. Pobre Paloma, daba vida a borbotones y la suerte se llevó su aliento para siempre. Menos mal que Óscar siempre quiso a los niños. No, no te voy a negar que era un gran tío, que supongo lo seguirá siendo. Le amaste. Sí, levantaré la mirada de la copa. Esos ojos, esa sonrisa, ¿qué pretendes decirme? Qué estremecimiento, a veces siento que no te merezco, tesoro. Me vas a hacer llorar de felicidad. Es cierto que siempre me he regalado la mirada con mujeres hermosas, sí, lo sabes. Pero no me he planteado inquietudes más allá de eso. Y con el horizonte de la vida parece tan ingenuo. Y sin embargo te miro. Sí, es verdad, no siempre he sido romántico contigo. Fluctuaciones de pareja. Y sin embargo no se me ha escapado el pensamiento hacia un universo diferente al de nuestra vida en común. Quizá por eso cuando supe lo de Óscar. A ti te pareció una simple confesión a toro pasado. Cuando supe lo de Óscar me absorbió el temor a una vida solo, sin ti. Ni siquiera me planteaba que algún día, por lejano que fuera, podía rehacer mi vida con otra persona. Sí, sí, mira que somos liberales. Pero es lo que hay, las reacciones de uno son a veces imprevisibles. Ya sé que no tengo ese temple. Ese temple que tienes tú. Sí, verdad, 6    

conversaciones tan repetidas. Yo creo que se renuevan cada vez que afloran. Paloma, la vieja Paloma que sería hoy. Hoy voy a dormir con su recuerdo. Dices que te empiezan a pesar los ojos, ¿nos vamos a la cama? Sí, je je, algo mareados. Habrá que descansar, que mañana hay verbena. Sí, con el motor a cien en aquella época con Paloma y ahora no estamos ya para muchos trotes. Una cena tranquila, charlar un rato y volver a casa. No, no habrá viejos amigos. Ahora eres tú la que se pone nostálgica ¿Qué buscarás a Óscar? ¿Cómo? ¿Dónde? Estás cansada. Si, parece que la vida se va acercando a su último suspiro y nos han faltado cosas por hacer. No digas locuras, descansa. Está bien, no te irrites.

Desde el patio de casa la noche cerrada de sábado desconcertaba por su tranquilidad. Estaba ella, el amor vivo. La velada fue larga. Recuerdos y confesiones. ¿Por qué tuvimos que volver a aquello? El corazón estaba tan vivo que creo yo que a Leticia le estalló su esencia. Y entonces lo que tanto tiempo pareció unido volvió a deshilacharse. Yo con mis suspicacias hacia su recuerdo sentido, hacia su búsqueda infructuosa, herido por la pérdida de su dedicación. Ella se vuelca en el sueño del amor que un día encontró. Triste por no haberse atrevido a la aventura, me 7    

mira con cariño condescendiente, los hijos ven enrarecido el ambiente. Ella parece que no logró asir su amor, la veo esta vez frágil como yo. Sí, la edad la ha cambiado de golpe. Sigue a mi lado. Sí, sigue a mi lado.

Los dos hemos conocido el amor, de una u otra manera, digo yo ¿Qué digo? Me estoy haciendo viejo. Ella se va apaciguando, con un lugar en su interior que cierra para sí, y entiende que yo ya tan solo deseo estar a su lado. Acabar este trayecto junto a ella. Me sonríe, pero con una mirada clara: si apareciera sabes que… Y yo no puedo evitar preparar dos tés, sentarme junto a ella ante la ventana viendo la lluvia caer.

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