Lágrimas y abrazos en la llegada al país de Hilda

El abrazo parecía interminable. Ro- berto Quiñones apenas podía hablar. “Te quiero mucho, abuela”, le dijo al oído a Hil
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Política

Domingo 25 de mayo de 2008

LA NACION/Página 15

La apertura en Cuba: reencuentro en Ezeiza después de años de negociaciones

“Le dije que cuidara a mi hijo y a su familia”

Lágrimas y abrazos en la llegada al país de Hilda Morejón

La despedida de Hilda Molina a su madre Cuando atendió el llamado de LA NACION en su pequeño departamento de La

Habana, Hilda Molina acababa de cortar con su hijo, Roberto Quiñones. “Le conté que su abuela ya estaba volando para la Argentina a econtrarse con él y se puso a llorar, y eso que es un hombre de 45 años”, se emociona Molina. La médica disidente cubana, que no ve a su hijo desde hace 14 años, está convencida de que el viaje de su madre, Hilda Morejón, de 89 años, es un paso fundamental en el reencuentro de la familia, por eso prefiere hablar de la felicidad de su partida y no de la tristeza que le provoca quedarse completamente sola en Cuba. “Era una de las grandes ilusiones de mi vida, porque yo sufrí mucho la separación de mi familia, pero especialmente por mi madre que nunca tuvo nada que ver con la política”, dice Molina, que sólo tiene palabras de agradecimiento para los gobiernos de Raúl Castro y de Néstor y Cristina Kirchner. –¿Cómo fue la partida? –Mi madre se portó muy valiente, a pesar de que nunca había subido a un avión. Y los argentinos que volaban con ella me reconocieron y me felicitaban. ¡Me decían que me quedara tranquila que la iban a cuidar en el avión!

Al fin pudo conocer a sus dos bisnietos Por Juan Pablo Morales De la Redacción de LA NACION El abrazo parecía interminable. Roberto Quiñones apenas podía hablar. “Te quiero mucho, abuela”, le dijo al oído a Hilda Morejón, que lo miraba desde su silla de ruedas. Se veían otra vez, después de 14 años. Roberto Carlos, su bisnieto mayor, le dio un ramo de flores. La besó por primera vez. Eran las 22.40 de ayer. El final de una larga espera, de una historia llena de desencuentros y una fatigosa peregrinación política y humanitaria para que el gobierno de Cuba la permitiera a Morejón, de 89 años, salir de la isla, visitar a su familia y conocer a sus bisnietos. “Le agradezco a Dios. Le agradezco al pueblo argentino. Y que el Señor los acompañe”, decía Morejón frente a periodistas y camarógrafos en el salón de arribos del aeropuerto de Ezeiza. Quiñones no podía hablar. Ya le había pasado antes, cerca del mediodía, cuando su madre, la médica disidente Hilda Molina, le había susurrado por teléfono que su abuela ya estaba en el avión. Lloró durante una hora. Molina, por ahora, seguirá esperando en La Habana. Aguarda que la autoricen a viajar; un permiso que el gobierno de Cuba se niega a darle desde 1994, a pesar de los pedidos del gobierno argentino y de organizaciones de derechos humanos. “Mi más sincero agradecimiento a Raúl Castro y al gobierno argentino. Estamos muy felices por la abuela. Ahora esperamos por mi madre. Siempre hay fe”, dijo Quiñones. Para la familia Quiñones-Molina la fe ayer tuvo el primer premio. A las 13 (hora argentina), Morejón subió en La Habana al vuelo CU 360 de Cubana de Aviación, acompañada de su nuera, Verónica Scarpatti. Era la primera vez que salía de Cuba. La primera vez que subía a un avión. Casi 10 horas después, ambas llegaron en la sala de arribos de Ezeiza. Los curiosos empezaron a aplaudir. “¡Abuela! ¡abuela!”, le gritaba su familia. Quiñones pedía permiso, emocionado. Prácticamente se crió con la

abuela. Lo cuidaba cuando su madre trabajaba en el plan alfabetizador del gobierno de Fidel Castro. Cuando ella se fue a estudiar a La Habana, vivió 6 años con ella con la abuela. El miércoles pasado el gobierno cubano anunció que le concedería el pasaporte. La familia sintió alivio. Hacía dos años que esperaban. Morejón había rogado en 2006: “Lo que quiero antes de morirme es ver unida a mi familia y conocer a mis bisnietos”. Ahora espera que su nieto la ayude a curarse. Es asmática, cardiópata y tiene una hernia diafragmática que apenas le permite alimentarse. Casi no puede ver. “Está muy delicada. Mi madre me ha encomendado que la cuide”, contó anoche Quiñones. Se quedará seis meses en la Argentina. Morejón, mientras tanto, entre llantos, decía estar “emocionada”. Entre sollozos y con mucho frío, agradecía a los argentinos y, sobre todo a la embajada en Cuba.

Felicidad Desde La Habana, Molina confesó: “Es uno de los momentos más felices de mi vida”. La prestigiosa médica, sin embargo, sabe que su situación es complicada. Ex diputada castrista y creadora del Centro Médico Internacional de Restauración Neurológica (Ciren), tuvo que abandonar sus cargos en 1994 cuando se quejó de la decisión del gobierno cubano de disminuir el número de camas para pacientes nacionales y aumentar los servicios a los extranjeros, que pagaban en dólares. Se transformó automáticamente en una disidente. Desde entonces no puede salir del país. Ayer Molina prefirió no mezclar el viaje de su madre con su caso: “No quiero usar la puerta que le abrieron a ella para presionar para que me dejen salir”. Un histórico secretario de Cristina Kirchner, Héctor Farías Brito, presenció anoche la llegada de Morejón. Dijo que la presidenta Cristina Kirchner le había transmitido “su satisfacción por el encuentro”. En un momento, se le acercó a Quiñones y le dijo al oído: “Lo importante es el final del camino”. Los dos se emocionaron. Creen que el final está cerca.

EFE

Hilda Molina acompañó a su madre a tomar el avión en La Habana

MAXIE AMENA

La emoción de los Quiñones al recibir a Morejón, en Ezeiza

–¿Qué dijeron en la despedida? –Ella amaneció hablando mucho, para que yo no notara que estaba triste porque nos íbamos a separar. Me repetía que nos íbamos a volver a ver. Está totalmente inválida pero lúcida como una persona joven e inteligente. Yo le dije que cuidara mucho a mi hijo y a mis nietos y que los hiciera felices. –¿Mandó algún mensaje para sus nietos? –Sí, le dije a mi nuera que le dijera a Juampi [de 7 años] que algun día ya podré jugar con él y conocer su escuela. De Robertito ya me perdí esa etapa [tiene 12 años]. Es un muchachito lindo y elegante y le voy a pedir que me permita pasear de su brazo. (Se ríe) –¿Con quién va a quedarse allá? –Sola, no tengo familia aquí. –¿Cómo va a pasar sus días? –Voy a leer mucho y seguir estudiando. Me interesa la literatura mundial y libros de nuevos fármacos y estimulación biofísica que me mandó mi hijo. –¿Confía en que la dejen salir? –Si el gobierno cubano piensa que es lógico que yo viaje a la Argentina, muy bien, pero no voy a usar el viaje de mi madre como una puerta para eso, ni voy a forzar mi salida.

Laura Capriata