La mayor producción explica el menor estrés de las

Lamentablemente la lechería no escapa a la especialidad nacional de desperdiciar oportunidades. Lo que debería ser una e
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Campo

Sábado 30 de julio de 2011

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LECHERIA

LA NACION/Sección 5/Página 9

) Consejos de un especialista

La mayor producción explica el menor estrés de las vacas Una de las mayores preocupaciones de los tamberos es mantener el bienestar animal Una de las principales preocupaciones de los productores es la regulación de los procesos fisiológicos en las vacas lecheras para mantener el bienestar animal independientemente de los cambios en su ciclo de vida. Según un trabajo del técnico Fernando Bargo, director de Innovación de Elanco Argentina, existen dos tipos de regulaciones: homeostasis y homeorhesis. “Mientras que en la homeostasis un organismo posee la capacidad de mantener su ambiente interno dentro de límites que le permiten sobrevivir, la homeorhesis indica los cambios necesarios para atender las prioridades definidas por un estado fisiológico, y equivalen al director de orquesta que logra una sinfonía armoniosa coordinando cada grupo de instrumentos”, explicó el experto.

Así, la homeorhesis explica estados fisiológicos como la lactancia, caracterizados por su naturaleza crónica e influencia simultánea en múltiples tejidos. “Tal como señala Dale Bauman, de la Cornell University, de EE.UU., los productores de leche buscan optimizar el manejo y el ambiente para asegurar el bienestar animal, y que las vacas alcancen su potencial genético de producción. Sin embargo, en numerosos tambos la capacidad de la vaca se encuentra limitada y ocurren alteraciones crónicas en los procesos biológicos para mitigar el estrés y obtener una estabilidad fisiológica”, explicó Bargo. Un ejemplo dado en el estudio es cuando las vacas se encuentran en un sistema 100% pastoril, con un adecuado nivel de proteína, pero crónicamente subalimentadas en

energía. Estudios de la Universidad de Pennsylvania demostraron los efectos crónicos de la subnutrición en vacas lecheras de alta producción en dietas 100% pastoriles. Las vacas en una dieta de ración total mezclada (TMR) promediaron 44,1 litros/día de leche, mientras que aquellas en una dieta 100% pastura produjeron un 33% menos. Sin embargo, esta subnutrición no causó estrés o enfermedad ya que el mecanismo homeorético posibilitó un cambio en la utilización de los nutrientes y mantuvo la salud del animal. Según explicó Bargo, “ante la idea errónea de que las vacas lecheras expuestas a procesos para aumentar la producción sufren efectos como estrés y enfermedades, Bauman sostiene que los controles homeoréticos preservan su estabilidad y bienestar en situaciones adversas”. Un

( OPINION )

Una actividad perdida en el reino de la improvisación ALEJANDRO SAMMARTINO PARA LA NACION Lamentablemente la lechería no escapa a la especialidad nacional de desperdiciar oportunidades. Lo que debería ser una excelente noticia como el fuerte aumento de la producción de leche (subió más de 16% en el primer semestre), termina siendo una nueva Espada de Damocles. Frente a la notable demostración que han hecho los tamberos argentinos con un salto productivo pocas veces visto, lo mediático vuelve a tomar protagonismo develando la fragilidad institucional que pesa sobre el sector. El diagnóstico está bastante claro. Por un lado las pymes enfrentan un mercado sobreofertado en quesos ante la imposibilidad de destinar el mayor volumen a leche en polvo, principal producto de exportación. Las grandes industrias, poseedoras de mayor capacidad de secado aún no están trabajando a pleno, pero saben que faltando poco para la primavera deberán guardar algo de resto. A la mayor oferta de lácteos se entrecruza la percepción de que el consumo de la población no tiene el mismo comportamiento que antes. Los precios mayoristas en los quesos, donde se destina alrededor del 45% de la producción, han descendido por lo menos un veinte por ciento. Las próximas semanas serán claves para entender qué puede ocurrir. De todos modos la tasa de crecimiento debería atenuarse como consecuencia del buen des-

empeño en el segundo semestre pasado. De hecho según el Centro de Industria Lechera (CIL), en la primera quincena de julio, ya el recibo de leche sólo habría crecido un 5% en relación al año pasado. La capacidad de secado para transformar la materia prima en polvo se ha vuelto crítica y devela la improvisación que sufre una lechería en piloto automático. Ante el cuello de botella que provoca el aumento de la oferta, la necesidad de corregir esta deficiencia se vuelve una prioridad. Pero por más voluntad que exista, cualquier inversión para compen-

La capacidad de secado es crítica y devela la improvisación que sufre una lechería que está en piloto automático sar los litros que se requiere secar, tardaría por lo menos dos años. Sin duda esta deficiencia estructural devela el verdadero drama que nos envuelve. ¿Nadie previó que esto iba a pasar? Probablemente pero, ¿quién se atrevía hace dos años, en medio de las restricciones que hiciera la Secretaría de Comercio Interior a las exportaciones de lácteos y con el precio de corte como forma de retención, a realizar una inversión de US$ 50 millones? Más frustración se genera cuando se observa lo que está ocurriendo con nuestros competidores directos

–Australia, Nueva Zelanda y el Uruguay–, donde bajo el lema de “crecer para aprovechar la creciente demanda mundial”, se realizan fuertes inversiones con mejores niveles de precio a nivel productor. En la ciudad cordobesa de San Francisco, un grupo importante de tamberos se reunió para debatir qué hacer ante la baja del precio. Por ahora, las acciones se centrarán en concientizar a la sociedad sobre la escasa participación del productor en el precio final en góndola. Independientemente del grado de convocatoria cuestionada por los funcionarios oficiales, cierto malestar asoma en los ánimos. Aunque nominalmente no ha sido aún tan importante, la baja del precio se potencia en un contexto de costos crecientes, que llevan a una reducción de los márgenes económicos en el mejor de los casos, o directamente a pérdida, cuando los niveles de eficiencia no son muy elevados. Los desencuentros entre Gobierno, industria y producción se terminan pagando caro, especialmente en estos últimos. Casos no faltan. Sólo hay que recordar que en algún momento, existieron dirigentes que aseguraron que iba a faltar leche, industriales que llegaron a solicitar retenciones a las exportaciones porque los polveros los corrían con el precio y funcionarios que tenían la teoría esotérica que no existía presión de la oferta sino todo lo contrario. El resultado ha sido fatalmente previsible.

El autor es ingeniero agrónomo y director de Infortambo

ejemplo es el estrés calórico, cuyos primeros signos incluyen reducción en el consumo de alimento y en la producción. “Sin embargo, se demostró que la disminución en el consumo explica sólo el 50% de la reducción en la producción. Estudios recientes encontraron que mecanismos del aprovechamiento de la glucosa, que típicamente ocurren para mantener la producción de leche en ambientes termoneutrales, no ocurren en vacas bajo estrés calórico. Así, procesos relacionados con la estimulación y el aprovechamiento de la glucosa son incrementados e incluso la movilización de reservas corporales en vacas estresadas por calor es mínima, a pesar de la reducción en el consumo”, puntualizó Bargo. Estos estudios permiten a Bauman, destacó el experto, concluir que

El trabajo rompe un mito sobre las vacas lecheras ARCHIVO

“el desempeño productivo es el mejor indicador del bienestar animal, aun cuando otros afirman lo contrario argumentando, por ejemplo, que la selección genética que aumenta la producción genera mayor estrés en las vacas. “Incluso hace ya 50 años sir John Hammond refutó esta idea que pre-

tende asociar mayor producción con mayor estrés; y las vacas lecheras de hoy producen sustancialmente más que hace 50 años. Las vacas de la actualidad no se estresan porque logran altos niveles de producción; por el contrario, obtienen esos niveles porque no están estresadas”, finalizó el especialista.