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LA CENICIENTA Por Arlina Cantú Lectura bíblica: Efesios 6:10-18 Texto Clave: “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias”. Col. 4:2 Por primera vez en mi vida de creyente, escuché el comentario de que muchos cristianos llaman a la oración “la cenicienta” de la iglesia. Al parecer se le ha puesto este sobrenombre, simplemente, porque nadie la quiere. Porque muchos la tienen escondida en el rincón más oscuro de su vida y, otros más, se oponen a que sea el centro de la fiesta maravillosa que ocurre en el alma cuando se pone en contacto con Dios. Es una plegaria. Una triste verdad entre algunos cristianos es que abunda el desgano, la pereza y el desinterés en participar activamente en la obra del Señor por medio de una vida activa a través de la oración ferviente, frecuente y llena de unción. Verdad es también que los pastores y los ministros de la iglesia realizan grandes esfuerzos para conseguir que los creyentes participen en las campañas de oración, en las veladas o en los cultos donde la oración es la parte medular del programa. Asimismo es verdad también que la mayoría de los cristianos argumentan compromisos, obligaciones, dolencias y falsas excusas, para disculparse por no participar cuando la iglesia les convoca. De ahí que el resultado obtenido sea poco y, por lo tanto, desalentador. Viene a ser la causa concreta de tanto creyente triste, inconforme y cada vez más convencido de la inutilidad de sus ruegos delante del trono de la gracia. Lo más lamentable de este hecho es que, a pesar de los resultados negativos que se reflejan en cada vida, muy pocos son los que buscan la causa de su pobreza espiritual y que se esfuerzan por encontrar el camino para ser más que vencedores. Porque cuando se le da al creyente la oportunidad de orar en voz alta, se comprueba de inmediato su fortaleza espiritual. El curso que sigue su oración deja al descubierto su práctica personal de comunión con Dios, su amistad con el Salvador y la guía efectiva que el Espíritu Santo le proporciona para darle al Señor la gloria, mediante expresiones de alabanza y adoración que reflejan el conocimiento de la Palabra. Si la práctica de la oración en el creyente se concreta a darle gracias a Dios cuando el día comienza o termina; a bendecir rápidamente los alimentos, y a pedir por sus seres queridos más cercanos, ésta se vuelve monótona, insípida y sin la santa unción que se derrama en ella cuando caminamos por los senderos de paz, por los que el Espíritu Santo nos lleva para alabanza de su gloria. Muchos creyentes se excusan diciendo que no saben orar, pero olvidan que en la Biblia están escritas oraciones maravillosas con las que podemos aprender.

Así como encontramos la preciosa oración del Padre Nuestro, encontramos ejemplos de oración de confesión, de alabanza, de adoración, de triunfo, de consuelo y de esperanza. Sólo hace falta echar mano de ellas para aprender a glorificar al sabio y santo Dios. Y cuando la práctica forma ya parte de la vida y del quehacer cristiano, recibimos poder para combatir al enemigo. Aprendemos a despojarnos de nuestras necesidades para orar por las de otros. Comprendemos que el fin principal de nuestra vida es darle gloria a Dios y trabajar para que otros también se la den. Resulta agradable a los ojos de Dios que cada uno emplee su tiempo al servicio de la iglesia, ya sea asistiendo a los cultos o participando en los diferentes departamentos, o colaborando en el aseo y en el ornato el tempo, pero debe quedar muy claro en la conciencia el cristiano verdadero que estas actividades no impactan al mundo incrédulo con la misma fuerza que el poder de la oración. Se hace necesario, entonces, incorporar a nuestra vida diaria la práctica de la oración. Ejercer ese poder que Dios ha puesto en nuestras manos a través de Jesucristo. Proponer con seriedad y disponer con alegría de corazón, de los tiempos especiales que entre la rutina de cada día podemos apartar para el Señor, y gozarnos de la bendición de cumplirlo sin fallar. Esto fue lo que aprendí de lo que dijo el predicador. OREMOS POR CORAZONES MÁS COMPROMETIDOS A LA ORACIÓN. Usado con permiso

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