¡Hitler fue elegido por el diablo!

–Al final de su vida, ese funcionario austrohúngaro tan disciplinado escapa a toda ... donó el ejército a los 25 años, s
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ENTREVISTA CON NORMAN MAILER

“¡Hitler fue elegido por el diablo!” El escritor norteamericano habla de su última novela, El castillo en

el bosque, y del carácter satánico de la personalidad del Führer cuya concepción y niñez recrea. El narrador de la obra es un demonio menor, que se ha infiltrado en el cuerpo de un oficial y es asistente de Himmler

MAILER. “Por poderoso que sea Dios, no puede controlar la historia, porque su mecánica es demasiado compleja”

POR MANUEL CARCASSONNE Le Magazine Littéraire © PETER FOLEY / EPA / CORBIS

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ugilista número uno de la escena literaria estadounidense, con 84 años, Norman Mailer inicia un ciclo de novelas consagrado a la infancia y luego a la adolescencia de Hitler. “¡Por suerte, hay poca documentación sobre Adolf niño! Eso me da más tiempo. He tenido que hacer trabajo de novelista”, sonríe Mailer, cuyos ojos azules me miran con una sinceridad conmovedora. La primera parte de este fresco, titulado El castillo en el bosque, apareció a principios de año en los Estados Unidos. Después de Marilyn Monroe, Muhammad Alí, la familia Kennedy, Picasso, Gary Gilmore, Lee Harvey Oswald y hasta Jesucristo en el Evangelio según el hijo, Norman Mailer ha elegido ahora enfrentar este enigma peculiar: cuándo y cómo el Mal se metió en el pequeño Adolf, nacido en abril de 1899, cuya infancia reconstruye hasta en los menores detalles. En su investigación ficcional, entre la física y la metafísica, entre la teología y la novela, Mailer ilumina la imagen de un Hitler con frecuencia mediocre. Habla de eso en la entrevista que nos otorga en Provincetown, el balneario de Massachussetts, en el extremo de Cape Cod, donde reside. –En su última novela, El castillo en el bosque, cuyo narrador es un demonio menor disfrazado de oficial nazi y asistente de Himmler, presenciamos la concepción de Adolf (en abril de 1899), pero también vemos la relación violenta que el padre, Aloïs (1837-1903), mantiene con sus hijos. ¿Su tema es la infancia de un jefe o la senectud de un patriarca? –Aloïs es un personaje central. Al principio pensaba empezar mi trabajo con un ciclo novelístico en cuyo comienzo Hitler tendría 3 años, pero luego, por consejo de mi editor, me remonté en su árbol genealógico en un solo volumen. Me encantó sacar a la luz el per-

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sonaje de Aloïs, fascinante, humano, débil y poderoso a la vez; uno de los encantos de ser novelista es pasar un tiempo con ciertas personas con las que a uno no le gustaría en absoluto compartir la vida. La muerte de su hijo Edmund lo deja destrozado, no se recupera; subrayo el rol de Adolf afectado de rubeola contagiosa abrazando a su hermano menor. Alöis es un personaje a la vez complejo y corriente, mucho más denso por ser común y corriente. No pretendo explicar la maldad de Hitler por la determinación genética, aunque sí me gusta pensar en la influencia del incesto del que Hitler sería el fruto. Aloïs era el hijo ilegítimo de una mujer llamada Maria Anna Schiklgrüber, y el probable padre de Aloïs era también abuelo de Klara Pözl, con quien Aloïs se casa en terceras nupcias. Ella será la madre de Adolf. También existe el rumor de que el verdadero padre de Aloïs era un judío, lo que convertiría a Hitler en descendiente de judíos. –Al final de su vida, ese funcionario austrohúngaro tan disciplinado escapa a toda categoría social. –Sí, es un marginal, sin raíces, un desclasado obsesionado por el orden. También yo, un escritor que abandonó el ejército a los 25 años, soy un marginal que ama a los marginales. Siento gran afecto por esa clase de personajes. –¿Hitler también era un marginal? –¡Ah, no! No se puede decir eso, era débil, a los 16 años era un desastre afectivo, un absoluto fracaso. Una de las cosas interesantes, una de las razones que me hicieron pensar que Hitler es la respuesta a Jesucristo, su contrapartida en el plano satánico, es que no hay explicación humana del horror de lo que hizo. De su maldad. Podemos explicar a Stalin: viene de una fami-

lia espantosa, tiene la matanza en la sangre. Hitler sería más bien una marioneta histérica, vanidosa, satanizada y muy débil. Pero tenía una especie de genio político. Se lo digo: ¡fue elegido y reclutado por el Diablo! Tengo una teoría al respecto. Por poderoso que sea Dios, no puede controlar la Historia, porque su mecánica es demasiado compleja. –¿Usted cree verdaderamente en la naturaleza satánica de Adolf Hitler? –Creo verdadera y seriamente en ella. Escribí este libro en un país en que los intelectuales suelen ser laicos, ateos, no imaginan que la religión pueda ser un tema de conversación más que para los extremistas. ¡Para ellos Dios está pasado de moda y el Diablo es ridículo! Yo, que fui durante tanto tiempo un escéptico, tengo otro punto de vista: somos producto del Iluminismo, que empieza al final de la Edad Media, atraviesa el Renacimiento y concedió al hombre el rol primordial, y luego vino el nacimiento del individuo moderno. Quisimos eliminar a Dios y al Diablo. Se me ha reprochado el hecho de que haya empleado a ese demonio manipulador, narrador, mentiroso, pero creo verdaderamente en mi tesis. ¡Eso no es un artificio literario! El Diablo no tiene cuernos ni uniforme, no ataca a nadie durante el sueño, sino que por el contrario, es un trabajador encarnizado que estimula la burocracia, la ignorancia, la desinformación. El demonio aprende de los humanos y no al revés. –Su demonio asiste también a la concepción de Adolf Hitler, un momento erótico y jocoso entre Aloïs y Klara... –Piense ahora en una de las escenas más eróticas y desenfrenadas de su propia vida sexual... ¿Podría asegurar que el diablo no tuvo ninguna participación en ella?