Haciendo mí parte Por Gladys Sastré Como mujeres ... - ObreroFiel

nuestro esposo, como nuestro querido hermano Pedro menciona en su epístola “como Sara que obedecía a su esposo llamándol
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Haciendo mí parte Por Gladys Sastré Como mujeres esperamos que nuestra participación en el matrimonio sea como en muchas partes la Biblia apunta: sabias, virtuosas, prudentes, temerosas de Dios, sujetas a nuestros maridos, una conducta casta y respetuosa, no preocuparnos por el atavío externo sino por un espíritu afable y apacible, obedientes a nuestro esposo, como nuestro querido hermano Pedro menciona en su epístola “como Sara que obedecía a su esposo llamándole señor”. Cuando leo esto en la Escritura, la verdad opto por bromear con ello frente a mi esposo, se me hace algo muy difícil de aceptar. En esta sociedad donde se ha retado a la mujer a igualar al hombre en cada uno de sus roles, nos hace pensar que se desvirtúa la imagen de la mujer en la iglesia, aunque por su puesto no es así. Lamentablemente el mundo ha impactado nuestras congregaciones y no al revés. Les aseguro que como cristianas muchas veces fanfarroneamos o mejor nos quedamos calladas de nuestro papel como mujer en la casa ante las preguntas y opiniones de aquellas mujeres que no conocen al Señor. Es triste ver como hermanos han quedado expuestos a una condición humillante. Queriendo poner en un nivel igualitario a la mujer por complacer al mundo en sus exigencias. No malinterpreten mis palabras, no estoy hablando de que el esposo cumpla con cariño y solicitud lo que el mismo Señor ordena. Yo hablo de cuando se pasan los límites en actitudes y comportamientos que no ponen al hombre como cabeza de su hogar. La sujeción y comportamiento bíblico de la mujer en esta sociedad actual choca de manera brutal. Ellos le llaman la evolución de la sociedad, no más modelos antiguos y obsoletos. Hermanas es muy duro ir contra la corriente, pero no dejemos que la presión de afuera nos haga caer en el descrédito de nuestras parejas. Ellos son responsables de nosotras ante Dios, es un paquete muy pesado a lo que se agregan los hijos. Mejor ayudémosles a cargar con esa responsabilidad de manera más ligera, dándoles el lugar en que han sido colocados. Nosotras recibiremos recompensa al igual que ellos. Cuando las decisiones que se están tomando en casa no nos gusten, platiquen, compartan sus inquietudes y expresen lo que sienten. Pero la última palabra déjenla a ellos. Ya basta de quitarles esa responsabilidad que muchos hombres rechazan por comodidad. Cumplamos con la parte que nos corresponde, de lo demás se encargará el Señor.

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