Gorostiza, en clave de clown

22 abr. 2014 - traña, pero al profundizar mi lectu-. Cuando la tragedia se desdibuja clásico. El director georgiano Robe
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| Martes 22 de abril de 2014

Cuando la tragedia se desdibuja clásico. El director georgiano Robert Sturua ensaya A Electra le sienta bien el

luto, de Eugene O’Neill, protagonizada por Leonor Manso y Paola Krum Carlos Pacheco PARA LA NACION

“Si alguien me preguntara dónde querría pasar los últimos años de mi vida, diría que podría hacerlo en Buenos Aires, Perth [Australia] o Suiza.” Lo afirma el director georgiano Robert Sturua, quien desde hace unos meses trabaja en esta capital dirigiendo A Electra le sienta bien el luto, de Eugene O’Neill. Los roles protagónicos están a cargo de Leonor Manso y Paola Krum, y el ámbito de trabajo es ya conocido por este destacado hombre de la escena mundial: el Teatro San Martín. El estreno se concretará a fines de este mes. Sturua vino al país por primera vez en 1987, con dos producciones del Teatro Rustaveli de Georgia: Ricardo III, de William Shakespeare, y El círculo de tiza caucasiano, de Bertolt Brecht. Tanto la crítica como el público porteño quedaron asombrados por la vitalidad de ambos montajes. Regresó en varias oportunidades, pero para trabajar con actores locales. Montó Madre coraje (1989) y Las visiones de Simone Machard, de Bertolt Brecht (1996); Shylock, una versión de El mercader de Venecia, de Shakespeare (1999), y La resistible ascensión de Arturo Ui, nuevamente de Brecht (2005). Ahora se enfrenta a un texto singular dentro de la producción de O’Neill. Un material que abreva en La Orestíada de Esquilo y que, por supuesto, tiene unos condimentos muy ligados a la tragedia, a la vez que refleja aspectos de la sociedad norteamericana de la década de 1930. Sólo en una oportunidad previa Sturua recreó un material de un autor norteamericano, Las brujas de Salem, de Arthur Miller. Fue en 1965. “Lo hice en el momento adecuado –recuerda–. Después de la muerte de Stalin, cuando comenzó a aparecer la gente que había estado en campos de concentración, en las cárceles. Aquél fue un discurso muy directo. El proceso de Las brujas... reflejaba lo que había pasado por entonces en mi país.” Ese costado, el político, impregna mucho la creación de este hombre, aunque paradójicamente hoy afirma que lo irritan mucho los problemas de Europa, Rusia y Georgia. “Pero no puedo evitarlo –dice–, tengo un gen muy político. Mi abuelo, revolucionario ortodoxo, le recomendaba a Stalin que ingresara al Partido Comunista. Creo que de ahí viene mi interés por la política. En mis puestas, directa o indirectamente, siempre hablo de política.” –La visión de O’Neill es muy particular respecto de su forma de construir una tragedia. ¿Cómo la analiza? –Se siente que el autor sufrió mucho escribiendo este texto. Al comienzo me resultaba una obra extraña, pero al profundizar mi lectu-

Sturua, en la puerta del San Martín

santiago filipuzzi

Una mirada sobre el mundo ruso Aunque ha señalado que le irrita hablar de política, es inevitable pedirle a Robert Sturua su opinión sobre la situación de Rusia luego de los conflictos en Crimea. “No podemos saber bien qué está pasando –afirma–. A mí me resulta horrible porque siempre tengo miedo de que comience la Tercera Guerra Mundial. Cuando regreso de un viaje y entro al teatro donde está representándose una obra mía, de inmediato sé si las cosas están bien o mal. Es como un enlace un poco mágico. Eso mismo va a suceder cuando regrese al país después de este estreno.” Ampliando su mirada sobre la relación entre Rusia y Europa, explica el creador:

“Rusia siempre ha querido formar parte de Europa, pero siempre pasa algo que lo impide. Esto podría resultar más fácil si los gobernantes se arriesgaran y dieran unos pasos más valientes. Pero, por ejemplo, ahora surgieron conflictos relacionados con las tradiciones puramente nacionales. Y aparecen también problemas ligados con las relaciones homosexuales. El mundo occidental ha podido superar eso, paso a paso, poco a poco. Pero en Rusia, de repente, se empezó a hablar de esa posibilidad y es como si un monstruo congelado durante setenta años despertara. Y, de repente, preocupa la moral ajena. Es inevitable.” ß

ra entendí que es muy buena y tiene unos personajes muy interesantes. Asoman unos momentos de la vida familiar que hoy parecen hasta ridículos, porque cuando él la escribió, en 1931, no se habían producido fenómenos como el fascismo o la Segunda Guerra Mundial, acontecimientos que marcaron mucho a nuestra generación. Junto a Patricia Zangaro, hemos acortado la obra. De tres piezas independientes hemos hecho una. –¿La versión busca concentrar los valores trágicos del texto original? –Sí. Dirigí Electra y Edipo rey en el teatro Epidauro, en Grecia. Esas tragedias no duraban más de una hora y diez minutos. Y seguí el texto original, no acorté nada. La tragedia, cuando dura mucho, pierde su sentido, pierde fuerza. En la actualidad, la tragedia tiene que golpear con fuerza al espectador. Aparece una intensa catarsis y ahí se termina. En nuestra versión, hay un rasgo muy específico. No hacemos una tragedia pura. Es una tragicomedia [también usa la expresión “tragifarsa”]. Una vez escuché a un filósofo que, hablando sobre la historia de la humanidad, decía que la tragedia que se repite se convierte en comedia. Aquí, la historia de Electra está traspasada a la historia norteamericana, entonces asoma un matiz irónico. Es hasta ridículo comparar a una familia norteamericana con una familia griega, aun hablar de Estados Unidos en comparación con Grecia. –La tragedia se ha convertido, también, en algo muy cotidiano. Los medios periodísticos divulgan hechos trágicos a diario, y eso parecería que nos va armando como una coraza hasta protectora. –Siendo joven leí unos textos de Bertolt Brecht. Eran unas notas sobre unas conversaciones que había tenido el dramaturgo con jóvenes directores: allí decía que él pensaba que la tragedia no existía. Y agregaba: “Si hay un hombre que piensa que la tragedia existe, lo consideraré un hombre naíf”. A Brecht le gustaba tomar posiciones extremas. Reconocido como un especialista en Shakespeare, Robert Sturua viene de montar, en Rusia, La tempestad y La comedia de las equivocaciones. Esta última es la pieza número diecinueve que pone en escena del autor inglés. “Me quedan dieciocho obras por representar”, comenta riéndose. “Sinceramente estoy un poco odiando a Shakespeare –aclara–. Es que si te ocupas mucho de una persona, una mujer o un amigo durante mucho tiempo, llegas a desconocerlo. Lo que me gusta de Shakespeare es que puedo ponerlo en escena en cualquier país, en cualquier época y con mucha libertad. Y eso, a la vez, ya me irrita. A mayor libertad, más responsabilidad.” ß

teatro

Gorostiza, en clave de clown hay que apagar el fuego . mUy BUENA . AUtor :

★★★★

Carlos

Gorostiza. iNtérprEtEs: Juan Pablo Galimberti, Jorge Seleme, Luciana Vieyra.

músicA :

Lautaro Álvarez,

Hernán Maximov. iNtérprEtEs mUsicAlEs :

Lautaro Álvarez, Ignacio

Gabbanelli. EscENogrAfíA y vEstUArio :

Agustina Filipini. lUcEs: Veró-

nica Alcoba, Fernando Chacoma. corEogrAfíA y ENtrENAmiENto físi co :

Violeta Zuvialde. AsistENciA dE

dirEccióN :

Franco Moix. dirEccióN :

Mariana Giov ine.

sAlA:

Beckett

Teatro, Guardia Vieja 3556. fUNcio NEs:

domingo, a las 18. dUrAcióN: 60

minutos.

G

ratísima sorpresa es la que genera esta puesta dirigida por Mariana Giovine que recupera y le otorga nuevas interpretaciones a un clásico de la dramaturgia nacional. Precedida por la acertada versión de A propósito del tiempo, ofrecida la temporada anterior, la directora vuelve a involucrarse con un texto de Carlos Gorostiza, estrenado originalmente en 1982 para la segunda edición del ciclo Teatro Abierto. Esta puesta de Hay que apagar el fuego no prescinde del tono lindante al grotesco criollo que pide el material, pero lo entronca saludablemente con la estética y poética del clown. Y esto es ante todo una decisión política que permite otorgarle a las palabras una nue-

Muy buenas interpretaciones, con la hábil batuta de Mariana Giovine va dimensión y un contacto muy directo con los espectadores para reforzar la connotación de un texto profundo con varias capas de lectura y análisis posibles. Una mujer engaña a su marido, bombero voluntario con honores, con un amigo cercano. Así las cosas, uno de los encuentros de los amantes termina abruptamente al ser sorprendidos por el esposo en su propia casa. Sin embargo, el devenir obvio de la situación deriva en una reacción inesperada. Nada de reproches. Silencios y vista gorda parece ser la manera del hombre traicionado para afrontar la situación. La excusa de la infidelidad es tan sólo el disparador para hablar de la decisión, o capacidad, del ser

humano de ver o no ver la realidad; del hacerse cargo de cada situación que toca atravesar o recurrir a una patológica ceguera consciente o inconsciente no exenta de manipulación hacia el otro. Asimismo, la mujer, bautizada paradójicamente y sin ingenuidad del autor como Libertad, es toda una radiografía de la opresión a la que puede llegarse cuando no se cuentan con las alas emocionales para afrontar una vida propia con un rumbo preciso y decidido. Mariana Giovine le otorgó a la obra la dinámica que el código del clown amerita. Los tres personajes, narices rojas incluidas, transitan la escena fusionando las palabras con ajustados movimientos y remates físicos en un verdadero

a. aguirre

hallazgo que actualiza y le confiere suma vigencia al texto de Gorostiza. Las miradas al público y el juego de ojos entre los personajes potencian cada una de las ideas. Los protagonistas son Juan Pablo Galimberti, Jorge Seleme y Luciana Vieyra, quienes manejan con precisión la técnica de los payasos, pero, a su vez, se destacan como muy buenos intérpretes de texto. Vale destacar la tarea de Violeta Zuvialde a cargo de la coreografía y el entrenamiento físico. La música en vivo introduce al espectador desde el mismo momento en que ingresa a la sala y acompaña durante la hora de función que se desarrolla, como no podía ser de otra manera, en una pista circular.ß Pablo Mascareño

Martín Urbaneja y Alejo Mango

n. gonzález

teatro

Fresco familiar con fuertes resonancias muchas felicidades. la sagrada familia . ★★★ BUENA. AUtor: Francisco “Paco” Urondo. iNtérprEtEs: Stella Galazzi, Alejo Mango, Martín Urbaneja, Leonardo Murúa, Cecilia Peluffo, Vanina Falco, María Eugenia López, Alejandro Ojeda, Yanina Gruden y Diego Rosental. EscENogrAfíA: Ariel Vaccaro. lUcEs: Marco Pastorino. vEstUArio: Cecilia Zuvialde. músicA origiNAl y disEño soNoro:

Gustavo García Mendy. AsEsorAmiENto corEográfico: Juan Pablo

Sierra. AsistENtE dE dirEccióN: Marcio Barceló. dirEccióN: Analía Fedra García. sAlA:

Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes: 1543. fUNcioNEs: viernes,

a las 23. dUrAcióN: 60 minutos.

I

nspirada en Así es la vida, de Malfatti y de las Llanderas, Paco Urondo escribió esta pieza entre 1966 y 1967. Según consignan diversos archivos teatrales, nunca se estrenó. Y no es extraño, dado que poca repercusión tuvo, con el correr de los años, la producción dramática de este destacado poeta y guionista argentino. Muchas felicidades. La sagrada familia es, por un lado, un fresco de época, pero también es como una fotografía en la que cualquier espectador se verá retratado. Su trama es pequeña, pero muy contundente. Muestra una reunión familiar, en un día patrio. Mientras las horas avanzan y el alcohol obliga a una continuidad de brindis, casi innecesarios, iremos conociendo, con cierta profundidad, cómo están conformadas esas relaciones entre padres e hijos, cuñados, primos. A la vez, qué implicancia tiene en ese seno familiar el hecho de que el novio de la empleada doméstica sea un policía que canta, acompañado de su guitarra, desordenadamente, versos de algunas canciones patrias mezclados con otros de la marcha peronista. Pero el gesto político no asoma aquí de manera determinante, aunque tampoco puede mantenerse al margen. Da forma ineludible a este núcleo familiar muy representativo del mundo nacional y lo hace como una gran metáfora de nuestras construcciones, sobre todo matriarcales. La madre es quien opera sobre el conjunto, y de sus logros o decepciones habrá que cuidarse muy bien. Analía Fedra García consigue conformar una experiencia dramática de muy buena factura que, si bien

no sobresale por su construcción de conjunto, sí lo hace por la valoración, a veces explosiva, de momentos (escenas) que lleva hasta un pico muy alto de teatralidad. Su grupo actoral responde exponiendo rigor en la investigación de sus personajes, aunque no siempre llegan a esa máxima intensidad necesaria. Pero aun así sus trabajos son meritorios. Se apasionan en el juego y logran dar forma a esta historia atravesando los más disímiles estadios emocionales. Sin duda, el trabajo más elocuente es el de Stella Galazzi. Construye una madre a la que no le falta ningún condimento, y dosificados en su justa medida. Intérprete mayúscula, puede tocar la fibra más íntima de ese compañero con el que se relaciona y envolverlo y arrastrarlo a su mundo y de una manera tan sutil que deja perplejo a quien observa. Maneja magníficamente la ironía, el dolor, el desconsuelo; enfrenta el pasado y el presente, y hasta es tremendamente segura cuando aventura el porvenir. Muy de cerca le siguen en esa calidad interpretativa María Eugenia López (la hija), con un trabajo sumamente delicado, y Cecilia Peluffo, esa tía que parece un álter ego del autor, señalando las venturas y desventuras del campo familiar argentino. Resultan muy reconocibles los trabajos de Ariel Vaccaro (escenografía), Marco Pastorino (iluminación), Cecilia Zuvialde (vestuario) y Gustavo García Mendy (música). Todos aportan exquisitamente a la construcción de un concepto de época que logra trascender ese momento escénico. ß Carlos Pacheco

en la mueca

tadrón

Nueva versión de Fresa y chocolate

Jornada cultural por el genocidio armenio

Los jueves, a las 23, se presenta Fresa y chocolate, de Senel Paz, a 20 años del estreno de la película cubana. La obra es interpretada por Christian Carrizo, Oscar Marvic y Luis Godoy, dirigida por Leonardo Gavriloff. Es una historia de amor homosexual en épocas de Fidel Castro. En La Mueca, Cabrera 4255 (4867-2155). $ 100. ß

Este jueves, desde las 14, comienza la vigilia cultural de Tadrón Teatro por los 99 años del genocidio armenio. Con la participación de Osvaldo Bayer, Claudia Piñeiro, Jorge Palant, Ana Padovani y otras personalidades. Además, se presentará la nueva edición del ciclo Teatro x la Justicia. Hasta las 22, en Tadrón, Niceto Vega 4802. Entrada libre y gratuita. ß