El libro de Josué

Se acepta que entre los siglos VIII y VII a.C., se añadieron elementos proféticos y poéticos, de modo que la primera red
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Antiguo Testamento

Libros históricos

La versión griega de los Setenta, seguida por la Vulgata, reúne los libros de Samuel y Reyes bajo la denominación de 1 y 2 de Reinos. Sin embargo los dos Libros de Samuel conservan su título propio por sus propias características Presentan la monarquía sucesoria a partir de David como sistema de gobierno querido por Dios para su pueblo

Muestran como modelo a ese rey, a pesar de sus limitaciones personales y delitos, siempre favorecido por el Señor y fiel a sus designios, humillándose por sus pecados. Abarca desde el nacimiento de Samuel, último de los jueces, hasta el final de la vida de David. Se pasa de un período en que las doce tribus tienen un liderazgo ocasional a constituir un estado organizado con una monarquía hereditaria y única, según modelo de los reinos vecinos.

Los libros narran la historia centrándose en personajes que aparecen sucesivamente. En cada relato se introduce quién ha de ser protagonista en el siguiente. Estos son Samuel, Saúl y David. I.- HISTORIA DE SAMUEL. El ARCA. (1S 1,1-7,17). Se presenta a Samuel como profeta y como juez. Episodios por los que pasa el Arca de la Alianza, y la primera victoria sobre los filisteos.

II.- SAMUEL Y SAUL (1 S 8,1-15,35). También aquí hay dos narraciones del mismo hecho, en este caso la unción de Saúl como rey. Saúl primero cuenta con el apoyo de Dios y del pueblo, pero al final por varias razones que se explicitan es rechazado.

III.- SAUL Y DAVID (1S 16,1-2S 1,27). Abundan también los duplicados. Se explica dos veces como se conocieron. Dos atentados de Saúl contra la vida de David. Dos veces se constata la popularidad de David, y en dos ocasiones se le promete casarlo con la hija de Saúl. David es dos veces traicionado, y perdona otras tantas a Saúl, y por último en dos oportunidades se refugia en la casa de un príncipe filisteo de Gat. IV.- DAVID REY (2 S 2,1-8,18). Aquí no hay repeticiones. Se narra la consagración de David como rey de Judá en Hebrón, y las diversas intrigas hasta que es aceptado como rey por todas las demás tribus.

V.- SUCESION DE DAVID (2 S 9,1-20,26). Tampoco hay repeticiones. En el marco de la guerra contra los amalecitas se narra el adulterio y crimen de David, como antecedente del nacimiento de su sucesor, Salomón. Pero antes de que este acceda al trono se producen muchas intrigas en la familia de David: Amnón viola a su hermana Tamar y es asesinado por Absalón; éste se subleva contra su padre, huye y termina asesinado por Joab, enredado en una encina. David regresa a Jerusalén y consigue establecerse.

EPILOGO (2 S 21,1-24,25). Hambre y peste, que justifica la muerte de descendiente de Saúl. Victorias contra filisteos. Salmo de David. El último capítulo relata el pecado del censo, para subrayar que David arrepentido levanta un altar en la era de Arauná, el mismo emplazamiento donde se construiría el futuro Templo.

Había muchas tradiciones que se remontan a la época de Saúl y de David, y algunas como la historia del Arca, fueron muy pronto por escrito. Se acepta que entre los siglos VIII y VII a.C., se añadieron elementos proféticos y poéticos, de modo que la primera redacción se elaboraría en tiempos de Josías (639-609 a.C.). La redacción definitiva tendría lugar al componerse la historia deuteronomista

Los libros de Samuel ponen de relieve el sentido religioso de la historia, en cuanto que en ella se refleja el proyecto salvador de Dios. Dios escoge REYES Y PROFETAS para que guíen al pueblo elegido, los primeros como representantes de Dios, y los segundos como intérpretes de la historia y defensores de los derechos divinos Destaca la ALIANZA con el pueblo a través de David, gratuita, que apenas menciona las obligaciones inherentes a ella, impregnada de promesas y esperanza.

Se reconoce gran DIGNIDAD A LOS REYES, pues son llamados “hijos de Dios” en sentido metafórico. Los profetas encargados de encumbrarles y ungirles como reyes, tienen la misión de hablarles en nombre de Dios, y si es el caso recordarles sus delitos.

Unida a la monarquía LA CIUDAD DE JERUSALÉN ocupa un lugar central como capital política y religiosa, pero sobre todo como símbolo teológico. El Señor reina en Jerusalén como ciudad santa desde el traslado del Arca, como sede de la morada de Dios, y de la dinastía davídica. Es la ciudad elegida por Dios como ciudad del Señor. Es engrandecida cuando el pueblo permanece fiel y destruida con la infidelidad (destierro siglo VI a.C.).

Es con la venida de Jesús, cuando se pone de manifiesto que las promesas hechas a David, no son del mantenimiento eterno de un reino temporal, sino del advenimiento del reino de Dios, de naturaleza espiritual.

Jesús anuncia el reino de Dios, y se denomina “hijo de David”

Si bien evita manifestaciones ostentosas de su realeza para destacar la naturaleza espiritual de su reinado, a excepción de la entrada en Jerusalén. Los discípulos después de su resurrección, y ya suficientemente purificada la imagen de su reino, no dudan en destacar su descendencia davídica y el cumplimiento en El de la profecía de Natán.

Libros históricos

Ambos libros forman una unidad. La división en dos libros se encuentra por vez primera en los códices de la traducción griega de la Biblia, llamada de los Setenta, donde llevaban el nombre de tercer y cuarto libro de los reinos, los dos primeros eran los de Samuel. Fue San Jerónimo quien siguiendo la tradición hebrea los llamó Libros de los Reyes

El libro primero narra la figura y obras de Salomón, y expone la historia de los dos reinos: Israel en el norte, y Judá en el sur, que se forman a su muerte. Presenta de forma sincrónica a los reyes de ambos reinos.

En el libro segundo, se continúa la historia de los dos reinos, desde Eliseo hasta la desaparición del reino del norte, y después la deportación a Babilonia del rey de Judá y de la población más importante de Jerusalén.

I.- EL REY SALOMON SUCESOR DE DAVID (1 R 1,1-11,43). Se presenta la sucesión de David, la magnificencia de reinado de Salomón, concluye con los puntos oscuros de su reinado y su muerte. Destaca la sabiduría que Dios le otorga, que se manifiesta en las construcciones que realiza, y sobre todo en la edificación y dedicación del Templo, en la organización del reino y actividad comercial. Su pecado de idolatría, mereció la división del reino a su muerte.

II.- REYES DE ISRAEL Y JUDÁ (1 R 12,1-2R 17,41). Se presentan sincrónicamente los reyes de Israel y Judá hasta el profeta Elías. Las tribus del sur permanecen fieles a Roboam, hijo de Salomón, y las del norte nombran rey a Jeroboam. Este a pesar de haber sido elegido rey a través del profeta Ajías, introdujo la idolatría en Israel, quedando como prototipo del rey idólatra. En Judá se mantiene de forma hereditaria la estirpe de David, en el norte los reyes llegan al poder por su cuenta, así hay distintas dinastías como la de Omrí, (del rey Ajab), la de Jehú.

Sin embargo en Israel más que los reyes destacan los profetas Elías y Eliseo. Entre los reyes de Judá destaca Joás. Israel se fue debilitando y los asirios conquistan Samaría y repueblan con extranjeros el reino del norte. En Judá el rey más sobresaliente fue Ajaz, a quién el profeta Isaías, hizo la importante profecía sobre el nacimiento del Emmanuel.

III.- REYES DE JUDA HASTA EL DESTIERRO DE BABILONIA (2 R18, 1-25-30). Contiene la historia de Judá tras la caída del reino del norte hasta la toma y saqueo de Jerusalén por Nabucodonosor. Destaca la reforma religiosa del rey Ezequías y la milagrosa liberación de Jerusalén del ataque de Senaquerib, rey de Asiria. Destaca Isaías. Los sucesores de Ezequías volvieron a la idolatría especialmente Manasés, famoso por su impiedad. El rey Josías realizó una nueva reforma religiosa más profunda que Ezequías.

Sus sucesores vuelven a la idolatría, y el Señor castigó a Judá y a Jerusalén por medio de Nabucodonosor, rey de Babilonia y la ciudad fue dos veces saqueada, el Templo incendiado y los habitantes de Judá llevados cautivos a Babilonia junto al rey. En Judá quedó un gobernante, y en Babilonia el rey Yoyaquín, aunque cautivo, obtuvo un trato de favor, de este modo hay cierta esperanza, pues la estirpe de David continúa, aunque sea en el destierro.

Redactado en la época del destierro. Destinado a los judíos que vivieron la invasión babilónica tiene como fin explicar cómo pudieron suceder esas cosas, y animar a la fidelidad al Dios de Israel.

Su redactor se apoya en materiales previos y que respeta al introducirlos en su obra. Entre las fuentes se citan 3 expresamente: el Libro de los hechos de Salomón, el Libro de los anales de los reyes de Judá y el Libro de los anales de los reyes de Israel También existen varios conjuntos literarios previos, que se insertan en la obra sin importantes modificaciones. Entre ellos la crónica de la sucesión de David, la historia de Salomón, la historia del cisma, el ciclo de Elías, el ciclo de Eliseo, las noticias sobre Joás, las noticias sobre Ajaz y las relaciones entre Ezequías e Isaías.

No duda en dar explicaciones personales de los acontecimientos, ni en valorar las conductas de los reyes.

Cada uno de estos bloques tuvo su historia literaria antes de su incorporación. El autor sagrado escoge aquellos que le sirven mejor para mostrar su objetivo: como el pueblo, representado por sus reyes había obrado de tal manera que se hizo inevitable el castigo, a pesar de las advertencias de los profetas.

1 y 2 Reyes muestran lo mismo que Deuteronomio: el destino del hombre depende de su fidelidad a Dios. El hombre está abocado al fracaso si abandona al verdadero Dios, sometiéndose al servicio de los ídolos. Estos libros ponen de manifiesto el conocimiento de Dios que adquirió Israel y como llegó a él. Aquí se revela a su pueblo como el Dios de todo lo creado, que tienen dominio absoluto sobre la naturaleza, Dios de cielos y tierra.

Al mismo tiempo Dios se manifiesta como absolutamente trascendente, no puede ser contenido en ningún templo, ni ser representado, pues habita en los cielos. Es el único y verdadero y no admite otros dioses junto a Él

Esta revelación la hace Dios por medio de sus profetas, los hombres de Dios. Sus palabras se cumplen inexorablemente. El esquema profecíacumplimiento se repite unas 45 veces.

También la condición del hombre pecador y deseoso y necesitado del verdadero Dios. La raíz del pecado es la idolatría, aparecen las tentaciones de los baales cananeos. La fidelidad a Dios exige purificar totalmente el culto al verdadero Dios, realizándolo como El quiere, en el santuario de Jerusalén, el cual fue decretado santuario único para Israel, a finales del siglo VII a.C., con Josías.

A su vez 1 y 2 Reyes muestran cómo fue actuando Dios con su pueblo, Dios dio a David como rey y promete que su descendencia permanecerá siempre en el trono.

Elige el Templo de Jerusalén para que fuese Morada de su santo Nombre, la presencia de Dios pasa del Arca al Templo.

A pesar del despliegue de la misericordia de Dios, los reyes y el pueblo no fueron fieles y adoraron a otros dioses. Dios si permanece fiel a su promesa, y la línea de sucesión davídica se mantiene en el trono de Judá.

Los Libros de los Reyes culminan en el NT, en el que Jesús es proclamado Hijo de David por la multitud y los evangelistas. Dios cumple su promesa por encima de toda expectativa humana, la ascendencia davídica de Jesús no se funda en la generación humana, como sucede en los reyes de Judá, sino en la voluntad de Dios que elige y constituye a José como padre de Jesús.

El Reino que se inaugura con la venida de Cristo trasciende un reinado humano e histórico, es el Reino mismo de Dios, Jesucristo es Rey pero su reino no es de este mundo. El Reino del Mesías, está formado por judíos y gentiles, a diferencia de Judá e Israel, hombre de toda raza y nación, un reino de sacerdotes

La Iglesia integrada por judíos y gentiles es en la historia humana el germen y principio de este Reino, prefigurado por lo que el reino de Judá

Jesús pone de manifiesto que el esplendor de su Reino es mayor que el de Salomón. El verdadero culto a Dios, ya no se dará ni Garizim (Samaría) ni en Jerusalén, sino en Espíritu y en verdad. El Reino de Dios, instaurado por Jesucristo, tendrá su realización plena en la nueva Jerusalén, celestial y escatológica, es decir la Iglesia consumada en gloria al final de los siglos. Allí está la morada de Dios con los hombres