El desembarco de la Generación Z

17 ago. 2013 - Además de líderes de consumo, los chicos de la Generación Z se ca- racterizan por su capacidad multi- tas
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SÁBADO

| Sábado 17 de agoSto de 2013

Vínculos

El desembarco de la Generación Z Saben investigar los productos, no buscan aprobación paterna y son un factor clave para decidir las compras dentro de sus familias; los especialistas en marketing ya los tienen en la mira y empiezan a replantearse sus estrategias

Aprender a nadar entre la libertad y el riesgo

Viene de tapa

“Toda esta influencia en el consumo se produce en un contexto donde hoy hay más negociación en las familias respecto de las reglas y las normas que en otras épocas. La Generación Z aprovecha esta circunstancia, ya que son, también, grandes negociadores”, agrega Díaz Alarcón. Además de líderes de consumo, los chicos de la Generación Z se caracterizan por su capacidad multitasking y la avidez por entrar rápidamente en el universo de los adultos. “Mientras habla conmigo, tiene su iPad prendida y está chateando con el celular– dice Verónica Ferrari, mamá de Valentina Bruno, de 12 años–. Mi hija mayor, que hoy tiene 16, a esa edad sólo estaba con el Messenger y cuando abrió el Facebook compartió su contraseña conmigo. Vanchu, en cambio, me bloquea y cuando le pregunto con quién chatea, me responde que no me importa.” Mientras los chicos están adquiriendo su propio celular cada vez a más corta edad, la televisión tradicional fue reemplazada por sitios de entretenimiento a demanda que les brindan la posibilidad de ver películas y series en continuado. Ellos pueden estar varias horas con una temporada completa y están dispuestos a pagar por eso sin dudarlo. Valentina y sus amigas, por ejemplo, organizan todos los viernes “noches de terror” en la casa de alguna de ellas. Pero no ven las películas en DVD ni en la tele, sino en Internet. “Vemos series y películas en Netflix”, cuenta ella, y mientras responde a la pregunta, chatea con su celular y les muestra a sus amigas los mensajes. Todas tienen, a su vez, un teléfono en la mano y están las 24 horas conectadas. Usan Twitter y WhatsApp para mensajearse, y, cada vez menos, el Facebook. “Algo que suele verse en esta generación es su capacidad de multitarea entre diferentes pantallas, más propias de un videojuego, que de la lectura tal como la hemos conocido sus padres. La creencia de que Internet y, particularmente los buscadores, son el oráculo que posee todas las respuestas. La organización de la vida diaria está mediada por mensajes de texto o chat, incluso con miembros de la misma familia, dentro del hogar. Lo atractivo, lo interesante, lo que está más allá de la casa, hoy no es sólo el mundo físico, sino ese mundo virtual, pero tan real como el otro”, afirma Carlos Neri, psicólogo especializado en Tecnología y Educación. El diálogo con los adultos Milward Brown hizo una encuesta mundial entre varios miles de chicos de más de 70 ciudades, en 15 países de Europa, Asia y América del Norte y del Sur, que muestra que el 50% de niños de entre 8 y 12 años está online todos los días y el 25% interactúa diariamente con sus pares de otros países. Esto los mantiene más informados y estimulados todo el tiempo. Hay menos espacio para el juego tradicional, como lo conocieron sus padres y abuelos, pero se abren otras formas de conocimiento que ya están impuestas. No hay tiempo para la discusión, y los adultos, a cargo de la educación de estos niños, tendrán que desperezarse, dejar de quejarse y ver la manera de comunicarse con ellos para no perder el contacto. Maggie Magalotti es mamá de Sofía (12) y Sol (10) Villamediana. “Peleamos todo el tiempo. Cuando vamos en el auto, les pido que no se pongan los auriculares, que charlemos. Sol, con 10 años, ya quiere tener Facebook. Yo estoy alargando lo más posible ese momento y les pongo metas, pero es muy difícil”, dice. Además de los padres, los maestros también se enfrentan a situaciones que los desbordan. Celulares en las aulas, desconcentración, cuestionamientos, actitudes más propias de la adolescencia que de chicos de esta edad... Federico Ruiz es profesor de inglés y hace más de diez años que trabaja en aulas con chicos que cursan 6° y 7° grado. “En estos años, los chicos han cambiado mucho. Están más preocupados por su vestimenta, el deporte dejó de ser un juego que se disfruta en equipo para convertirse en una competencia. Tienen necesidad de ser vistos, ser reconocidos y ningún ámbito queda exento de ello –plantea–. De hecho, tengo varios alumnos que hacen publicidades. Están muy estimulados, cuando doy una consigna y quiero lograr un objetivo, tengo que argumentar mucho más que antes. A mí me parece bien que se cuestione, desde un lado respetuoso, esto es lo que le está faltando a nuestra sociedad.” Guadalupe García, Serena Salzman y Guillermina Leudesdorf tie-

opinión Sergio Balardini Para La NacioN

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Serena Salzman, Guadalupe García y Guillermina Leudesdorf, todas de 13 años, salen juntas a comprar ropa en negocios de marca

A Martín Sobrino (izquierda), de 12 años, los padres le pusieron horarios para conectarse a Internet nen 13 años y son muy amigas. Las tres responden a la entrevista mientras escuchan alarmas de mensajes, chequean sus tuits y miran de reojo la pantalla. Salir a comprar ropa es, para ellas, algo habitual, y están al tanto de las últimas tendencias. “Queremos ser actrices –dice Guillermina con una sonrisa–. No me imagino cómo será cuando sea grande. Me da miedo terminar el colegio, no ver a mis amigos todas las mañanas. En la facultad no voy a conocer a nadie”, agrega sin dejar de mirar su celular. “A mí, a veces, me asusta un poco que estemos todos con el celular y no prestemos atención a los demás –admite, por su parte, Serena–. Quizá, tu papá y tu mamá te están diciendo algo importante y vos no los escuchás.” Claro que no todos los chicos responden a los mismos parámetros ni todas las familias están desbordadas por la revolución tecnológica que los separa de sus hijos. Martín Sobrino tiene 12 años y si bien a él le gusta es-

tar conectado con sus amigos por las redes sociales y ver el resultado de un partido de fútbol por Internet, usa también su tiempo para dedicarse a la música, a jugar con sus amigos y a estar en familia sin intromisión de ninguna realidad virtual. Su mamá, Valeria, cuenta cómo lo logra: “Martín no tiene celular, no es porque no lo quiera, sino porque no queremos aún que lo tenga –sostiene–. Tiene un iPod con el que se conecta a Internet, escucha música y juega, pero yo pongo horarios. Todos vivimos conectados por nuestro trabajo, pero ponemos límites a eso y cerramos todo cuando llega la hora de estar juntos. Sin embargo, noto un cambio importante entre él y Mila, mi hija de 2. No sé si lograremos lo mismo, ya que, siendo tan chiquita, maneja el iPod, la iPad, entiende cuál es el ícono para poner una película y aprieta la tecla para iniciarla. Estamos asombrados de su capacidad”. El tema de los límites ronda a esta generación de padres a la que no

les gusta tanto establecerlos. Mercedes Trusso es maestra de 6° grado desde hace 25 años y tiene más que claro cómo fue esta evolución. “Los padres de esta generación son desiguales: los hay muy comprometidos con sus hijos y otros que están ausentes. Los límites están poco claros. Yo lo viví progresivamente. La presión es grande y ceden fácilmente. Los chicos empiezan cada vez más temprano a ir a fiestas, están hiperestimulados y, lamentablemente, poco reflexivos. Tienen permiso para hacer cosas de adultos, pero no sé si la madurez para afrontar las consecuencias”, reflexiona. Evidentemente, los canales de comunicación han cambiado vertiginosamente y la prospección es que este cambio siga la tendencia. No hay marcha atrás. Una investigación entre jóvenes de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano, realizada por la licenciada en Geografía Urbana, Sandra Di Lucca, confirma esta mirada. En su

ignacio coló

tesis, Di Lucca resume los testimonios recogidos. “No hace falta leer el libro completo, bastan ciertas partes para comprender el todo y es mejor Internet, lo que está ahí es –grafica Di Lucca–. Ellos consideran que no es necesario memorizar conceptos y temas que están allí disponibles. Les cuesta comprender el sistema de formación académica escolar y lo expresan a los docentes con libertad y espontaneidad, crean vínculos muy cercanos.” En definitiva, la conclusión es que los chicos seguirán siendo eso, chicos. La frescura, la inocencia y la simpleza con la que ven el mundo no van a desaparecer. El desafío es que padres y maestros no pierdan el contacto con ellos mientras se quejan por los cambios y, paradójicamente, están absorbidos por la misma tecnología. Si éstos son los nuevos códigos, habrá que aprenderlos, mejorarlos y adaptar el mensaje a ellos. Lo importante es que siempre haya mensaje.ß

Prepararnos para entender el mundo que viene opinión Jeroen Boschma PArA LA nAcion

H

ace siete años hablé de la Generación Einstein como una generación de jóvenes nativos digitales, que leen el diario como periodistas, miran las películas como directores de cine y analizan la publicidad como publicistas. Hoy, 10 años después, creo que esta llamada Generación Z es más Einstein que nunca y esto se profundizará aún más en el futuro. Los niños que hoy tienen entre 8 y 12 años se caracterizan por ser nativos digitales, estar siempre

conectados y por su autenticidad. Esto lo aplican en todos los planos de su vida, incluidos sus consumos. En la última década, las compañías de marketing toman muy en cuenta lo que piensan estos niños y saben que no pueden ser engañados con publicidades fantasiosas. Ellos son un factor clave a la hora de decidir las compras en una familia actual. Los jóvenes Einsteins de los que hablé hace unos años ya están creando sus propias empresas y son muy exitosos. Se expanden internacionalmente y la Argentina se encuentra entre sus destinos favoritos. Es una generación “global”, se identifica con valores positivos, cree en el aprendizaje en red y cre-

ció sumergida en el mundo digital. Luego de ver cómo evolucionaron, les diría a los maestros que hoy están formando a las nuevas generaciones, que un solo día que no aprendan algo de sus alumnos, es un día en que no les han enseñado nada. Mirando al futuro, también les mostraría a las empresas que algún día los emplearán que estos niños entienden el mundo mucho mejor que nosotros. Para dejarlo más claro: los niños de la llamada Generación Z han ascendido al quinto y último escalón de la pirámide de necesidades de Maslow, en el cual se destacan la moralidad, la creatividad, la falta de prejuicios, la aceptación de los

hechos y la resolución de los problemas como lo más importante de alcanzar. Los demás escalones ya fueron superados por las generaciones anteriores. Fuimos una generación dominada y cuando crecimos, salimos de esa burbuja para meternos en la realidad. Esta generación no vive en una burbuja, somos nosotros los que volvimos a estar dentro nuevamente. Ellos observan nuestra conducta y consumos. Entienden la realidad mucho mejor que los adultos, que tenemos que prepararnos para entender el mundo que se perfila.ß Autor del libro Generación Einstein

os chicos y chicas nacidos en el comienzo de este siglo son autónomos, se mueven entre pares y organizan su mundo a través de la tecnología, terreno que conocen como la plaza que habitan y en el que suelen constituirse, más de una vez, en tutores de los adultos. Ellos viven en un mundo que los desafía con su incertidumbre, y aprenden a nadar entre la libertad y el riesgo. Muchas veces, hay que decir que su autonomía parece confundirse con algo parecido a la orfandad, cuando terminan por formularse preguntas entre pares y decidiendo las respuestas en fórmulas que son propias del ensayo y el error... Tienen consciencia de que viven en una sociedad en la que la norma es el cambio y no la estabilidad. Y saben de sus derechos, aunque no están seguros de que los adultos estén en condiciones de garantizarlos. Entre pares, estos chicos se transmiten estrategias que ellos mismos han generado para enfrentar los riesgos de salir a la calle o a los mundos virtuales. Distribuyen su atención en múltiples tareas y suelen aburrirse rápido, mucho más si lo que el otro les ofrece no está a la altura de los nuevos descubrimientos, de los que suelen estar suficientemente informados. El mundo no aparece como un lugar muy seguro y ellos saben de las injusticias que lo atraviesan; por eso se animan a expresar los cambios que desearían para hacerlo un lugar mejor. Las movilizaciones y la agitación política no les resultan ajenas, pero, en general, todavía no tienen las herramientas para hacer un análisis propio. No lo olvidemos: son chicos. Por otra parte, advierten la confusión, los esfuerzos y las dificultades de los adultos en llevar adelante sus vidas, es decir, nuestra vulnerabilidad. De ahí que cierta firmeza en nuestras respuestas a veces les resulte contradictoria. Más de un padre estará de acuerdo: no dejan de señalarlo y pendulan entre la negociación y la desconexión. Pero también agradecen y disfrutan de adultos que, sin ponerse en un plano de horizontalidad, los inviten a compartir decisiones, juegos y actividades. Necesitan de adultos que los reconozcan, que los escuchen, pero que puedan poner distancia, sin confundir sus roles. Y sobre todo, necesitan que los ayudemos a construir perspectivas en un mundo que habitan sobrecargados de información, de consumo y de puro presente.ß

El autor es sociólogo, especializado en adolescencia y juventud, de Flacso

Algunas claves distintivas de la Generación Z Hiperconectados El 50 por ciento de chicos de entre 8 y 12 años está online a diario. Manejan todos los lenguajes digitales: celulares, tablets, televisores inteligentes y computadoras Impacientes Hijos de la inmediatez de la tecnología, no soportan esperar mucho. Hacen varias tareas a la vez y todo lo chequean en la Web Consumistas Deciden qué comprar y conocen el producto porque lo investigan. Convencen y superan en información a quienes tienen el real poder de compra