El default educativo

16 sept. 2014 - se respira en ese microclima que es una es- cuela, guarda directa relación con la canti- dad y calidad d
1MB Größe 4 Downloads 150 Ansichten
OPINIÓN | 23

| Martes 16 de septieMbre de 2014

relato vacío. El

polémico cambio de régimen de calificaciones propone el camino corto de la inclusión populista, en lugar de apostar a la inclusión real, más ardua, a través del aprendizaje y el conocimiento

El default educativo Claudia Romero —PARA LA NACION—

Viene de tapa

Pero no se ven políticas claras de implementación que vayan más allá de la retórica. Esto es lo que alienta la reacción y las críticas. La provincia de Buenos Aires, que este año perdió 19 días de clases sólo por paros, afirma que es imprescindible “acompañar” la trayectoria escolar de los chicos. Acompañar sería, en principio, que hubiera clases. Sin embargo, el tiempo en buena parte de las escuelas argentinas se escurre como el agua. Pasado el Mundial y las vacaciones de invierno, en teoría recomenzaron las clases en las aulas argentinas. Pero entre feriados, jornadas de reflexión, paros docentes, paro general, todavía no hubo una semana completa de clases en esta segunda mitad de año. Sin clases, sin continuidad en el ritmo escolar, no hay educación sistemática posible. Sin escuela, no hay escuela. Y sin clima escolar dentro de las escuelas, tampoco. El mundo interno de las escuelas, lo que se respira en ese microclima que es una escuela, guarda directa relación con la cantidad y calidad de lo que se aprende en ella. El clima escolar es el ambiente en el que se disponen los estímulos y las relaciones entre maestros, entre estudiantes, entre maestros y estudiantes, y de todos con el conocimiento. Es el entorno en el que se despliega el esfuerzo enorme que representa el trabajo de enseñar y el de aprender. Proteger el tiempo escolar y generar un clima escolar estabilizado y propicio para educar es la tarea urgente. El caso extremo de la Escuela Técnica N° 13 Ingeniero Delpini, de Villa Lugano, todavía conmueve. Rodeada de violencia, sitiada, la escuela cerró. Fueron dos semanas en las que se operó el más terrible de todos los males: el default educativo. En esas dos semanas, accedimos al horror del tiempo unidimensional, al tiempo sin futuro. ¿Cuántas otras escuelas como la de Villa Lugano existen? ¿Cuántas, permaneciendo abiertas, están simbólicamente cerradas? ¿Cuántas escuelas no parecen ya escuelas en la metamorfosis de los mil usos? ¿Cuántas funcionan como un comedor, un aguantadero, como si fueran un rincón más de la calle o como un club, una guardería apacible en la que se acuna a nuestros niños de sectores medios? Una escuela sin clases no es una escuela. Una escuela en la que se aprende poco es poca escuela. Una escuela en la que no se aprende es una estafa. Sabemos que el tejido de relaciones educativas, el clima social y académico de una escuela puede reconfigurarse respecto del

mundo exterior, que por fortuna no necesariamente es una réplica del entorno, que inclusive puede funcionar como antídoto de las violencias y los horrores del afuera, que no está condenada a la reproducción. Por eso es que, potencialmente, desde las escuelas se puede cambiar la historia, así lo hizo por ejemplo la Europa de la posguerra. Hoy sabemos también que el clima escolar es algo mensurable y que puede ser mejorado. Según el estudio Serce de Unesco de 2006, el clima escolar es la variable más importante para explicar el desempeño de los estudiantes de las escuelas primarias de América latina. La última evaluación PISA realizada en 2012 se focalizó especialmente en matemáticas y evidenció que el clima de las escuelas argentinas es de los peores del mundo. El 55% de los alumnos argentinos no puede empezar a trabajar por mucho tiempo una vez iniciada la clase y en el 49% de las clases hay elevados niveles de ruido y desorden. Y no se trata precisamente de la efervescencia de clases creativas y participativas, no, todo lo contrario, es otra forma de perder el tiempo escolar, se trata de la abolición de la clase, es la no clase, la no escuela, porque en esas clases no se enseña y no se aprende. Además el 51% de los estudiantes señala que directamente no escucha al profesor. Hay muchas razones para no escuchar al profesor. Algunas tendrán que ver con lo que los profesores tengan para decir, con la calidad de sus clases. Estudios recientes con docentes de educación primaria argentinos muestran que menos de la mitad puede definir tres conceptos matemáticos básicos correspondientes al programa de estudios de 4º grado. La buena enseñanza es clave en el logro de un buen clima escolar. Es la condición más importante para que se produzcan aprendizajes significativos y además es un beneficio acumulativo. Las investigaciones muestran que tres años o más de contacto con un buen docente puede equiparar los aprendizajes de estudiantes que provienen de familias con bajos ingresos al nivel de sus pares provenientes de hogares de clase media. Tener buenos docentes es uno de los más potentes correctivos de inequidad en la distribución de oportunidades de vida. El nuevo régimen académico que se impulsa, no sólo en Buenos Aires, sino en muchas otras provincias se inspira en la ley de educación nacional que en su artículo 16 hace responsables a las autoridades de “asegurar los principios de igualdad e inclusión educativa mediante acciones que permitan alcanzar resultados

equivalentes en el aprendizaje a todos los niños independientemente de su situación social”. La inclusión populista, en un delirante ejercicio de tergiversación de la realidad, se centra en la alteración de la escala de calificaciones que tradicionalmente fue del 1 al 10; le saca los tres dígitos fatídicos que indicaban aplazo y dice que la cuenta comienza con el 4. Calificaciones “blandas” que acompañen. La inclusión real es sin duda más difícil, se realiza por el conocimiento y a través del aprendizaje. Siguiendo con los cambios en el régimen académico de la primaria, es apropiado pensar en ciclos de aprendizaje sin repitencia o con “promoción acompañada”, otro neologismo que tan bien les sienta a las reformas. Pero esto tiene sentido y se

Una escuela sin clases no es una escuela. Una escuela en la que no se aprende es una estafa construye como verdadera inclusión si y sólo si se trabaja en el fortalecimiento de la enseñanza y desarrollando muchos sistemas de apoyo a los aprendizajes. Por ejemplo, sería necesario que en las escuelas que atienden a los sectores más vulnerables se trabaje simultáneamente con dos maestros en el aula del primer ciclo (como en las escuelas privadas de clase media), y que esos maestros tengan la formación específica para enseñar en contextos de adversidad. La inclusión real no se declama, se implementa, y por eso es más cara, pero con ese objetivo, se supone , se aumentaron los recursos en Educación. La escuela es una promesa. La poderosa promesa de acceder al conocimiento significativo que promueve igualdad de oportunidades, la antigua promesa de generar otro mundo dentro del mundo, construyendo relaciones menos salvajes y más justas. En tiempos de números mentirosos, de relatos delirantes que encubren la realidad, la escuela tiene que ser la promesa de otro país. Proteger el tiempo de clases, proteger el clima interno de las escuelas, sostener su tejido de relaciones sociales y académicas relevantes, es cumplir con esa promesa. Lo contrario es pedagogía del atraso y de la pobreza, es relato vacío. © LA NACION

La autora es directora del Área de Educación de la UTDT

La dinastía se desenmascara Osvaldo Guariglia —PARA LA NACION—

E

l término “dinastía” proviene de una palabra griega derivada de un adjetivo que significa “poderoso/a”, y en la terminología de filósofos e historiadores de la política del siglo IV a.C. en adelante adquirió un sentido estricto: “Oligarquía familiar que gobierna despóticamente”. En su recepción y traducción a diversos idiomas modernos, este sentido se fue debilitando, pero nunca perdió completamente su fuerte tono negativo. ¿Qué entendemos por una oligarquía familiar? Sin dudas, un régimen político en el que, quien gobierna es sucedido en el poder por un familiar inmediato: esposo/a, hijo/a, hermano/a, etcétera. La meta principal de

toda oligarquía es la de preservar y acrecentar el poder ya acumulado, empleando para ello todos los recursos que le da el propio poder para saltear los obstáculos y los límites que la ley o la constitución pudieran haberle impuesto. Éstas son, sin dudas, las premisas que se asumen desde un punto de vista de realismo político sin ilusiones y sin velos para poder anticipar y predecir las acciones futuras y, en general, las conductas de las familias encumbradas en el poder. De allí surgen algunas hipótesis que luego la experiencia habrá de ratificar o desechar. La primera que uno tiende a comprobar es si ha habido un correlato entre el pronuncia-

do crecimiento de la fortuna de la familia y el período durante el cual esa familia controla el poder. Si ese correlato es notable, se podrá de allí inferir que todos los miembros directos de la familia y no solamente quien gobierna tendrán un intenso interés en proseguir en posesión de todo el poder,

La meta principal de toda oligarquía es la de preservar y acrecentar su poder

como el objetivo máximo por lograr, pero en caso de que esto fuese imposible, en retener la mayor parte de este poder como elemento disuasivo de todas las inquisiciones jurídicas posteriores a la caducidad del jefe/a del grupo en el cargo. El gran economista y sociólogo italiano Vilfredo Pareto analizaba la acción política en dos elementos básicos: un fin “p”, asequible con los medios a disposición del actuante y al que éste realmente pretende privadamente, y otro fin “q”, mucho más pretencioso, generoso y grandilocuente que el agente propone como un fin social para toda la comunidad y defiende con una concepción teórico-política general,

a la que Pareto denominaba “derivados”. La función de este segundo elemento de la acción política consistía en enmascarar el primer y más personal fin “p” que el agente in péctore se ha propuesto. La tarea del científico consiste, entonces, en desenmascarar, tras los fines grandiosos y altruistas los pequeños objetivos egoístas que guían realmente la conducta del político. A veces ocurre que los propios políticos, inconscientemente, revelan estos fines personales que los acucian y preocupan. Debemos en realidad agradecerle al hijo de la Presidenta que se haya hecho cargo en persona de esa tarea en su primera aparición pública. © LA NACION

claves americanas

Bolivia va a las urnas con un proceso electoral fraudulento Andrés Oppenheimer —PARA LA NACION—

E

MIAMI

l presidente populista de Bolivia, Evo Morales, ha dicho que quiere ganar su tercer mandato con un arrasador 74% de los votos en las elecciones del 12 de octubre. Y a juzgar por lo que me contó su principal rival en una entrevista esta semana, no sería sorprendente que Morales logre su deseo. Samuel Doria Medina, un acaudalado hombre de negocios que es el candidato opositor mejor posicionado en las encuestas, admite abiertamente que está participando en un proceso electoral fraudulento, en el que todas las reglas y prácticas están dirigidas a ayudar a que Morales gane la elección. En primer lugar, las elecciones “no tienen un arbitro neutral”, porque el Tribunal Supremo Electoral responde al presidente, me dijo Doria Medina. En segundo lugar, el gobierno viene gastando desde hace años millones de dólares de fondos públicos para inundar el país con propaganda favorable a Morales, mientras

que ha limitado la propaganda electoral de la oposición a los últimos 27 días antes de la elección. En tercer lugar, el gobierno ha prohibido a la oposición comprar spots publicitarios en televisión para defenderse contra los avisos negativos, dice Doria Medina. “Han emitido hasta 60 veces un spot de TV negativo contra nosotros y, cuando hemos querido poner nuestra respuesta, no nos han permitido. El tribunal electoral lo prohibió”, me dijo Doria Medina. “Igualmente, hemos puesto avisos de campaña en la vía pública, y han ordenado a la policía sacarlos. El gobierno tiene el monopolio de los avisos de campaña.” Considerando el enorme gasto de publicidad del gobierno y sus medidas contra la oposición, no es ningún misterio que Morales encabece las encuestas, dice Doria Medina. Según los últimos sondeos publicados por el diario El Deber, Morales tiene un 56% de intención de voto, seguido por Doria Medina, con el 17%, y el ex pre-

sidente Jorge “Tuto” Quiroga, con el 6%. Si el proceso electoral es fraudulento, ¿por qué participa?, le pregunté a Doria Medina. Me respondió que aunque el proceso electoral ha sido injusto, “el conteo de los votos estará a cargo de ciudadanos elegidos por sorteo” y que por eso “no habrá fraude el día de las elecciones”. Agregó que la oposición podría tener un triunfo inesperado, como ocurrió en las elecciones locales del estado amazónico de Beni el año pasado. En esa ocasión, las encuestas preelectorales decían que ganaría el candidato del gobierno, pero ganó la oposición. “En Bolivia, las encuestas a veces tienen un 33% de margen de error”, dijo. Cuando le pregunté por las afirmaciones de políticos bolivianos en el exilio, según los cuales Doria Medina y otros candidatos de la oposición constituyen una “oposición domesticada” que está ayudando al gobierno de Morales a poder decir que Bolivia es una democracia, Doria Medina respondió: “Es muy fácil hacer ese tipo de aseveracio-

nes desde Miami. Nosotros somos los opositores que nos hemos quedado en el país y que enfrentamos al gobierno boliviano”. Finalizando la entrevista, le pregunté por qué hay tantos candidatos de la oposición y por qué no se unen. Respondió que esta vez hay muchos menos que en las elecciones anteriores. “Nuestra fórmula es la única que representa una alianza”, dijo. Mi opinión: Doria Medina está haciendo lo correcto al participar en lo que evidentemente es un proceso electoral fraudulento, porque sería un error no aprovechar los reducidos espacios para la crítica –especialmente en televisión– que quedan en Bolivia. La manipulación electoral del gobierno es mucho mayor que los abusos que mencionó Doria Medina en la entrevista. Por ejemplo, en años recientes Morales ha enviado a varios de sus principales opositores –como el ex gobernador de Cochabamba Manfred Reyes Villa– al exilio, o a la cárcel. Es más, la candidatura de Morales pa-

ra un tercer mandato es en sí misma una pirueta legal: en 2008, Morales cambió la Constitución para autorizarse un tercer mandato consecutivo –lo que estaba prohibido por la Carta Magna– bajo el dudoso argumento de que su primer mandato no cuenta, porque tuvo lugar antes de que Bolivia fuera “refundada” como el “Estado Plurinacional de Bolivia”. Ya se pueden imaginar quién fue el que “refundó” el país. Así que el 12 de octubre, cuando Morales sea proclamado ganador de las elecciones por amplia mayoría y los observadores de la Organización de Estados Americanos digan que el conteo de los votos fue limpio, los partidarios de la democracia de todo el mundo deberían ver todo esto con gran escepticismo. Puede ser –o no– que el conteo de los votos del día de la elección sea limpio, pero el proceso electoral ha sido un chiste. © LA NACION

Twitter: @oppenheimera