Destacan el espíritu religioso que esconde la obra de Jorge Luis ...

16 ene. 2007 - misterio que hace a las cosas; aun cuando lo niega, en su obra man- tiene una relación dramática con ese
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Cultura

Martes 16 de enero de 2007

LA NACION/Página 9

Entrevista con Biagio D’Angelo

Destacan el espíritu religioso que esconde la obra de Jorge Luis Borges Continuación de la Pág. 1, Col. 2

tina, donde ofreció conferencias en distintos ámbitos académicos. –Usted sostiene que Borges fue un hombre religioso, pero él mismo se decía agnóstico. –Ser agnóstico significa admitir la imposibilidad de conocer a Dios, y eso es algo diferente de la irreligiosidad. Percibí que lo agnóstico era en Borges una forma de realismo ontológico; es decir, el de la criatura que sabe que nunca podrá conocer a Dios. La misma ceguera en él es alegórica y no solamente física. Parece decir: “Yo no podré ver a Dios; lo veré sólo después, cuando encuentre los arquetipos, los esplendores sagrados”. El agnosticismo en Borges, para mí, es una forma de humildad del poeta. –¿En qué consiste entonces su religiosidad? –Hay en él una percepción de un misterio que hace a las cosas; aun cuando lo niega, en su obra mantiene una relación dramática con ese misterio. Que se llame Dios o se llame Aleph es lo mismo. Considero lo religioso una última playa de la razón, y Borges, que es un hombre eminentemente de la razón, intuyó que el último trabajo de ésta es percibir el misterio que hace al universo. Esta suerte de religiosidad en él se une con lo que podríamos llamar un punto de fuga. –¿Cuál sería? –El reconocimiento de que en la percepción humana hay algo que escapa a todo esquema, pero sin lo cual no se puede justificar la existencia de las cosas, ni la propia. En una comunicación de radio con Antonio Carrizo, Borges dice: “He dudado de Dios, pero no de su cara”. –¿Cómo entiende esto? –Que no ha dudado de la carnalidad de Dios. Es como decir: he dudado de Dios, como se duda de cualquier filosofía, pero nunca de su cara, de la posibilidad de tocar su rostro, de su materialidad. Pienso que le gustaba Shakespeare porque es concreto: habla del misterio de la vida, de Dios como de un acto concreto.

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Borges en la tumba de Edgar Allan Poe, durante uno de sus viajes a Estados Unidos

–Hay escritos en los que Borges parece un filósofo. –Borges decía que no era un filósofo, y tenía razón, porque el filósofo tiene una idea sistemática del universo y ése no es su caso. Sus cuentos son como variaciones sobre un mismo tema: la búsqueda. –¿En qué elementos se evidencia esa búsqueda? –En los diálogos con la propia tradición, con la familia y sus antepasados y con otros poetas, escritores y pensadores a los que leyó y que han percibido lo mismo que él. “Todos se jactan de lo que han escrito; yo me jacto de lo que he leído”, dijo. –Borges incursionó también en el budismo... –Es uno de los pocos autores que unió Oriente y Occidente con la idea, probablemente utópica, de una religión donde todas las religiones estén

Culto católico Santoral. San Marcelo I. Papa, dividió a Roma en 24 barrios y destinó a cada uno un sacerdote. El emperador Majencio lo condenó a cuidar animales. Murió enfermo, en 309. Liturgia. Hoy se leen la Carta a los Hebreos (6, 10-20) y el Evangelio de San Marcos (2, 23-28).

Fe de erratas El martes de la semana pasada, en las “Palabras cruzadas” (sección 4, página 8), la referencia 25 vertical (a la palabra “una”) debió haber sido “artículo indeterminado”. El sábado, en un título (y en el texto correspondiente) de la sección Espectáculos, página 1, se escribió mal el apellido del actor Johnny Depp. Anteayer, en un título de la página 20, se escribió incorrectamente la palabra “garajes”.

CESAR TUCCI. - Querido hijo, siempre estás junto con Belén en nuestros corazones. Lila, Ramiro, Paula y Victoria Tucci. Misa hoy, 20 hs., Perú 451, Acassuso HORACIO O. ALBANO, falleció el 15-1-97. - En el décimo año de su fallecimiento, su familia lo recuerda con cariño y agradece a familiares y amigos una oración en su querida e inolvidable memoria

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Biagio D’Angelo

presentes. Se relaciona con el budismo en su intento humano de explicarse el universo y la realidad. –¿Encontró o intuyó una respuesta a esa búsqueda? –No puedo decir que la haya encontrado, pero sí que tenía una intuición. Como lector, me gusta Borges porque me permite continuar esa búsqueda y porque su percepción de la realidad es desestabilizante y para nada burguesa. –¿En qué sentido? –Todos los grandes autores de la literatura son desestabilizantes. Después de haber leído a Borges, uno no puede ponerse frente a la realidad como si todo fuera normal o dado. No me gustan los escritores que parecen tener la realidad en el bolsillo y la revelan. En Borges hay una búsqueda, y parece decirle al lector: ven conmigo.

–¿El destino es implacable para Borges? –Sí. Y la ceguera sería su destino implacable y despiadado. Aceptar ese destino significa hacer poesía. El destino es cruel, pero no la búsqueda, que permite gozar de la vida. Si no, por ejemplo, no hubiera hecho un viaje a la antigua Grecia casi al final de su vida. –¿Hay lugar para la esperanza en Borges? –Creo que la figura de María Kodama en el centro del laberinto es una alegoría de la esperanza. En una de sus últimas poesías escribe que el punto principal del laberinto no es la salida, sino el centro; es decir, lo que genera ese laberinto. La vida es alegóricamente un laberinto y ese centro es fundamental. Y Borges dice: allí, en el centro, está María Kodama. Es decir, una presencia positiva y no la desesperación. No sabría decir si ahí hay lugar o no para la esperanza, pero yo espero en la esperanza de Borges. –Si no cierra la pregunta, ¿podría deducirse que mantiene la esperanza de hallar una respuesta? –Exacto. En ningún momento deja de buscar. En un poema de Cuaderno San Martín dice: “Misterio cuyo vacante nombre poseo y cuya realidad no abarcamos”. Dios es un nombre vacante y lo puedo llamar como quiera. –Los críticos de Borges no lo describen como un hombre religioso... –En realidad, mi perspectiva sería inaceptable para aquellos que creen que un autor, siendo intelectual por esencia, no puede ser religioso. Piensan, a mi juicio equivocados, que la religiosidad es algo propio de un místico o un chupacirios. Para Jaime Rest, Borges sería un nominalista; para Juan Nuño, un seguidor del platonismo; para Ana María Barrenechea, cuya crítica es la más difundida, un panteísta nihilista. Yo creo que mi lectura es parcial, como la de todos los críticos, pero invito a leer a Borges de esta forma: eliminando el cliché de que ha sido un hombre que no creía en nada.

Monseñor Keegan

Mons. Daniel Keegan El sepelio Monseñor Daniel Keegan, que fue rector de la Catedral de Buenos Aires durante casi 20 años, entre 1969 y 1988, falleció a los 77 años en el Hogar Sacerdotal, donde pasó sus últimos años afectado por una enfermedad neurológica. Había nacido en Ameghino, Buenos Aires, el 14 de enero de 1929. Estudió filosofía en el seminario de Villa Devoto –del cual sería vicerrector entre 1960 y 1964, y rector, entre 1964 y 1968– y teología en Cincinatti, Estados Unidos. Fue ordenado sacerdote en Avellaneda en 1954 por monseñor Miguel de Andrea, de quien fue secretario privado y gran colaborador. Fue asesor de la Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas. Se licenció en Teología en la Universidad Católica de Washington. Fue vicario de las parroquias Santa María Goretti, en Mataderos, y San Miguel Arcángel, en el centro. Prestó servicios en la Curia, en el Episcopado y en la Nunciatura, donde fue secretario del nuncio Humberto Mozzoni en 1968 y 1969. Sereno y afable, Keegan es recordado como rector de la Catedral, donde recibió, en 1987, a Juan Pablo II. Monseñor Keegan fue quien reveló, en junio de 1986, que Jorge Luis Borges se habría acercado a la Iglesia antes de morir, al difundir una carta que le remitió el sacerdote suizo Pierre Jaquiet. “Mi presencia junto a él fue una asistencia y lo sentí asociarse a la oración y al sacramento de la reconciliación”, dijo entonces quien le prestó asistencia espiritual antes de su muerte en Ginebra. El sepelio se efectuó en el cementerio de Pablo Nogués.