Después de ochenta años, Mozart y Salieri siguen ...

16 ene. 2013 - de Amadeus, la exitosa obra de. Peter Shaffer (1926) ... Acusado en su momento (Amadeus se estrenó ... ch
4MB Größe 7 Downloads 52 Ansichten
espectáculos | 3

| Miércoles 16 de enero de 2013

1932-2013

Nagisa Oshima. Figura descollante de la nouvelle vague japonesa

El director de Furyo, en 1992

El imperio de los sentidos Fotos: eFe

Controvertido, audaz, iconoclasta, incansable experimentalista en lo formal y figura descollante en la que a fines de los años 50 se llamó la nouvelle vague japonesa, Nagisa Oshima, que murió ayer, a los 80 años, en un hospital de Kanagawa, al sur de Tokio, como consecuencia de una neumonía, ha quedado definitivamente asociado, por lo menos en Occidente, al escándalo que provocó su film más famoso y el que le dio mayor proyección internacional, El imperio de los sentidos (1976). Sin embargo, este acérrimo crítico de la sociedad y la política japonesas de su tiempo, que ganó con su atrevida obra el premio al mejor director en el Festival de Cannes de 1978, fue bastante más que el autor de esa película que por sus escenas de sexo explícito –estaba inspirada en un hecho ocurrido en los años 30, cuando una criada castró a su patrón y amante, lo que en el film deviene un ritual erótico expuesto con notable rigor–, fue objeto de censura en gran número de territorios y cuya versión integral nunca ha sido proyectada hasta hoy en su país. La obra de Oshima, nacido en marzo de 1932 y vinculado al cine 24 años más tarde, cuando el azar lo llevó a ingresar en uno de los grandes estudios japoneses, es extensa y abarca cuatro décadas, a partir de 1959, aunque perdió continuidad después del gran fracaso comercial de Max, mon amour (1986), donde, con la contribución de dos habituales colaboradores de Buñuel (el guionista Jean Claude Carrière y el

productor Serge Silbermann) contaba el curioso caso de una burguesa de París (Charlotte Rampling) enamorada de un chimpancé, y se hizo todavía más esporádica después de la parálisis a la que lo condenó un primer accidente cerebrovascular sufrido en 1996. Su último film, tras un largo tratamiento de rehabilitación, fue Tabú, en 1999. Se había interesado en la política antes que en el cine; cursó derecho en Kyoto, se especializó en historia, y de allí pasó a la crítica de cine antes de aprender el oficio en los estudios. Desde el principio generó controversias con sus visiones críticas de la realidad, primero testimoniando los problemas reales de los jóvenes en los duros años de la reconstrucción. Entre 1959 y 1959 rodó 17 de sus 26 largometrajes, casi siempre feroces embestidas contra la sociedad burguesa que fueron poco vistas fuera de Japón. A partir de Ceremonia solemne (1971), la crítica occidental empezó a prestar especial atención a sus films duros, desesperados, lúcidos, y a los documentales que realizó para la televisión, algunos sobre el conflicto en Indochina. Así llegó a Cannes El imperio de los sentidos, y con él el aplauso, el escándalo y la notoriedad internacional. Vendrían después El imperio de la pasión (1978) y sobre todo, Furyo, o Feliz Navidad Mr. Lawrence, que exponía la tensión homoerótica entre un oficial japonés (Ryuichi Sakamoto) y uno británico (David Bowie) en un campo de prisioneros de Java. Fue el mayor éxito internacional de Oshima. Y el último.ß Fernando López

Bambalinas Laura Ventura

DUPLa // LaPacó y García SatUr, jUntoS

Además de actor, Claudio García Satur es escritor. Hace algunos años editó un volumen con sus relatos, Heterocuentos, y desde hacía un tiempo trabajaba en una obra de teatro, Una vida mejor. El director Santiago Doria la leyó y quedó encantado. A fines del año pasado la presentaron en el marco del ciclo Teatrísimo. Una vida mejor es la historia de un hombre adulto que vive recluido en su soledad, hasta que su hijo le envía a una mujer para que colabore en sus quehaceres domésticos. Esta pieza se estrenará en abril, producida por Julio Gallo, en el marco de una gira nacional, ya que las grandes salas porteñas están por el momento ocupadas con otros espectáculos. La dupla protagónica será interpretada por Claudia Lapacó y García Satur. Doria convocó también a Gaby Goldman para la música y a René Diviú para la escenografía.

Después de ochenta años, Mozart y Salieri siguen rivalizando Ernesto Schoo —LA NACION—

García Satur y Lapacó

Alejandro Paker

InFantIL // con eL eSPírItU De MIDón

Objetos maravillosos fue un tesoro de la cartelera infantil que se presentó durante cinco temporadas consecutivas en La Comedia, desde el año 2002. Este infantil contaba con el libro y la dirección de Hugo Midón y la música de Carlos Gianni. “Es el antiPlayStation”, decía por entonces el realizador. La tecnología cambió, pero este espectáculo permanece a la vanguardia. Es por eso que Alejandro Paker –quien también se prepara para protagonizar El hombre elefante– trabaja junto con Alfredo Allende y el grupo Vocal 5 (con la formación original que trabajó en la obra: Hugo Lasa, Raúl Oliveira, Horacio Pomer, Jorge Vázquez y Patricia Vázquez) para reponer este espectáculo. Esta vez contará con la dirección de Gabi Goldberg y desde mayo La Comedia volverá a hospedarlos.

teatro

Adriana Salgueiro

caSaMIento // eL Sí De La actrIz y eL ProDUctor

Después de 16 años de relación con el productor Alejandro Arellano, Adriana Salgueiro se casará en junio por iglesia y por civil. La actriz, que interpreta a la esposa de Nito Artaza en Usted puede ser un asesino, llevará a cabo su compromiso sobre el escenario del teatro Enrique Carreras. Los padrinos serán Nito, Darío Lopilato y Aldo Funes (el productor de la comedia), mientras que las madrinas serán sus compañeras de elenco Andrea Estévez, Sabrina Artaza y Kitty Locane.

P

ara la presente temporada se anuncia el regreso a las carteleras porteñas de Amadeus, la exitosa obra de Peter Shaffer (1926), sobre la rivalidad entre Mozart y Salieri, que Cecilio Madanes dirigió, un cuarto de siglo atrás, en el Liceo, con Oscar Martínez y Carlos Muñoz en esos papeles, y Leonor Manso como Constanza, la mujer de Mozart. Ahora Martínez dirigirá y será Salieri. En estos momentos se asiste en Londres a una nueva versión de la pieza, lo que da motivo a una extensa nota de Anna Tims en el Guardian de Manchester en su edición del pasado lunes 14 de enero. El primer entrevistado es Shaffer, quien se abstiene cuidadosamente de mencionar la obvia fuente de su obra, el diálogo –titulado, justamente, Mozart y Salieri– escrito un siglo antes por Pushkin. Se limita a decir que leyó mucho sobre Mozart y que le llamó la atención el contraste entre la música sublime y la vulgaridad de las cartas del compositor. Acusado en su momento (Amadeus se estrenó en 1979) de presentar un Mozart infradotado, a un paso de la imbecilidad, dice: “Expreso su costado infantil, las cartas parecen escritas por un chico de ocho años”. El director original iba a ser John Dexter, pero entre el autor y él estalló un conflicto de intereses que acabó con una amistad de muchos años. “John dirigió algunas de mis primeras obras –Ejercicio para cinco dedos, Comedia negra–, pero es una persona difícil. Pretendía cobrar un porcentaje de mis derechos cada vez que se representase Amadeus, aunque él no la dirigiese. Le mandé una carta, me la devolvió sin abrir,

fui a verlo personalmente y tuvimos una pelea tremenda. No he vuelto a saber de él. En ese momento, Peter Hall, que como régisseur se especializó en Mozart, me pidió que le permitiera dirigirla y acepté, encantado”. Del reparto original convocado por Dexter, tan sólo quedó Simon Callow (1949) en el papel de Mozart: en ese momento era un desconocido. El papel de Salieri recayó en un monumento del teatro inglés, Paul Scofield (1922-2004), y Constanza fue Felicity Kendal. “Durante los ensayos –acota Shaffer–, seguí modificando el libreto, añadiendo o suprimiendo.” “Sí –recuerda Felicity–, todos los días modificaba algo, hasta que Scofield, con su voz de trueno, una tarde dijo «¡Basta!» y ahí se acabaron las rectificaciones.” Según Shaffer, Kendal ha sido la mejor Constanza de todas las versiones. La actriz, famosa no sólo por su talento sino también por sus caprichos, dice: “Participar en Amadeus me enseñó a pensar en la obra antes que en el personaje. Yo era muy arrogante entonces y rechazaba papeles si no me parecían lo bastante extensos o importantes. Constanza es un personaje pequeño; si no fuera por el brillo del libreto, que me sedujo, no lo habría aceptado. Pero la leí y supe que yo tenía que estar en esta obra. Paul Scofield era un coloso, y el director, Peter Hall, uno de mis ídolos. Cada día me despertaba ansiosa por ir cuanto antes al ensayo. Es raro que uno sepa que algo va a ser un clásico mientras todavía lo está ensayando. Pero así fue con Amadeus. Se habla del dulce perfume del éxito. Nosotros ya lo percibíamos desde mucho antes de estrenar”.ß