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DE LAS DIFERENCIAS CULTURALES ENTRE MEXICANOS Y EXTRANJEROS Y SU RELACIÓN CON EL MINISTERIO EN LA IGLESIA Por Mauricio Toxqui P.

INTRODUCCION

He buscado en el pensamiento mexicano las diferencias y los reencuentros, la demostración, la argumentación tal y como la hemos aprendido de Aristóteles; pero no la he encontrado. He tratado de enfrentar los problemas más profundos de la manera más exhaustiva y todas las vías me llevaron al rechazo de la razón. El espíritu está ahí, por supuesto. Pero aquel grado de participación camina gracias a la intuición en lugar de la abstracción. Ikram Antaki1

El registro bíblico dice: “... si alguno está en Cristo, nueva criatura es...” (2 Co. 5:17). Y el pueblo de México se adentra en la búsqueda de esa nueva identidad. Sin embargo, ¿cómo emprender esa agonizante lucha, la de entender el entorno del mexicano? ¿Cómo comprender esas comunidades mexicanas llamadas la iglesia local, con sus líderes, con sus congregantes, con sus misioneros? México es un país de contrastes, dentro de este amplio espectro de clases socioeconómicas podemos encontrar al hombre silvestre y el hombre refinado, perspectivas diversas de este México que agoniza en un mar de paradojas y de contradicciones acordes a la naturaleza del hombre caído (Romanos 3:23). La nueva criatura (espiritual) es todo aquel que ha sido engendrado del Padre (Juan 1:12-13), aquí se hace evidente que hay una determinación de engendrar, no es voluntad humana, es voluntad del Padre. Pero este hecho, ¿acaso borra de un golpe nuestra historia nacional? ¿Acaso este hecho nos hace mejores sujetos? ¿Acaso este hecho nos da el derecho a voltear el rostro a lo que somos? La iglesia mexicana juntamente con sus líderes, no pueden sustraerse al hecho de la influencia que ejerce la cultura así como la aculturación sobre el trabajo en la iglesia mexicana. La tragedia mayor sería pasar por alto la reflexión acerca del mexicano y de lo mexicano y proceder a hacer el ministerio. En tanto que nuevas criaturas, ¿cómo hablar de estas grandes verdades definitivas, que son la palabra de Dios a la paradoja, a la contradicción, al mexicano? ¿Cómo sustraer de su solipsismo al tlatoani líder que se devanea entre la vida y la muerte, entre la cultura y los pensamientos divinos? El presente escrito tiene la finalidad de analizar el pensamiento de Octavio Paz respecto al mexicano y lo mexicano, después, sobre esta base, obtener algunas conclusiones para esas nuevas criaturas quienes poseen “conciencia de su ser, en tanto que mexicanos” (O. Paz, 1950) MEXICANOS, ESPAÑOLES, NORTEAMERICANOS Formas, estructuras, constructos, paradigmas, “debes” y “no debes”, que nos son legados, nos son aportados, sugeridos, respecto a cómo se debe hacer el así llamado ministerio ¿De dónde nos vienen estas sugerencias, estos patrones, estas formas?: el convivio aquí, el picnic allá, el ágape con los sándwiches y los brownies reglamentarios, los desayunos para varones, señoritas y jóvenes, la división por grupos homogéneos (grupo de jóvenes, grupo de varones, grupo de señoras, grupo de misioneros, grupo de lideres, el grupo del grupo de lideres). Rituales, liturgia, y en este mar de símbolos e imágenes que evocan el paraíso del ministerio perfecto, efectivo y exitoso, las reflexiones de lo que somos mueren en el océano helado de la banalidad, del sin sentido, de lo superfluo, de la carencia de ideas, de la carencia de propuestas y lo que es devastador y violentamente trágico, la carencia de cimientos en los absolutos bíblicos. ¿Sería apropiado que antes de emitir la acción de proyectar los grandes planes para alcanzar a México por medio de estrategias creativas contemporáneas (la iglesia es hija de su tiempo), antes de pensar en el igle-crecimiento, hagamos caso al apóstol cuando dice: “Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne...”? (Ef. 2:11). ¿Qué clase de acción es esta de acordaros? El verbo da la idea de traer a la memoria, de pensar, reflexionar para que emerja a la luz lo que había quedado en el encierro de la oscuridad que es el olvido, es decir que podamos ADQUIRIR CONCIENCIA DE NUESTRA SINGULARIDAD, como dice Octavio paz en su libro El laberinto de la soledad: La historia de México es la del hombre que busca su filiación, su origen: Sucesivamente afrancesado, hispanista, indigenista, “pocho”, cruza la historia como cometa de jade, que de 1

Ikram Antaki, El pueblo que no quería crecer, Océano, México, Pág. 36

vez en cuando relampaguea. En su excéntrica carrera ¿qué persigue?... Nuestra soledad tiene las mismas raíces que el sentimiento religioso. Es una orfandad, una oscura conciencia de que hemos sido arrancados del Todo y una ardiente búsqueda.... Algunos pretenden que todas las diferencias entre los norteamericanos y nosotros son económicas, esto es, que ellos son ricos y nosotros pobres, que ellos nacieron en la Democracia, el Capitalismo y la revolución industrial y nosotros en la Contrarreforma, el Monopolio y el Feudalismo. 2 Este tipo de pensamiento nos lleva a considerar, desde la perspectiva del autor, esas diferencias entre el mexicano y otras culturas, específicamente la norteamericana, y entonces preguntarnos si lo que llamamos ministerio no es una especie de aculturación y de ser así, si de alguna manera está influenciando esta aculturación el ministerio de la iglesia en México. ... por otra parte, se me había hablado [dice Octavio Paz] del realismo americano y, también, de su ingenuidad, cualidades que al parecer se excluyen. Para nosotros [los mexicanos] un realista es un pesimista. Y una persona ingenua no puede serlo mucho tiempo si de veras contempla la vida con realismo. ¿No sería más exacto decir que los norteamericanos no desean tanto conocer la realidad como utilizarla?.... Así, pues, el realismo americano es de una especie muy particular y su ingenuidad no excluye el disimulo y aun la hipocresía. Una hipocresía que si es un vicio del carácter también es una tendencia del pensamiento, pues consiste en la negación de todos aquellos aspectos de la realidad que nos parecen desagradables, irracionales o repugnantes. 3 La realidad del mexicano es sombría, las casas están pintadas del color de sus grandes tragedias y desgracias (J.M. Serrat) pero al llegarnos la aculturación pareciera que perdemos de vista quienes somos, como nos definimos y en consecuencia, como actuamos. A mi parecer, las reflexiones de Octavio Paz referentes a las diferencias entre mexicanos y norteamericanos, probablemente nos ayudarían a vislumbrar dos cosas: 1. Si lo que llamamos ministerio, es una práctica que emana de los postulados bíblicos, de los absolutos bíblicos o son una imitación de formas, estilos y culturas, es decir, si el así llamado ministerio, es el resultado de un proceso de aculturación. 2. Si el liderazgo mexicano, está cimentado en un sólido repertorio bíblico-teológico, producto de la exégesis bíblica, o está cimentado en el pragmatismo (me refiero a esa corriente filosófica que dice que una idea es verdad, si es útil, si da resultados, si es práctica, dando como resultado esa dicotomía hija del positivismo: Teoría-Práctica). Existen estructuras paraeclesiásticas que, siguiendo el pragmatismo (Dewey, Stuart Mill) guían el pensamiento hacia una formación técnica, alejándose contundentemente de los postulados de la reforma. (base histórica de la iglesia protestante). Me permito citar estas diferencias que Octavio Paz encuentra, para ponerlas a la consideración del lector y posteriormente poder hacer una conclusión última de esta reflexión: El mexicano se complace en la contemplación del horror, se familiariza con el horror. Los Cristos ensangrentados de las iglesias pueblerinas, el humor macabro con el que evocamos a la muerte, los “velorios”, el día de los muertos, el gusto por la autodestrucción derivada de una cierta religiosidad. Ellos [los norteamericanos] crédulos [dice Paz] nosotros creyentes, aman los cuentos de hadas y las historias policíacas, nosotros los mitos y las leyendas. Los mexicanos mienten por fantasía, por desesperación o para superar su vida sórdida; ellos no mienten, pero sustituyen la verdad verdadera, que es siempre desagradable, por una verdad social [énfasis mío]. Nos emborrachamos para confesarnos; ellos para olvidarse. Son optimistas, nosotros nihilistas, pero un nihilismo no intelectual, sino que es una reacción instintiva: por lo tanto es irrefutable. Los mexicanos son desconfiados; ellos abiertos. Nosotros somos tristes y sarcásticos; ellos alegres y humorísticos. Los norteamericanos quieren emprender nosotros contemplar. Son activos; nosotros quietistas: disfrutamos de nuestras llagas como ellos de sus inventos. Creen en la higiene, en la salud, en el trabajo, en la felicidad, pero tal vez no conocen la verdadera alegría, que es una embriaguez y un torbellino. En el alarido de la noche de fiesta [¡¡¡¡¡Viva México!!! 2 3

Octavio Paz, El laberinto de la soledad , Fondo de Cultura Económica, México, Pág. 23 Ibíd., Pág. 25-26

(Sarcasmo mío)] nuestra voz estalla en luces; vida y muerte se confunden. (...) Ellos son modernos. Nosotros como sus antepasados puritanos, creemos que el pecado y la muerte constituyen el fondo último de la naturaleza humana.... En cambio los mexicanos, antiguos o modernos, creen en la comunión y en la fiesta, no hay salud sin contacto. Tlazoltéotl, la diosa azteca de la inmundicia y la fecundidad, de los humores terrestres y humanos, era también la diosa de los baños de vapor, del amor sexual y de la confesión. Y no hemos cambiado tanto: el catolicismo --la religiosidad— [cursivas mías] también es comunión.4 Ambas actitudes (o culturas) son irreconciliables para nuestro autor, pues el sistema norteamericano sólo quiere ver la parte positiva de la realidad. Ni mexicanos ni norteamericanos hemos logrado esta reconciliación del hombre con el universo (Ver. Romanos 8. 20-23). Si miramos lo que la iglesia está haciendo como ministerio, cabe reflexionar sobre las formas, los modelos adoptados. ¿De dónde nos vienen? ¿Como distinguir cuando ya un modelo se le está elevando al nivel de absoluto? Y es que, cuando hablamos de formas, inmediatamente tenemos que hablar de filosofía del ministerio, y al hablar de filosofía del ministerio, inmediatamente hay que hablar de hermenéutica y exégesis, y al hablar de exégesis, tenemos que hablar de epistemología. Al someter cualquier metodología eclesiástica, a este análisis, ¿podremos encontrar las bases bíblico-teológicas del movimiento de reforma? O ¿encontraremos tal vez bases epistemológicas tales como el positivismo, o tal vez, lo que es más preocupante, bases epistemológicas tales como las que sostienen a esa indefinición filosófica y científica que es la posmodernidad? UNA NOTA FINAL DE REFLEXION ¿Qué sucedería si un día un grupo eclesiástico (o paraeclesiástico) decidiera realizar un desarrollo organizacional en su mega iglesia, con el fin de hacer más eficiente la comunicación del evangelio? Aquí nos podrían ayudar a entender de lo que estamos hablando, los sicólogos organizacionales, antes llamados sicólogos industriales. ¿Si un día se levanta un líder a decirnos que necesitamos elevar los estándares de organización, con el fin de que el incrédulo se sienta cómodo en la iglesia y regrese el siguiente domingo? Es decir, ofrecerles a los incrédulos un culto de calidad (calidad total y valor agregado dirían los empresarios) en la música, en la predicación, en el estacionamiento, en las instalaciones, etc. ¿Qué sucedería si un día un líder se levanta en una iglesia conservadora (bautista, metodista, bíblica, presbiteriana etc.) y le pide a la congregación que aplaudan a Cristo porque es el Rey de reyes y Señor de señores? Argumentando, que ya permitan las manifestaciones subjetivo-emotivas en tanto que seres humanos. Y lo que sería angustiante: la congregación, unánime, aplaude eufórica al nombre de Cristo, y llora y levanta las manos al cielo, reverente. ¿Qué sucedería si de pronto vemos al liderazgo de un grupo eclesiástico o paraeclesiástico, conservador, que solicita una alianza estratégica con alguna comunidad de esas mega comunidades de doctrina carismática o pentecostal, con el fin de llenar un estadio de fútbol para realizar una mega campaña evangelística? ¿Qué sucedería si de repente el liderazgo de una iglesia conservadora, de esas iglesias con raíces históricas en la reforma protestante, empezara a evangelizar con un evangelio teñido de mensajes propios de la teología de la liberación? Haciendo alianzas con la iglesia católica, argumentando que vivimos tiempos de cambio, y que Dios se interesa en los pobres, en los oprimidos, así que es necesario no solo llevar el evangelio, pero también es necesario llevar comida, insumos que suplan su necesidad. Se dirá que son las luchas de hace siglos, creo que sí, pero el saber esto mismo, nos hace más responsables en tanto que cristianos y en tanto que mexicanos que viven en un mundo diferente al que vivieron los apóstoles y los reformadores. Podríamos decir finalmente o recordar lo que se le dijo a un joven líder: “ También debes saber esto: [además de las cuestiones doctrinales para la iglesia] que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.... Pero tú has seguido mi doctrina, ...” (2 Timoteo 3: 1 y 10).

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Octavio Paz, El laberinto de la soledad , Fondo de Cultura Económica, México, Pág. 27