Cultura y región - Universidad Nacional de Colombia

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LO URBANO

De las memorias a las dramaturgias urbanas

Jairo Montoya

C u a n d o en el coloquio sobre Nuevas tecnologías y mutaciones de los saberes1 Jean Frangois Lyotard proponía en su conferencia Logos y teknéola tele-grafía un desglose del "efecto-memoria" engendrado por los diferentes procesos tecnológicos entendidos como formas de "inscripción", estaba esbozando no sólo una propuesta novedosa para dar cuenta de las nuevas condiciones técnicas y tecnológicas de la sociedad actual, sino también perfilando otros caminos que hacían ya por lo menos cuestionable el ejercicio de cualquier proceso mnemotécnico; al fin y al cabo, el hábito y su efecto de inscripción por apertura o por experimentación como dispositivo energético, la rememoración y su dispositivo sintético el barrido (síntesis del tiempo) y la anamnesis y su despliegue del pasaje (del pasar a través de), nos ponen ante la existencia no tanto de una "facultad que recuerde" (la memoria), cuanto de un verdadero dispositivo técnico que se despliega en capas diferentes, que vehicula formas de materialización, es decir, de inscripción diversa y que produce incluso efectos tan sorprendentes como el de inventariarse e inventarse a sí misma. Al fin y al cabo los límites y fronteras entre el espacio que le hemos asignado tradicionalmente a la imaginación y a la memoria, Realizado en el Colegio Internacional de Filosofía, de Francia, en 1986.

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parecen borrarse o al menos desdibujarse cuando constatamos que ni la memoria se limita a recordar ni la imaginación (a) inventar siempre, pues creyendo recordar, con mucha frecuencia estamos inventando, es decir, construyéndonos una memoria a la medida de nuestras necesidades2. Esta conferencia de Lyotard puede servirnos como pretexto para el doble ejercicio que nos hemos propuesto: en primer lugar, para intentar reconstruir la marcha y las derivas que nuestro trabajo, el Grupo de Estudios Estéticos, ha desarrollado desde hace aproximadamente diez años, y en segundo lugar, para situar el ámbito de las preocupaciones, de los problemas y de los fenómenos que hemos privilegiado en el acercamiento estético a nuestra sociedad. Y nos servirá de pretexto porque obviamente recordaremos lo que desde un presente puede aún ser objeto de recuerdo; rememoraremos aquello que aún perdura en nuestros intereses3; pero sobre todo intentaremos perlaborar aquello que nunca pudo ser olvidado, justamente porque no fue inscrito, y que nos permitirá actualizar la marcha actual de nuestros trabajos. 1. Configuraciones estéticas y cultura contemporánea Los efectos que produjeron los Acuerdos sobre ornato e incremento del patrimonio cultural de la ciudad, acuerdos que obligaban en nuestra ciudad a realizar por vía de la imposición lo que por una 2

Un excelente artículo titulado "Memoria e imaginación" dedica Antonio Muñoz M. a este tema. En José María Ruiz -Vargas (comp.), Claves de la memoria. Madrid: Editorial Trotta, 1997, pp. 57-67. 3 Al fin y al cabo esa rememoración es "la síntesis del pasado como tal pasado y su reactualización como tal en el presente". Cfr. Jean Francois Lyotard, Lo inhumano. Charlas sobre el tiempo. Buenos Aires: Manantial. 1998, p. 59.

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"estética urbana" jamás se había logrado y difícilmente hubiese sido logrado, sacaron a flote el debate que se había aplazado y que en sana lógica debía haber precedido no tanto la promulgación de dichos acuerdos, cuanto su razón de ser y su pertinencia: nos referimos al problema del arte urbano4. Este debate, realizado a finales de la década pasada, fue ciertamente el punto de confluencia para acercar los problemas de la semiótica contemporánea que nos ocupaban a ese campo específico de su emplazamiento en la ciudad. Las nociones de obra de arte y espacio urbano sirvieron como marco de referencia para problematizar los conceptos de arte y de ciudad que se hallaban implícitos en este debate del llamado arte urbano5; mejor dicho, para rescatar la dimensión estética que atraviesa toda la configuración del dispositivo citadino y que obviamente problematiza esta supuesta dualidad de una ciudad reñida con lo "artístico", que requiere de una dosis de "ornato y de belleza" para hacerla más vivible y amable. Concepción supletoria y proteica de lo estético que, vista desde hoy, parece hundir sus raíces más allá de la promulgación de dichos acuerdos y que señala más bien una forma particular de construir la urbanidad de nuestras ciudades. De allí que la reflexión sobre el problema del espacio público apareciera como el ámbito de confluencia entre arte y ciudad y como

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El excesivo voluntarismo, no exento de ese mismo espíritu empresarial y tecnocrático que había regido y que aún rige la configuración urbanística de la ciudad, quería mediante este recurso tributario suplir lo que dicha configuración no había logrado, y dotar el amoblamiento citadino de "signos que la embellecieran". 5 Cfr. Jaime Xibillé, "Obra de arte y espacio urbano", en Revista Pintura Fresca. Medellín, 1997; Jairo Montoya, "Espacio y espacio urbano", ari Revista Pintura Fresca. Medellín, 1997.

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terreno más cercano, si se quiere, a los intereses de una semiótica del espacio. Los trabajos de los lingüistas-antropólogos Eduard Sapir6 y Benjamin Lee Whorf con sus construcciones de "mapas semánticos"; las investigaciones realizadas por Eduard T Hall en torno a los problemas de la proxémica del espacio7; el despliegue de las poéticas que había esbozado Gastón Bachelard en torno a su propuesta fisioanalítica8, sirvieron pues de marco de referencia para articular este debate sobre el arte y la ciudad, con el trabajo que habíamos realizado en torno a la semiótica espacial de la ciudad del Viejo San Juan en Puerto Rico9. Proxémica, poética de la espacialidad y retóricas de la cultura se constituyeron en el marco de referencia para desplegar una reflexión que cada vez se acercaba más a los ámbitos de una estética, pues las relaciones entre el despliegue de los sentidos y las configuraciones culturales, por una parte, y entre las superficies de inscripción de estas configuraciones (los cuerpos biológicos, sociales y estéticos) y sus anclajes, cristalizaciones y solidificaciones como dispositivos de memoria, por otra, ponían de presente un ámbito eminentemente estésico.

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Cfr. Eduard Sapir, El lenguaje. México: Fondo de Cultura Económica, 1974. Cfr Eduard T. Hall, La dimensión oculta. México: Siglo XXI Editores, 1989. 8 Gastón Bachelard, Lapoética del espacio. México: Fondo de Cultura Económica, 1965; El agua y los sueños. México: Fondo de Cultura Económica, 1978; El aire y los sueños. México: Fondo de Cultura Económica, 1980. 9 Jairo Montoya y Jaime Xibillé, Hacia una semiología del espacio. Análisis de un caso concreto. Tercer Encuentro Regional de Lingüística Aplicada. Medellín, agosto de 1989. 7

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El proyecto de una Semiótica y Hermenéutica del arte tenía aquí sus condiciones de existencia. Dos fenómenos particulares nos interesaban en el debate contemporáneo con respecto a los problemas del arte: por una parte, el estallido de las experiencias artísticas contemporáneas, que sacaba a flote una exploración inusitada de las posibilidades estéticas que ofrecían casi todos los ámbitos sensoriales y que se desplegaban en una auténtica mezcla, hibridación y yuxtaposición entre sus espacios 10 , y por otra, la eclosión de las teorías estéticas, que abría ya el abanico de las poéticas y de las retóricas de los fenómenos artísticos 11 . Frente a una estética restringida casi exclusivamente a las producciones del arte y cuyo espacio aparecía cada vez más difícil e inoperante de sostener, se trataba ahora de reivindicar una estética expandida que buscase no tanto la universalización del fenómeno artístico, cuanto la indagación por los diferentes estratos que componen el comportamiento estético; o en palabras de André Leroi Gourhan, que se propusiese "rescatar en toda la densidad de las percepciones cómo se constituye en el espacio y en el tiempo un(os) código(s) de emociones, asegurando al sujeto étnico lo más claro de su inserción afectiva en su sociedad" 12 . Mirados desde esta expansión estética, los debates en torno a la situación contemporánea de la cultura adquirían una dimensión que se cruzaba con las indagaciones hechas en muchos ámbitos particulares de su deriva actual. Mencionemos algunos de ellos: 10

Cfr Simón Marchan Fiz, La estética en la cultura moderna. Madrid: Alianza editorial, 1987. 11 Cfr. Ornar Calíbrese, Los lenguajes del arte. Barcelona: Paidós, 1987; La era neobarroca. Madrid: Cátedra, 1994. 12 André Leroi Gourhan, El gesto y lapalabra. Caracas: Universidad Central, 1971, p. 267.

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—El ocaso del arte y la discusión en torno al ornamento y al monumento como fenómenos estéticos de una sociedad que en el despliegue masmediático de sus estrategias societales y de la reivindicación del carácter precario e histórico-perecedero de la experiencia estética, se acerca cada vez más a la transparencia13. -Las mutaciones de una sensibilidad que ha terminado por estetizar la vida cotidiana misma y por sacar afloteel campo de unas estéticas aligeradas, melancólicas y perlaborativas más cercanas a la experiencia de lo sublime que a la puesta en obra de lo bello14. -La emergencia de una semiurgia generalizada que hace de la nuestra una sociedad de consumo en la cual la proliferación de los simulacros impone otros registros, otras formas de inscripción y otras lógicas estéticas15. - E n fin, la emergencia de las poéticas y las retóricas como ejercicios de producción y de creación de lo que Paul Ricoeur pudo denominar niveles de la cultura, cuando esbozó esa especie de geología estratigráfica de sus componentes, al indagar por el enclave de culturas particulares en procesos de civilización universalista16. La estética expandida permea, pues, la mayoría de las veces en forma implícita, este abanico tan diverso de reflexiones sobre nues13

Cfr Gianni Vattimo, El fin de la modernidad. Barcelona: Gedisa, 1986; La sociedad transparente. Barcelona: Paidós, 1987. 14 Cfr Jean Franjois Lyotard, Moralidadespostmodemas. Madrid: Tecnos, 1986. Félix Guattari, El constructivismo guattariano. Cali: Universidad del Valle, 1993; Las tres ecologías. Valencia: Pre-Textos, 1990. 15 Cfr]enn Baudrillard, La sociedad de consumo. Barcelona: Plaza y Janes, 1974; Crítica de la economía política del signo. México: Siglo XXI Editores, 1911; El sistema de los objetos. México: Siglo XXI Editores, 1975. 16 Cfr Paul Pdcoeur, Historia y verdad. Madrid: Encuentros, 1990; Tiempo y narración. Madrid: Cristiandad, 1987, dos tomos; Hans Georg Gadamer, La actualidad de lo bello. Barcelona: Paidós, 1991.

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tra situación cultural actual, justamente para hacer aflorar por entre los intersticios de sus configuraciones la trama compleja de sus dispositivos. 2. Memorias urbanas y palimpsestos estéticos No deja de ser sintomático el que durante estos últimos años se haya empezado a consolidar una honda preocupación por la memoria tanto individual como colectiva; mejor dicho, a reactivarla, quizá en una dirección muy cercana a la que habían trazado ya muchas experiencias estéticas y muchas otras esferas de la Ada humana cuando reactivaban, reelaboraban o revisitaban experiencias ya hechas y consolidadas. Hablamos hoy de memorias por todas partes. La obsesión por construirlas, por comprenderlas, por preservarlas cuando se cree tenerlas o por buscarlas cuando parece ser que se han perdido, esa obsesión atraviesa nuestra época reactualizando y redimensionando una tradición salida del trabajo sociológico emprendido por Durkheim y Halbwachs, quienes habían planteado ya la consolidación de las sociedades alrededor de las llamadas memorias colectivas. Pero a lo mejor hablamos hoy de memorias porque nuestra condición actual nos pone, en primer lugar, ante la experiencia de una individualidad fuertemente "fragmentada" que parece buscar por contrapartida, y a toda costa, puntos de reconocimiento y de identificación; y en segundo lugar, ante agrupaciones sociales "reterritorializadas" en sus espacios, en su comportamientos y sobre todo en su pertenencia a un suelo histórico que las arraigue. N o hay posibilidad de memoria sin registro o sin soporte, y su existencia implica como conditio sine qua non la capacidad del olvido. Por eso, si asistimos hoy a ese fenómeno aparentemente contra-

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dicterio de la fragmentación de las memorias colectivas y a la emergencia de "memorias desterritorializadas"; si por una parte reivindicamos los particularismos de memorias regionales y por otro vivimos inmersos en esas memorias telemáticas que constituyen nuestra ineludible condición actual, es justamente porque nuestra época lleva hasta sus extremas consecuencias el ejercicio pleno del olvido —de la "memoria moderna" si se quiere—, que no es más que el cultivo del recuerdo. Memorias desterritorializadas en tanto el cuerpo biológico y el cuerpo social han dejado de ser los soportes privilegiados de su inscripción para ver proliferar esos registros a distancia que constituyen la nueva esfera de las tecnologías mnemotécnicas de las telememorias. Aunque, en rigor, deberíamos hablar más bien de mezcla y de superposición de memorias y de superficies de inscripción, que nos permiten avizorar el espacio alegórico, palimpséstico, neorromántico, neomedieval y neobarroco que terminan por configurar17. Ahora bien: salvo por un ejercicio que por exigencias metodológicas deba establecer diferencias de niveles o de énfasis en la investigación, resulta difícil, si no imposible, hablar de cultura contemporánea por fuera de su espacialización y materialización en los dispositivos metropolitanos. La planetarización de la urbe y la urbanización del planeta son fenómenos distintos pero concomitantes que nos ponen más bien ante una experiencia muy particular y muy nuestra del ejercicio de las memorias.

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Cfr "La cultura postmoderna", en Revista de Ciencias Humanas, n° 18, Medellín, 1995. Los trabajos que Jean Francois Lyotard, Paul Ricoeur, Marc Auge, Régis Debray, entre otros, han dedicado a este problema de las memorias, nos sirvieron de punto de referencia.

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Y así como pueden, por ejemplo, privilegiarse con toda pertinencia unas "narrativas urbanas" que indaguen por las formas como la ciudad teje sus relatos y sus actores en la urdimbre de las tramas culturales, así mismo puede ella mirarse como una inmensa superficie de inscripción en la cual se despliegan comportamientos estéticos que configuran en sus hibridaciones, superposiciones y yuxtaposiciones la trama compleja de sus memorias urbanas. Sin embargo, esta mirada estética de la ciudad —si así puede llamársele- pasa por otras exigencias que es necesario, al menos, señalar, pues las mutaciones espacio-temporales que producen los dispositivos técnicos y sociales de las ciudades contemporáneas han tenido a su vez profundas repercusiones en el ámbito de esos saberes que buscaban comprenderlas. Consolidadas en el cruce de las tres críticas kantianas, los discursos de la sociología y la antropología como auténticos discursos de la racionalidad moderna, se construyen sobre los parámetros casi siempre implícitos de un espacio y un tiempo trascendentales que les sirven de referentes para pensar los registros individuales y colectivos de la interioridad y la exterioridad, y se legitiman en el ejercicio de una "razón práctica" a la luz de la cual se buscan espacios y tiempos consistentes en las formaciones sociales y culturales, estigmatizando, de paso (cuando no acallando), las manifestaciones de esas temporalidades y espacialidades propias de la esfera estésica en la cual el mismo Kant había encontrado los basamentos de su Crítica del juicio. Silencio casi absoluto, es cierto, pero de efectos muy evidentes, pues con ello se redujeron los problemas estéticos, tanto de las sociedades urbanas como de las producciones culturales, al dominio de las "teorías estéticas modernas" que le son también contemporáneas: el decorado, el adorno y el ornato de las ciudades. Como si la experiencia estética, o mejor aún, el ámbito dei comportamiento

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estético no tuviese que ver con los lazos de inserción afectiva de las colectividades, para terminar acorralada en lo que podemos denominar con propiedad una estética restringida, variante moderna de la reducción de lo estético a lo artístico o, para el caso de las socialidades urbanas, de la estética urbana al ornamento. No son estas tramas estéticas restringidas las tramas de nuestras ciudades, como a lo mejor nunca lo han sido. Sus espacialidades polimorfas, cambiantes, descentradas, ya no se dejan atrapar con las metáforas mecanicistas, y sus temporalidades dislocadas, yuxtapuestas, simultáneas, han puesto en tela de juicio cualquier pretensión teleológica que les diese coherencia. De allí que un intento por comprender la urdimbre de estas tramas debe buscar más bien en otros espacios teóricos aquello que las ciencias sociales clásicas no sólo no podían ayudarle a comprender, sino que incluso habían excluido como rarezas sociales y extravagancias culturales; algo así como los residuos del festín que para la sociología, la economía o la ciencia política son las sociedades contemporáneas18. En efecto: la emergencia de la microsociología y la lenta configuración de una antropología urbana así lo han puesto de presente: más atentas a los circuitos de interacción móviles e inestables, preocupadas más por captar esa proliferación de "acontecimientos" que hacen de lo público un espacio de intercambios, se consolidan ambas como estrategias analíticas para las socialidades urbanas. Y lo son justamente porque en ellas podemos reconocer el paso de una consideración de dichas sociedades como consistentes, fuertes, mayores o adecuadas, al de sociabilidades y nichos culturales débiles, menores, inadecuados e inconsistentes, en una 18

Cfr Manuel Delgado, "El otro generalizado", tn. El animalpúblico. Barcelona: Anagrama, 1999, p. 18. y ss.

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mutación que señala no tanto la afinación del instrumental metódico de análisis cuanto la recuperación de aquel registro de visibilidad espacio-temporal que configura las tramas de lo urbano. De allí que sus territorios teóricos se hayan desplazado desde el espacio de la razón práctica para acercarse cada vez más a los dominios de una estética, pero expandida; vale decir, preocupada por las materializaciones espacio-temporales en las cuales se conforman afectos y perceptos como tramas de inserción del individuo y como redes de cohesión del grupo19. Mejor dicho, una estética de los intersticios por los cuales se escabulle lo social y en los cuales se consolidan los lazos efímeros de unas sociabilidades también móviles y cambiantes. Despleguemos un poco más esto: en el texto Paysages urbains, chases publiques, Isaac Joseph ha planteado cómo "en las investigaciones que se han llevado a cabo (sobre todo en Francia) sobre las culturas y las sociabilidades urbanas, la noción de espacio púbkco, a la vez metáfora de la ciudad como lugar de intercambio, de la "cité" como centro del debate poktico y de la sociedad urbana como sociedad democrática, parece hacer girar en torno a una misma palabra un espacio de investigación infinitamente distendido por sus objetos y sus campos. Significante cero de la urbanidad, permitiría traspasar las fronteras no obstante reales entre civilidades y civismo, entre el espacio de circulación de la ciudad y el espacio de comunicación de la ciudadanía, entre el marco ecológico de las actividades y el marco participativo moral o poktico de los compromisos"20; y podríamos añadir, siguiendo la sugestiva propuesta de 19

Cfr André Leroi Gourhan, El gesto y la palabra. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1971, p. 267 y ss. Ídem., p. 14.

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Manuel Delgado, entre "los practicantes de lo urbano y los habitantes de la ciudad" 21 . "Significante cero" es casi como decir dispositivo que produce efectos-acontecimiento, independientemente de esas materializaciones concretas que dan sentido a los modos particulares de significación que dicho significante actualiza. Imagen perfecta para desustanciar esta noción de espacio público y para definir el trayecto de las propuestas de muckos proyectos y discursos como el paso desde el mundo conflictivo de las civilidades hasta el espacio ordenado y regulado del civismo. Explorando al máximo esta metáfora lingüístico-semiótica que ya se perfila desde los acercamientos de la microsociología con la pragmática y la dramaturgia, puede Josepk especificar un espacio público como "dispositivo de dramatización de la intersubjetividad práctica que moviliza una serie de artefactos y de equipamientos del pensamiento y de la actividad. De ello resulta una hibridación de lenguajes de la que no se puede ignorar la consistencia propia ni el aislamiento de unos a otros. Lenguaje de la ecología, que hace del espacio público un espacio lleno y un medio de recursos. Lenguaje de la escenografía que tiende al contrario a vaciar el espacio para no conservar más que la observabilidad y sus variantes. Lenguaje del político que mide el espacio público por sus cualidades de accesibilidad y de espacio común" 22 . Es factible que las metáforas de la dramaturgia y del teatro pertinentes, cuando quieren darse cuenta de ese "trabajo de cualificación que remite a los momentos de acción y a las estructuras prác-

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Manuel Delgado, "El otro generalizado", en El animalpúblico, op. cit., p. 13. Isaac Joseph, La ville sans qualités. París: Editions de l'Aube, 1998, p. 14.

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ticas de las experiencias" 23 , se revelen con reservas cuando se miran los "incidentes y accidentes urbanos", fluidos y cambiantes, más próximos a la experiencia de la performance artística, como lo ha señalado Delgado 24 . No hay allí, sin embargo, contradicción alguna: cuestión de complementariedad, mejor dicho, de mezcla e intersección entre dos caminos -el de la microsociología y el de la antropología— que con medios metafóricos diferentes recorren un mismo territorio, desde un idéntico registro de visibilidad: la pragmática. Sin embargo, creo que por estos espacios llenos del lenguaje de la ecología con sus nichos y redes, y los espacios vacíos de la dramaturgia urbana, con sus actores y escenografías, deambulan los espacios liminares del "entre", de los intersticios: pictóricos de afectos y de perceptos que o bien se convierten en territorialidades efímeras, o bien en lugares de tránsito y de transacción, o bien, en fin, en espacios de rituakzación de las civilidades urbanas. Si la dramaturgia urbana pone su acento en las transacciones, los intercambios y las ritualizaciones de las circunstancias que se escenifican en la "arena pública" , si la antropología de lo urbano persigue más bien esas "configuraciones sociales escasamente orgánicas, poco o nada solidificadas, sometidas a oscilación constante y destinadas a desvanecerse enseguida" 25 , esta estética expandida centra más bien su preocupación en la captación de esas rejillas que traman los comportamientos estéticos en los cuales se construyen las

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ídem., p. 21. Manuel Delgado, Ciudad líquida, ciudad interrumpida. Medellín: Universidad Nacional de Colombia-Universidad de Antioquia, 1999, p. 132, 25 Manuel Delgado, "El otro generalizado", op. cit., p. 12. 24

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socialidades. Desplegando los lazos de inserción afectiva, esa urdimbre teje las estéticasfisiológicasde los valores y ritmos corporales, las estéticas funcionales de los artefactos y equipamientos, las "estéticas sociales" que al domesticar el movimiento terminan humanizando los registros espacio-temporales, las estéticas figurativas preñadas de valuaciones y simbolismos, para configurar un espacio estésico compuesto de capas y sedimentos, de superposiciones e imbricaciones, de estratos que a veces ni afloran a la superficie simbólica aunque sí dejen sentir su soterrada presencia. Es aquí donde podemos reconocer el lenguaje de las estéticas expandidas, con sus escrituras a veces crípticas, con sus grafías múltiples, con esos dispositivos de territorialización y desterritorialización siempre cambiantes, con unos registros palimpsésticos en los cuales puede uno rastrear las derivas de las civilidades urbanas. Aunque en rigor deberíamos hablar no tanto de un nuevo lenguaje cuanto de ese murmullo continuo y atonal, muchas veces asignificativo y poco espectacular, en el cual se despliegan las urbanidades y sobre el cual se desplazan los ahora sí practicantes de lo urbano. Hemos dicho que el espacio público como " significante cero de la urbanidad" es un dispositivo cuyos efectos materiakzan modos particulares de significación, justamente porque la construcción de urbanidad, en el doble sentido que este vocablo tiene26, actualiza formas históricas particulares en dicha construcción. Ahora podemos decir entonces que esta construcción de urbanidad, este "trabajo de la sociedad urbana sobre sí misma"27, como la designa Isaac 26

Como gobierno de la ciudad y como cualidades del hombre de la ciudad. Cfr Isaac Joseph, El transeúnte y el espacio urbano. Buenos Aires: Gedisa, 1988, p. 26. 27 ídem.

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Joseph, es el efecto que producen los cruces, las interferencias, las mezclas, los intercambios y las derivas de estos lenguajes y murmullos en el dispositivo citadino, cuyas lógicas o "gramáticas" se quieren controlar desde la gobernabikdad de la ciudad y de las cuales efectivamente se apropian quienes devienen sujetos citadinos. Obviamente, no hay aquí posibilidad para postular una forma ideal —universal o global, poco importa— de "urbanidad", salvo desde la preeminencia de una mirada despótica y panóptica sobre las sociabilidades urbanas. Lo que sí puede rescatarse es justamente la posibilidad de entender los procesos actuales por los cuales transitan nuestras sociabilidades urbanas. De unas formas de urbanidad a otras, las construcciones de lo público no pasan por la realización más o menos acorde o defectuosa de una sociabilidad ideal, o por la puesta en marcha de un proceso teleurbano ya globalizado. Lo que dichas formas de urbanidad señalan son más bien esos fenómenos de glocalización que hacen de los dispositivos citadinos un enjambre de particularismos. A lo mejor esto permita entender por qué muchas de nuestras ciudades latinoamericanas tengan como registros de sociabilidad lenguajes y espacios tan diferentes en los cuales es posible reconocer unas formas nuevas de urbanidad —la urbanidad estética— que nos permiten situar los rasgos particulares que adquieren nuestras civilidades latinoamericanas. 3. Mutaciones, palimpsestos y dramaturgia Sería cómodo pensar que nuestras civilidades latinoamericanas son el resultado evidente de una modernidad incompleta o de una modernización desequilibrada. Bastaría para ello buscar los referentes paradigmáticos de su realización satisfactoria, que sirviesen no sólo

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como modelos para imitar, sino también como proveedores de los correctivos que habría que imponer, de no ser porque aquí ya no estaríamos en la comodidad de un pensamiento, sino en la ingenuidad de una práctica. Y decimos esto porque en la construcción de nuestras "urbanidades"28 se produjo más bien un proceso de asimilación que ha terminado hoy por reducir y acotar el espacio de la urbanidad. La "cualificación del hombre de la ciudad", escenario propio de unas sociabilidades que no pasan necesariamente por los registros de una gobernabilidad, sino más bien por la copresencia, la exhibición, la escenificación y los intercambios, llegó a ser objeto de cuidado del gobierno de la ciudad cuando éste encontró en el dominio y control de los ciudadanos su casi única razón para existir: asimilación o achatamiento de la urbanidad en la gobernabilidad, pero también transformación y modificación rotunda de esta gobernabilidad en ese dispositivo panóptico que a toda costa quiere ser. Dicho en otras palabras: acorralamiento del dominio de lo político de la ciudad en el recetario premoderno de una especie de "moral pública" que va perdiendo a pasos agigantados su poder de convicción y su eficacia legitimadora, para ver surgir en su lugar la fuerza cohesionadora de lo que hemos llamado urbanidades estéticas. Esta emergencia ha operado, sin embargo, una mutación profunda en el papel desempeñado por los registros estéticos de nuestras socialidades que, desde su condición de chivos expiatorios del civismo urbano, han pasado a ser registros privilegiados de la civilidad urbana.

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En el doble sentido del gobierno de la ciudad y de la cualificación del hombre ciudadano.

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Y es que esta mutación aflora hoy con más fuerza, cuando los paradigmas del progreso y ia civilización en los cuales reposa la disyuntiva que kemos examinado sacan a flote su inconsistencia, develando así el que nuestras sociabilidades se afincan más en los lazos estéticos de una trama de intercambios y de transacciones societales complejas, que en la normatividad de un proyecto éticopolítico que las justificase. No en vano, Jesús Martín Barbero, al examinar lo que él denomina la experiencia tardomoderna en América latina, señala dos experiencias cruciales en la conformación de sus civilidades: por una parte, la desmitificación de las tradiciones y costumbres que elaboraban sus "contextos de confianza" y que ka producido como efecto el desmoronamiento de la ética y la fragmentación del "habitat cultural"; y por otra, el surgimiento de una "nueva sensibilidad (fruto del desencanto y la secularización), marcada por el abandono de las totalizaciones ideológicas, la desacralización de los principios políticos y la resignificación de la utopía en términos de negociación como forma de construcción colectiva del orden" 29 . Tramas culturales keterogéneas, diversidad de estilos de vida, proliferación de modos de habitar, hibridaciones y yuxtaposiciones en las maneras del sentir y del narrar, configuran un auténtico palimpsesto cultural fuerte y densamente comunicado, en el cual puede uno reconocer más bien la imagen barroca de nuestra civilidad. Ya no hay siquiera un sentimiento nacional que sirva como elemento cohesionador de pertenencia comunitaria. La proliferación

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Jesús Martín Barbero. "Experiencia audiovisual y desorden cultural", en Cultura, medios y sociedad, op. cit., pp. 33-34.

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de circuitos estéticos y sus múltiples registros cumplen koy aquello que Jesús Martín atribuye particularmente a los medios de comunicación: la configuración del "dispositivo más poderoso de disolución del horizonte cultural de la nación al constituirse en mediadores de la heterogénea trama de imaginarios que se configuran desde lo local y lo global"30. Obviamente no es esta "estetización de la cultura", esta "sociedad transparente" patrimonio de América Latina; como tampoco son las redes de comunicaciones y los flujos informacionales los espacios privilegiados de la desterritorialización de nuestras civikdades contemporáneas. Lo que sí podemos reconocer son ciertas formas particulares que adoptan estos fenómenos "globales" en las ciudades latinoamericanas y que Boaventura de Sousa Santos ka reconocido como globalismos localizados31. Es indudable que la(s) mundiakzación(es)32 de muckos de los procesos culturales contemporáneos, sobre todo aquellos que se concentran alrededor de los procesos de desterritorialización y de telematización, kan permeado nuestras formas de sentir. Pero también es un kecko el que las nuevas figuras de nuestra socialidad se configuran alrededor de escrituras o grafías muy particulares, que kan desplegado en los lazos cotidianos, en los intercambios citadinos, en las tramas estéticas y en los escenarios de lo público, un auténtico palimpsesto. He aquí algunos ejemplos :

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ídem., p. 36. Cfr Boaventura de Sousa Santos, La globalización del derecho. Los nuevos caminos de la regulación y la emancipación. Bogotá: Universidad Nacional-ILSA, 1998, pp. 57yss. Cfr Renato Ortiz, Los artífices de una cultura mundializada. Bogotá: Siglo del Hombre Editores, 1998, pp. 51 yss.. 31

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— Espacios y territorios fragmentados, casi que guetizados por "lenguajes parlackes" que definen "lazos cotidianos" de una sociabilidad la más de las veces excluyente. Lenguajes que tienen esa polaridad de ser a la vez cómplices de sociabilidad y "camuflaje" de una supuesta identidad ciudadana cuando no se quiere sufrir o padecer el rigor de la normatividad. Desplazados por la ciudad, esos lenguajes escapan la mayoría de las veces de los registros de una sociolingüística o de una sociosemiótica, para acercarse más bien a ese murmullo incesante que opera como marca de reconocimiento y no necesariamente como vekículo de significación, y que quizá se deje atrapar más fácilmente desde la mirada oteadora de una estética expandida33. De alfi la posibilidad de cruzar por "territorios lingüísticos diversos", en una permanente deriva de singularidades -y allí está la condición de extranjeros en nuestras propias ciudades-, como también la necesidad de acotar y definir espacios "lingüísticos" de pertenencia. - Proliferación de intercambios citadinos, fuertes unos, más débiles otros, pero en todo casi ni komogéneos ni universales. Aferrados a principios identitarios de clara marca diferenciadora, muckas formas de sociabilidad urbana se construyen alrededor de las delimitaciones territoriales, del comercio y consumo de la droga, de la violencia, del control impositivo de espacios y de espectáculos, configurando esa trama densa de intercambios fuertes que kan kecko de muckas de nuestras ciudades un espacio de intercambios yuxta-

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Los cómics, los boletines, la caricatura y los grafitis o "placazos", como también las experiencias del teatro, del video y de la radio, pueden ser una muestra palpable de este murmullo incesante que puebla hoy nuestras ciudades. Cfr Rossana Reguillo, "Hacia un anáfisis semiótico de los productos", en En la calle otra vez, op. cit., pp. 149 y ss.

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puestos que tiene los rasgos típicos de una auténtica tribalización de la ciudad. Aunque también es factible reconocer intercambios que tienen la consistencia efímera de los requerimientos que se buscan: sociabilidades débiles, si se quiere, que ponen en escena formas polivalentes de identidades precarias, como esas que identifica Rossana Reguillo para el caso de las ciudades mexicanas 34 . — Emergencia polifacética de tramas estéticas en las cuales se despliegan estas sociabilidades, configurando ese mosaico de "cartografías sensibles" que parecen componer las nuevas reterritorializaciones urbanas: el rock, el rap, los metaleros, los punkeros, el trance, el rave, los "ckolos", pero también las nuevas formas recicladas de músicas autóctonas que empiezan a disputar territorios citadinos; las lógicas vestimentarias que, jalonadas por los circuitos del consumo, terminan no obstante definiendo con sus "tatuajes" unos territorios; en fin, la presencia de unos movimientos estéticos que más allá de cualquier pretensión artística, irrumpen como nuevos dispositivos estéticos de la ciudad. Es aquí donde se encuentra la escritura palimpséstica de estas tramas estéticas urbanas, mejor dicko, de estas grafías que kan abandonado su condición de mediadores de significación, para recuperar su condición matérica, de trazo, de huella, de mareaje, la mayoría de las veces ilegible e "irreverente". Improntas icono-gráficas, picto-gráficas, sensorio-gráficas, corporo-gráficas, somato-gráficas, ideo-gráficas, crono-gráficas, ecolo-gráficas circulan hoy por todas partes como marcas de una estética social que, desafiando el aura monumental y perenne de la experiencia artística, ha puesto en escena el carácter háptico de los

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Cfr Rossana Reguillo, En la calle otra vez, op. cit., pp. 32-33.

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registros estéticos35 y ha convertido la intertextualidad, el bricolage, la fractalidad, el happening, la instalación, la performance, la cita y el fragmento, en registros de las sociabilidades urbanas, es decir, en el nuevo sensorium de la urbanidad estética afincada en el flujo y la fragmentación 36 . — Los escenarios de lo público kan sufrido también una acelerada mutación, no sólo en sus anclajes físicos, sino, y fundamentalmente, en la reconfiguración de estas nuevas "arenas públicas" en las cuales se pone en escena la publicidad de lo urbano. N o es la discusión racional o el ejercicio democrático de una civilidad que convoque lo que prima en estos escenarios de lo público. Por el contrario, vaciados de contenidos ético-prácticos, estos "lugares desterritorializados" exkiben, presentan y kacen pública esa gama de intercambios móviles y fugaces que terminan por configurar un universo complejo de sociabilidades. Las escenografías de nuestras dramaturgias urbanas tienen esa condición fragmentada, veloz, de intercambio y de simultaneidad propias no tanto del teatro cuanto de la escenografía de los medios. Más cercanos al set televisivo o cinematográfico que al montaje teatral, los espacios de lo púbkco despkegan un campo de interacciones que exkiben y componen sus "performances" en un auténtico despliegue estésico.

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En la encrucijada de este desafio puede uno reconocer el trabajo de muchos de los artistas jóvenes de una ciudad como la nuestra, y que se debate entre un referencialismo a los problemas de la ciudad y una innovación en sus formas expresivas, obviamente casi siempre incomprendidas. 36 Cfr Jesús Martín Barbero, "Comunicación y ciudad: sensibilidades, paradigmas, escenarios", en Fabio Giraldo y Fernando Viviescas (eds.), Pensarla ciudad. Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1998, p. 66 y ss.

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Grandes centros comerciales, estaciones de gasolina, megaparqueaderos, escenarios deportivos, licoreras, se convierten por momentos precisos en escenarios de lo público que —como en el videoclip televisivo- "montan" y "desmontan" sobre sus significaciones funcionales otros usos pragmáticos del lugar. Por el contrario, aceras, calles, parques, e incluso barrios, espacios reconocidos tradicionalmente como dominio de lo público, kan visto modificar la lógica racional de sus territorios para dar lugar más bien a otras formas de sociabilidad urbana a veces efímeras y lábiles aunque recurrentes, a veces fuertes, excluyentes y tribales, pero en todo caso más cercanas a las lógicas de una estética que a la normatividad de un ethos. En esta abigarrada superficie de inscripción se despliegan nuestras ciudades, refigurando las territorialidades urbanas, reciclando y amalgamando formas disímiles de identidad, creando, en fin, nuevos dispositivos de sociabilidad en los cuales ya se pueden entrever las derivas particulares que toma esta "globalización de la cultura" en nuestras ciudades latinoamericanas.

D e la identidad al conflicto: los estudios de juventud en Bogotá

Carlos Mario Perea

¿Ll interés académico en las juventudes de la capital tiene feckas recientes. La bibliografía señala el año de 1994 como el momento de aparición del primer trabajo de indagación sistemática. El ingreso de la juventud bogotana en la reflexión teórica es pues un fenómeno de los años noventa. Ya antes, la celebración del año internacional de la juventud en 1985 kabía dado origen al texto Juventud y política en Colombia, editado por Fescol y el Instituto Ser de Investigaciones con tres artículos relativos a las reakdades políticas de los muckackos capitalinos1. Hasta donde se tiene noticia, fue la única producción académica durante la década pasada, mientras el interés por los jóvenes se regaba en las más variadas direcciones entre instituciones estatales y privadas2. 1

Eduardo Veléz, Ricardo Santamaría y Gabriel Silva, "La juventud universitaria y el sistema político: ¿caminos divergentes?". Ricardo Santamaría y Gabriel Silva, "Comportamiento político de los jóvenes universitarios: una aproximación al caso de Bogotá". En menor medida dedicado a los jóvenes bogotanos, Francisco Leal, "La participación política de la juventud universitaria como expresión de clase", tn Juventudy política en Colombia. Fescol-Instituto Ser de Investigaciones: Bogotá, 1984. 2 T7| „ - „ : _ * • 1 j „ l„ ; . „ , ^..A „ „ ^ x *nA„ tliv, J« ;„;™t;™