Cristo y la Ley en el Sermón del Monte - Recursos Escuela Sabática

26 abr. 2014 - presentó, en palabras comprensibles para los seres humanos, a las preciosas ense- ñanzas originadas en la
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Casa Publicadora Brasilera Comentarios de la Lección de Escuela Sabática II Trimestre de 2014 Cristo y su Ley

Lección 4 (19 al 26 de abril de 2014)

Cristo y la Ley en el Sermón del Monte Carlos Flávio Teixeira

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“Sermón del Monte” es el nombre que se le da al pronunciamiento de Jesús más largo e instructivo registrado en las Escrituras. Se encuentra transcripto en los capítulos 5 al 7 de Mateo, y figura entre los más bellos discursos de todos los tiempos. 2 Este sermón ha sido objeto de muchos análisis y, como resultado, han surgido una variedad de propuestas para la comprensión de su contenido. En cualquiera de ellas, hay una notable valoración de que el todo el tenor de lo que allí se propuso fue el resultado de la propia sabiduría divina. No fue otro que el propio Hijo de Dios que presentó, en palabras comprensibles para los seres humanos, a las preciosas enseñanzas originadas en la mente de Dios. Por eso su contenido está notablemente cargado de valores y principios de importante aplicación para la vida cristiana. Jesús reveló instrucciones claras acerca del modo de vivir la vida de acuerdo con la voluntad divina. Y debido a que la Ley es un elemento indispensable para la vida, en el Sermón del Monte podemos percibir la preocupación de Jesús en mostrar la dimensión adecuada de cómo obedecerla según la voluntad divina. Sin duda alguna, hay mucho que podemos aprender del contenido del Sermón del Monte. Pero tal vez una de sus mayores contribuciones haya sido la de instruirnos acerca de la correcta perspectiva de la comprensión y la obediencia a las leyes de Dios y de los hombres.

1 Pastor, actualmente cursando el posdoctorado en Teología Bíblica Sistemática en la Universidad Andrews, en la Escuela Superior de Teología. Es Doctor en Ciencias de la Religión con especialidad en Teología Sistemática. Posgraduado en Maestrías en Teología y Derecho Constitucional. Miembro de la Adventist Theological Society, es docente en los cursos de Grado y Posgrado de la Universidad Adventista de San Pablo, campus Engenheiro Coelho. Está casado hace 16 años con Fernanda Cristina F. Teixeira, con quien tiene dos hijos de 12 y 4 años. 2 Figueiredo, pp. 91-96. Recursos Escuela Sabática ©

El Sermón del Monte Siendo que Mateo fue un judío convertido al cristianismo, por lo que parece su libro fue escrito con la intención de mostrarles a sus compatriotas hebreos que Jesús de Nazaret había sido realmente el Mesías de la profecía. 3 En su esfuerzo por dejar esto bien en claro, Mateo demuestra en su evangelio que Jesús fue un ejemplo de valoración y obediencia a los pilares de la fe judía: el templo, las fiestas y la ley. En el Sermón del Monte, él nos presenta con un brillante relato, la actitud de Jesús respecto a la Torah (la Ley), la que incluía la Ley de Dios y la ley de Moisés. Mateo evidencia que en sus enseñanzas, Jesús le dedicó especial atención a esa ley. Una mirada cuidadosa a la estructura del sermón nos muestra que pretende transmitir, en su totalidad, una comprensión más adecuada del tema. Según la manera en que fue presentado, el discurso de Jesús es una celebración a la vigencia e importancia de la Ley. Destacó el fundamento, el propósito, la perspectiva, la actitud y los resultados de una correcta observancia de la Ley. El sermón inicia con las “bienaventuranzas” (Mateo 5:1-12), en las cuales Jesús destacó el amor como el fundamento correcto de la Ley. Sólo el amor (generado por el Espíritu Santo) produce la humildad, perseverancia, mansedumbre, justicia, misericordia, pureza, pacificación, resolución y la disposición que son marcas distintivas de los bienaventurados. Luego pasó a la simbología de la luz y de la sal (Mateo 5:13-16), apuntando que el propósito correcto de la Ley es orientar nuestras obras a fin de que sean auténticos frutos de la gracia. Estos frutos, de hecho, glorifican a Dios al llevar su sabor y su luz al mundo. A continuación, enfatizando su propia actitud hacia la Ley (Mateo 5:17-48), recupera la perspectiva correcta de la Ley en contraste con los desvíos existentes en su tiempo. Jesús mostró que el propio Dios y su Palabra son las únicas lentes adecuadas para comprender y aplicar correctamente la Ley. Luego continuó señalando la actitud apropiada que se espera de sus seguidores de la práctica de la Ley (Mateo 6:1-7:23). El Sermón culmina llamando la atención, en la lección de los dos cimientos, a los posibles resultados de nuestra actitud hacia la Ley (Mateo 7:24-27). Por lo que parece, el esfuerzo de Jesús tuvo el sentido de restaurar una perspectiva correcta acerca de la Ley, para restaura una imagen correcta del propio Dios. Como la vida en aquellos días giraba en torno a una perspectiva equivocada de la Ley, su corrección merece una especial atención. Jesús mostró que nunca hubo algo de malo en la Ley. El problema era la perspectiva equivocada que se había establecido como resultado de la intensificación del pecado. Por esa razón es que Jesús trata de deshacer algunos equívocos que habían distorsionado una correcta perspectiva de la Ley, lo que había resultado en una inadecuada interpretación, enseñanza y práctica. Consideremos algunos equívocos que Jesús trató de deshacer.

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Comentario bíblico adventista, pp. 271, 275. Recursos Escuela Sabática ©

Ni una jota ni una tilde Los primeros tres equívocos que Jesús trató de deshacer hacen referencia a una distorsionada percepción humana acerca de la propia Ley. Para ello destacó el carácter, la integridad y la vigencia de la Ley. Dejó bien en claro que la Ley revela el carácter de Dios, y por eso jamás será su intención invalidarla bajo cualquier pretexto (Mateo 5:17). Tal como bien afirmó Matthew Henry, “el vocablo plerosai [traducido como “cumplir”] tiene un significado adecuado. Si consideramos a la Ley como un recipiente que previamente contenía algo de agua, podemos entender que Él no vino a tirar esa agua, sino para llenar el recipiente hasta el borde”. 4 Vemos, por lo tanto, en esta perspectiva de Jesús, que cumplir la Ley tiene el sentido de reafirmar, de manera plena, el carácter de Dios expresado en ella. Jesús también reafirmó la integridad de su Ley (Mateo 5:18). La Ley propone un todo coherente que no puede ser fragmentado, separado, dividido, opacado en ninguno de sus detalles. La “jota” hace referencia a la letra más pequeña del alfabeto griego (iota), o del hebreo (yod); mientras que “tilde” (del latín titulus) es la traducción del griego kerea que hace referencia a una marca, a una pequeña señal en forma de acento colocado en algunas palabras hebreas (Septuaginta) para diferenciarlas de otras gráficamente similares, evitando con ello modificaciones indebidas en el sentido del texto. 5 Al enfatizar el debido cuidado en esos mínimos detalles de la letra de la Ley, Jesús quiso mostrar la importancia de que la Ley fuera realmente interpretada y obedecida en atención a cada punto de su integridad. Cada detalle debe ser valorizado, ni más ni menos del modo en el que aparece escrito. Y en lo que respecta a la vigencia de la Ley, Jesús declaró expresamente su perpetuidad (Mateo 5:18; Marcos 13:31; Lucas 16, 17). Confirmó expresamente la declaración de Isaías de que “la Palabra de nuestro Dios permanece para siempre” (40:8). Con esto indicó que nada debía ser pasado por alto en la Ley pues los valores y principios expresados en ella alcanzarán su plenitud en el establecimiento definitivo del reino de Dios. La principal lección que queda para nosotros de esta postura de Jesús es la integridad de su Ley. Aquél que estableció la Ley como medio de expresión de su propio carácter jamás la invalidaría, ya sea en todo o en parte. Por el contrario, nació bajo la vigencia de la Ley (Gálatas 4:4), vivió de acuerdo con ella (Mateo 5:17), y hasta murió bajo su maldición (Gálatas 3:13), afirmando así su validez eterna. 6 Ningún ser humano tiene el derecho de anular, modificar o atenuar la Ley a su antojo. Sólo Dios, a través de su Palabra inspirada, puede dirigirnos en la interpretación y correcta obediencia de la Ley. Apreciado hermano, ¿cuál ha sido tu actitud ante la Ley? ¿Recelo, resistencia o indiferencia? ¿O atención, valoración y respeto?

Henry, p. 50. Tasker, p. 54. 6 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes. Recursos Escuela Sabática © 4 5

Homicidio Otro equívoco que Jesús trató de deshacer trata de la distorsionada percepción de las personas respecto de sí mismas, las cosas y cómo esto se refleja en nuestro trato con la Ley. El ser humano a menudo vive como si las intenciones y las actitudes fueran independientes entre sí. El pecado nos hace separar lo que Dios desea que permanezca unido. Una evidencia de esto es que, aun inconscientemente, vivimos intentando separar la teoría de la práctica, la misericordia de la justicia, lo ideal de lo real, etc. Tratamos esas realidades como si fueran dicotomías contrarias e incompatibles unas con las otras, en un intento de justificar nuestro impulso fragmentador originado por el pecado. En el Sermón del Monte, Jesús retorna al tema del asesinato para enseñar que la correcta interpretación y aplicación de la Ley va mucho más allá de nuestra perspectiva superficial y fragmentadora de las cosas (Mateo 5:21-26). La Ley reivindica ser entendida y obedecida en una perspectiva integradora, puesto que es la expresión del propio carácter divino. Según este punto de vista, las motivaciones y los actos son inseparables. Las motivaciones califican nuestro carácter, revelando nuestro interior. Nuestros actos evidencian lo que realmente somos. Hacen conocida nuestra condición interior. No obstante, tenemos que reconocer que hay actitudes equivocadas que pueden resultar accidentalmente de buenas intenciones, del mismo modo que las malas intenciones pueden, providencialmente, producir actitudes benéficas. A Dios les interesa ambas, y siempre las evaluará unidas, a la luz del conocimiento que la persona posea acerca de su voluntad (Hechos 17:30, 31). Esto nos deja dos grandes lecciones. La primera es el hecho de que el corazón humano, el lugar de nuestras intenciones, es de exclusiva jurisdicción divina. Por eso deberíamos ser siempre cuidadosos de no sospechar las intenciones de nuestro prójimo. La segunda lección es el hecho de que, en los casos en que sea necesario un juicio, no puede tener la pretensión de escudriñar el corazón humano. Deben tenerse en cuenta las actitudes, pues ellas son las que generalmente revelan las intenciones. Notemos que el criterio bíblico utilizado para definir si un crimen era culposo (sin intención), o doloso (premeditado), establecía como base las acciones observables del sujeto ofensor. Términos como “armó asechanzas” (Éxodo 21:13), “se ensoberbece”, “mata con intención” (Éxodo 21:14), son utilizados como indicativos de que los actos revelan las intenciones, aunque puedan haber excepciones. Otra lección enseñada por Jesús es que el homicidio prohibido en la Ley va mucho más allá del concepto humano de asesinato. Hoy hay muchos “asesinatos emocionales” que suceden en nuestro medio. Con frecuencia somos tentados a matar dentro de nosotros a las personas que nos hieren, lastiman o nos perjudican. En algunos casos, jamás llegamos a decir alguna palabra rudo o a practicar algún acto de violencia física contra nuestros ofensores. Pero en nuestra intimidad matamos a esas personas a través de la indiferencia, el desprecio e incluso a veces hasta con el odio (1 Juan 3:5). He escuchado de muchos labios la frase: “Para mí, Fulano murió”. O: “Para mí, Zutano no existe”. A veces se afirma esto con una naturalidad que asusta. Desgraciadamente, consideramos a esta clase de asesinato algo tolerable. Sin embargo, la enseñanza de Jesús es significativa: la ausencia de amor en nuestro ser es una clase de suicidio, mientras que la ausencia de dedicación y amor a los demás es Recursos Escuela Sabática ©

una clase de asesinato. Su llamado a la reconciliación abarca a cualquier clase de manifestación insana de tal naturaleza, que amenace formar parte de nuestra naturaleza cristiana. Tal vez hoy existan muchas ofrendas en el altar de Dios sin ser presentadas esperando que nos reconciliemos con aquellos a quienes hayamos amenazado de muerte en nuestros corazones. Si ese fuere el caso, ora a Dios y busca la reconciliación. Dios espera ansioso el aroma de esa ofrenda que aún permanece en el altar, esperando que primero arregles las cosas con hermano ofensor u ofendido (Mateo 5:23, 24).

Adulterio Este es otro equívoco que fue deshecho por Jesús en lo tocante al trato humano hacia la Ley. Al tratar los temas del adulterio y el divorcio, Jesús mostró cuán tendenciosos somos a reducir las cosas de Dios a una fragmentaria perspectiva humana (Mateo 5:27-30). Es significativo que Jesús haya utilizado la expresión: “Oísteis que fue dicho…”, y a continuación la complemente con otra: “Pero yo os digo…”. En seis oportunidades Jesús repitió esa fórmula en su discurso, enfatizando el contraste entre la enseñanza tradicional y lo que Él estaba afirmando. La repetición insistente, en esta antítesis, solamente encuentra sentido si sus palabras se entienden como un intento de corregir la mala interpretación de los textos de las Escrituras que prevalecían en aquél tiempo. Tasker recuerda: “Lo que Él estaba diciendo es que las exigencias de Dios en estas cuestiones son mucho más amplias, inclusivas y rigurosas de lo que parecían sugerir las interpretaciones usuales dadas por los escribas”. Y que “queda claro que la antítesis real no está entre el mandato… y lo que Jesús enseña, sino entre la engañosa indiferencia extraída por los escribas de esas mismas palabras… y lo que Jesús enseñaría… Tales expresiones [‘oísteis que fue dicho’] incluyen las interpretaciones erróneas o limitadas de la Ley dadas por los escribas al pueblo”. 7 De ese modo, Jesús mostró que la Ley debe ser entendida según la perspectiva de Dios y no la de los hombres. Los seres humanos pueden presentar muchas excusas para el pecado, pero Dios no se deja convencer por ninguna de ellas. En los tiempos de Jesús, muchas eran las excusas para, por ejemplo, poner fin a un matrimonio. Marcos 10:2-9 arroja luz sobre esta cuestión, puesto que también trata acerca del matrimonio. Comentando este texto, Mueller recuerda que “al ser interrogado acerca de un problema cotidiano (versículo 2), Jesús respondió con otra pregunta (versículo 3): ‘¿Qué dice la Biblia?’ fue la contra-pregunta de Jesús. Y la respuesta de ellos fue: “La ley de Moisés dice esto y aquello…” (versículo 4). En el caso del divorcio, que era la cuestión en discusión, la ley de Moisés no lo permitía. Jesús fue directo a la raíz del problema. El código legal es una instancia importante para la regulación de la existencia humana. Por eso también pregunta lo que dice. Pero nunca debemos olvidar que la existencia humana está en condición alienada, de pecado. Jesús llama a esta situación como ‘dureza de corazón’. Las leyes existían ‘por la dureza de vuestro corazón’ (versículo 5). Mientras que durara esta condición, la provisión legal parece ser la actitud más prudente. Y eso no es cuestionado por Jesús. Sin embargo, Él fue más radicalmente a la raíz del problema. Se remitió a la condición original de 7

Tasker, p. 52.

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la humanidad, a la creación (versículo 6). ¿Cómo aparecen allí las cosas? Respuesta: Dios hizo al hombre y a la mujer para que fueran ‘una sola carne’, una unidad indivisible (versículos 7, 8). Y aquí surge el enunciado principal del texto, el cual resume la perspectiva de Jesús: ‘Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre’ (versículo 9). Estas palabras de Jesús, que aquí hacen referencia a la relación conyugal entre un hombre y una mujer, en verdad tienen un significado mucho más amplio. Nos muestran el rumbo que siguen todos los actos de Dios en este mundo. Y, por lo tanto, la dirección que debería seguir todo nuestro obrar en este mundo, cuando es movido por la acción divina”. 8 En ambos pasajes, Jesús enseñó que todas las prescripciones de la Ley deben ser entendidas a la luz de la perspectiva del origen (Génesis 1 y 2). Ni el adulterio, ni el divorcio caben en esta perspectiva. Se espera que todas las intenciones y actos del cristiano tengan el fin de desviarse de tales trampas satánicas. Deben tomarse decisiones y deben hacerse esfuerzos diariamente en el sentido de preservar nuestra vida conyugal de tales fracasos. Todo lo que el Espíritu Santo nos muestra como necesario para ello debiera merecer nuestra atención y cuidado inmediatos. No podemos dejar para después lo que debe ser hecho ahora. Recuerdo una ocasión en la que me tocó despedir a un hermano de iglesia, muy querido, que se estaba mudándose a un estado y ciudad lejanos de la ciudad donde vivía. Sin entender la razón para esa mudanza repentina, le pregunté con naturalizad el motivo de esa actitud. Y la respuesta me sorprendió positivamente: “Dios me mostró que esta es la actitud más sensata para que yo continúe amando a mi familia tal como Cristo ama a su iglesia”. A continuación, aquél hermano me confió que se estaba apartando de un peligro inminente para su matrimonio. Él sabía que el pecado comienza con la contemplación indebida, avanza hacia el deseo prohibido, y se exterioriza en una consumación escandalosa (Génesis 3:6). Consciente de sus propias flaquezas, quería evitar esas trampas. ¡Alabo a Dios por las personas sinceras que aún le permiten al Espíritu Santo convencerlas de pecado, de justicia y de juicio! Sólo por el poder de Dios podemos dominar nuestros impulsos carnales y levantarnos de nuestros eventuales fracasos (Romanos 7). Para esto deben conjugarse la providencia divina y el esfuerzo humano.

Las promesas A continuación, en su sermón, Jesús deshace el equívoco de la suficiencia de las buenas intenciones. Al tratar el tema del juramente, dejó bien en claro que no bastan las buenas intenciones para con Dios y sus leyes, y para con nuestro prójimo. El vocablo griego epiorkeó, traducido como perjurio, significa “jurar en falso”. 9 Incluye el acto de prometer descuidadamente, y prometer e injustificadamente no cumplir (Deuteronomio 23:21-23). El mandamiento se aplica tanto a las promesas elevadas a Dios (Éxodo 20:7), como al prójimo (Levítico 19:11, 12). A pesar de que el mandamiento es claro, era común en el tiempo de Cristo, tal como ocurre hoy, que la persona prometía algo sólo por conveniencia, o con la intención maliciosa de no cumplir8 9

Muelle, pp. 160, 161. Comentario bíblico adventista, p. 350. Recursos Escuela Sabática ©

la. Algunos astutamente utilizaban fórmulas de juramento alternativas, evitando el Nombre de Dios, justamente con la intención de no cumplir con lo que se estaba prometiendo. El texto bíblico informa que algunos juraban “por el cielo” (Mateo 5:34); “por la tierra” (versículo 35); “por Jerusalén” (versículo 35), y hasta por la propia “cabeza” (versículo 36). 10 Otros, incluso jurando en el Nombre de Dios, para escándalo de los débiles, no cumplían sus promesas. En protesta contra tales actitudes, Jesús dejó bien en claro que prometer algo descuidadamente, prometer y no cumplir, o incluso prometer con la intención de engañar, son afrentas a Dios. Hechas o no en Nombre de Dios, nuestras promesas están bajo su escrutinio. Su consejo es que seamos íntegros, sin dejar de ser sensatos. Los ejemplos de Jefté (Jueces 11:1-12:7) y de Ananías y Safira (Hechos 5:1-11) nos sirven de alerta. En cualquier de los casos, “vuestro ‘sí’ sea ‘sí’; y vuestro ‘no’, sea ‘no’. Lo que pasa de esto, procede del maligno” (Mateo 5:37). Nuestro testimonio no puede dejar dudas de nuestra responsabilidad en cumplir las promesas que cuidadosamente hacemos. ¿Y qué decir de los votos que hemos hecho cuando fuimos bautizados? ¿Hemos cumplido las promesas hechas a Dios en esa importante ocasión? ¿Recuerdas lo que le prometiste a Dios ante tu iglesia en aquél momento que marcó tu nuevo nacimiento?

Ley de Talión Otra distorsión que Jesús procuró corregir en el Sermón del Monte trata acerca de las funciones de las leyes. Había una confianza generalizada en las leyes como instrumento de concreción de justicia. No hay dudas de que Jesús reconoció a las leyes como instrumento de educación y corrección en la justicia. Incluso la ley de Talión (valor de la justa medida) fue adoptada como principio de reparación de daños para el pueblo de Israel bajo la mirada de Dios (Éxodo 21.22-25; Levítico 24:17-21; Deuteronomio 19:21). No obstante, el exceso de confianza en las leyes había destituido a Dios de su rol como Supremo promotor de la justicia en la vida humana. Fue por eso que, aun sin despreciar el valor temporal de las leyes, Jesús presentó la insuficiencia de ellas para garantizar la verdadera justicia, que es la que el ser humano necesita. Mostró que cualquier ley, despojada del amor y el buen sentido que tenga su fuente en la propia Divinidad, se convierte en un mero instrumento de opresión, persecución, y hasta la destrucción, con el añadido de que todo eso puede ser hasta hecho en nombre de una venganza disfrazada de aplicación de justicia. La orientación de Dios siempre fue clara en cuanto a la prohibición del acto vengativo (Levítico 19:18). La verdadera justicia sólo se realiza a través de la práctica del amor. Y del amor según el Creador. Jesús habló de la posibilidad de sufrir perjuicios reales tales como: violencia física (golpe en la mejilla), pérdida de los bienes materiales (túnica), sujeción a trabajos forzados (caminar la milla). Habló de los posibles causantes como “hombre malo” (posiblemente alguien desconocido), o “tu enemigo” (personas definidas). Ante esa realidad, declaró, con expresiones que podrían sonar absurdas, “no resistáis”, “déja-

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Ibíd., pp. 350, 351.

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le”, “ve con él”, “amad” y “sed perfectos” (teleios, “completos). “amad profundamente”.

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En otras palabras,

Tal como recuerda Elena G. de White, eso muestra que “la justicia que Cristo enseñaba es la conformidad del corazón y de la vida a la voluntad revelada de Dios”. 12 Pocos textos en la Biblia contienen orientaciones tan radicales como esas. Y nuestra extrañeza ante ellas evidencia cuánto nuestra perspectiva, opacada por el pecado, debe ser realineada por Dios. Eso hace más significativas aún las enseñanzas de Cristo en cuanto a la humildad y la abnegación. En tiempos en los que muchos de nuestros hermanos han intercambiado críticas entre sí, algunos de los cuales hasta han recurrido a los tribunales humanos para dirimir sus desavenencias, el consejo de Jesús se muestra todavía muy apropiado. En una época en la que algunos hermanos se cambian de iglesia para no tener reconciliarse con sus ofensores, el consejo de Jesús es de gran pertinencia. Tal radical como pueda parecer, no hay otra manera de interpretar las palabras de Cristo a no ser a la luz de su propio ejemplo de vida. En este contexto, el mensaje es claro: cuando no sea posible amar, y al mismo tiempo, garantizar tus derechos, escoge amar. Decide soportar daños y perjuicios por amor a Dios, su Evangelio, tu Iglesia y tu prójimo. Recuerda que los derechos perecen en este mundo, mientras que el amor permanece por la eternidad. Los derechos aparentemente satisfacen temporariamente la injusticia, pero sólo el amor es capaz de cubrir multitud de pecados (1 Pedro 4:8). He conocido a personas inteligentes, pero que se apartaron de la sabiduría. Corriendo detrás de sus derechos, buscando lo que pensaban que era justo, dejaron el amor a Dios y a sus hermanos en la fe, sólo para descubrir, más tarde, que terminaron perdiendo a ambos. Y para agravar esta cuestión, infelizmente está esparciéndose una tendencia a la “domesticación” de las enseñanzas de Cristo en nuestros púlpitos. Para ser políticamente correctos, muchos de nuestros predicadores ya no denuncian nuestras inapropiadas zonas de comodidad que niegan la humildad reivindicada por Cristo. Al juzgar los consejos de Jesús como demasiado duros, muchos han intentado formular interpretaciones alternativas que edulcoran el mandamiento del amor a punto tal de vaciarlo de su autenticidad y la amplitud indicadas por Jesús. Necesitamos reaprender, con el apóstol Pablo, a aceptar como ganancia las pérdidas sufridas por amor al evangelio (Filipenses 3:7). Debemos recordar que así como no hay cristianismo sin cruz, no habría cielo sin la negación de uno mismo.

Conclusión La Biblia informa que, al escuchar las palabras de Jesús en el Sermón del Monte, “la gente quedó admirada de su doctrina” (Mateo 7:28). Aunque sea lógico que la fascinación que Jesús ejerció sobre la multitud de oyentes surgiera en gran parte como un derivado de su “autoridad” como Hijo de Dios (Mateo 7:29), es también lógico preguntarse por qué las personas de aquél tiempo se admiraron tanto ante sus enseñanzas. Algo que no podemos descartar es el hecho de que las personas habían perdido de vista la correcta perspectiva de la Ley. De tanto “oír lo que se les había 11 12

Ibíd., p. 354. White, p. 276.

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dicho”, dejaron de tener en cuenta lo que había “sido escrito”, y el resultado llegó en forma de un creciente apartamiento de Dios y la consiguiente pérdida de una adecuada perspectiva de su Ley. Cuando escucharon nuevamente de los divinos labios del Dios Hijo las cristalinas enseñanzas de la Ley, sin desvíos, así como había sido dada en el principio (Génesis 1, 2), la reacción fue de asombro y contentamiento. Quedaron maravillados al redescubrir el genuino significado de la Ley a la luz de la perspectiva divina. Libre de las distorsiones humanas, la Ley brilló nuevamente como una antorcha de luz alimentada por el amor. Los oyentes de Jesús entendieron que la genuina obediencia es el resultado de esa llama ardiendo dentro de nosotros, alimentada por el fuego del Espíritu Santo. Nosotros también necesitamos hoy una perspectiva restaurada de la Ley divina. Pidámosle a Dios que Él nutra en nosotros la llama de su amor, a fin de que nuestras perspectivas y obediencia a su Ley sean un reflejo cristalino de su imagen. La próxima semana continuaremos aprendiendo más acerca de la relación de Jesús con la Ley. ¡Hasta entonces! Referencias bibliográficas

Comentario bíblico adventista. Francis D. Nichol, ed. Buenos Aires: ACES, tomo 5. Figueiredo, Carlos. 100 discursos históricos, Belo Horizonte: Editora Leitura, 2002, p. 446. Henry, Matthew, Comentário Bíblico Novo Testamento: Mateus a João, 1ª edición, traducción de Degmar Ribas Júnior, Casa Publicadora das Assembleias de Deus, 2008, p. 1092. Mueller, Enio R, Caminhos de reconciliação: a mensagem da Bíblia, 1ª edición, Joinville, Santa Catarina: Grafar, 2010, p. 212. Tasker, R.V.G. Mateus: Introdução e Comentário, 1ª edición, traducción de Odayr Olivetti, Série Cultura Bíblica, v. 1, San Pablo: Vida Nova, 2006, p. 229. White, Elena G. de, El Deseado de todas las gentes.

Dr. Carlos Flavio Teixeira

Profesor Universidad Adv. de San Pablo Campus Engenheiro Coelho Traducción: Rolando Chuquimia © RECURSOS ESCUELA SABÁTICA

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