Crean una nueva reserva natural con tesoros fósiles

9 ene. 2011 - un arrecife hace 20 millones de años; restos de plantas y animales gigantes extinguidos, como los armadill
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CIENCIA / SALUD

Domingo 9 de enero de 2011

I

EN EL CALAFATE s SON 15.000 HECTAREAS DE UNA ANTIGUA ESTANCIA

Un gran tronco fosilizado, de 68 millones de años, asoma del suelo en la Estancia 25 de Mayo, cerca de El Calafate FUNDACION AZARA

Crean una nueva reserva natural con tesoros fósiles Alberga restos de un yacimiento de cangrejos y hasta un arrecife de ostras gigantes FABIOLA CZUBAJ LA NACION La ruta de entrada a la ciudad de El Calafate, en Santa Cruz, conduce también a una cantidad única de tesoros fósiles a lo largo de 15.000 hectáreas de suelo y rocas de gran riqueza geológica. En la Estancia 25 de Mayo, que acaba de convertirse en una nueva reserva natural, conviven hoy la fauna y la flora autóctonas con esos restos de los últimos 70 millones de años de la Patagonia. La dueña de esa antigua estancia lanera santacruceña, que actualmente recibe turistas en un hotel de campo al pie del cerro Calafate, decidió con sus hijos preservar esos recursos e incorporó el lugar al Programa de Reservas Privadas de la Fundación Azara-Universidad Maimónides. Ya son ocho esas áreas naturales protegidas en el país. Excepto en invierno, un recorrido de seis horas a bordo de una 4x4 o a caballo permite descubrir grandes troncos fósiles de la época de los dinosaurios, que afloran del suelo donde, hace 68 millones de años, había playas; ostras enormes que parecen impresas en superficies que formaron un arrecife hace 20 millones de años; restos de plantas y animales gigantes extinguidos, como los armadillos de la familia Glyptodontidae o las llamadas “aves del terror” (forusrácidos), depredadores de hasta 2,5 metros de altura. Son imperdibles las agrupaciones de restos fósiles de cangrejos Chaceon peruvianus, de unos 20 millones de años de antigüedad, muy bien preservados a más de mil metros sobre el nivel del mar. Y a lo largo de la costa del lago Argentino, se conservan pinturas rupestres de los primeros habitantes de la región, de hace 10.000 años. “Los yacimientos de cangrejos y el arrecife de ostras son increíbles por la cantidad de restos que hay, en tan buen estado de conservación. Sorprende ver cientos y miles de ostras como si se hubiera sepultado el mar. También impacta ver cómo un enorme tronco fosilizado sale de la roca. Hasta quedan vestigios de volcanes extintos, como el del cerro Centinela –describió Adrián Giacchino, director de la Fundación Azara–. Es un lugar realmente precioso, con arroyos y un paisaje que cambia completamente según la época del año en que se lo visita: en el invierno es muy árido, mientras que el verano trae pasturas.” Hace 15 años, el doctor Silvio Casadio, del Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología de la Universidad Nacional de Río Negro, comenzó a estudiar esas 15.000 hectáreas. Sus descubrimientos ayudaron a valorar mejor la riqueza en la propiedad de Ariela Aristizabal. La lista de hallazgos es enorme, y los que la conocen (incluidos estudiantes extranjeros de doctorado en ciencias como la geología, la paleontología o la arqueología, entre otras) no pueden dejar de mencionar los miles de dientes de tiburones de 40 millones de años dispersos en esas hectáreas, o una roca gigante que aparece de repente durante el recorrido y que se trata, en realidad, de un bloque que dejó abandonado el paso de un glaciar que cubrió la estancia en la última edad de hielo. La incorporación de todas esas tierras al programa de reservas privadas garantiza de algún modo su

Bloque gigante dejado por el paso de un glaciar que cubrió la zona en la última edad de hielo GZA SILVIO CASADIO

  



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Cangrejo fósil de 20 millones de años de antigüedad





GZA SILVIO CASADIO

preservación. “Habíamos empezado a conversar con Marta, madre de Ariela, que terminó por concretar la inclusión de la estancia al programa porque a sus hijos les interesa la conservación”, dijo Giacchino, que también integra el Departamento de Investigaciones de la Universidad Maimónides. El acuerdo establece obligaciones recíprocas entre los propietarios y la Fundación Azara (www.fundacionazara.org.ar), que se compromete a brindar asesoramiento y asistencia para manejar los recursos naturales lo mejor posible. En tanto, los dueños deben cumplir con ciertas restricciones, como no cazar, no pescar, no realizar quemas e informar a la fundación antes de hacer cualquier obra para que pueda realizar los estudios de impacto correspondientes. “Como son tantas hectáreas, esos avisos para evaluar el impacto de cualquier modificación se extienden también, por ejemplo, a los tendidos de cables o la perforación del suelo”, indicó. Por ahora, para recorrer la estancia y conocer todos estos tesoros, se ofrece una visita llamada “Patagonia profunda”, que comienza a las 9, con un guía a bordo de una camioneta para contemplar la riqueza geológica, arqueológica y paleontológica del lugar, en medio de la fauna y la flora autóctonas. Más información: (02902) 491059.

OPINION

Un viaje a través del tiempo SILVIO CASADIO PARA LA NACION Desde hace varios años, científicos de todo el mundo realizan estudios geológicos y paleontológicos en la estancia 25 de Mayo. Esos trabajos son financiados, entre otros, por el Conicet, la National Geographic Society, la National Science Foundation y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. A partir de esos estudios, se detectaron áreas que geológica y paleontológicamente son únicas en la Argentina, como uno de los yacimientos de cangrejos fósiles más importantes del hemisferio sur, un arrecife de ostras de 20 millones de años de antigüedad y rocas con restos de mamíferos y aves fósiles con una edad aproximada de 15 millones de años. Las rocas que constituyen los cerros de la estancia se formaron en la cuenca austral, una gran depresión

que se originó hace 160 millones de años como consecuencia de los eventos geológicos que separaron América del Sur y Africa, con la formación del Atlántico Sur. Estas rocas contienen el registro de los cambios ambientales que tuvieron lugar en la región, así como fósiles de animales y plantas que habitaron la Patagonia desde aquel pasado remoto. Un recorrido por el arroyo Calafate es un viaje a través del tiempo, durante el cual se puede conocer buena parte de la historia geológica de la Patagonia. Si a los numerosos sitios de interés paleontológico y geológico se suman la belleza natural y la riqueza faunística y florística de la estancia, no hay duda de que estamos ante un sitio único en la región que requiere una adecuada protección.

El autor es investigador del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de Río Negro

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