Convertir a Kirchner en un rockstar

LA NACION. IVAN PETRELLA. PARA LA NACION [email protected];. Twitter: @gramelgar. El autor es director académ
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OPINION

Lunes 15 de noviembre de 2010

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LA OPERACION DEL GOBIERNO PARA CINCELAR UNA LEYENDA

LINEA DIRECTA

Travesuras Convertir a Kirchner en un rockstar del idioma que creemos conocer L PABLO SIRVEN LA NACION

GRACIELA MELGAREJO LA NACION

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OS hablantes de un idioma se parecen, muchas veces, a los adolescentes: son rebeldes, contestatarios y hasta un poquitín desaprensivos. No está mal, sin embargo, porque más vale tener una actitud “proactiva” hacia el lenguaje; siempre algo bueno saldrá de eso. Una carta de lectores, publicada el domingo 7/11, logró una gran adhesión de otros lectores. La carta se llamaba “Made in Argentina”, era del lector Jorge Barraco, y en ella se hacía un divertido recuento de varias palabras en inglés, de uso muy frecuente hoy en el español de Buenos Aires y en todo el resto del mundo de habla hispana (recordemos que somos 450 millones de “hermanos” en la lengua). En un texto muy corto, el lector reunió hasta 23 expresiones en inglés; entre otras, after office, happy hour, bunker, delicatessen, bus, top, express, business, top y open. Por supuesto, el sentido del humor de Barraco fue festejado por otros lectores con más cartas. Sin embargo, esto de usar palabras extranjeras para designar realidades para las cuales, en general, hay sinónimos en nuestro idioma no es un hecho desconocido en la historia de las lenguas. Aún hoy, hay señoras que llaman foulard, en francés, al pañuelo de cuello o de cabeza, y el echarpe, que tan lindo queda en las pasarelas de verano lucido por lánguidas modelos, viene del francés écharpe. Para un modisto sería un infortunio renunciar al plissé-soleil, y todavía en algunas invitaciones figuran al final las iniciales R.S.V.P. por Répondez S’il Vous Plaît. En los años 30, en Mar del Plata, un joven dandi podía conquistar muchas novias si las paseaba en su voiturette. En fin, eran las épocas en que el francés mandaba en el mundo y quedaba muy chic (es decir, muy a la moda) dejar deslizar más de una palabra en ese idioma en ciertas conversaciones cotidianas. Ocurre, además, que de las 23 palabras en inglés de la carta, seis figuran en el Diccionario de la Lengua Española, con distintos rangos. Así, bunker está totalmente aceptada y castellanizada: “búnker. (Del al. Bunker, y este del ingl. bunker, carbonera de un barco)”. Delicatessen es un extranjerismo, pero también figura y muy bien definida: “delicatessen. (Voz inglesa, y esta del al. Delikatessen). 1. f. pl. Alimentos selectos. 2. amb. Tienda donde se venden delicatessen”. Algo similar a bunker ocurrió con express: “exprés. (Del fr. exprès). 1. adj. Dicho de ciertos electrodomésticos o del café: rápido (que se hace o sucede muy deprisa). Olla, cafetera exprés.” Top y bus son palabras definitivamente aceptadas, y open está “en capilla”. La manera en que nacen, viven, se desarrollan y mueren las palabras de una lengua es muchas veces azarosa y, siempre, apasionante. El miércoles pasado, en una conferencia de prensa, a propósito del lanzamiento del festival de cine “FC4+1”, su organizador, el crítico de arte español Pablo Jiménez Burillo, señaló cuánto le debíamos todos al cine; incluso, dijo, formas de expresarnos y hasta palabras, como “la palabra rebeca”. Bien, si uno no ha leído muchos escritores españoles contemporáneos o muchas traducciones (de esas que no les gustan a los lectores argentinos), es casi seguro que no sepa qué es una rebeca. Una rebeca es una prenda de vestir con características especiales (“un saquito”, hubieran dicho nuestras madres), como la que usaba Joan Fontaine en Rebecca (1940), la película que dirigió el maestro Alfred Hitchcock. Tanto impresionó la película a los españoles, que la entrada en el DRAE es una de las más extensas para una palabra que, finalmente, sólo designa una prenda: “rebeca. (Del n. p. Rebeca, título de un filme de A. Hitchcock, basado en una novela de D. du Maurier, cuya actriz principal usaba prendas de ese tipo). f. Chaqueta femenina de punto, sin cuello, abrochada por delante, y cuyo primer botón está, por lo general, a la altura de la garganta”. Preciosa definición y preciosa película, que nos remiten, como siempre, a la memoria, la propia y la de la lengua que hablamos, amamos y creemos conocer. © LA NACION [email protected]; Twitter: @gramelgar

A vida tiene esas vueltas. Quién podría haber imaginado que, algún día, un áspero funcionario sureño de saco y corbata, con tendencia a eternizarse en sucesivos cargos electivos (intendente, gobernador, y que hizo de la presidencia un bien ganancial), con profusos y millonarios negocios inmobiliarios, de gustos culturales y artísticos desconocidos, apegado al menemismo en los 90 y encaramado en la primera magistratura del país por un caudillo del peronismo bonaerense ortodoxo, podría convertirse en una suerte de “rockstar” de la política gracias a su abrupta muerte. Desgarbado, de eternos mocasines, con el saco cruzado permanentemente abierto, el ojo estrábico, el naso prominente y el seseo al hablar, Néstor Kirchner, desde el primer día en que irrumpió en la escena nacional, fue políticamente incorrecto, enamoradizo repentino de todo lo “progre”, que abrazó con la misma fuerza con la que antes lo había desconocido. Un adolescente se había metido en el cuerpo de ese adulto que jugueteaba con el bastón de mando en el Congreso y que chocaba su cabeza contra una cámara hasta sangrar en su primera “zambullida” en medio del calor popular. El mandatario que mucho antes de la aciaga noche de la resolución 125 nunca había ido a la inauguración de la Exposición Rural, en cambio, se bancaba con gusto las juguetonas insolencias de los noteros de CQC, hacía un curso veloz de derechos humanos y lograba que las figuras más populares del folklore y del rock local cantaran en las fiestas magnas del kirchnerismo y en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno. Aceptó la caricatura de pingüino que se le endilgó y al principio tiró por la borda al peronismo completo (incluido su padrino Duhalde) para intentar una “transversalidad” que quedó en boceto antes de volver a conducir el “aparato” y abrazarse con Hugo Moyano, columna vertebral sindical y, según un rumor medianamente desmentido, uno de los causantes del patatús final. Presidente capusottiano por excelencia no obstante no haber llevado adelante la prometida reforma de la política y, en cambio, sí haber profundizado las peores y más arcaicas prácticas clientelísticas de untar con dinero a funcionarios y comunicadores afines, y de haber vuelto mucho más ricos y poderosos a sus amigos más estrechos, Kirchner avanzó por la vida y hacia la muerte en una ola que, inesperadamente sobre el final, fue incorporando fragancias juveniles, los muy dispuestos y maleables militantes 2.0 que como perros guardianes vigilan el espacio virtual las 24 horas del día los siete días de la semana para salir a desollar a todo aquel que ose desafiar la gran zapada K. Ellos imaginaron al ex presidente como un héroe de historieta y lo metieron dentro de la escafandra de El Eternauta. Empapelaron la ciudad con esa imagen y la leyenda “La juventud le habla a Néstor Kirchner”, que la segunda y seria intervención cardíaca en lo que iba del año, en la noche del 11 de septiembre último, obligó a trocar por la imagen de Cristina como eternauta suplente estelar, aunque un lívido Kirchner, de todos modos, se hizo presente en el acto apenas dos días después. El desafío de esos jóvenes era salir de detrás de las pantallas de sus computadoras y celulares para corporizarse en el Luna Park y creerse ellos mismos, ante la evidencia, de que existían. Cuando tomaron conciencia de ello, el que dejó de existir fue Kirchner justo el día del censo, que el Gobierno

pretendía convertir en otra gesta. Unos días antes, en su activo Twitter, en uno de sus habituales denuestos generalizados contra la prensa, Cristina Kirchner había calificado a los periodistas de “caranchos”, a propósito de la muerte del militante Mariano Ferreyra, arteramente asesinado por una patota ferroviaria por protestar contra la tercerización laboral en el Roca. Ese cadáver no se había terminado de enfriar cuando llegó al Salón de los Patriotas Latinoamericanos el cajón cerrado con los restos de Kirchner (o conteniendo quién sabe qué, según alocadas leyendas urbanas que empezaron a correr y que Mirtha Legrand no hizo más que amplificar). Nacía el mito. La revista satírica Barcelona, más que la acostumbrada comicidad corrosiva que la caracteriza, hizo un homenaje risueño en su tapa, que presentaba al ex presidente a la manera de Jim Morrison, con el título “Néstor not dead” y la siguiente volanta: “Murió un crispador, nació un rockstar”. Ahora que falleció, Néstor Kirchner se convierte en una figura virtual que se puede reformatear a gusto del consumidor sin que el original ya pueda desmentir nada ni arruinarlo todo con una de sus salidas imprevistas a contrapelo. Sin embargo, el casi virginal diputado había sido investido con el traje de El Eternauta, que su propio autor calificó como “el viajero de la eternidad”, cuando aún se encontraba entre nosotros. En 1957, un año más tarde de los fusilamientos de civiles y militares ordenados por la Revolución Libertadora que comandaban el general Pedro Eugenio Aramburu (secuestrado y asesinado en 1971 por los Montoneros) y el almirante Isaac Francisco Rojas (a cuyo velatorio, en 1993, asistió el entonces presidente peronista Carlos Menem), con libros de Héctor Germán Oesterheld (secuestrado y desaparecido, como sus cuatro hijas, durante la última dictadura militar) y dibujos de Francisco Solano López (descendiente del caudillo paraguayo del mismo apellido), se comenzó a publicar en la revista Hora Cero Semanal

la tira El Eternauta, una historia de ciencia ficción al estilo de La guerra de los mundos, de H. G. Wells, pero ambientada en una Buenos Aires en la que una extraña y persistente nevada mortífera deja exánimes los cuerpos que se exponen a ella. Hacia mediados del siglo pasado, las historias de extraterrestres que invadían nuestro planeta se multiplicaron en repetidas y pesadillescas películas de tenebrosos alienígenas, especialmente cuando la Guerra Fría amenazaba con hacer saltar por el aire la paz mundial. Pero la genialidad de Oesterheld fue más allá: como en un juego de capas de cebolla muy bien dosificado, El Eternauta no se conforma con contar la convencional historia de fieros dominadores que quieren conquistar a pueblos más débiles, sino que muestra que los que invaden están dividi-

Imaginaron al ex presidente como un héroe de historieta y lo metieron dentro de la escafandra de El Eternauta dos en una suerte de castas y manejados a su vez por otros seres superiores que los sojuzgan a ellos. Hay bólidos incandescentes que caen todo el tiempo del cielo, rayos paralizantes y alucinaciones que los invasores provocan en los terrícolas para confundirlos y asustarlos. Sin embargo, donde Oesterheld pone especial atención es en un grupo reducido de amigos que estando en clarísima desventaja frente a los conquistadores del espacio no están dispuestos a dejarse doblegar fácilmente. Sus armas principales no son materiales sino psicológicas y espirituales: inteligencia, deducción, espíritu de cuerpo, confianza, sentimientos fraternos hacia el prójimo, orgullo y defensa del lugar en el que viven. “En la guerra como en el box –dice uno de los personajes– cuando el adversario vacila hay que pegarle con

todo.” Y dice otro: “Hasta que nos derroten no dejaremos de avanzar”. ¿Qué tipo de alegorías sutiles y no tanto, asociables al kirchnerismo, observa la ascendente organización juvenil La Cámpora para que en su página web aparezca el dibujo reconocible de El Eternauta, pero con la cara de Néstor Kirchner, y la leyenda “Yo quiero militar bancando a Cristina”? La aparición espontánea e incentivada, entre otras cosas, por la atención excluyente que los medios le dieron a la muerte de Kirchner, de miles de jóvenes sentidos o curiosos en sus exequias demostró a los cerebros del Gobierno que hay por ese lado un filón poco explotado que puede brindarle una bandera nueva y deseable. De inmediato, como obedeciendo a un mandato invisible, la mayoría de los medios afines al kirchnerismo empezaron a publicar notas de tapa sobre el fenómeno de esta nueva “juventud maravillosa” que con su sangre joven podría facilitar la reelección de Cristina Kirchner, o de quien represente oficialmente a esa corriente peronista, en las elecciones del año que viene. Desde que el ex presidente abandonó este mundo, 6,7,8 (y sus satélites TVR y Duro de domar) trabajan persistentemente en el cincelamiento de la figura de Kirchner desde un lugar jovial y lúdico. Se lo ve sacando la lengua (asociación con los Rolling Stones), se reproducen las escenas dolientes de los jóvenes que fueron a rendirle postrer homenaje y se arman informes donde el ámbito rockero local se encolumna fervientemente detrás de “el modelo”. El rock, que nació para ser contestatario y cuestionar al poder, se muestra indulgente con el actual, en la excusa de que el poder ahora se ha diseminado en muchas partes, y más que en el Gobierno se encuentra agazapado en los empresarios y en los medios de comunicación “vendepatrias” y “cipayos”. La necrofilia justicialista se aggiorna convirtiendo a Néstor (así, sin apellido) en un ícono apetecible para los jóvenes, en un héroe de historieta a cuyo influjo la República podría conocer páginas aún más gloriosas. © LA NACION

Medio Oriente no está tan lejos IVAN PETRELLA PARA LA NACION

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EDUCIDA a su esencia, la política exterior tiene tres partes: la identificación de los nichos políticos, económicos y culturales que un país puede llegar a ocupar en el mundo; la elaboración de estrategias de ocupación de esos nichos, y finalmente la ejecución del plan. Por ello, un elemento anterior a los tres es el seguimiento de los grandes temas de la agenda mundial, ya que la acertada participación en éstos es lo que levanta la imagen de un país y posee un efecto derrame para el posicionamiento regional y las subsecuentes negociaciones políticas y comerciales de todo tipo. La nueva ronda de paz en el conflicto palestino-israelí impulsada por el gobierno de Estados Unidos con el apoyo de los países de la región provee una oportunidad para que la Argentina, contribuyendo al proceso de paz, ocupe un nicho político y económico de gran importancia estratégica. Esta contribución es especialmente sensible en un momento en que no queda claro si las negociaciones prosperarán o si, como en tantas otras oportunidades, no se lograrán mayores avances. La contribución argentina podría componerse de distintos elementos. Por ejemplo, medicamentos y alimentos. Se podría también ofrecer Cascos Blancos; no son tantos los países que tienen con experiencia real en zonas de combate. Finalmente, la propuesta más audaz sería descomprimir la situación de los refugiados ofreciendo que un número por determinar sea reci-

bido en nuestro territorio. Siguiendo con nuestro tradicional rol de articulador de los intereses de la región, todas estas opciones se deberían en un principio impulsar en alianza con países vecinos, como Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. De no encontrar respuesta, se debería hacer de manera independiente. Tal vez, algunos se preguntarán por qué nuestro país tiene que jugar un rol en el Medio Oriente. Hay por lo menos cinco razones. En primer lugar, la Argentina es el país con mayor número de judíos y

Una contribución argentina a la ronda de paz en el conflicto árabe-israelí permitiría ocupar un nicho de valor estratégico de musulmanes de toda América latina. A su vez, la comunidad judío-argentina en Israel es de las más numerosas, activas y talentosas y, además, mantiene intactos sus vínculos con el país. Hemos sido y seguimos siendo un ejemplo de convivencia pacífica y fructífera. Ante el atentado del 11 de septiembre de 2001, la Argentina fue el primer país en emitir un comunicado de condena al acto y de apoyo a los Estados Unidos, firmada por los líderes de las tres religiones de raíz abrahámica. Los conflictos entre y dentro de las religiones

nos conciernen por nuestra composición religiosa y porque somos una sociedad que apoya el pluralismo religioso. Luego, la diplomacia argentina ya ha cumplido un papel destacado en la búsqueda de paz en el Medio Oriente. Principalmente, la resolución 242/67 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue inspirada en una iniciativa argentina. Esta es la resolución que, aun hoy, marca las pautas necesarias para una futura paz en la región (fronteras seguras, devolución de territorio y el estatus de los refugiados). Ese fue el plan que la delegación argentina presentó al Grupo Latinoamericano y éste a la Asamblea General para que después la delegación británica lo llevara al Consejo de Seguridad. El país ya ha tenido un papel destacado en la búsqueda de paz en la región, no existen razones para no volver a tenerla. En tercer lugar, el mundo islámico va adquiriendo creciente importancia en cuestiones económicas. El informe de Goldman Sachs The N-11: More Than an Acronym resalta once países –Bangladesh, Egipto, Indonesia, Irán, México, Nigeria, Paquistán, Filipinas, Corea del Sur, Turquía y Vietnam– como la segunda ola de países BRIC. Siete de los once son países de mayoría musulmana. Contribuir de manera sincera y activa al proceso de paz en un área de gran potencial económico a futuro, que es además de peso estratégico para las principales potencias del mundo desarrollado, nos volvería un interlocutor

privilegiado de las dos partes (por un lado, de una región en auge y, por el otro, de los líderes del mundo occidental). Además, el acercamiento político al N-11, a Medio Oriente y a los países del Primer Mundo que surgiría de la participación argentina en el proceso de paz mejoraría la imagen del país, nos presentaría como un socio responsable para la resolución de conflictos internacionales y facilitaría futuros acuerdos comerciales, políticos y tecnológicos que son la base para el desarrollo a largo plazo. Por último, se trata de un ejemplo de lo que una posible sumatoria de países a favor de la paz en Medio Oriente podría hacer; única manera, además, de lograr una genuina desnuclearización en ese escenario. Habiendo sufrido atentados en nuestro suelo, bien sabemos que la paz en Medio Oriente no es un problema meramente regional. Es un problema global y toca a todos contribuir a una solución. A la política exterior argentina hoy le falta la visión necesaria para identificar y aprovechar las oportunidades políticas que el mundo nos ofrece. Esta es una. Tomar esta oportunidad nos posicionaría favorablemente en el mundo que se viene y además se corresponden con nuestras tradiciones democráticas, religiosas y de apoyo a los derechos humanos. © LA NACION El autor es director académico de la Fundación Pensar