Conmoción por el suicidio asistido de una pareja

15 jul. 2009 - del suicidio asistido. Downes, de 85 años, y su esposa. Joan, de 74, “murieron en paz y en las circunstan
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EXTERIOR

Miércoles 15 de julio de 2009

DEBATE SOBRE LA EUTANASIA Y INVESTIGACION EN GRAN BRETAÑA

ARCHIVO/AP

Edward y Joan Downes, en 1967, cuando nació su hijo Caractacus

Conmoción por el suicidio asistido de una pareja Un célebre director de orquesta viajó con su mujer a Suiza para morir LONDRES.– Uno de los más respetados directores de orquesta del Reino Unido, sir Edward Thomas Downes, y su esposa, Joan, se suicidaron en un centro de eutanasia de Suiza, según informaron ayer sus hijos. Sus muertes conmovieron a Europa y reabrieron el debate acerca del suicidio asistido. Downes, de 85 años, y su esposa Joan, de 74, “murieron en paz y en las circunstancias que ellos mismos eligieron, con la ayuda de la asociación Dignitas, en Zurich”, informaron sus dos hijos, Caractacus y Boudicca, que acompañaron a sus padres en sus últimos momentos. A Joan le habían diagnosticado cáncer terminal en septiembre del año pasado; su marido estaba casi ciego y en el último tiempo había experimentado una grave pérdida de la audición. “Decidieron terminar con sus vidas antes que seguir lidiando con graves problemas de salud”, dijeron sus hijos. Caractacus Downes contó que sus padres tomaron la decisión final de viajar a la clínica de suicidio asistido Dignitas el viernes pasado, cuando comprendieron que cada vez iba a ser más dificultoso para Joan realizar el viaje hasta ese centro suizo. “Querían morir juntos”, dijo. Además, comentó que la opción del suicidio asistido concordaba con la filosofía de vida de sus padres, que estuvieron casados durante 54 años, y que, aunque en un primer momento fue difícil de aceptarla, la familia no tuvo problemas en apoyarlos. El director, que tenía el título de caballero del Imperio Británico, inició su carrera profesional en la Orquesta Filarmónica de la BBC (donde estuvo 40 años), fue miembro de la Royal Opera y condujo la primera interpretación de la Casa de la Opera de Sydney. Su esposa, Joan, fue bailarina,

coreógrafa, productora de televisión y durante los últimos años de su vida se había convertido en la asistente personal de su marido. Downes “sentía que su cuerpo lo estaba abandonando. Su cerebro estaba extremadamente activo y se sentía frustrado por no poder hacer todo lo que creía que podía y su cuerpo no lo dejaba”, explicó su hijo.

“Vidas al máximo” Caractacus añadió que la decisión de sus padres de concurrir al centro Dignitas fue mantenida en secreto por el núcleo familiar hasta que se completaron los requerimientos. Sólo después fue compartida con un puñado de amigos y familiares. Agregó que sus padres murieron juntos, en calma, después de haber bebido “un pequeño vaso de un líquido claro; luego se acostaron en la cama y unos pocos minutos después ya estaban dormidos”. “Ambos vivieron sus vidas al máximo y se consideraban extremadamente afortunados de haber vivido vidas tan gratificantes, en lo personal y en lo profesional. Nuestros padres no tenían creencias religiosas y no habrá funeral”, expresaron sus hijos. El manager de Downes, Jonathan

Downes dirigió en el Teatro Colón Sir Edward Downes, el director de orquesta británico que puso fin a su vida por medio de un suicidio asistido, estuvo en Buenos Aires y dirigió Don Giovanni en el Teatro Colón. Lo hizo durante la temporada de 1978 y con un elenco integrado por el tenor John Brecknock, entre otras figuras.

Groves, dijo sentirse conmovido por la noticia, pero opinó que la pareja había tomado una decisión “valiente”. Los suicidios de sir Edward Downes y su esposa son los más recientes de una serie de casos prominentes que han suscitado llamados para hacer un cambio legal en Gran Bretaña, donde son ilegales el suicidio asistido y la eutanasia. Los únicos países que permiten este tipo de prácticas son Suiza, Holanda, Bélgica y el estado de Oregon, en Estados Unidos. En Gran Bretaña, por colaborar en un suicidio se puede recibir una pena de 14 años de cárcel. A pesar de las leyes, en los últimos años las cortes británicas se han negado a condenar a personas que ayudan a otras a viajar al extranjero para poner fin a sus vidas. A principios de este año, por ejemplo, la policía no investigó las muertes de Peter y Penelope Duff, ambos enfermos terminales, que se convirtieron en la primera pareja británica que fueron ayudados a morir juntos en Suiza. A pesar de que más de un centenar de británicos viajaron a la clínica Dignitas para suicidios asistidos, la Cámara de los Lores rechazó hace una semana un proyecto de ley destinado a proteger a los británicos que ayuden a un allegado en fase terminal a suicidarse en el extranjero en un centro especializado. El primer ministro británico, Gordon Brown, también está en contra de cambiar esa ley. Por este motivo, un vocero de la policía metropolitana de Londres dijo que, al tomar conocimiento de los decesos, se abrió una investigación. “Continuaremos investigando las circunstancias de las muertes. Todavía no hay detalles”, apuntó.

Agencias AP y AFP

Una práctica legal, pero resistida LONDRES.– El suicidio asistido es una controvertida práctica médica que encuentra un marco legal en Bélgica, Suiza, Holanda y el estado norteamericano de Oregón. Pero sólo los suizos permiten a los extranjeros viajar al país para poner fin a sus vidas. Cada año, unas 100 personas de países que prohíben el suicidio asistido viajan a Suiza para encontrar quien las ayude a morir. Exit y Dignitas son las dos organizaciones que proveen este servicio; sin embargo, sólo esta última lucra con el llamado “turismo de la muerte”. El procedimiento es escalofriante. Dignitas cobra 10.000 francos suizos (poco más de 9000 dólares) por sus servicios, que incluyen los arreglos legales y una consulta con un médico dispuesto a recetar una dosis letal del barbitúrico natriumpentobarbital. La tarifa se cobra por adelantado.

Una vez que está preparado, el cliente se dirige a una habitación, se acuesta en una cama y bebe el barbitúrico. En cuestión de cinco minutos se queda dormido; a la media hora muere. Dignitas solía tener un departamento para estos fines, pero debió desistir por quejas de los residentes de la zona. Desde entonces se han utilizado cuartos de hoteles y hasta automóviles. La organización recomienda a sus clientes la cremación, ya que de esa manera las cenizas pueden ser llevadas al país de origen sin inconvenientes. Los sondeos indican que la mayoría de los suizos aprueban que el suicidio asistido esté disponible para los residentes, pero se sienten incómodos con recibir a extranjeros. En diciembre de 2006, el Tribunal Federal suizo confirmó el derecho a la autodeterminación para la

muerte. No sólo se permite la ayuda pasiva, sino también la ayuda indirectamente activa o suicidio asistido. Pero la práctica tampoco está completamente libre de controversias. Por caso, el Parlamento del cantón de Zurich considera que es necesario un permiso específico. El resto de los países europeos se muestran completamente divididos a la hora de lidiar con este dilema ético. En los países de raigambre católica, como España, Polonia o Italia, el tema despierta acalorados debates y divide a la sociedad. En Francia, los médicos podrán optar por la eutanasia pasiva, pero el suicidio asistido no será una opción legal. En Alemania es un tema tabú porque remite a las prácticas eutanásicas del nazismo, y Gran Bretaña tiene una de las legislaciones europeas más restrictivas.

Agencias AP y ANSA

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