C A R T A D E L M E S

Esta actitud se fundamenta en la falacia de que es posible construir un Modelo de Estado por consenso. Los diferentes Mo
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CARTA DEL MES 27 de JUNIO de 2005

ESTAMOS ENTRAMPADOS EN TRATAR DE RESPONDER CORRECTAMENTE LAS PREGUNTAS INCORRECTAS Los múltiples eventos sobre el tema de la Reforma Política que recientemente se vienen realizando en Quito, se caracterizan por utilizar un formato de “mesa redonda” de dos a tres horas, en donde pequeños grupos de importantes pensadores exponen algunas ideas focalizadas, y en breves minutos algunos asistentes toman la palabra para contradecir, preguntar o exponer. De estas reuniones solo quedan flotando ideas y propuestas sueltas, sin que se pueda vislumbrar algún tipo de solución factible. Se nos han planteado varias preguntas: 1. 2. 3. 4. 5.

¿Qué temas y mecanismos debemos tomar en cuenta si realmente queremos construir una salida? ¿Cuáles son los objetivos de esta Reforma Política? ¿La Reforma Política que el país necesita, debe darse a través de una Asamblea Constituyente o de una Consulta Popular? ¿Qué reformas se necesitan para cambiar el modelo económico? ¿Cómo cambiar la cultura política vigente?

Las respuestas posibles son prácticamente infinitas, y dependen de la postura ideológica de quien se atreva a responderlas, ya que el abanico ideológico puede abarcar desde el anarquismo al comunismo, pasando por el liberalismo, la social democracia, el socialismo y la monarquía, entre muchas otras. En nuestro mundo globalizado coexisten diferentes Modelos de Estado: Democracias Presidencialistas, (directas e indirectas), Democracias parlamentarias, Monarquías parlamentarias, Regímenes de facto, etc.; y su éxito relativo puede medirse solamente por la eficacia con que los actores políticos resuelven los conflictos sociales. En nuestro país hemos tratado de construir 19 diferentes Modelos de Estado, reflejados en sendas Constituciones Políticas. Cada una de las Asambleas Constitucionales o Constituyentes terminaron por redactar documentos que recogieron una arquitectura institucional (con sus respectivas relaciones funcionales y de dependencia) que fue el producto consensuado de negociaciones políticas, que resolvieron en ese momento los conflictos de intereses contrapuestos, pero que de ninguna forma tomaron en cuenta el funcionamiento correcto del Estado como maquinaria institucional integral. Como consecuencia, en muy corto tiempo los actores políticos se encontraron incapacitados para resolver los conflictos políticos y sociales, y las instituciones y sus relaciones entraron en crisis.

Para resolver la crisis, los actores políticos han formulado la misma receta fracasada 19 veces: Convocar a una Asamblea Constituyente, enfocando toda la problemática en la selección de los asambleístas idóneos, quienes quizá por obra de magia, se transformarán en los iluminados que

redactarán la Carta Política que resolverá nuestros problemas. Esta actitud se fundamenta en la falacia de que es posible construir un Modelo de Estado por consenso. Los diferentes Modelos de Estado exitosos, son aquellos que contienen los elementos estructurales y funcionales que por su diseño integral, facilitan a los diferentes actores políticos la resolución efectiva de los conflictos sociales. Nuestro actual Modelo de Estado es un verdadero “Frankenstein”, que no fue diseñado para que funcione en forma coherente y fluida. En donde por el contrario, se han introducido una gran cantidad de elementos que bloquean o entorpecen su funcionamiento. Para ejemplo, preguntémonos ¿donde está (orgánicamente) y que hace, el máximo garante del Estado del Derecho denominado Tribunal Constitucional? Actualmente. la totalidad de instituciones que conforman este Modelo el Estado “Frankenstein”, excluyendo quizá el SRI y ciertos gobiernos locales, (Congreso, Contraloría, Tribunal Constitucional, Función Judicial, Función Electoral, Corte Suprema, Consejo de la Judicatura, Seguridad Social, Salud Pública, Educación Pública, Energía, etc.) se encuentran atravesando la mas profunda crisis de la historia. El desafío intelectual entonces, es la formulación de un nuevo Modelo de Estado (cualquiera que este sea) pero que funcione. Para que cualquier Modelo funcione, es necesario diseñarlo: a) con visión sistémica b) describiendo sus elementos constitutivos c) definiendo la funcionalidad de cada uno de los elementos d) estableciendo las respectivas relaciones entre ellos, y e) incorporando los respectivos controles. Consecuentemente, no se trata de comenzar por escribir un documento que “mande, prohíba o permita”, sino que previamente hay que diseñar la maquinaria institucional que constituya el nuevo Modelo de Estado. Es posible formular muy diferentes modelos de Estado funcionalmente coherentes. Obviamente, para implementar cualquiera de ellos se requerirá de muy diferentes tipos de reforma o nuevos textos constitucionales. Algún sector social podría proponer que de acuerdo con su probado éxito, adoptemos el modelo monárquico – parlamentario europeo (en donde la nobleza solamente sirve para llenar las páginas de las revistas del “jet-set”). Y para instituir la monarquía procedamos a subastar títulos nobiliarios. De esta forma le daríamos gusto a un candidato elevándolo a la categoría de Rey, miembro del jet-set internacional y sin influencia política; recaudando de paso, una considerable cantidad de dólares. Y la oligarquía titularizada legítimamente de “nobles” pasaría a ocupar el lugar que siempre ha querido tener. El Parlamento elegiría al Jefe de Gobierno, que permanecería en su cargo mientras tenga mayoría. El modelo precedente requiere de una específica cantidad de reformas constitucionales y legales. Si la intención es superar la crisis, el nivel de discusión deberá ser elevado al planteamiento, contraposición y defensa de modelos; para elegir en ese proceso el modelo aplicable, y como consecuencia lógica quedarán claramente definidos los requerimientos para la reforma constitucional.

A modo de síntesis: es infructuosa y agotadora la ejecución de eventos de recolección de

múltiples ideas sueltas, -por más buenas que ellas sean-, si no forman parte de un modelo. El esfuerzo tiene que ser urgentemente redireccionado a fomentar en una primera instancia el diseño y validación de diferentes modelos de Estado, y en una segunda instancia a su contraposición. Entonces, las cinco preguntas tendrán sus respuestas en forma automática.

Leonardo Hernández Walker, BSc, MPA, MBA PRESIDENTE EJECUTIVO

FUNDACION LEXIS