Bacterias amigas. Huéspedes microscópicos podrían

como “prebióticos”. Los alimentos fermentados, como el yogur y el queso, contienen microbios que son similares a los que
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Sociedad

| Martes 21 de octubre de 2014

SOCIEDAD

Edición de hoy a cargo de Franco Varise www.lanacion.com/sociedad | @LNsociedad | Facebook.com/lanacion [email protected]

El ecosistema interior Quiénes son y qué hacen los microbios que habitan en nuestro organismo

Total de células Sólo el 25% del organismo humano está compuesto de células del propio individuo.

¿Dónde está el microbioma?

¿Qué hace?

Donde sea que el cuerpo se comunique con el exterior hay una comunidad de bacterias

Organismo humano

Boca

Hongos

Nuestro microbioma nos ayuda a extraer energía y nutrientes de los alimentos, modula nuestro sistema inmune y nos defiende de los patógenos.

Pulmones Tracto gastrointestinal Aparato urogenital

Bacterias

Microbios Micr rob bio os aportan p 2.0 2 00 0 0 00 0.0 00 0 00 d de e gen gene nes es 2.000.000 genes

Piel

Genoma humano 25.000 genes

Bacterias amigas. Huéspedes microscópicos podrían ser socios en la salud y la enfermedad Considerada un nuevo órgano por las funciones que desempeña, crece el interés por la bioflora, en especial la que recubre el intestino; se la vincula con diabetes, obesidad y enfermedades autoinmunes Nora Bär LA NACION

Cuando en 2003 se dio a conocer el genoma humano, se pensó que al haber decodificado “el libro de la vida” se había develado por fin el plano completo de las instrucciones para hacer funcionar el organismo de una persona. Pero en los últimos diez años tomó fuerza una visión diferente: hoy se sabe que nuestros engranajes internos no sólo dependen de nuestros genes, sino también de los de un complejo ecosistema que ensambla en feliz convivencia a una miríada de microbios “comensales”. Éstos no sólo no nos atacan, sino que pueden defendernos y hasta ofrecer ayuda vital en una multitud de procesos, desde la digestión hasta la determinación del peso o la regulación del sistema inmune. Es decir que, aunque somos uno, vamos por la vida no como “yo”, sino como “nosotros”. Billones de bacterias que tapizan nuestras mucosas y principalmente nuestro intestino cumplen tareas tan importantes que hasta se les otorgó el estatus de un nuevo órgano, la microbiota. Y lo más sugestivo es que un número creciente de estudios parece indicar que su desequilibrio está asociado con muchas patologías de la modernidad. “En el Hospital [Universitario Vall d’Hebron, de Barcelona], vemos cada vez más enfermos con colitis ulcerosa o enfermedad de Crohn –afirma el doctor Francisco Guarner, responsable del proyecto MetaHIT (Metagenomics of the Human Intestinal Track) en España–. Cuando yo estudiaba, veíamos un caso cada tanto; en los 90, teníamos la planta llena. Se creía que era una enfermedad autoinmune, pero en modelos animales nos dimos cuenta de que la respuesta inflamatoria era distinta según las bacterias que había en la luz intestinal. Y cuando hicimos cultivos con tejidos de pacientes, vimos exactamente lo mismo: unas bacterias empeoraban todo y otras lo mejoraban.” Es difícil dar una fecha exacta en la que la flora intestinal, un conjunto de más de 1000 especies diferentes de bacterias que en conjunto pesan entre 500 y 700 gramos, comenzó a cobrar tal protagonismo. “Los veterinarios vieron con claridad, desde hace muchos años, la importancia de la flora intestinal en el rendimiento nutricional, el crecimiento y la defensa contra las enfermedades –explica desde Viena, donde asiste al congreso europeo de su especialidad, el doctor Juan Andrés de Paula, jefe del Servicio de Gastroenterología del Hospital Italiano y presidente de la Sociedad Argentina de Gastroenterología–. La medicina tardó más en jerarquizarla; sin embargo, el doctor Luis Bustos Fernández, mi maestro y jefe de servicio en el Hospital Italiano, ya intuía este rol crucial en la década del 60, cuando publicó sus primeros estudios sobre el metabolismo bacteriano en el colon humano.” Según detalla De Paula, en nuestra geografía tenemos más bacterias que células. Entre otras, aquéllas cumplen básicamente funciones de nutrición y defensa. Las del colon fermentan los nutrientes que no se absorben en el intestino delgado, produciendo sustancias que sí se pueden metabolizar. Se comprobó, por ejemplo, que animales sin flora intestinal (llamados germ free o “libres de gérmenes”) presentan diarrea crónica y son suma-

Claves de nuestro ecosistema interior Preguntas y respuestas para conocer a estos aliados inesperados –¿Qué es el microbioma humano? –Además de sus propias células, el organismo contiene billones de microbios comensales. El conjunto de estos organismos constituye el microbioma humano y los científicos están descubrieron que este complejo ecosistema juega un papel importante en nuestra salud. –¿De dónde viene el microbioma? –Los recién nacidos tienen su primer encuentro con las bacterias amigas al pasar por el canal de parto. Los bebes que nacen por cesárea, las reciben de la piel de su madre, de su padre, hermanos, mascotas y otros individuos. También las ingerimos con los alimentos. –¿Dónde se encuentran estas bacterias y qué hacen ? –En todos los sitios en los que el cuerpo humano está expuesto al mundo exterior hay una comunidad bacteriana. Esto significa que las albergan la piel, las mucosas de la nariz, los pulmones, los tractos digestivo y urogenital. Cada una de estas regiones tiene su propia “fauna”. Y también varían sus funciones, muchas de las cuales todavía no se conocen. –¿Todos tenemos el mismo microbioma? –No. Varía de persona a persona. Cuando se los clasifica por el tipo de especies que contienen, los microbiomas son muy diferentes, pero si se los clasifica por sus capacidades, como la habilidad de digerir ciertos alimentos, son bastante similares.

mente vulnerables a las infecciones. El interés que despierta nuestro ecosistema íntimo es tal que ya existen colaboraciones internacionales para entender las múltiples funciones del microbioma. Una es el Proyecto Microbioma Humano, que impulsan los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos para caracterizar los microorganismos que conviven con nosotros. Otra es el programa MetaHIT, en Europa, que está desarrollando métodos para secuenciar los genes de estas bacterias amigas. “Esto nos ha ayudado a ver algo interesante –cuenta Guarner–: [según resultados preliminares] tal como hay grupos sanguíneos, en los seres humanos podría haber tres grupos de flora: A, B y C.” En un futuro, cree el especialista, el conocimiento cabal de esta comunidad podría modificar el abordaje de patologías como la diabetes o la obesidad, asociadas con la pérdida de diversidad de nuestra población bacteriana. Por ejemplo, se sabe que hay personas con sobrepeso que no tienen desórdenes lipídicos (de colesterol y triglicéridos) y que, si hacen dieta, bajan rápidamente. En cambio, hay otros que no sienten saciedad, en los que la obesidad progresa en forma dramática, y enseguida tienen hígado graso o resistencia a la insulina. “En ellos hemos visto que su microbiota intestinal tiene una falta de diversidad muy similar a la que encontramos en los pacientes con enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa”, agrega. En el último número de Ciencia Hoy, el doctor Federico Leskow, de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, da un ejemplo interesante de la bacteria Akkermansia muciniphila, que representa entre el 3 y el 5% de los microbios en un mamífero saludable, pero que en humanos y en ratones obesos está presente en números mucho menores. “Si se alimentan ratones con una dieta rica en grasas, engordan y muestran síntomas asociados con

Más estudios sobre la flora intestinal Trasplante Otra de las líneas de investigación que desarrolla el proyecto MetaHIT es el trasplante de flora intestinal. “Como si se tratase de repoblar un bosque –dice el doctor Francisco Guarner–, permitiría reintroducir las especies ausentes. (...) Deberemos trasplantar las bacterias adecuadas, si no sería como, por ejemplo, intentar llevar una ardilla que vive en un bosque escandinavo a la selva; en dos días moriría” Dieta Un trabajo muy reciente, realizado este año en la Universidad de Harvard, estudió a un grupo de estudiantes saludables. Durante unos días, una parte ingirió una dieta exclusivamente vegetariana y la otra comió una dieta sólo proteica, de productos de origen animal. “El aumentar la fibra no introdujo cambios evidentes en su microbiota, pero cuando se la eliminó fue un desastre –dice Guarner–. Empezaron a multiplicarse las bacterias que comen proteínas y se alimentaron de la pared del colon, de las células que se descaman”

diabetes tipo 2 –escribe Leskow–, al tiempo que la abundancia de la bacteria disminuye hasta cien veces en comparación con animales que consumen dietas balanceadas. La disminución puede ser revertida si los ratones obesos ingieren bacterias vivas o alimentos que estimulen el crecimiento de éstas; en ese caso también pierden peso y mejora la actividad de su sistema autoinmune.” De Paula agrega: “Esta enorme masa de microorganismos está en íntimo contacto con la superficie interna del intestino (la mucosa intestinal). Para que esta relación se mantenga estable, el organismo dispone de un sistema de defensa inflamatoria e inmunológica que está apostado en esta verdadera «frontera». Así, la superficie interna de nuestro intestino tiene un estado de permanente alerta inflamatoria e inmunológica que se denomina «inflamación fisiológica». Actualmente sabemos que esto determina en parte el riesgo de padecer enfermedades muy frecuentes, como las afecciones autoinmunes, la ateroesclerosis, la diabetes y la obesidad.” Curiosamente, estos indicios remiten a la hipótesis de la higiene, que sostiene que la falta de exposición a microorganismos está en la base de las enfermedades autoinmunes. “Nos hemos dado cuenta de que expulsamos a los colonizadores «ancestrales» y estamos colonizados por bacterias más resistentes a nuestras condiciones actuales –agrega el especialista–. Al parecer, hemos perdido muchos «amigos» y estamos poblados por bacterias que no ejercen su acción reguladora sobre el sistema inmune. Fíjese que tenemos datos de que los niños que han recibido más de cinco veces antibióticos en los tres primeros años de vida multiplican por siete su riesgo de tener enfermedad de Crohn.” Más experimentos en animales indican que los efectos de estos huéspedes minúsculos pueden

incluso influir en nuestro comportamiento. “Cuando tienes un ratón «libre de patógenos», sus hábitos son anormales –explica Guarner–. Es hiperactivo, tiene mal comportamiento social, no se relaciona bien con otros animales, no tiene curiosidad, tiene hábitos alimenticios no controlados y no crece bien.” La investigación en esta prodigiosa microbiota humana arroja muchas sorpresas. Según De Paula, evidencias experimentales indican que los trasplantes de la flora de un animal a otro transmiten el comportamiento del animal dador al receptor, algo absolutamente asombroso. Tanto Guarner (que declaró no tener conflictos de interés con la industria) como De Paula y el doctor Luis Bustos Fernández, que se comunicó vía mail también desde Viena, coinciden en que una forma de cuidar la microbiota intestinal es tener una dieta variada en fibras e introducir en nuestra alimentación “bacterias buenas”. “Dos de las herramientas más accesibles para intervenir en nuestra bioflora son los probióticos y los prebióticos –dice De Paula–. Los primeros consisten en la incorporación de bacterias que han probado producir un beneficio para el organismo en alimentos como yogures o en forma de preparados de la industria farmacéutica. Los prebióticos son alimentos que promueven la instalación de una flora benéfica, como algunas fibras vegetales o azúcares.” Sin embargo, los propios investigadores aclaran que los indicios que sugieren que el aumento de las enfermedades autoinmunes, la obesidad y la diabetes podrían tener un culpable hasta ahora insospechado están todavía en el plano de las hipótesis. Aunque muchos están convencidos, todavía faltan pruebas sólidas de que en estas correlaciones se encontrarán mecanismos de causa y efecto. Porque para eso tendrán que descifrar muy detalladamente los mecanismos que las explican.ß

–¿Los microbiomas cambian a lo largo del tiempo? –Sufren cambios drásticos entre el nacimiento y los dos años. Después de que están establecidos, puede cambiar como resultado de variaciones en la dieta, tratamientos con antibióticos, o porque nos mudamos. Principalmente cambian las proporciones de las diferentes especies. –¿Qué relación tienen con la salud? –Muchos estudios muestran una correlación entre ciertas mezclas de microbios y diferentes patologías, pero las evidencias todavía son limitadas. Diferentes investigaciones encontraron asociaciones entre ciertos cambios en el microbioma intestinal y la obesidad, la diabetes y enfermedades autoinmunes. Y no sólo el microbioma intestinal parece jugar un rol en este terreno. También los que se encuentran en la boca, la piel, la vagina y los pulmones están alterados en varios cuadros, lo que sugiere que tienen un papel protagónico en el balance entre salud y enfermedad. Sin embargo, por ahora todo está en el terreno de las hipótesis. –¿Cómo podemos cuidar a nuestras bacterias benéficas? –La verdad es que todavía no se conoce con precisión qué es un microbioma saludable. Lo que sí se sabe es que los antibióticos de amplio espectro pueden tener un profundo y frecuentemente duradero impacto en el microbioma. También se descubrió que los alimentos que consumimos también están nutriendo a los billones de microbios que nos acompañan. Algunos impulsan el crecimiento de los que están asociados con la salud y se los conoce como “prebióticos”. Los alimentos fermentados, como el yogur y el queso, contienen microbios que son similares a los que se encuentran en el tracto intestinal. También hay suplementos de microbios, llamados “probióticos”. Aunque hay evidencia de que pueden ser beneficiosos, la Academia Americana de Microbiología aconseja prudencia, porque no están regulados. ß