Ante el riesgo de ser un narco-Estado

Luego de la renuncia de Bielsa, a quien nunca se lo apoyó plenamente, le siguieron un período de acefalía de casi un año
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OPINIÓN | 27

| Miércoles 22 de octubre de 2014

la década perdida. En los últimos diez años, las redes de narcotraficantes se han instalado en el país y hoy

ponen en jaque a las instituciones, en un proceso que tiende a naturalizar la violencia y el sometimiento

Ante el riesgo de ser un narco-Estado Eugenio Burzaco —PARA LA NACIoN—

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l legado de esta década en materia de avance del narcotráfico y el consumo de drogas ilegales en el país es trágico. Luego de más de un año de investigaciones sobre el tema junto con Sergio Berensztein para escribir un libro, llegamos a la conclusión de que las redes narcos se han instalado en el país para producir droga en laboratorios locales, no sólo ya para exportarla a mercados de consumo relevantes del Primer Mundo, sino para satisfacer el mercado de consumo local, que se ha duplicado en una década y moviliza unos 1000 millones de dólares anuales. Las primeras evidencias concluyen que los niveles de consumo, tanto de marihuana como de cocaína, se han duplicado en una década, ubicándonos como el país de la región con mayor consumo per cápita (Informe Anual de Drogas de las Naciones Unidas 2012). Impactan no sólo los números, sino la evidencia de que la naturaleza del negocio narco en la Argentina ha cambiado. Dejó de ser un negocio de logística por el cual la droga ingresa para exportarse a otros países, quedando aquí sólo los rezagos o el canje, para convertirse un negocio de consumo masivo en el que las bandas pelean por el territorio de manera violenta, a fin de monopolizar la distribución y establecer sus laboratorios de producción. El aumento significativo del ingreso, sobre todo de pasta base, se corrobora en los niveles de decomiso, que aumentaron la década pasada un 800% (oNU, 2014). El mismo informe aclara que el país dejó de reportar los niveles de decomisos de estupefacientes por las fuerzas federales en 2010. El número de causas por la ley de estupefacientes (23.737) se duplicó entre 2003 y 2008, último año reportado oficialmente a nivel nacional. Las causas en la provincia de Buenos Aires entre 2009 y 2014 se duplican también, y ascienden a casi 50.000 causas de drogas ilegales anuales. Para desmentir a aquellos funcionarios que dicen que la mayoría de estas causas tratan de perejiles fumando porros, la propia Sedronar hizo un estudio en 2010 que demostró que más del 70% trata situaciones de tráfico, producción y comercialización de estupefacientes. Por último está la fuerte y determinante aparición, en los últimos 15 años, de venta y consumo de paco.

Este derivado de la pasta base destruye a los jóvenes pobres para transformarlos en el último eslabón de la cadena narco, y los convierte en los llamados “soldaditos” al servicio de las redes para comercializar drogas o eliminar enemigos. La desesperación de los adictos por conseguir la siguiente la dosis incide no sólo en la destrucción personal del esclavizado por su adicción, sino en el nivel de delito violento y hasta aberrante que tiene en vilo a la sociedad. El narcotráfico irrumpe también en la noche de las fiestas electrónicas interminables, donde las drogas de síntesis, como el éxtasis, la ketamina y otras metanfetaminas, destruyen el cerebro de jóvenes de las clases media y alta, envueltos en una supuesta desinhibición cultural que les hipoteca el futuro. La segunda apreciación contundente es que las fuerzas de seguridad e inteligencia que deben combatir las redes narcos han sido sobrepasadas por el avance de este fenómeno, que, cada vez mas a menudo, corrompe las instituciones, a funcionarios policiales, judiciales y políticos de creciente nivel jerárquico. Este año han terminado presos por su relación con el narcotráfico el jefe de la Policía de Santa Fe y varios jefes de dicha fuerza, como también altos funcionarios policiales de Córdoba. Los escándalos de la importación ilegal de efedrina, que se utiliza para producir drogas de síntesis, como el éxtasis, salpican a altos funcionarios del Ejecutivo y al ex director de la Sedronar Ramón Granero, hoy procesado. En su momento, el tráfico de efedrina derivó en el triple asesinato de General Rodríguez, que puso en evidencia el financiamiento de la campaña presidencial del Frente para la Victoria por varios de los implicados. El desborde de las fuerzas de seguridad se verifica en las fronteras porosas, sin controles suficientes, el espacio aéreo convertido en colador que nunca se termina de radarizar y que impacta en los cientos de pistas clandestinas donde aterrizan o dejan caer su mercadería las decenas de vuelos ilegales que penetran diariamente el país para traer la droga. A esto se agrega que la Gendarmería y la Prefectura, que deben proteger las fronteras, y la Policía Federal, fuerza que debe tener su foco en los delitos federales y complejos, están dedicadas a realizar tareas de policías locales ante el desborde de la inseguridad. Esto requiere un rediseño del sistema de seguridad interior y un fortalecimiento de las policías locales para evitar seguir con las políticas de negación de la realidad, la

huadi

improvisación y los parches que han caracterizado la década. El tercer legado de la década es la virtual destrucción de la Sedronar, organismo creado para el tratamiento y la prevención de las adicciones y el combate del narcotráfico. Si bien la decadencia de dicho organismo se arrastra de larga data, esta última década ha visto decrecer, hasta desaparecer, muchas de sus funciones originarias, como la reunión semanal de inteligencia de todas las fuerzas de seguridad y los cursos de capacitación. Se ha achicado su presupuesto hasta la virtual parálisis e inacción del organismo. Pero el daño mayor fue hecho al Registro Nacional de Precursores Químicos, organismo que depende de dicha secretaría y está destinado a controlar el destino de aquellos químicos que se utilizan para la elaboración de la síntesis de las drogas ilegales y que nuestros laboratorios y far-

macias producen e importan. Producto de este desmanejo y corrupción se llegaron a importar alrededor de 20 toneladas anuales de efedrina, cuando la industria farmacéutica local requiere entre 200 y 300 kilos anuales. Durante varios años no se verificaron los controles necesarios, hasta que estalló el escándalo del triple crimen de General Rodríguez, justo unas semanas después de la desarticulación de un laboratorio de drogas sintéticas en Ingeniero Maschwitz. Fueron tales las irregularidades durante la gestión de Granero que en la gestión posterior de Rafael Bielsa se decidió intervenir dicho organismo. La etapa final del organismo ha sido caótica. Luego de la renuncia de Bielsa, a quien nunca se lo apoyó plenamente, le siguieron un período de acefalía de casi un año y el reciente nombramiento del poco idóneo padre Molina al frente de la institu-

ción, quien arrancó comparando a Pablo Escobar Gaviria con Robin Hood, lo que demuestra su total falta de conocimiento de la complejidad de los personajes involucrados en el crimen organizado. En otro exabrupto, Molina habló en favor de despenalizar/legalizar el consumo de todas las drogas, demostrando así su desconocimiento absoluto de la problemática. Una medida de esta índole reduce la percepción del riesgo en los jóvenes y facilita la accesibilidad a las drogas, lo que trae como resultado un aumento en el consumo. Pero, más grave aún, lo plantea como una forma de reducir la violencia, sin comprender que las drogas “duras” afectan los límites inhibitorios de los consumidores. Tampoco comprende que muchos jóvenes adictos deben delinquir para sostener su adicción y por eso “salen de caño” o se convierten en dealers. El cuarto legado, tal vez el más nefasto, es la territorialización del poder narco. Los narcos intentan dominar el territorio para poder actuar con impunidad. Por eso ocupan espacios que el Estado tiene abandonados, donde habitan los sectores más marginados de la sociedad, y establecen un control territorial de esos entornos urbanos. Son territorios “sin ley”, sin presencia integral del Estado. Allí se enquistan las bandas narcos como parásitos y sojuzgan a la población. Este fenómeno, que algunos sociólogos denominan “favelización”, debe ser atendido con urgencia e integralidad, ya que estamos construyendo una sociedad dual y feudal, con “guetos de pobreza” y “guetos de riqueza”, donde el Estado y las bandas criminales van a pelear por el control del territorio, tal como pasa en muchos países de la región. Dejamos para otro análisis el lavado del dinero narco, cuyo volumen y penetración en la economía implica otra serie de consecuencias nefastas. Luego de una década de errores, omisiones y complicidades, el poder narco se ha convertido en la amenaza a la gobernabilidad más significativa que enfrenta el país. Su impacto en la juventud, en la sociedad en su conjunto y en las instituciones genera una trama de intereses en la que se juega si la Argentina se convierte o no en un narcoEstado, capaz de modificar para siempre nuestra forma de vida, poner en riesgo los valores de nuestra sociedad y naturalizar la violencia y el sometimiento. © LA NACION El autor es coautor del libro El poder narco. Drogas, inseguridad y violencia en la Argentina

El ébola exige una respuesta global eficiente Irma Argüello —PARA LA NACIoN—

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a llegada del ébola a Europa, con el contagio de la enfermera española Teresa Romero Ramos, se convirtió en el caso líder para comprender los riesgos de que la propagación del virus adquiera un alcance global. Desde que aparecieron, hace seis meses, las primeras noticias del brote en Guinea y su posterior expansión a Sierra Leona, Liberia y otros países del África occidental, el mundo entró en estado de alerta. Sin embargo, la ubicación remota de los casos tuvo como consecuencia una muy lenta estructuración de una respuesta internacional práctica y eficiente para controlar la situación y prevenir la diseminación del virus más allá de estos países. Las noticias siguen siendo desalentadoras. Las cifras oficiales de la organización Mundial de la Salud (oMS) dan cuenta de más de 4500 casos fatales y más de 9200 infectados en siete países, aunque se estima que esta cifra podría ser en realidad hasta dos veces y media superior. La incertidumbre respecto de la magnitud del brote va de la mano del escaso desarrollo socioeconómico de los países más afectados y de las dificultades prácticas para identificar la infección por falta

de medios de diagnóstico. En términos de tratamiento, dada la cantidad de casos, los sistemas sanitarios en dichos países se encuentran hoy totalmente desbordados. Sin embargo, los déficits en el diagnóstico temprano y tratamiento se dan también en los países más desarrollados. Los síntomas de estas infecciones son confusos y todo retraso en la identificación de la enfermedad aumenta significativamente el riesgo de contagio. Tal fue el caso de Teresa, quien recibió el diagnóstico de ébola luego de una semana desde la aparición de los primeros síntomas, y que ya, según la información más reciente, estaría libre del virus. Sin lugar a dudas, la crisis del ébola conlleva impactos humanitarios devastadores, pero también emerge como una fuerte amenaza a la seguridad internacional. Es evidente la disrupción de las actividades humanas y el pánico que el ébola trae consigo. La experiencia en los países más afectados habla de un incremento de la violencia, que ha llevado incluso a ataques a los trabajadores de salud. Expertos del Banco Mundial han estimado pérdidas económicas para estos países del orden de los mil millones de dólares. Si el brote se

transforma en pandemia, las inestabilidades gubernamentales y el colapso económico y social podrían también propagarse a escala global. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), organismo oficial de salud pública de los Estados Unidos, indica que sin la ayuda internacional adecuada el número de infectados

La crisis del ébola trae consigo la oportunidad de generar espacios de cooperación internacional podría alcanzar casi un millón y medio de personas en enero de 2015. En ese caso, claro, ningún país estaría exento de recibir infectados con el virus a través de sus fronteras. Sin embargo, los casos exitosos de Nigeria y Senegal muestran que la epidemia se puede controlar en el lugar de origen y a eso se debe apuntar. Para ello se hace imperiosa una efi-

ciente la cooperación internacional. Los países deben trabajar juntos para evitar que el virus se disemine a nuevos países y también para que los sistemas de salud puedan brindar un adecuado y humanitario tratamiento a las víctimas. Muchos de estos países ya están actuando en este sentido. Los Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y hasta Cuba y China han enviado ayuda, que algunas veces incluye personal en el terreno. Estos países ya suman 45 y, aunque se nota la ausencia de algunos actores clave, se han comprometido hasta ahora alrededor de 1250 millones de dólares. Las Naciones Unidas han difundido una lista con recursos imprescindibles para la urgente respuesta. La variedad de elementos hace que muchos sean asequibles aun para los Estados de menor poderío económico. Sin embargo, es claro que la competencia y la celeridad para el empleo de los recursos por parte de los organismos internacionales encargados de coordinar la respuesta son tan claves que se requieren liderazgos ejecutivos que vayan más allá de las burocracias de escritorio. Eso también constituye un desafío. La crisis del ébola trae consigo la opor-

tunidad de generar espacios de cooperación internacional sobre la base de objetivos compartidos, más allá de los desencuentros políticos entre Estados. En este sentido, se requieren acuerdos clave para estructurar un sistema global de prevención, detección y respuesta para cualquier brote infeccioso que pueda aparecer a futuro, sea éste natural o provocado por el bioterrorismo. Sin dudas, la dimensión y gravedad de la amenaza imponen la intervención directa y coordinada de las máximas autoridades de los Estados, para evitar que la catástrofe alcance una magnitud impredecible. Naturalmente, no alcanza con abroquelarse dentro de las propias fronteras siguiendo adecuados protocolos sanitarios. El objetivo central es controlar el brote antes que se disemine, allí, en los países más afectados. En el caso de nuestra región, Brasil, Cuba, Chile y Colombia ya se unieron a la respuesta global y la lista se incrementa día a día. La Argentina no debería estar ausente.© LA NACION La autora es fundadora de la Red de Líderes de América Latina y el Caribe, y preside la fundación NPSGlobal.

Las luces LED nos quitan el sueño Daniel P. Cardinali —PARA LA NACIoN—

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emos reducido unas dos horas nuestro tiempo diario de sueño en los últimos 50 años y son muchas las razones para la falta de sueño en nuestra sociedad, que funciona 24 horas/7 días a la semana (“Sociedad 24/7”). Entre ellas pueden citarse los tempranos horarios de la escuela o el trabajo, las programaciones de TV que desplazan más y más el prime time a horas avanzadas de la noche y el estrés cotidiano. Pero el principal factor precipitante, a menudo poco apreciado, ha sido el avance tecnológico a partir del desarrollo de la iluminación artificial de nuestra noche. La tecnología nos ha desvinculado del día natural de 24 horas en la que nuestra especie evolucionó.

Cuanto más iluminamos nuestras vidas, menos dormimos. Se acaba de otorgar el Premio Nobel de Física a tres investigadores nacidos en Japón, Isamu Akasaki, Hiroshi Amano y Shuji Nakamura, que hace veinte años desarrollaron el LED azul, indispensable para obtener dispositivos que produjeran luz blanca, apta para la iluminación a muy bajo costo. Como consecuencia, y debido a que un 20% del consumo de electricidad en todo el mundo está dedicado a la producción de luz, muchos gobiernos han eliminado las tradicionales lámparas incandescentes (que emiten en el rojo) a causa de la disipación de calor y la poca eficiencia consiguiente. Pero la luz blanca de los LED es rica en el azul, que es la

porción del espectro que más inhibe la secreción de melatonina, la señal que cada día “abre las puertas de nuestro sueño”. A semejanza del oído, que tiene dos funciones fisiológicas independientes, la audición y el mantenimiento del equilibrio, el ojo es el sitio inicial de recepción de dos aspectos diferentes de la luz: servir para ver y posibilitar la regulación del ritmo sueño/vigilia, adecuándolo al medio ambiente, que cambia cada 24 horas. Los conos y bastones de la retina son los fotorreceptores del efecto visual de la luz, mientras que un grupo particular de células ganglionares de la retina intrínsecamente fotosensibles son las que permiten los reajustes del reloj biológico.

Cada vez pasamos más tiempo de nuestras noches ante pantallas iluminadas de monitores (LCD, smartphones), que al emitir primariamente en el azul producen dos fenómenos de trascendencia para los ritmos de sueño/vigilia: 1. Afectan el período natural de sueño, reduciéndolo a niveles de peligro. 2. Agregan un factor disruptor, pues la luz del monitor en ese momento atrasa nuestro reloj biológico, lo que en forma práctica se exterioriza en un sueño más tardío en las noches subsiguientes, tendiendo a perpetuar la situación de nocturnidad y privación de sueño. Pero la iluminación de estado sólido también podría ofrecer algunas, soluciones ya que al menos en teoría es factible enriquecer la

luz azul/verde con rojo para su uso después del atardecer. Nuestro cuerpo está diseñado para un mundo que ya no existe: en los últimos 200 años, un instante sólo en la escala de la evolución, hemos cambiado tan radicalmente nuestro medio ambiente que carecemos ya de un diseño fisiológico a la altura de las circunstancias. Para recuperar el mundo al cual nos adaptamos, debemos sopesar adecuadamente los adelantos tecnológicos que nos asaltan día a día.© LA NACION El autor es investigador superior del Conicet y docente en la Facultad de Ciencias Médicas de la UCA; escribió el libro ¿Qué es el sueño? (Paidós, 2014)