Al ritmo de la vida urbana El duelo en otra lengua

27 sept. 2008 - sidad de California, Berkeley, y profesor de Historia Europea de la Universidad de Illinois– realizado e
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BERLÍN 1900

CRÍTICA DE LIBROS

POR PETER FRITZSCHE SIGLO XXI TRAD.: SILVIA JAWERBAUM Y JULIETA BARBA 293 PÁGINAS $ 55

ENSAYO

Al ritmo de la vida urbana U

na de las escenas emblemáticas con la que Walter Ruttmann captura la modernidad vertiginosa de la Berlín de los años veinte en su película Berlín, sinfonía de una ciudad, registra el momento en que los vendedores callejeros irrumpen en la tarde con los diarios recién impresos: los transeúntes se arremolinan a su alrededor, los automóviles se detienen y los titulares sensacionalistas “se desprenden” de las páginas para ocupar el centro de la pantalla. Esa escena, que condensa como pocas el ruido y el nerviosismo de la vida moderna, resuena como telón de fondo del espléndido libro de Peter Fritzsche, Berlín 1900. Prensa, lectores y vida moderna, escrito en 1996, y que ahora se publica con un prefacio del autor –doctor en Historia de la Universidad de California, Berkeley, y profesor de Historia Europea de la Universidad de Illinois– realizado especialmente para esta edición. Peter Fritzsche parte de la hipótesis de que las metrópolis modernas y los periódicos de comienzos del siglo veinte son formas nuevas, cuyo crecimiento es interdependiente: el periodismo no sólo

Berlín, sinfonía de una ciudad (1927)

introduce la ciudad como su tema privilegiado –en esto se diferencia del periodismo del siglo XIX, más atento a la vida cortesana y a la política internacional– sino que calibra a los lectores dentro de su ritmo, enseñándoles cómo moverse entre las crecientes multitudes. Si los cambios urbanos, la modernización edilicia, el aumento de medios de transporte exigen nuevas destrezas para moverse en un espacio que se modifica permanentemente, es el periodismo moderno uno de los actores centrales en el diseño de pautas de desplazamiento: funciona como una enciclopedia de la ciudad moderna donde los lectores encuentran una guía para in-

corporar experiencias y hábitos acordes al cambiante mapa urbano. Tanto es así que el periodismo asume la cadencia de la vida moderna: las largas sábanas de grafía apretada, pequeños titulares, pocas fotografías y notas que requerían tiempo y esfuerzo para ser leídas dan paso a una diagramación ágil, con grandes titulares, notas breves, resúmenes de noticias, ilustraciones y fotografías. A estos cambios de diseño, acordes al ritmo de las metrópolis, se suma la proliferación de noticias: como señala Fritzsche, la variedad de noticias nacionales, internacionales, deportivas, culturales, informativas chocan en la primera página modificando las jerarquías convencionales. De este modo, la rápida sucesión de los artículos yuxtapuestos recrea la mezcla de las multitudes ciudadanas y conforma una cultura metropolitana definida, usada por los habitantes de la ciudad de modos similares y en función de concepciones parecidas, que sienta las bases de una cultura del consumo que desactiva los conflictos de clase y minimiza las diferencias étnicas. No obstante la centralidad que el perio-

dismo tiene en el tratamiento de la ciudad moderna, Berlín 1900 no es una historia sobre la prensa sino un detallado estudio sobre la “ciudad textual”, esa suma de textos breves y extensos que saturaron la urbe anterior a la Primera Guerra. Fritzsche analiza tanto el diálogo entre la ciudad y la multiplicidad de textos que hablaron sobre ella –las notas periodísticas, los avisos publicitarios, los anuncios callejeros, los folletos, las etiquetas, los carteles de los negocios, las proclamas– como el cruce de estas formas con la novela experimental y las artes plásticas de vanguardia, que rápidamente incorporaron estilos de escritura y de representación que testimoniaron la discontinuidad, el ritmo y la fugacidad de la experiencia urbana. De alguna manera, Berlín 1900. Prensa, lectores y vida moderna es también todo eso: la gran cantidad de discursos, imágenes, formatos que Fritzsche despliega, analiza, comenta y describe marca el tono de una narración que es, a su vez, inteligente y persuasiva, amena, original y exhaustiva, como la ciudad misma. Sylvia Saítta © LA NACION

NARRATIVA EXTRANJERA

LAS PALABRAS EXTRANJERAS

El duelo en otra lengua

POR VASSILIS ALEXAKIS

V

assilis Alexakis (Grecia, 1943) viajó a Francia como becario para estudiar periodismo, en 1961, y luego, en 1967, se instaló de manera definitiva como autoexiliado de la dictadura que gobernaba su país. Continúa migrando constantemente del suelo materno al país de adopción; escribe y vive en francés y en griego. Los recuerdos que le trae cada lengua no son los mismos: la escritura en griego lo remite al ámbito materno y, en francés, a la aventura de lo extranjero. Se encarga de las traducciones de su obra de una lengua a la otra, declara que nunca se lee mejor a sí mismo que traducido y se queja de escribir dos veces sus libros. Para mejor comprender Las palabras extranjeras (2002), son referencia obligada en la obra de Alexakis la premiada La lan-

14 I adn I Sábado 27 de septiembre de 2008

gue maternelle (1995), y Paroles du coeur de l’Afrique (2007), obra colectiva resultante del estudio del idioma sango que reúne relatos de autores centroafricanos en versiones bilingües. Las palabras extranjeras transcurre por la acción combinada de dos fuerzas. Una, excéntrica, propone un comentario metaficcional sobre la imposibilidad de contar una historia y la injustificada decisión del narrador de conocer una lengua africana, el sango. La otra, centrífuga, nos devuelve de continuo a la historia, de visos autobiográficos, de la pérdida de su padre. Salvar la distancia entre ambas fuerzas es el propósito de este relato de sensibilidad exquisita. La impersonalidad de los comentarios lingüísticos vinculados con el aprendizaje del sango (la novela está pla-

gada de consideraciones gramaticales, sociolingüísticas, sobre la evolución de las lenguas, la formación de las palabras y la extinción de lenguas de minorías) posibilita el tránsito de la especulación al viaje. Sin embargo, hay una síntesis mayor en esta búsqueda de una tercera lengua. Dos teorías lingüísticas pueden iluminar la articulación de la novela. La hipótesis de Saphir y Worf postula la responsabilidad de la lengua en la construcción social: concebimos el mundo de acuerdo con la percepción que nuestra lengua determina. La otra pertenece a Émile Benveniste y versa sobre la identidad de las categorías de pensamiento y habla sobre su falsa antítesis: pensamos sólo lo que podemos decir. Estas cuestiones atraviesan al narrador

DEL ESTANTE TRAD.: OSCAR ÁNGEL COSTANZO 200 PÁGINAS $ 36

de Las palabras extranjeras. En su peregrinaje, la búsqueda de las palabras nuevas se imbrica con su duelo. Así como el aprendizaje del francés significó la salida de la lengua materna a la construcción del mundo propio del adulto, el aprendizaje del sango cumple otra función. El narrador lo estudia para dominar técnicamente una lengua en la que la falta de reminiscencias personales anule el enunciado e impida la llegada de la angustia cuando dice: “Mi padre ha muerto” (Baba ti mbi a kui). Fernando Curiel © LA NACION