Adrián Sapetti - Gador

¡qué tensa está su cuerda! ¡Ay! mortal cual ... también con una soga; son testigos los días jueves ...... La vida es alg
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Adrián Sapetti

Los artistas y la depresión Aun en las más altas cimas hay nubarrones

parte 2

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Se hicieron todos los esfuerzos para contactar a los dueños de los derechos de reproducción; cualquier omisión es involuntaria y será corregida en las ediciones futuras siempre que se envíe a la editorial la notificación por escrito de los créditos adjuntos.

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Dedicatoria

Para Mora Sapetti, mi nieta, con el anhelo de verla crecer en un mundo más creativo, pacífico y solidario. Donde el arte y la ciencia despejen en las cimas a los negros nubarrones, para ver la luz.

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Quien sólo de Medicina sabe, ni de Medicina sabe. Hipócrates de Kos (460 a.C-370 a.C)

¿O será uno de esos seres solitarios y a la vez temerosos que sólo resisten la soledad con la ayuda de ese gran enemigo de los fantasmas, reales o imaginarios, que es la luz? Ernesto Sábato (1911), Sobre héroes y tumbas.

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Índice parte 2

Melancolia y desesperación . . Albrecht Dürer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pier Paolo Pasolini . . . . . . . . . . . . . . . . Egon Schiele . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Friedrich Nietzsche . . . . . . . . . . . . . . . . César Vallejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Roberto Arlt . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Thomas Mann . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Edvard Munch . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Wolfgang Amadeus Mozart . . . . . . . . . Franz Schubert . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Frédéric Chopin . . . . . . . . . . . . . . . . . . Walt Whitman . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Salvador Dalí . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pablo Neruda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Oscar Wilde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fiódor Mijáilovich Dostoievski . . . . . . Franz Kafka . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Antón Chéjov . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Jorge Luis Borges . . . . . . . . . . . . . . . . . Groucho Marx . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Los malditos . . . . . . . . . . . . . . . . . . Jean Arthur Rimbaud . . . . . . . . . . . . . . Paul Verlaine . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Charles Baudelaire . . . . . . . . . . . . . . . .

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Embriagados (los mareados)

............... Edgar Allan Poe . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fernando Pessoa . . . . . . . . . . . . . . . . . Jack Kerouac . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Luca Prodan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Billie Holiday . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Édith Piaf . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Janis Joplin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Dylan Thomas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Dante Gabriel Rossetti . . . . . . . . . . . . .

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Francis Scott Fitzgerald . . . . . . . . . . . . Truman Capote . . . . . . . . . . . . . . . . . .

La desesperanza, en pocas palabras

............ Orson Welles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ingmar Bergman . . . . . . . . . . . . . . . . . Carlos Gardel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Enrique Santos Discépolo . . . . . . . . . . Giuseppe Verdi . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Como cierre

.................. Luigi Pirandello . . . . . . . . . . . . . . . . . . Adrián Sapetti . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Samuel Beckett . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Al final, Leonardo . . . . . . . . . . . . .

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Epílogo

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Melancolía y desesperación En esta poderosa pintura conocida como “El primer duelo”, que se puede admirar en Bs. As. en el Museo Nacional de Bellas Artes, se refleja el dolor por la tragedia de la muerte de Abel, yaciendo sobre el regazo de su padre Adán, mientras Eva llora sin consuelo. La palidez del cuerpo del infortunado hijo contrasta dramáticamente con la oscuridad del suelo y con el cielo gris, melancólico, que recubre el páramo. En la referencia pictórica del gran artista francés decadentista, inspirada en el primer asesinato mítico, ya se condensan la melancolía y la desesperación. “Melancolía”: del griego mélas, mélan= “negro, oscuro”, y Kholê= “bilis”; estrictamente “bilis negra”, y de melankholía=“mal humor”

Premier Deuil (The First Mourning), William Bouguereau, (1825-1905)

“Que eres en mi vida ansiedad, angustia, desesperación…”. Osvaldo Farrés, del bolero Toda una vida.

“…En la fenomenología del melancólico, el comportamiento del paciente no concuerda con el tenor de las auto recriminaciones. Lejos de ocultar, avergonzado, su indignidad, él insiste en ella al punto de ostentarla. Hay certeza en su incertidumbre; arrogancia en su miserabilidad; homicidio en su suicidio, en la medida en que todo melancólico es un maníaco en potencia.” Emilio Rodrigué Sigmund Freud. El siglo del Psicoanálisis.

“De repente la risa se hizo llanto, silencioso y blanco como la bruma; de las bocas unidas se hizo espuma, y de las manos dadas se hizo espanto. De repente la calma se hizo viento que de los ojos apagó la última llama,

y de la pasión se hizo el presentimiento y del momento inmóvil se hizo el drama. De repente, no más que de repente, se volvió triste lo que fuera amante, y solitario lo que fuera contento. El amigo próximo se hizo distante, la vida se volvió una aventura errante. De repente, no más que de repente”. Vinicius de Moraes (Río de Janeiro, 1913-1980) Soneto de la desesperación.

He sido rey mientras dormía; pero al despertar no ha quedado nada. William Shakespeare (1564-1616), de Sonetos a Mr. W. H. Adrián Sapetti

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Albrecht Dürer (Alberto Durero) Nacido en Nürenberg en 1471 y fallecido en la misma ciudad en 1528, fue el máximo exponente del Renacimiento alemán.

Autorretrato de A. Durero

Melancolía (Melencolia, en el original), A. Durero, 1514 En este cuadro, Durero, pone en evidencia síntomas típicos de la depresión: la inhibición psicomotriz, la hipomimia y la akinesia del personaje embargado en vagos pensamientos, los objetos inutilizados tirados en el piso. Un

tubo de enema sale por debajo de la túnica. El perro y el ángel adormilados, el sol en el ocaso, acentúan el clima melancólico del grabado. Hay símbolos mágicos y esotéricos, como el grabado en la piedra debajo de la campana, de incierHombre to significado. Como Desesperado la indefinición del (detalle), género de la figura A. Durero alada. Si bien no tenemos datos de que Durero fuera un depresivo -aunque algunos teorizan que la figura humana de “Melancolía” es el propio artista-, esta obra, al igual que “Hombre desesperado”, evidencian una preocupación por estados del psiquismo humano.

Pier Paolo Pasolini Madre, despierta, pero no grites, ¡silencio! Desvelado tu hijo; ha prendido la luz en el cuarto con los muros desnudos.

Pasolini con su madre Su muerte, un golpe en el granero, lo ha despertado en su Infierno: un golpe del granero en su corazón, y ahora un gran silencio adentro y afuera. El silencio con el sudor de un muerto le moja la sábana y el cuerpo.

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Los artistas y la depresión

En esa agua suspira con la voz de una vieja golondrina. Madre, tu hijo se levanta, se pone los zapatos, abandona el lecho. Solo por las escaleras de hielo

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baja entre las sombras de los sacos. Solo bombea el agua, un chorro de agua que cae con un amargo estrépito en el arroyo; y orina bajo las estrellas de la noche lisa. Tu hijo vuelve arriba por las escaleras caminando despacio como un ladrón. No lo sabes, pero él tiene un Loco sin Madre en el pecho. Entra en el cuarto, el Ladrón, y se queda espantado en la luz ahora su muerte es esta luz que llena el cuarto de amarillo. Pier Paolo Pasolini El diablo con la madre, de poemas de La meglio gioventú.

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revela su irremediable diferencia. Soy avaro, lo poco que poseo me lo guardo apretado en el corazón diabólico. Y los dos palmos de piel entre pómulo y mentón, bajo la boca torcida a furia de sonrisas de timidez, y los ojos que han perdido su dulzura, como un higo agrio, te parecerían el retrato precisamente de esa madurez que te hace daño, madurez no fraterna. ¿De qué puede servirte un coetáneo, simplemente entristecido en la delgadez que le devora la carne? Cuanto ha dado ya lo ha dado, el resto es árida piedad. Pier Paolo Pasolini, (1964), Al Muchacho Codignola, de Poesía en forma de rosa.

Pier Paolo nació en Bologna en mayo del 1922 y fue asesinado en el puerto romano de Ostia en noviembre de 1975, a los 53 años, por un joven que había conocido pocas horas antes; su cuerpo fue encontrado por una señora del lugar y reconocido por Ninetto Davoli, su actor fetiche. Oriana Fallacci sostenía que había sido asesinado de una manera premeditada, como un hecho político de grupos fascistas, lo que pareciera haberse corroborado recientemente. El siguiente poema suena anticipatorio: Querido muchacho, sí, claro, encontrémonos, pero no esperes nada de este encuentro. Si acaso, una nueva desilusión, un nuevo vacío: de aquellos que hacen bien a la dignidad narcisista, como un dolor. A los cuarenta años yo estoy como a los diecisiete. Frustrados, el de cuarenta y el de diecisiete pueden, claro, encontrarse, balbuceando ideas convergentes, sobre problemas entre los que se abren dos décadas, toda una vida, y que, sin embargo, aparentemente son los mismos. Hasta que una palabra, salida de las gargantas inseguras, enardecida de llanto y deseo de estar solos,

Pier Paolo Pasolini

Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa; que todo aquello que toco ya lo he tocado; que soy prisionero de un interés indecente; que cada convalecencia es una recaída; Adrián Sapetti

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que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo; que también el humorismo forma parte del bloque inamovible; que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo; que no intento todavía reconocer quién soy; que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre; que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias; que no saldré nunca de aquí por más que sonría, que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada; que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre

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y por lo tanto pura que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza. Pier Paolo Pasolini, Análisis Tardío.

En sus escritos, Pasolini habla de su homosexualidad, de su pesimismo y de la fijación con su madre, Susana, que interpreta a la Virgen en uno de sus films, “El Evangelio según San Mateo”, y del odio por su padre. Tuvo un hermano, que murió muy joven, asesinado por un grupo fascista. Tuve oportunidad de aprender de su genio y cultura cuando yo era estudiante de cine y Pier Paolo vino invitado con Maria Callas al Festival de cine de Mar del Plata, presentando su film “Medea”.

Egon Schiele Todo está muerto en vida

El pintor expresionista austríaco Egon Leo Adolf Schiele (1890-1918) hizo del erotismo uno de sus grandes temas y fue llevado preso por obscenidad en 1912. Su tratamiento de las figuras desnudas sugiere un espíritu atormentado por la sexualidad. Influenciado primero por Gustav Klimt, con quien se encontró en 1907, luego adquirió un estilo independiente y anticlásico cuyas líneas surgen más de conflictos psicológicos y espirituales que de consideraciones estéticas. Schiele fue perseguido por su arte del sexo explícito y sentenciado a pri10

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sión. Él mismo decía: “Reprimir a un artista es un delito, significa matar vida en gestación”. Su padre fallece cuando Egon sólo tenía 15 años y lo sume en una profunda crisis. María T. Orvañanos en su trabajo “El autorretrato en Egon Schiele” señala que a partir de allí convirtió las visitas a la tumba paterna su lugar preferido para pensar y dibujar. Y cita esta frase del propio artista: Busco únicamente los lugares en donde mi padre estaba, para deliberadamente experi-

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Eros (autorretrato)

Desnudo viril (autorretrato, 1910)

mentar mi dolor en horas de melancolía. Me preguntaron por qué pintaba tumbas y otros cuadros similares. Porque la memoria de mi padre continúa viviendo intensamente en mí.

exhibicionista. Se vislumbra la angustia, los terrores más hondos, un sexo alucinado, indefinido y ambiguo. En la última imagen nos describe genialmente la laceración de la carne, el adelgazamiento extremo -casi vemos su cuerpo consumido- tal vez como consecuencia de las fases depresivas marcadas además por la anorexia. También se puede apreciar la ambigüedad sexual del autor: los órganos sexuales pueden representar tanto un pene como una vulva. Egon se negaba a ser considerado un homosexual o un travesti y, si bien se casó y tuvo varios romances con mujeres, se percibía a sí mismo de acuerdo a lo que hoy podríamos diagnosticar como una disforia de género.

Murió, depresivo y denigrado, a la edad de 28 años durante una epidemia de gripe. Hoy sus obras son altamente estimadas y algunas de ellas las hemos podido ver en el MOMA de New York, no así este “Eros” (Retrato del autor) que vemos arriba en actitud masturbatoria y que pertenece a una colección privada. . En esta serie de autorretratos se denota una visión estuporosa, desorbitada, narcisista y

Friedrich Nietzsche

Mi vida es una carga terrible y me la habría quitado si no fuese porque saco las mayores enseñanzas del sufrimiento y de la renuncia a todo. Así, siento que me elevo a las alturas, donde venzo los dolores y la desesperación. Friedrich Nietzsche (1844-1900) Extracto de una carta al Dr. Eiser Adrián Sapetti

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Si bien este pensador alemán es conocido por su aporte a la filosofía -influyó notablemente en ámbitos literarios, psicológicos y filosóficos-, no es por todos conocida su obra poética, en la que nos ofrece su visión melancólica, elevándose “a las altas cimas”. Me gusta esa expresión de Paul Ricoeur de que Nietzsche, Freud y Marx eran “los maestros de la sospecha”. Cuando la luz se va desvaneciendo y la hoz de la luna ya se desliza verde y envidiosa entre rojos purpúreos -enemiga del díay sigilosamente a cada paso corta las guirnaldas de rosas, hasta que se hunden pálidas en la noche: así caí yo mismo alguna vez, desde mi desvarío de verdad, desde mis añoranzas del día, cansado de la jornada, enfermo de luz caí hacia abajo, hacia la noche, hacia lo oscuro, abrasado y sediento de una verdad. ¿Recuerdas aún, recuerdas, ardiente corazón, que estuviste sediento? ¡Sea yo desterrado de toda verdad! ¡Sólo loco! ¡Sólo poeta! Friedrich Nietzsche (1889), Extracto del poema ¡Sólo loco! ¡Sólo poeta!

Quien sondea el corazón humano adivina cuán pobre, impotente, presuntuoso, torpe, es el amor, incluso el mejor y el más profundo, ¡cuánto más apto para destruir que para salvar! Los hombres fundamentalmente tristes se traicionan cuando son felices: tienen una manera de asirse a la felicidad como si quisieran aplastarla y ahogarla, por celos. ¡Bien saben que la felicidad huye de ellos! Friedrich Nietzsche (1855), de Más allá del bien y del mal. 12

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Desde las altas cimas ¡Oh mediodía de la vida, hora solemne, jardín de estío! Dicha impaciente, alerta y en acecho: ¡espero a mis amigos, noche y día, con los brazos abiertos! ¿Dónde se atrasan? ¡Vengan, el plazo ha transcurrido! Mi mesa de convite los espera en las cumbres. ¿Quién vive más cerca de los astros y más cerca del fondo del abismo? ¡Ya están aquí, amigos! ¡Ay!, ¿no es a mí a quien buscan? ¿Dudan, se sorprenden? ¡Insúltenme, más bien!, ¿ya no soy yo? ¿He cambiado mis manos, mi andar y mi rostro? ¿Lo que era, amigos, ya no lo soy? ¿Acaso me he convertido en otro, extraño a mí mismo y de mí mismo perdido? Combatiente que supo vencerse a sí mismo y oponerse a menudo a su propia fuerza, ¿Por su misma victoria fue encadenado, herido? ¿Acaso no busqué donde soplaban los vientos más rudos y aprendí a vivir donde nadie habita…? ¿No olvidé a Dios y al hombre, blasfemias y oraciones, y me convertí en un fantasma de los hielos? ¡Oh mis viejos amigos… vayan sin rencor! ¡Ay, no es para ustedes este país de glaciares y de rocas! Me hice un cazador cruel. Miren mi arco: ¡qué tensa está su cuerda! ¡Ay! mortal cual ninguna es esta flecha. ¿Huyen de mí? ¡Oh corazón, cuánto has padecido! … ¡Ah, sueños juveniles, tan llenos de ilusión, a los que yo buscaba en el impulso de mi alma, los contemplo ahora envejecidos! El himno antiguo ha callado. El dulce grito del deseo, expira en mis labios. Apareció un encantador a la hora fatídica,

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El amigo del mediodía. No, no me pregunten quién es: A mediodía el que era uno se escindió en dos. … El mundo ríe, el odioso velo cae desgarrado, Y he aquí que la Luz se desposa con la Noche. Friedrich Nietzsche, Extractado del Epílogo de Más allá del bien y del mal.

Tenía 4 años cuando su padre se cayó de unas escaleras y perdió la vida. Nietzsche,

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misógino, genio desmesurado, escribe obras fundamentales (y recordemos también su creatividad como poeta) y muere de una sífilis que lo había llevado a la locura, al cuidado de su madre, en 1900. La Aflicción proclama: ¡Muerte! Pero el Placer anhela la eternidad, ansía la implacable, profunda eternidad Friedrich Nietzsche, de Así hablaba Zaratustra.

César Vallejo Y luego te quedaste otra vez en el humo, y así cuando ya no fuiste, de pronto, no fue la tierra de las cicatrices, no fue la piedra andina, la que tuvo tus huesos, sino el humo, la escarcha de París en invierno. Pablo Neruda de Oda a César Vallejo.

Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París -y no me corrotal vez un jueves, como es hoy de otoño. Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos, los húmeros me he puesto a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, con todo mi camino, a verme solo. César Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada; le daban duro con un palo y duro también con una soga; son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos… César Vallejo, de Piedra negra sobre una piedra blanca.

César Vallejo, poeta nacido en Perú en 1892 y fallecido en París en 1938

Luis de Góngora y Argote

Quiero perderme por falta de caminos. Siento el ansia de perderme definitivamente, no ya en el mundo ni en la moral sino en la vida y por obra de la vida. Odio las calles y los senderos, que no permitan perderse… César Vallejo, Quiero perderme, de Poemas en Prosa. Adrián Sapetti

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Roberto Arlt ¿Quiénes van a hacer la revolución social, si no los estafadores, los desdichados, los asesinos, los fraudulentos, toda la canalla que sufre abajo sin esperanza alguna? ¿O te creés que la revolución la van a hacer los cagatintas y los tenderos? Roberto Arlt, Los siete locos.

Saverio.- Cuando yo tenía la cabeza llena de nubes, creía que un fantasma gracioso suplía una tosca realidad. Ahora he descubierto que cien fantasmas no valen un hombre. Antes de conocerlos a ustedes era un hombre feliz… cuando me invitaron a participar de la farsa, como mi naturaleza estaba virgen de sueños espléndidos, la farsa se transformó en mi sensibilidad en una realidad violenta, que hora por hora modificaba la arquitectura de mi vida… ¡Qué triste es analizar un sueño muerto! … Mi drama es haber comprendido, haber comprendido… que no sirvo ni para coronel de una farsa… ¿No es horrible eso? El decorado ya no me puede engañar… comprendo que todas esas escenas sólo pueden engañar a un imbécil. Susana.- Su drama consiste en no poder continuar siendo un imbécil. Saverio.- Exacto, exacto… en fin, ya está hecho. No he valorado mi capacidad real, para vivir lo irreal. Usted no ha soñado. Ha ridiculizado…Yo termino la fiesta agotado para siempre.

Roberto Arlt (1936), Extracto de Saverio el cruel.

Roberto Godofredo Christophersen Arlt nació en Bs. As., el 2 de abril de 1900, fue escritor, periodista, inventor, dramaturgo. Su padre profesaba un racismo pangermanista y solía culparle por cualquier motivo, 14

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incluso los inventaba, diciéndole a la hora de ir a dormir: “¡mañana cuando amanezca te azotaré!". Roberto Arlt siempre recordó que tras estas palabras nunca pudo dormir bien y estaba alerta mirando el reloj que había en su cuarto, hasta que padre se levantaba y lo despertaba azotándolo. Sí, llegará un momento en que la humanidad escéptica, enloquecida por los placeres, blasfema de impotencia, se pondrá tan furiosa que será necesario matarla como a un perro rabioso... Será la poda del árbol humano... una vendimia que sólo ellos, los millonarios, con la ciencia a su servicio, podrán realizar. Los dioses, asqueados de la realidad, perdida toda ilusión en la ciencia como factor de felicidad, rodeados de esclavos tigres, provocarán cataclismos espantosos, distribuirán las pestes fulminantes... Durante algunos decenios el trabajo de los superhombres y de sus servidores se concretará a destruir al hombre de mil formas, hasta agotar el mundo casi... y sólo un resto, un pequeño resto, será aislado en algún islote, sobre el que se asentarán las bases de una nueva sociedad. Roberto Arlt (1929), Fragmento del discurso del Astrólogo, en Los siete locos.

Incorporó en sus obras el habla del hombre porteño común. Obras como “Los siete locos” y “El juguete rabioso”, nos enseñaron una nueva manera de ver la vida. Murió de un ataque cardiaco en 1942, luego de presenciar un ensayo teatral. El féretro en el que se encontraba su cadáver debió ser bajado desde el apartamento en el que estaba por una grúa.

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Thomas Mann Puedo decir con suerte que con 25 años, con 50, con 60 y con 70, presenté pequeños éxitos, con “Los Buddenbrooks”, “La montaña mágica” y “Doctor Fausto”. Pero, la verdad, no fui grande. Thomas Mann.

Thomas Mann, novelista alemán, nacido en Lübeck en 1875 y fallecido en Kilchberg, cerca de Zürich, en 1955. La ascendencia racial alemana, portuguesa e india de su madre habría de reflejarse en sus obras. En su juventud fue durante algunos años empleado hasta ser conocido como autor de narraciones cortas; dice en su autobiografía: “Yo tenía 15 años cuando fallece mi padre, un hombre comparativamente joven. La empresa familiar es liquidada”. Su primer libro, “Die Buddenbrooks” (“Los Buddenbrooks”, 1901), publicado cuando tenía 25 años, es la historia de la decadencia de una familia de comerciantes. Durante más de 30 años fue uno de los libros de mayor circulación en Alemania. De su matrimonio nacieron 6 hijos, uno de los cuales -Klauss Mann (drogadicto, autor de “Mefisto”, una novela antifascista)- también fue escritor. En “Der Tod in Venedig” (1912), novela corta en el estilo tradicional alemán, enfrenta de forma siniestra la vejez con el encanto de la juventud. Como vemos en sus textos la idea de la muerte es uno de los ejes estructurantes de sus obras como así también el conflicto entre el artista impulsivo y la indiferente sociedad. Por fin ha llegado el otoño; el verano no retornará. Jamás volveré a verlo... El mar está gris y tranquilo, y cae una lluvia fina, triste. ¡Existe una unión constante entre el hombre y la muerte! Con tu voluntad y tu convencimiento, puedes adherirte a su esfera, puedes llamarla para que se acerque a ti en la hora que tú creas...

¿Qué es el suicidio? ¿Una muerte voluntaria? Nadie muere involuntariamente. El abandonar la vida y entregarse a la muerte ocurre siempre por debilidad, y es siempre la consecuencia de una enfermedad del cuerpo o del espíritu, o de ambos a la vez. No se muere antes de haberse uno conformado con la idea... He de dar gracias a la muerte cuando llegue, pues todo se habrá cumplido tan pronto como llegue el momento en que ya no pueda seguir esperando. ¡Cómo espero el último momento, el último de verdad! ¿No será un momento de éxtasis y de indecible dulzura? ¿Un momento de placer máximo? Tres breves días de otoño aún, y la muerte entrará en mi habitación... ¿Cómo se conducirá? ¿Me tratará como a un gusano? ¿Me agarrará por la garganta para ahogarme? ¿O penetrará con su mano mi cerebro? Me la imagino grande y hermosa y de una salvaje majestad. ¡Esta noche estuvo aquí! No la vi, ni la oí, pero a pesar de eso hablé con ella… 'Es mejor que acabemos pronto', dijo. Pero yo no quise y me defendí; la eché con unas breves palabras. ¡Adiós, adiós! Quizá yo encuentre allí afuera una idea, un algo de ti. Pues mira: la manecilla del reloj avanza, y la lámpara que ilumina tu dulce carita no tardará en apagarse. Mantengo tu mano, pequeña y fría, y espero. Pronto se acercará, y yo no haré más que asentir con la cabeza y cerrar los ojos, cuando la oiga decir: —Es mejor que acabemos pronto... Thomas Mann, fragmento de La muerte.

Aquello que más doloroso le resultaba, que a veces le parecía absolutamente insoportable, era sin duda el pensamiento de que ya no volAdrián Sapetti

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Con Albert Einstein vería a Venecia, de que se despedía de ella para siempre. La lucha entre la apetencia espiritual y la incapacidad física le pareció de pronto gravísima a aquel hombre que empezaba a envejecer. Y su derrota corporal le resultó tan lamentable, y tan vergonzoso haber cedido sin dificultad alguna, que no quiso comprender la razón por la cual había podido entregarse y someterse sin lucha seria. Aschenbach contempla a Tadzio que es contemplado a su vez por su joven servidor e imagina el amanecer cósmico, en el que Venus y Eros salen de las olas para crear el mundo. Tadzio es el ser perfecto, la creación de los dioses, la belleza única y pura que enaltece el alma, que se ofrecía en adoración, como un reflejo de una imagen divina. Estas imágenes de “La muerte en Venecia” están exquisitamente reflejadas en el film homónimo de Luchino Visconti, con Dirk Bogarde y Silvana Mangano, donde Visconti transforma el personaje del escritor en un músico (¿Visconti pensaría en Mahler?).

Otra vez se detuvo para contemplar el mar. De pronto, como si lo impulsara un recuerdo, bruscamente, hizo girar el busto y miró hacia la orilla por encima del hombro. El que contemplaba estaba allí, sentado en el mismo sitio donde por primera vez la mirada de 16

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aquellos ojos de ensueño se había cruzado con la suya. Su cabeza, apoyada en el respaldo de la silla, seguía con ansias los movimientos del caminante. En un instante dado se levantó para encontrar la mirada, pero cayó de bruces, de modo que sus ojos tenían que mirar de abajo arriba, mientras su rostro tomaba la expresión cansada, dulcemente desfallecida, de un adormecimiento profundo. Sin embargo, le parecía que, desde lejos, el pálido y amable mancebo le sonreía y le saludaba. Pasaron unos minutos antes de que acudieran en su auxilio; había caído a un costado de la silla. Lo llevaron a su habitación, y aquel mismo día, el mundo, respetuosamente estremecido, recibió la noticia de su muerte. Thomas Mann fragmentos de Muerte en Venecia.

Oh, el amor, ¿sabes...? El cuerpo, el amor, la muerte, esas tres cosas no hacen más que una. Pues el cuerpo es la enfermedad y la voluptuosidad, y es el gestor de la muerte; sí, son carnales ambos, el amor y la muerte, ¡y ese es su terror y su enorme sortilegio!… ¡Encantadora belleza orgánica que no se compone de pintura al óleo ni de piedra, sino de materia viva y corruptible, llena del secreto febril y de la podredumbre! ¡Mira la simetría maravillosa del edificio humano, los hombros y las caderas y los senos floridos a ambos lados del pecho, y las costillas alineadas por parejas y el ombligo en el centro, en lo blando del vientre, y el sexo oscuro entre los muslos!… ¡Qué fiesta más inmensa al acariciar esos lugares deliciosos del cuerpo humano! ¡Fiesta para morir luego sin un lamento!... ¡Déjame sentir la exhalación de tus poros y palpar tu vello, imagen humana de agua y de albúmina, destinada a la anatomía de la tumba, y déjame morir con tus labios pegados a los míos! Thomas Mann, Fragmentos del diálogo entre Hans Castorp y Clawdia Chauchat, extractado de La montaña mágica. (novela escrita entre 1911 y 1923).

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de “La montaña mágica”. Rápidamente amé a sus personajes, especialmente al joven Hans Castorp, visitante de ese lujoso HotelHospital para tuberculosos, en Suiza. A esta novela debe Mann principalmente la concesión del premio Nobel en 1929.

En el año 1972 me encontraba trabajando como médico en Fusagasugá (“atardecer de sangre” en el idioma indígena), localidad colombiana cercana a Bogotá. En ese tiempo un amigo que residía en esa capital, Juan Carrillo Constain, me prestó un libro al que devoré apasionadamente en mis noches del Hospital San Rafael de Fusagasugá: se trataba

En su novela “Doktor Faustus” (1947), Thomas Mann presenta la historia de un músico que vende su alma al diablo, y trató de establecer las causas psicológicas que posibilitaron el ascenso del nazismo. En 1933, se dirigió a Suiza para huir de los nazis y en 1938 se trasladó a los Estados Unidos, donde se nacionalizó. Regresó a Suiza en 1952 al advertir que la libertad “estaba un poco restringida” en los Estados Unidos; fallece en 1955.

Edvard Munch Un súbito ataque de melancolía Enfermedad del espíritu, del yo, la desesperación puede adquirir tres figuras: el desesperado inconsciente de tener un yo (lo que no es verdadera desesperación); el desesperado que no quiere ser él mismo, y aquel que quiere serlo. Sören Kierkegaard del Tratado de la desesperación.

Estaba caminando, se puso el sol y sentí un ataque de melancolía. De pronto el cielo se puso rojo como la sangre. Me detuve, me apoyé en la valla, indeciblemente cansado. Lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el fiordo negro azulado. Me quedé allí temblando asustado y sentí que un grito interminable penetraba la naturaleza. Los ángeles del miedo, la tristeza y la muerte me acompañaron desde el día en que nací. Estuvieron siempre junto a mi cama al cerrar mis ojos, amenazándome con la muerte y la maldición eterna. Edvard Munch (Noruega, 1863-1944)

Así describía Munch el súbito “ataque de melancolía” antes de pintar su famoso cuadro “El grito” (al comienzo lo llamó “Desesperación”). Su madre fallece cuando Edvard tenía 5 años, una de sus hermanas muere 9 años después y a otra le fue diagnosticada una enfermedad mental. Su padre, que era médico militar, estaba dominado por obsesiones religiosas. Inculcó a sus hijos un profundo temor hacia el infierno Adrián Sapetti

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La muerte en la alcoba (1895) ¿El velatorio de su madre, tal vez? El grito (1893)

Muere, aislado y solo, como había vivido, en Oslo en 1944.

asegurándoles que si pecaban serían condenados sin miramientos. Munch pasó una infancia con numerosas enfermedades y de los cinco hermanos originales sólo Andreas se casaría muriendo unos pocos meses después de la boda. Estos hechos podrían explicar la oscuridad y el pesimismo de gran parte de la obra de Munch. Tal vez Munch debe haber sido un caso probable de desorden bipolar, mas él consideraba su personalidad traumatizada y melancólica como la base de su genio. En 1908 los problemas nerviosos del artista, agravados por los efectos del alcoholismo, le obligan a permanecer internado ocho meses en una clínica psiquiátrica.

Melancolía (1899) 18

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Autorretrato. Desasosiego interior (1919)

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Wolfgang Amadeus Mozart La disociación afectiva Wolfgang Amadeus (frente al Emperador, cuando un obsecuente asesor musical de éste plantea que Mozart es vulgar): Yo seré una persona vulgar, mas mi música, esté bien seguro, no lo es. Diálogo del film “Amadeus”, de Milos Forman.

Como la Muerte es el verdadero propósito de la vida, durante muchos años me he familiarizado con la mejor amiga del hombre y su semblante no me produce terror sino que resulta tranquilo y consolador contemplarlo… y nunca me voy a la cama sin pensar que quizás al día siguiente no estaré vivo. …Si la gente viera mi corazón me sentiría avergonzado. Para mí todo es frío, frío como el hielo… No puedo describir cómo me siento, una especie de vacío que me hiere, un anhelo nunca satisfecho… W. A. Mozart, Cartas

A pesar de que su matrimonio con Constanze fue conflictivo (en esos momentos se sospechaba que coqueteaba con un militar), que murieron cuatro de sus seis hijos, que pierde a su padre (“…Le informo que regresando a casa

hoy, recibí la triste noticia de que mi amado padre había muerto. Puede imaginarse el estado en que me encuentro.”), que atraviesa penurias económicas y que se siente enfermo, sigue componiendo, a veces algo disociado afectivamente de sus pérdidas y duelos. El psiquiatra español Vallejo Nágera dice en su obra “Locos egregios” (1977) que “es un rasgo destacado en Mozart y sobre el que creo que no se ha insistido: la aptitud de control de las emociones, para expresarlas cuando no existen, y para ocultarlas cuando le abruman”. Al final, en su lecho de muerte escribió el famoso “Réquiem”, a pedido de un oscuro personaje que el compositor suponía un enviado del Destino. En esta misa de difuntos, que no llegó a terminar, aflora toda su pasión, su dolor y melancolía (recordemos la “Lacrimosa” de su Réquiem). El 4 de diciembre de 1791, en su afán de concluirlo, mientras escribe las notas del “Dies irae”, se le cae la pluma de su mano, se desmaya. Al día siguiente sigue obnubilado; lo imaginamos tarareando sus últimos compases -que ya no pudo legarnos-, tiene entonces 35 años cuando muere, y es arrojado a una fosa común.

Franz Schubert El ser más desgraciado Me siento como que soy infeliz, el ser más desgraciado sobre la Tierra. Imagina un hombre que ya nunca más será sano y cuya desesperación hace empeorar las cosas más que mejorarlas… Cada noche cuando voy a dormir tengo la esperanza de no despertarme ya más, y cada mañana sólo vuelve a aparecer la tristeza del ayer. Franz Schubert (1797-1828), Carta a un amigo. Adrián Sapetti

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Su padre, un maestro de escuela, a pesar de la bella voz que tenía el joven y las condiciones de genio precoz como compositor, pues a los 11 ya había compuesto una ópera y varias canciones, lo obligó a ejercer también como maestro. Tres años después, desaprobando al padre, se va a Viena y se dedica a la composición. Lo describían como “tímido, torpe, barrigón y cabezón, con el pelo revuelto”, por lo que recibió el apodo de “den lilla svampen” (algo así como “pequeño hongo”, “funghetto” o “petit champignon”). Compuso 9 sinfonías (una de ellas, la octava, llamada “Inconclusa” generó uno de los mayores misterios musicales al desconocerse los motivos

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por los cuales no completara esa obra excelsa), música de cámara, canciones (“lieders”), él célebre Ave María, música para ballet. Mientras agonizaba en un hospital a causa de la sífilis, terminaba su magistral Cuarteto para cuerdas “La muerte y la niña” (o La muerte y la doncella). Una mañana, con apenas 31 años, y como este genial músico vienés lo deseaba, no se despertó más. Llama la atención la sensación similar a la expresada por Mozart en su carta al padre. Otro genio, Ingmar Bergman, recrea la enfermedad de Schubert y su agonía, en el film “En presencia del payaso” (que simboliza a la muerte).

Frédéric Chopin Dejad que sea lo que debo ser, nada más que un compositor de piano, porque esto es lo único que sé hacer. … No tengo temple para dar conciertos: el público me intimida, me siento asfixiado, paralizado por sus miradas curiosas, mudo ante estas fisonomías desconocidas. Compositor y pianista polaco adscrito al movimiento romántico, hoy Chopin es considerado como uno de los más grandes compositores de música para piano. Nació el 4 de marzo de 1810 en Zelazowa Wola, cerca de Varsovia. Hijo de padre francés y madre polaca, comenzó a estudiar piano a los cuatro años; a los ocho daba un concierto privado en Varsovia. También fue precoz como compositor; publica su primera obra a los 7 años. Dio sus primeros conciertos como virtuoso en 1829, en Viena, donde vivió durante los dos años siguientes. Excepto durante breves ausencias, a partir de 1831 vivió en París, donde se convirtió en un prestigioso profesor, pianista y compositor. En 1837 inició una relación íntima con la escritora francesa George Sand. Al poco tiempo enfermó de tuberculosis y se trasladó a Mallorca. En el año 1847, la enfermedad de Chopin empe20

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Chopin, por E. Delacroix ora y sobreviene la ruptura definitiva con George Sand. En realidad me siento mal, pero no se lo escribo a mis padres; todo el mundo me pregunta qué tengo. No estoy de humor para nada. La gente me cansa con sus solicitudes inútiles. Yo me siento solo, solo, aunque esté rodeado de gente. A partir de entonces su actividad como concertista se limitó a varios recitales en Francia, Escocia y Gran Bretaña. Chopin sabía que se moría, y un día, les dijo a sus acompañantes: Encontrarán muchas partituras, más o menos dignas. En nombre del amor que sienten por

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mí, por favor, las queman todas excepto la primera parte de mi método para piano. El resto debe ser consumido por el fuego sin excepción, porque tengo demasiado respeto por mi público y no quiero que todas las piezas que no sean dignas de él, anden circulando por mi culpa y bajo mi nombre.

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Afortunadamente para la música -como pasó con Kafka en la literatura-, ninguno de los presentes hizo cumplir semejante orden. Ahora yo entro en agonía. Cuando me quieran enterrar, como la tierra me asfixiará, yo los conjuro de hacer abrir mi cuerpo para que no sea enterrado vivo. Murió en París el 17 de octubre de 1849, víctima de la tuberculosis. Durante el entierro en el Cementerio de Père-Lachaise, tocaron la Marcha fúnebre de su Sonata Op. 35. Aunque su cuerpo permanece en París, se obedeció la última voluntad de Chopin: que enviaran su corazón a la Iglesia de la Santa Cruz de Varsovia. En Río de Janeiro, frente a la Praia Vermelha, al pie del Urca y del Paõ de Açúcar, podemos ver una estatua de Chopin, de pie, cabizbajo, sin mirar al mar, reposando su mejilla sobre una de sus manos. ¡Como embargado en sus sufrimientos en medio de la playa tropical!

Walt Whitman Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson con la barba hacia el polo y las manos abiertas. Quiero que el aire fuerte de la noche más honda quite flores y letras del arco donde duermes y un niño negro anuncie a los blancos del oro la llegada del reino de la espiga. Federico García Lorca, Oda a Walt Whitman, de Poeta en Nueva York.

En su país de hierro vive el gran viejo, bello como un patriarca, sereno y santo... Rubén Darío, de Azul.

No viene a juzgar, ni a premiar, ni a castigar. Viene sencillamente a cantar una canción. Cantará una canción y se irá. Mañana, de madrugada, se irá. Abridle la puerta, los brazos,

los oídos y el corazón, de par en par. Porque es vuestra la canción que van a escuchar. León Felipe, de Cantará su canción y se irá.

Walt Whitman: levanta tu barba de hierba, mira conmigo desde el bosque, desde estas magnitudes perfumadas... canta en las estaciones suburbanas tu voz, en los desembarcaderos vespertinos chapotea como un agua oscura tu palabra, tu pueblo blanco y negro, pueblo de Adrián Sapetti

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pobres, -pueblo simple como todos los pueblos-, no olvida tu campana: se congrega cantando bajo la magnitud de tu espaciosa vida; entre los pueblos con tu amor camina acariciando el desarrollo puro de la fraternidad sobre la tierra. Pablo Neruda, de Oda a Walt Whitman.

Escribo poesía porque la palabra Inspiración proviene del Latín: Spiritus, aliento, deseo respirar en libertad. Escribo poesía porque Walt Whitman le otorgó permiso al mundo para que hablara con candor. Escribo poesía porque Walt Whitman abrió el verso de la poesía a la respiración sin obstáculos. Allen Ginsberg, Improvisación en Beijing. Walt Whitman, poeta admirado por muchos otros grandes poetas, nació el 31 de mayo de 1819 en una casa que había construido su padre con sus propias manos en West Hills, Long Island. Fue el segundo de nueve hermanos, hijo de un carpintero.

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Recorre casi todo su país y, durante la guerra de Secesión, asistió a soldados heridos en un hospital militar del bando norteño en la ciudad de Washington. En el “Canto a mí mismo” (o “Canto de mí mismo”, según Borges), les dedicó estos poemas:

Cesare Pavese Tomo entre mis manos al moribundo y lo levanto con mi voluntad irresistible. Aquí está mi cuello, no desesperes. Por Dios te digo que no morirás; cuélgate de mí, cuelga todo tu cuerpo de mí. Yo te infundo mi aliento terrible, yo te sostengo y te saco a flote como a un náufrago, no te ahogarás. ... ¡Duerme! Te velaremos hasta el alba. La enfermedad y el miedo no osarán poner un dedo sobre ti. Te he abrazado y te he hecho mío... Cuando mañana despiertes, verás que todo cuanto he dicho es verdad. Walt Whitman.

Siempre recordamos a Walt como el gran poeta que cantaba a la vida, en una suerte de exaltación de los cuerpos (“Yo canto al cuerpo eléctrico”,”Las cosas del cuerpo son los poemas del alma”), del pansexualismo, del trabajo, del amor y la unión de los seres humanos, de la Naturaleza. También le cantó al amor con otros varones, sin esconder su homosexualidad: Largo tiempo has soñado sueños despreciables, ven que te limpie los ojos... y acostúmbrate ya al resplandor de la luz. Largo tiempo has chapoteado, agarrado a un madero. Hijo mío, ahora tienes que ser un nadador intrépido. Aventúrate en alta mar, flota, mírame confiado y arremete contra la ola. A ti, quienquiera que seas, te perseguiré desde ahora, y mis palabras te sonarán en los oídos sin descanso, hasta que las entiendas. Mi mano izquierda te tomará por la cintura, con la derecha te mostraré paisajes del continente y del camino abierto. Nadie, ni yo, ni nadie, puede andar este camino por ti, tú mismo has de recorrerlo. No está 22

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lejos, está a tu alcance. Y el sexo siempre, siempre una malla de identidades y diferencias... A los 53 años tuvo un accidente vascular que lo dejó inválido, casi paralítico. Además, ese año murió su madre, lo que le sumió en una depresión. Se instala en New Jersey, en la casa de un hermano. En sus poemas de entonces nos cuenta su tristeza, su angustia: Mientras estoy aquí sentado escribiendo, enfermo y envejecido, no es mi menor preocupación que el peso de los años, los gimoteos, las tristezas morosas, los dolores, la letargia, la constipación, el tedio llorón pueden infiltrarse en mis cantos cotidianos. Un viejo navío desmantelado, desteñido y descalabrado, inválido, acabado, después de libres travesías hacia todos los confines de la Tierra, al fin varado en la costa y sólidamente amarrado, se queda allí, oxidándose, enmoheciéndose.

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Hasta que sufrió otro grave ataque en el corazón. A punto de cumplir 70, se describe con pena: “Taciturno, achacoso, senil, hablando con voz cascada, con mis chillidos de rata”. Walt Whitman, nunca se casó ni tuvo hijos; falleció el 26 de marzo de 1892 en Camden, New Jersey. Y se despide así, en los últimos versos de “Hojas de hierba”: Siento que estoy muriéndome. Apresúrate, garganta, canta por última vez. Saluda una vez más a los días. Lanza el antiguo grito una vez más. Querido amigo, quienquiera que seas, acepta este beso, te lo doy especialmente a ti, no me olvides. Me siento como aquel que ha terminado la labor cotidiana y se retira a descansar. Recuerda mis palabras, tal vez yo vuelva. Te amo, abandono lo material, soy algo incorpóreo, triunfante, muerto.

Salvador Dalí ¡Oh, Salvador Dalí de voz aceitunada! Digo lo que me dicen tu persona y tus cuadros. No alabo tu imperfecto pincel adolescente, pero canto la firme dirección de tus flechas. Canto tu bello esfuerzo de luces catalanas, tu amor a lo que tiene explicación posible. Canto el ansia de estatua que persigues sin tregua, el miedo a la emoción que te aguarda en la calle. Federico García Lorca Fragmento de Oda a Salvador Dalí.

La ley moral puede deberse al origen divino, pero antes de las tablas de Moisés, estaban contenidos en los códigos de las espirales genéticos. Esos souvenirs intrauterinos se encuentran asociados al ADN. No hay nada más monárquico que una molécula de ADN. Lo inefable y el misterio de la concepción:

¿por qué soy yo y no un otro? ¡Salvador! El nombre mismo que llevo es el de un hermano mayor, muerto prematuramente a la edad de 7 meses… Yo he vivido la muerte antes de vivir la vida… Nos parecíamos como dos gotas de agua, sólo que con diferentes reflejos. Todas las excentricidades que he tenido el hábito de perpetrar, esas exhibiciones incoherentes, son la constante trágica de mi vida. Yo me he querido probar que no soy el hermano muerto y sí el hijo vivo. Como en el mito de Castor y Pólux, en tanto mato a mi hermano soy yo quien me inmortalizo. Adrián Sapetti

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que él no llegó a conocer, se trata de una producción imaginaria del artista catalán intentando exorcizar los fantasmas de ese duelo prenatal; esta intrusión de lo imaginario en la realidad está marcada por la oposición entre el realismo de la escena agraria de la parte izquierda y la presentación onírica de la derecha. El rostro pendiendo del cielo confirma el carácter fantasmático del retrato. Recordemos que Dalí no tuvo hijos. Esta fue mi fórmula de vida: hacer que los demás acepten como cosa natural los excesos de mi personalidad y descargarme de mis angustias creando una especie de participación colectiva. Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí Doménech.

Salvador Dalí (Figueras, 1904-1989) Retrato de mi hermano muerto Salvador Dalí (1963).

Desde que Dalí pinta el retrato de un hombre joven y dado que su hermano había muerto bastante antes de llegar a la edad adulta y

Pablo Neruda Desde el fondo de ti, y arrodillado, un niño triste como yo, nos mira. Por esa vida que arderá en sus venas tendrían que amarrarse nuestras vidas. Por esas manos, hijas de tus manos, tendrían que matar las manos mías. Por sus ojos abiertos en la tierra veré en los tuyos lágrimas un día. Yo no lo quiero, Amada. Para que nada nos amarre que no nos una nada. Ni la palabra que aromó tu boca, ni lo que no dijeron tus palabras. Ni la fiesta de amor que no tuvimos, ni tus sollozos junto a la ventana. Amo el amor de los marineros que besan y se van. Dejan una promesa. No vuelven nunca más. 24

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En cada puerto una mujer espera: los marineros besan y se van. (Una noche se acuestan con la muerte en el lecho del mar.)

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… Amor que puede ser eterno y puede ser fugaz. … Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos, ya no se endulzará junto a ti mi dolor. Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada y hacia donde camines llevarás mi dolor. Fui tuyo, fuiste mía. ¿Qué más? Juntos hicimos un recodo en la ruta donde el amor pasó. … Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste. Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy. ... Desde tu corazón me dice adiós un niño. Y yo le digo adiós. Pablo Neruda, del poema “Farewell” (el título fue escrito así, en inglés, y significa “Adiós”). El Che Guevara amaba este poema. Nacido como Ricardo Eliécer Neftalí Reyes, el 12 de julio de 1904, en Parral, en el sur de Chile, un mes después muere su madre. Adopta el apellido de Neruda por un poeta checo, Jan Neruda. En 1971 se le otorgó el Premio Nobel de literatura. Cuando ocurre el sangriento golpe de estado de 1973 (“El poeta”, como lo llamaba su pueblo, fallece en la capital chilena el 23 de septiembre de 1973), su casa en Santiago fue saqueada y quemados sus libros. Su alma grande no pudo tolerar tamaña agresión al ser humano, a él que siempre había “tratado de pagar con algo balsámico, oloroso y terrestre la fraternidad humana”. ¡A tu recuerdo, Poeta, este homenaje! Me suenan casi proféticas, aquellas palabras tuyas cuando decías: “…he dejado en la puerta de muchos desconocidos, de muchos prisioneros, de muchos solitarios, de muchos perseguidos, mis palabras”. Compañeros, enterradme en Isla Negra, frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras y de olas que mis ojos perdidos no volverán a ver. … Todas las llaves húmedas de la tierra marina conocen cada estado de mi alegría,

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Salvador Allende y Pablo Neruda saben que allí quiero dormir entre los párpados del mar y de la tierra… Quiero ser arrastrado hacia abajo en las lluvias que el salvaje viento del mar combate y desmenuza, y luego por los cauces subterráneos, seguir hacia la primavera que renace. Abrid junto a mí el hueco de la que amo, y un día dejadla que otra vez me acompañe en la tierra. Pablo Neruda, (1949) Fragmento de Disposiciones, en Canto general.

Y Sus disposiciones fueron cumplidas: hoy está enterrado junto a su mujer Matilde, en su casa de Isla Negra, en la costa chilena, lugar mágico donde me emocioné al pie de su tumba, que mira al mar.

Casa de Neruda en Isla Negra Adrián Sapetti

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Oscar Wilde Los hombres matan lo que aman Pero todos los hombres matan lo que aman, oigan, oigan todos/ algunos lo hacen con una mirada amarga, otros con una palabra lisonjera... algunos matan su amor cuando son jóvenes y otros cuando viejos/ algunos lo estrangulan con las manos de la lujuria, otros con las manos del oro/ algunos aman poco, otros demasiado, unos venden y otros compran/ hay quienes obran con muchas lágrimas y quienes matan con un suspiro: porque todo hombre mata lo que ama... el cobarde lo hace con un beso, el valiente con una espada... Oscar Wilde (Dublín, 1854 - París, 1900), De La Balada de la cárcel de Reading (1898).

Mi tragedia es que puse todo el genio en mi vida y sólo el talento en mis obras. Oscar Wilde.

El marqués de Queensbury, padre de Alfred Douglas -joven amante de Wilde-, lo difama públicamente; Oscar luego lo denuncia, pero al final, él termina siendo enjuiciado por sodomía; incluso el abogado del marqués llevó al jurado a 10 jóvenes que se prostituían para que declararan de sus relaciones sexuales con Oscar, denigrándolo ante el público que concurría al juicio. Wilde tuvo la imprudencia de menospreciar, durante el proceso, a la aristocracia decadente pero aún poderosa. Fue condenado a prisión. Pobre y enfermo, Wilde moriría a los 46 años de una infección cerebral -meningitis-, tal vez como consecuencia de una otitis contraída en la cárcel de Reading, donde los dueños del poder lo condenaron a trabajos forzados por su actitud contestataria. En ese tiempo escribe una larga carta -que se conoce como “De profundis”dirigida a lord Douglas, a mi criterio un mediocre “hijo de papá”:

Violeta Parra De inmediato se me acusa y amenaza. Eso lo puedo soportar. Puedo acostumbrarme a 26

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cosas aún peores. Pero me arrebatan legalmente a mis dos hijos; y eso es y seguirá siendo para mí un motivo de aflicción infinita, de suplicio infinito, de dolor sin fin y sin límite. Que la ley decida, y se arrogue la facultad de decidir que yo soy indigno de estar con mis propios hijos, eso es absolutamente horrible para mí. La ignominia de la prisión no es nada comparada con eso. Envidio a los otros hombres que pasean por el patio conmigo. Estoy seguro de que sus hijos los esperan, aguardan su venida, los recibirán con dulzura. Oscar Wilde (1895), De profundis -fragmentos-.

La escritora argentina Susana Sisman escribió una carta ficcional basada en hechos probables ya que Constanza Wilde cumplió con su promesa más allá de su muerte. Sus albaceas habían recibido estrictas órdenes de no grabar en su lápida el apellido de su esposo: Te odiaré siempre y me odiaré porque sé que aún en esa enorme noche en que ahora vives no soy yo la que se ha ganado el derecho de ocupar tu mente y tu corazón. No verás nunca más a tus hijos. Por el momento les he dicho que padeces una grave enfermedad y lentamente se acostumbrarán a la idea de haberte perdido. Su consuelo será el recuerdo de las largas horas que has pasado jugando con ellos. He dicho que te odiaré siempre y prometo ser fiel a mi promesa hasta la última célula de mi cuerpo y aún más allá de mis despojos. Es la

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única forma que conozco de honrar mi vida a tu lado y de honrarte. Susana Sisman, Fragmentos de Carta a mi esposo, Oscar Wilde.

Los restos de Oscar descansan en el cementerio Père Lachaise, en París, junto a Balzac, Abelardo y Eloísa, Proust, Chopin, Piaf, Musset y Jim Morrison, entre otros grandes. Reconozco que cuando estuve frente a su tumba, le dejé un mensaje afectuoso y agradecido. Al igual que frente a la de Neruda, lloré desconsoladamente.

Alejandra Pizarnik Tumba de Oscar Wilde en Père Lachaise

Todos estamos en el barro. Pero algunos miramos las estrellas. Oscar Wilde.

Fiódor Mijáilovich Dostoievski Debemos leer a Dostoievski cuando nos encontremos en un mal momento, cuando hayamos apurado hasta las heces nuestra capacidad de sufrimiento y sintamos que la vida es una herida infinita, abierta y abrasadora, cuando respiremos el aire de la desesperación y hayamos muerto mil muertes de desesperanza. Entonces, cuando solos y desamparados miremos la vida desde el dolor y ya no la comprendamos en toda su salvaje crueldad, cuando ya no esperemos nada, entonces estaremos preparados para oír la música de este poeta terrible y maravilloso. Hermann Hesse.

Y no he vuelto a ver a Nástenka. ¿Entristecer con mi presencia su felicidad, ser un reproche, marchitar las flores que puso en sus cabellos para ir al altar? ¡Jamás! ¡Que su cielo sea sereno, que su sonrisa sea clara! Yo te bendigo por el instante de alegría que diste al transeúnte melancólico, extraño, solitario... ¡Dios mío!

¿Un instante de felicidad no es suficiente para toda una vida? Fiódor Mijáilovich Dostoievski, Fragmento de Las noches blancas (1848).

Un hombre que es asesinado por unos bandidos de noche, en un bosque, o algo similar, tiene hasta el último instante la esperanza de salvarse. Ha habido casos en que un hombre a quien le han cortado el cuello tiene esperanza todavía, o sale corriendo, o pide que de él se Adrián Sapetti

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apiaden. En este otro caso, por el contrario, esa última esperanza, que permite que la muerte sea cien veces menos penosa, es eliminada con toda certeza: la sentencia está ahí, y la horrible tortura está en que sabes con certeza que no escaparás, y no hay en este mundo tortura más grande que ésa. Lleve a un soldado a una batalla, póngale delante de un cañón y dispare, y él seguirá teniendo esperanza; pero si a ese mismo soldado se le lee una sentencia de muerte cierta, se volverá loco o romperá a llorar. ¿Quién dice que la naturaleza humana puede soportar esto sin perder la razón? ¿A qué viene tamaña afrenta, cruel, obscena, innecesaria e inútil? Fiódor Mijáilovich Dostoievski, de El idiota (1868-1869).

Fiódor (o Fedor) Mijáilovich Dostoievski nació en 1821 en Moscú, su madre fallece cuando él tenía 10 años; su autoritario padre era médico y cuando muere su esposa se sume en la depresión y el alcoholismo. Freud, años después, analizará el vínculo con el padre en “Dostoievski y el parricidio”. Fedor padece de epilepsia y cuadros depresivos, siendo además un jugador compulsivo que lo lleva a deber grandes sumas y lo obligan a fugarse. Tal vez leyendo sus obras, por ejemplo su obra autobiográfica “El jugador” (“Si pudiera dominarme durante una hora, sería capaz de cambiar mi destino… Una cosa es cierta: que de cada cien gana uno. Pero eso ¿a mí qué me importa?”), aprenderemos tanto como al leer tratados de psicopatología. Despertó al otro día ya tarde, después de un sueño agitado, y ese sueño no había reparado sus fuerzas. Se despertó de un humor agrio, irritable, malo y, con rechazo, paseó la mirada por su cuchitril. Era una especie de jaula, de unos seis pasos de largo, que presentaba el más repelente aspecto con su amarillento empapelado, lleno de polvo, y que por todas partes se desprendía de las paredes, y tan baja, que apenas si un hombre corpulento podía erguirse allí del todo, pues parecía que hubiera de dar con la cabeza en el techo. El mobiliario guardaba armonía con el local; 28

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se componía de tres sillas viejas, que apenas se tenían en pie; en un rincón, una mesa pintarrajeada, sobre la cual se veían algunos cuadernos y libros que, por la sola razón de encontrarse llenos de polvo, podía inferirse el tiempo que haría que nadie los hojeaba, y, finalmente, un gran sofá maltrecho, que tomaba toda una pared y la habitación, que antaño había estado forrado de paño, pero que ahora era un puro andrajo y le servía de cama a Raskolnikov. Difícil habría sido abandonarse más y caer en mayor miseria; pero aquello le era incluso grato en la disposición de ánimo en el que se encontraba. Se había retraído resueltamente de todo el mundo, como la tortuga en su caparazón, y hasta el rostro de la criada que tenía obligación de servirle y echar de cuando en cuando una mirada a su habitación le producía malestar y convulsiones. Así les sucede a algunos monomaniáticos que se reconcentran obsesivamente en alguna cosa. Fiódor Mijáilovich Dostoievski, de Crimen y castigo (1866).

Falleció a los 60 años, víctima de una hemorragia pulmonar, en San Petersburgo, el 9 de febrero de 1981.

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Franz Kafka Estoy totalmente acabado Franz Kafka, nace en Praga el 3 de julio de 1883, en el seno de una familia judía. Todavía puedo hallar satisfacción momentánea en obras como “El médico rural”... Pero sólo encontraría felicidad si pudiera elevar el mundo hacia lo puro, verdadero e inalterable. Los terribles períodos de estos últimos tiempos, innumerables, casi ininterrumpidos. Paseos, noches, días; incapaz de nada, excepto sufrir. Me resulta cada día más doloroso escribir. Insomnio, casi total; perseguido por los sueños, como si me los hubieran grabado adentro a arañazos, en un material tenaz. Ten piedad de mí, soy culpable hasta el último repliegue de mi ser. Sin embargo, tenía algunas condiciones apreciables, pequeños talentos, pero yo, por ser inexperto, las disipé y ahora estoy casi en las últimas, justamente en un momento en que al parecer todo podía volverse favorable para mí. No me arrojes entre los perdidos. Si estoy condenado, entonces no estoy sólo condenado a la muerte, sino a defenderme hasta la muerte. Concédeme el reposo durante la noche; lamento pueril. La destrucción sistemática de mi persona, al correr de los años, me parece asombrosa, ha sido como el lento ensancharse de una grieta en un dique, una actividad perfectamente intencional. Ya que según parece estoy totalmente acabado, de pies a cabeza, deberé, día tras día, o desear alejarme de una vez del mundo o, sin entrever en el intento ni siquiera la más modesta esperanza, empezar desde el principio como una criatura. Franz Kafka (1883-1924), de Diarios (Tagebücher, 1910-1923). La medida de todas las cosas De niño pensaba que conservaba la vida gracias a tu favor y la llevaba como un regalo inmerecido... de tus amenazas había una que me aterrorizaba: “te mataré como a un insecto”. Yo

era un niño tímido pero no creo que haya sido difícil de manejar, ni creo que una palabra amable, un tomarme de la mano en silencio, una mirada bondadosa, no haya podido obtener de mí todo lo que deseabas... entonces ya habría necesitado de tu estímulo, porque me sentía aplastado por tu presencia... me acuerdo cuando nos desnudábamos en la casilla del baño, yo delgado, débil, pequeño; tú fuerte, grande, ancho. Me sentía un miserable, y no sólo frente a ti, si no frente al mundo entero, porque para mí eras la medida de todas las cosas. Miedos al matrimonio ¿Por qué, entonces, no me casé? Había, como siempre las hay, algunas dificultades, pero la vida consiste ciertamente en aceptarlas. La dificultad esencial, independiente por desgracia del caso en sí, era que, a ojos vista, soy espiritualmente incapaz de casarme. Se manifiesta en el hecho de que, desde el momento en que adopto la decisión, ya no puedo dormir, la cabeza me arde día y noche, la vida ya no es vida, y desesperado, ando tambaleándome de un lado a otro. No son en realidad las preocupaciones las que producen esto, si bien las acompañan inquietudes infinitas, surgidas de mi pesadez y pedantería, pero ellas no son lo decisivo, aunque consumen como gusanos su tarea en el cadáver; las que me derriban definitivamente son otras causas: la presión general, el miedo, la debilidad, el menosprecio de mí mismo. Necesidad de afecto Afortunadamente también hubo excepciones cuando sufrías en silencio, padre, y la fuerza del amor y la bondad vencían a las que se les opoAdrián Sapetti

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nían. Esto sucedía ciertamente muy poco, pero era maravilloso… como durante mi última enfermedad, te parabas en la puerta y estirabas la cabeza para verme en la cama y, por consideración, me hacías un saludo con la mano. En esos momentos yo me recostaba y lloraba de alegría, y hoy que lo escribo vuelvo a llorar. La ilusión La vida es algo más que un juego de paciencia… pero se ha logrado, padre, entre tú y yo, a pesar de todo, una aproximación, tan cercana a la verdad, que podrá tranquilizarnos un poco y hacernos más fácil el vivir y el morir. Franz Kafka (1883-1924), de La carta al padre (1919).

Esta carta, que escribió aproximadamente a los 26 años, se la entregó a Milena -el gran amor de Kafka- quien a su vez se la dio a la madre de Franz; ésta la escondió y el padre nunca llegó a leerla. En cuanto a las amenazas de su padre (“te mataré como a un insecto”), recordemos que, en “La Metamorfosis”, el protagonista se convierte en un enorme insecto. Creo que nadie habló de una manera tan esclarecida, dolorosa y descarnada, de la relación de un hijo con su padre como Kafka lo hizo con su “Brief an den vater”. Sabido es que le indicó a su amigo Max Brod que destruyera toda su obra, cosa que

Antón Chéjov Yona exhala un suspiro. Experimenta una necesidad imperiosa, irresistible, de hablar de su desgracia. Casi ha transcurrido una semana desde la muerte de su hijo; pero no ha tenido aún ocasión de hablar de ella con una persona de corazón. Quisiera hablar de ella largamente, contarla con todos sus detalles. Necesita referir cómo enfermó su hijo, lo que ha sufrido, las palabras que ha pronunciado al morir. Quisiera también referir cómo ha sido el entierro... Su difunto hijo ha dejado en la aldea una niña de la que también quisiera hablar. 30

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éste, por suerte, no hizo. Aunque pensándolo bien, querido Franz, si hubieses deseado que tu enorme legado literario se destruyera, tal vez, lo hubieras hecho personalmente. Como un pequeño guiño que nos hiciste. Dr. Franz Kafka, abogado y escritor, fallece en Viena el 3 de junio de 1924, víctima de la tuberculosis, acompañado de unos pocos amigos; estaba por cumplir 41 años. Yace en el cementerio judío de Praga Straschnitz junto a sus padres. También yo le dejé una carta.

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¡Tiene tantas cosas que contar! ¡Qué no daría él por encontrar alguien que se prestase a escucharlo, sacudiendo compasivamente la cabeza, suspirando, compadeciéndolo! Yona decide ir a ver a su caballo. Se viste y sale a la cuadra. El caballo, inmóvil, come heno. - ¿Comes? -le dice Yona, dándole palmaditas en el lomo-. ¿Qué se le va a hacer, muchacho? Como no hemos ganado para comprar avena hay que contentarse con heno... Soy ya demasiado viejo para ganar mucho... A decir verdad, yo no debía ya trabajar; mi hijo me hubiera reemplazado. Era un verdadero, un soberbio cochero; conocía su oficio como pocos. Por desgracia, ha muerto... - Sí, amigo..., ha muerto... ¿Comprendes? Es como si tú tuvieras un hijo y se muriera. Naturalmente, sufrirías, ¿verdad?... El caballo sigue comiendo heno, escucha a su viejo amo y exhala un aliento húmedo y cálido. Yona, escuchado al cabo por un ser viviente, desahoga su corazón contándoselo todo. Antón Chéjov (1860-1904), extractado del cuento La tristeza.

Antón Chéjov nació en Taganrog, un puerto provincial del Mar de Azov el 29 de enero de 1860. El gran dramaturgo y cuentista ruso, también era médico.

Alfonsina Storni

Su carta, mi querido y buen bienhechor, me ha impactado como un rayo. Me conmovió y casi rompo a llorar. Ahora pienso que ha dejado una profunda huella en mi alma. [...] Todas las personas cercanas a mí siempre han menospreciado mi actividad de escritor y no han cesado de aconsejarme amistosamente que no cambiara mi ocupación actual por la de escritor. Tengo en Moscú cientos de conocidos, entre ellos dos decenas que escriben, y no puedo recordar ni a uno sólo que haya visto en mí a un artista. Tras cinco años de deambular por los periódicos he logrado compenetrarme con esa opinión general de mi insignificancia literaria. En seguida me acostumbré a mirar mis trabajos con indulgencia y a escribir de

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manera trivial. Esa es la primera razón. La segunda es que soy médico y siento una gran pasión por la medicina de modo que el proverbio sobre las dos liebres: “El que sigue dos liebres, tal vez cace una, y muchas veces, ninguna”, nunca quitó tanto el sueño a nadie como a mí. Le escribo todo esto sólo para justificar un poco ante usted mi gran pecado. Hasta ahora he mantenido, respecto a mi labor literaria, una actitud superficial, negligente y gratuita. No recuerdo ni un solo cuento mío en el que haya trabajado más de un día… He escrito mis cuentos como los reporteros que informan de un incendio: mecánicamente, medio inconsciente, sin preocuparme para nada del lector ni de mí mismo... He escrito intentando no desperdiciar en un cuento las imágenes y los cuadros que quiero y que, sabe Dios por qué, he guardado y escondido con mucho cuidado. [...] No es posible abandonar el carril en el que me encuentro. No me importa pasar hambre, como ya pasé antes, pero no se trata de mí. Dedico a escribir mis horas de ocio, dos o tres por día y un poco de la noche, esto es, un tiempo apenas suficiente para pequeños trabajos. En verano, cuando tenga más tiempo libre y menos obligaciones, me ocuparé de asuntos serios. No me gusta nada mi libro. Es una vinagreta, un rejuntado de trabajos estudiantiles, desplumados por la censura y por los editores de las publicaciones humorísticas. Creo que, después de leerlo, muchos se sentirán decepcionados. La esperanza está en el futuro. Sólo tengo 26. Quizás me dé tiempo a hacer algo, aunque el tiempo pasa deprisa…

Antón Chéjov, fragmentos de la Carta a Dmitri V. Grigoróvich (Moscú, 28 de marzo de 1886).

Pasó gran parte de sus 44 años enfermo de tuberculosis. Murió el 15 de julio de 1904 en un sanatorio de Badenweiler, Alemania, donde había sido internado por la gravedad de sus síntomas.

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Jorge Luis Borges Soy la errónea memoria de un grabado que hay en la habitación y que mis ojos, hoy apagados, vieron claramente: el Jinete, la Muerte y el Demonio. Soy aquel otro que miró el desierto y que en su eternidad sigue mirándolo. Soy un espejo, un eco. El epitafio. Jorge L. Borges, extracto de Yesterdays.

No desciende a mis párpados el sueño; mis ojos no se cierran, mas los mojan mis lágrimas de fuego. Heinrich Heine (1797-1856), de Insomnio.

¿Qué es el insomnio? La pregunta es retórica; sé demasiado bien la respuesta. Es temer y contar en la alta noche las duras campanadas fatales, es ensayar con magia inútil una respiración regular, es la carga de un cuerpo que bruscamente cambia de lado, es apretar los párpados, es un estado parecido a la fiebre y que ciertamente no es la vigilia, es pronunciar fragmentos de párrafos leídos hace ya muchos años, es saberse culpable de velar cuando los otros duermen, es querer hundirse en el sueño y no poder hundirse en el sueño, es el horror de ser y de seguir siendo, es el alba dudosa.

Groucho Marx El resto de un hombre marchito y arrugado puede observarse confusamente en la oscuridad, balanceándose incesantemente de un lado para otro en una mecedora de estilo antiguo. Es lo que en otro tiempo fue nuestro amante sarnoso. Va chupando lentamente una vieja pipa de lobo de mar. La luz que brota de la chimenea se extingue poco a poco. El esca32

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Johan Füssli, pesadilla (detalle) ¿Qué es la longevidad? Es el horror de ser en un cuerpo humano cuyas facultades declinan, es un insomnio que se mide por décadas y no con agujas de acero, es el peso de mares y pirámides, de antiguas bibliotecas y dinastías, de las auroras que vio Adán, es no ignorar que estoy condenado a mi carne, a mi detestada voz, a mi nombre, a una rutina de recuerdos, al castellano, que no sé manejar, a la nostalgia del latín, que no sé, a querer hundirme en la muerte y no poder hundirme en la muerte, a ser y seguir siendo. Jorge L. Borges, Dos formas del insomnio.

Jorge Luis Borges nació en Bs. As. el 24 de agosto de 1899 y falleció en Ginebra el 14 de junio de 1986.

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Los Hermanos Marx en “Una noche en Casablanca” so fuego producido por las brasas que resplandecen débilmente parece simbolizar las pasiones que en otro tiempo enardecieron de un modo tan vívido su corazón. Una débil sonrisa se dibuja en sus labios, cuando piensa una vez más en sus numerosas conquistas, en las bellezas internacionales que capitularon ante sus ojos llamativos y su figura garbosa. …

su madre para actuar en el vodevil junto a sus cuatro hermanos, de los cuales continuaron tres: “Los hermanos Marx” (Groucho, Chico y Harpo) cuyas películas han quedado para la historia del cine. Murió en Los Ángeles en 1977 a causa de una neumonía. Y recuerden que: “he pasado una noche maravillosa… que no ha sido precisamente ésta”.

Pero, ¿por qué proseguir?... Aunque ahora ya no es más que un viejo libertino, no ha perdido nunca su sabiduría. Es plenamente consciente de la decadencia sexual que la edad impone imparcialmente tanto a los héroes como a los cobardes. Es consciente de sus limitaciones. Se da cuenta de que el crujido que oye no es el sonido que produce la mecedora, sino únicamente el ruido que causa su estructura marchita, gruñendo en medio de su desesperación. Sabe que todas sus conquistas y todas sus victorias, exigieron su inevitable tributo. Pero ahora incluso el tenue resplandor que había entre las cenizas ha desaparecido. Los párpados le pesan cada vez más y pronto se sume en un sueño profundo. Groucho Marx, fragmento de Desde mi mecedora (Epílogo de Memorias de un amante sarnoso).

Nacido Julius Henry Marx en Nueva York (1890), de padres judíos, fue impulsado por Adrián Sapetti

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Los malditos Yo tenía veinte años. No permitiré que nadie diga que es la edad más hermosa de la vida. Paul Nizan (1905-1940), Adén Arabia. Unos que ríen otros que lloran, unos que aman otros que odian, unos que piden otros que tienen pero no quieren dar, unos que migran otros que vuelven, unos que ganan otros que pierden y entremedio los que no saben lo que quieren hacer. Miguel Cantilo, de la canción Unos que ríen, otros que lloran. La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría. La prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad. William Blake (1757-1827), Las bodas del cielo y del infierno.

Jean Arthur Rimbaud El barco ebrio A ti te enloquecieron, Rimbaud, te condenaron y te precipitaron al infierno… descubridor del fuego, sepultaste la llama y en la desierta soledad cumpliste la condena. Pablo Neruda, de 0da a Jean Arthur Rimbaud.

Soy el sabio del sillón sombrío. Ramas y lluvia se arrojan sobre la ventana de la biblioteca. Soy el peatón de la gran ruta que atraviesa los bosques enanos. Bien podría ser yo el niño abandonado en el muelle, que partió hacia alta mar. El muchachito que va por el pasaje que al final toca el cielo. Son ásperos los senderos. Está quieto el aire. ¡Qué lejanos los pájaros y los manantiales! Sólo puede ser el fin del mundo que se aproxima. Jean Arthur Rimbaud (1854-1891), Iluminaciones. 34

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Olas, ya no puedo más, bañado por vuestras languideces, seguir la estela a los portadores de algodones, ni atravesar las orgullosas banderas, ni nadar bajo los horribles ojos de los pontones. Jean Arthur Rimbaud, Extracto de El barco ebrio (Le bateau ivre).

En francés “pontons” (“pontones” en español) puede referir a plataformas flotantes que sirven como embarcaderos o a viejos navíos que, desafectados, se utilizan como prisiones o depósitos.

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Sin dudas, Rimbaud fue uno de los poetas más influyentes de la literatura, proponiendo un nuevo lenguaje; tanto “Una temporada en el infierno” como las “Iluminaciones” nos “dieron vuelta la cabeza”. Sus amores con el poeta Paul Verlaine (se los puede ver juntos en el cuadro) terminaron cuando éste le disparó un par de tiros, dándole en la mano. Es probable que Verlaine le haya dedicado estos versos: Tú crees en el ron del café, en los presagios, y crees en el juego; yo no creo más que en tus ojos azulados. Tú crees en los cuentos de hadas, en los días nefastos y en los sueños; yo creo solamente en tus bellas mentiras. … Mas yo creo en las horas azules y rosadas que tú a mí me procuras y en voluptuosidades de hermosas noches blancas. Y tan profunda es mi fe y tanto eres para mí, que en todo lo que yo creo sólo vivo para ti. Paul Verlaine, Tú crees en el ron del café… en los presagios.

Rimbaud después, armado de una “ardiente paciencia” (frase citada por Neruda cuando recibió el Nobel y que el escritor chileno Antonio Skármeta utiliza para titular su novela que luego sería llevada al cine como “Il postino” -El cartero-), se despide de nosotros, sus futuros lectores, y nos da su “Adiós”: ¡Ya el otoño! Pero por qué tener nostalgia de un sol eterno, si estamos comprometidos en el descubrimiento de la claridad divina, lejos de la gente que muere mientras pasan las estaciones. El otoño. Nuestra barca alzada entre brumas inmóviles toma rumbo hacia el puerto de la miseria, la ciudad enorme en el cielo tiznado de

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fuego y de barro. ¡Ah! ¡Los harapos putrefactos, el pan mojado por la lluvia, la ebriedad, los mil amores que me han crucificado! ¡No terminará nunca este vampiro que reina sobre millones de almas y de cuerpos muertos y que serán juzgados! Me sueño con la piel roída por el barro y la peste, llenos de gusanos los cabellos y las axilas y lleno de gusanos todavía más gruesos el corazón, tendido entre desconocidos sin edad, sin sentimientos... Podría haber muerto. ... ¡Ominosa evocación! Execro la miseria. ¡Yo! ¡Yo que he sido llamado mago o ángel, dispensado de toda moral, soy devuelto al suelo, para buscar un deber, y para abarcar la realidad rugosa!... ¿Estoy equivocado? ¿La caridad será hermana de la muerte, para mí? Finalmente, pediré perdón por haberme nutrido de mentira. Y adelante. ¡Pero ni una mano amiga! ¿Y dónde podría obtenerla? Sin embargo, es la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y ternura real, y al alba, armados de una ardiente paciencia, entraremos en espléndidas urbes. ¿Qué hablé sobre una mano amiga? Una buena ventaja es poder reírme de los viejos amores mentirosos, y cubrir de vergüenza a esas parejas estafadoras, - vi el infierno de las mujeres allá abajo;- y me será concedido poseer la verdad en un alma y en un cuerpo. Jean Arthur Rimbaud, fragmentos de Adieu, de Una temporada en el infierno (Abril-Agosto de 1873).

Después de abandonar tempranamente la escritura, Rimbaud viajó al África donde contrabandeó armas y marfil; en 1891 enfermó de una patología maligna en la rodilla que lo llevó a la muerte en pocos meses, en Marsella, a los 37 años. ¡Si volviera el tiempo, el tiempo que fue! Porque el hombre ha terminado, el hombre representó ya todos sus papeles. En el gran día, fatigado de romper los ídolos, resucitará, libre de todos sus dioses, y, como es del cielo, escrutará los cielos. J. A. Rimbaud, Fragmento de Sol y carne. Adrián Sapetti

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Paul Verlaine Los sollozos más hondos del violín del otoño son igual que una herida en el alma de congojas extrañas sin final. Tembloroso recuerdo esta huida del tiempo que se fue. Evocando el pasado y los días lejanos lloraré. Este viento se lleva el ayer de tiniebla que pasó, una mala borrasca que levanta hojarasca como yo. Paul Verlaine, Canción de otoño

dos años. A partir de 1887, a medida que su fama crece, cae en la más negra de las miserias. Escribe poesía para subsistir. En esta época pasa el tiempo entre el café, donde se embriagaba, y las frecuentes hospitalizaciones. En esta foto lo vemos deteriorado, abstraído, intoxicado probablemente con ajenjo. Llueve en mi corazón como llueve sobre la ciudad ¿Qué es esta desazón que penetra mi corazón? Ay, ruido dulce de la lluvia por la tierra y sobre los techos para un corazón que es abulia Ay, el canto de la lluvia. Llora y no hay razón en este corazón que siente asco. ¡Qué! ¿Ninguna traición? este duelo se da sin razón.

Paul Verlaine por Gustave Courbet Paul Marie Verlaine, poeta francés nacido en Metz el 30 marzo de 1844 y muerto en París el 8 de enero de 1896. Se casa en 1870 y al conocer a Rimbaud se enamora de éste y abandona a su esposa. Luego de una disputa con Jean Arthur le dispara con un arma por lo que va preso 36

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Y es así de todos el peor dolor de no saber por qué sin amor y sin rencor mi corazón tiene tanto dolor. Paul Verlaine, de Llueve dulcemente sobre la ciudad.

En sus últimos años se le otorga una pensión. Envejecido, sumido en la depresión y en la “mishiadura”, el “Príncipe de los poetas” como se lo llamó-, muere en 1896 en París, a los 52 años.

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Charles Baudelaire Tal vez es necesario tener dentro de sí a la muerte próxima, verse amenazado de afasia, como Baudelaire, para tener esa lucidez en el sufrimiento verdadero, esos acentos religiosos, en las piezas satánicas. Marcel Proust, A propósito de Baudelaire (Carta a Riviére, abril de 1921).

Sé sabio, ¡oh, mi Dolor! y tranquilízate. Reclamabas el atardecer; ya desciende; está aquí: Una atmósfera oscura envuelve a la ciudad. … Mi Dolor, dame la mano; ven por aquí, lejos de ellos. Ve inclinarse a los difuntos Años, sobre los balcones del Cielo, con ropas anticuadas; surgir del fondo de las aguas el Pesar sonriente; el Sol, moribundo, se adormece bajo un arco, y, cual un amplio sudario, arrastrándose hacia Oriente, escucha, mi amada, escucha a la Dulce Noche que avanza. Charles Baudelaire, de Recogimiento, en Las flores del mal.

Tú que, como una cuchillada, has entrado en mi dolorido corazón; tú que, como una manada de demonios, enloquecida y adornada, viniste, de mi espíritu humillado para hacer tu lecho y tu dominio; infame a quien estoy ligado como el forzado a la cadena, como al juego el jugador empedernido, como el borracho a la botella, como a los gusanos la carroña, ¡maldita, maldita seas! He rogado a la rápida espada que conquiste mi libertad,

Charles Baudelaire, foto de Nadar y he dicho al pérfido veneno que socorra mi cobardía. ¡Ay! El veneno y la espada me han desdeñado y me han dicho: "No eres digno de que te liberen de tu maldita esclavitud, ¡Imbécil! —de su imperio si nuestros esfuerzos te libraran, ¡tus besos resucitarían el cadáver de tu vampiro!”. Charles Baudelaire (1821-1867), El vampiro, en Las flores del mal (1857).

Baudelaire nació en París en 1821 y a los 6 años muere su padre. Cuando publica “Les fleurs du mal” (en un principio pensó en el título “Las lesbianas”) se desencadena un gran escándalo y es tildado de obsceno por lo que es multado por los burócratas de turno. Vive una vida de bohemia, frecuentando prostitutas de quienes se contagia de sífilis: esto lo lleva a la parálisis y a fuertes dolores que intenta mitigar con las drogas (éter y opio), a las que alude claramente en su poema “El vampiro”. Lo internan en una clínica en París donde fallece a los 46 años en brazos de su madre. Su literatura maldita ejerció una influencia sin par en las generaciones siguientes. Adrián Sapetti

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Embriagados (los mareados) ¡Embriáguense! Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso. Charles Baudelaire, de Las flores del mal.

¡Bebe este vino! ¡Él es la causa de nuestra alegría, el único remedio que cura nuestros males! ¡La embriaguez es lo único que puede saturarnos de placer! Anónimo, de Las mil y una noches.

Una droga que, eufórica, narcótica y agradablemente alucinante, tendría todas las ventajas del cristianismo y del alcohol, pero ninguno de sus inconvenientes… si, por desgracia, se abriera alguna rendija en la sólida sustancia de sus distracciones, siempre queda esa droga deliciosa: medio gramo para una tarde de asueto, un gramo para un fin de semana, dos para una oscura eternidad y se vuelve cuando se sienten ya al otro lado de la grieta, a salvo en tierra firme. Aldous Huxley, de Un mundo feliz.

Edgar Allan Poe Existen destinos fatales Charles Baudelaire, refiriéndose a Poe.

Lo han visto rondar tumbas. Lo han visto emborracharse brutalmente como si se odiara. Nadie advertirá el drama íntimo, su desgarrada urgencia de felicidad. Abelardo Castillo, Israfel (inspirado en la vida de Edgar Allan Poe).

No reparo en que mi suerte terrenal tenga poco de tierra en ella. En que los años de amor hayan sido olvidados 38

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en el odio de un minuto: no me lamento de que los desolados sean más felices, querida, que yo, sino porque tú sufras por mi destino porque soy un transeúnte. Edgar Allan Poe, A...

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Desde el tiempo de mi infancia no he sido como otros eran, no he visto como otros veían, no pude traer mis pasiones de una simple primavera. De la misma fuente no he tomado mi pesar, no podría despertar mi corazón al júbilo con el mismo tono. Y todo lo que amé, yo lo amé solo. Entonces en mi infancia, en el alba de la vida más tempestuosa, se sacó de cada profundidad de lo bueno y de lo malo. El misterio que todavía me ata: del torrente, o de la fuente... Del trueno y la tormenta, y la nube que tomó forma -cuando el resto del cielo era azulde un demonio ante mi vista. Edgar Allan Poe, Solo.

Tú eras todo para mí, amor, por la cual mi alma languidecía, una isla verde en el mar, amor, una fuente y un relicario, toda rodeada de flores y frutos maravillosos y todas las flores eran mías. ¡Ah, sueño demasiado brillante para durar! ¡Ah, Esperanza estrellada! que se elevó ¡pero para ser oscurecida! … ¡Mudo, inmóvil, despavorido! Porque, ¡ay! conmigo

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¡la luz de la vida se ha ido! “¡No más, no más, no más!”. Edgar Allan Poe, A alguien en el Paraíso.

¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre! Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral. Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma en mis libros, ni consuelo a la pérdida abismal de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar y aquí nadie nombrará. ... A este hogar por el horror con frecuencia visitado, dime, en verdad, te lo imploro. ¿Hay consuelo? Dime, dime, ¡te lo imploro! Dijo el cuervo: Nunca más. Edgar Allan Poe (1809-1849), El cuervo (breve fragmento).

Horrorizado, salí huyendo de la estancia y de la casa. La tempestad continuaba en toda su ira cuando atravesé el viejo sendero. De súbito, una luz extraña se proyectó sobre el camino, y me volví para ver de dónde podía nacer una claridad tan singular, porque sólo tenía detrás de mí la vasta mansión y sus sombras. Mientras miraba, la grieta se ensanchó rápidamente; sobrevino una furiosa ráfaga del torbellino; el disco entero del satélite brilló de pronto ante mi vista. La cabeza me dio vueltas cuando vi los poderosos muros partirse en dos. Se produjo un largo y tumultuoso estruendo, como la voz de mil cataratas; y el estanque profundo y corrompido situado a mis pies se cerró triste y silenciosamente sobre las ruinas de la casa Usher.

El cuervo. Grabado de H. Daumier

Edgar Allan Poe, final del cuento La caída de la casa Usher.

Adrián Sapetti

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Su muerte -a los 40 años-, que algunos atribuyen a un delirium tremens, o a la diabetes agravada por la bebida; otros han supuesto que murió infectado por el virus de la rabia. Refieren que dijo al morir, en octubre de 1849: “Que Dios ayude a mi pobre alma”. Nacido en Boston, Massachusetts, en 1809, era el segundo de los tres hijos de un humilde matrimonio de actores, David Poe y Elisabeth Arnold, de ascendencia irlandesa e inglesa respectivamente. Fue abandonado a los nueve meses por su padre y a los dos años quedó huérfano de madre, siendo entonces acogido

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por el matrimonio formado por Frances y John Allan, de Richmond (Virginia). Su padrastro, del cual Edgar tomaría el apellido, fue un acaudalado hombre de negocios de ascendencia escocesa; hombre colérico e intransigente, jugó un papel destacado -negativamente hablandoen la vida del escritor. Mientras su madrastra lo mimó siempre y le consentía todo y sus “palabras eran ley en la casa", según dejó escrito. Mi vida no ha sido más que capricho, ilusión, pasión, deseo de soledad, desprecio del presente, anhelo del porvenir... Edgar Allan Poe.

Fernando Pessoa Desasosiego del alma La mayoría de la gente enferma por no saber decir lo que ve y lo que piensa. Tengo que elegir entre lo que desprecio, o el sueño, que mi inteligencia odia, o la acción, que a mi sensibilidad repugna: o la acción para la que no nací o el sueño para el que no nació nadie. Resulta que, como desprecio uno y otro, no elijo ninguno; pero como, llegada la hora, he de soñar u obrar, mezclo una cosa con la otra. … Fracasé de antemano en la vida porque ni soñándola me pareció deleitable. Soy algo incierto que fui. Me siento expulsado de mi alma. No aspiro a nada, me duele la vida... ¿Qué tengo yo con la vida? Lloro sobre mis versos malos de la infancia como sobre un niño muerto, un hijo muerto, una última esperanza que se fue.

¿Quién de nosotros puede, volviéndose por el camino que no hay regreso, decir que anduvo por él como debía?

Fernando Pessoa (1888-1935), extracto de Libro del desasosiego (como Bernardo Soares), traducción de Santiago Kovadloff.

Fernando Pessoa, del Libro del desasosiego.

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Nació en Lisboa, trabajó como tenedor de libros, como un oscuro empleado; nunca se casó ni tuvo hijos, no dejó bienes pero sí una

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literatura incomparable, aunque publicó en vida solamente un libro: “Mensagem” (1934). Un año después, deteriorado por el alcoholismo murió a los 47. El descubrimiento de Pessoa muchos años después de su muerte tiene sincrónicas similitudes al de Franz Kafka, y al igual que el escritor checo se ha convertido en un objeto de culto por lectores de todo el mundo como uno de los mayores poetas. Si muero pronto, sin poder publicar ningún libro, sin ver la cara que tienen mis versos en letras de molde, ruego, si se afligen a causa de esto, que no se aflijan. Si ocurre, era lo justo. Aunque nadie imprima mis versos, si fueron bellos, tendrán hermosura. Y si son bellos, serán publicados: las raíces viven soterradas pero las flores al aire libre y a la vista. Así tiene que ser y nadie ha de impedirlo. Si muero pronto, oigan esto: no fui sino un niño que jugaba. Fui idólatra como el sol y el agua, una religión que sólo los hombres ignoran. Fui feliz porque no pedía nada ni nada busqué. Y no encontré nada salvo que la palabra explicación no explica nada. Mi deseo fue estar al sol o bajo la lluvia. Al sol cuando había sol, cuando llovía bajo la lluvia (y nunca de otro modo), sentir calor y frío y viento y no ir más lejos. Quise una vez, pensé que me amarían. No me quisieron. La única razón del desamor: así tenía que ser.

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para los que son amados como para los que no lo son: sentir es distraerse. Fernando Pessoa, Si muero pronto (del heterónimo Alberto Caeiros).

Tal vez pocos textos definan con tanta claridad el despertar de un depresivo, donde el “horror de tener que vivir” se presenta cada día, cada amanecer, como este párrafo: Me desperté hoy muy temprano, en un aturdimiento repentino, me levanté enseguida de la cama, asfixiado por un hastío incomprensible. Ningún sueño lo había provocado; ninguna realidad lo podría haber producido. Era un hastío absoluto y completo, pero fundado en algo. En el fondo oscuro de mi alma, fuerzas no conocidas entablaban, invisibles, una batalla en que mi ser era el terreno de la lucha y todo yo temblaba bajo el incógnito embate. Una náusea física de la vida entera nació con mi despertar. El horror de tener que vivir se alzó conmigo de la cama. Todo me pareció hueco y tuve la sensación fría de que nada tiene solución. Le pedí tan poco a la vida y hasta ese poco la vida me negó. Una hebra de sol, el campo, un poco de paz con un poco de pan, que no me pese mucho el saber que existo, y no exigir nada a nadie, ni que nadie exija nada de mí. Todo esto me fue negado, como quien niega una limosna no por falta de bondad, sino por no tener que desabrocharse el abrigo para darla. Escribo, triste, en mi cuarto quieto, solo, como siempre he sido, solo como siempre seré. Y pienso si mi voz, tan poca cosa en apariencia, no encarna la sustancia de miles de voces, el hambre de decirse de miles de vidas, la paciencia de millones de almas, sumisas como la mía al destino cotidiano, al sueño inútil, a la esperanza sin vestigios.

Me consolé en el sol y en la lluvia. Me senté otra vez a la puerta de mi casa. El campo, al fin de cuentas, no es tan verde

Fernando Pessoa, de Libro del desasosiego.

Adrián Sapetti

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Jack Kerouac Éramos dos héroes derrotados de la noche occidental He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz. Allen Ginsberg, extractado de Aullidos (1955-1956).

En los Estados Unidos tienes que ser un pervertido o te mueres de aburrimiento. William Burroughs.

Jean-Louis Lebris de Kerouac (Lowell, Massachussets, 12 de marzo de 1922 -St. Petersburg, Florida, 21 de octubre de 1969) novelista y poeta estadounidense. Integrante de la llamada Generación Beat (Beat Generation), expresión que él mismo acuñara.

Exijo que la raza humana deje de multiplicar su especie y se humille con una reverencia lo advierto Y como castigo & recompensa por hacer este alegato sé que renaceré el último ser humano Todos los demás muertos y yo una anciana errando por la tierra gimiendo en cuevas durmiendo sobre trapos

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Y a veces charlo, a veces rezo, a veces lloro, cocino un guiso en mi pequeña cocina del rincón "En cierto modo siempre lo supe" Murmuraré Y una mañana ya no me levantaré de mi estera. Jack Kerouac, Poema.

Y soy un extraño sin felicidad caminando las calles de México recordando. Mis amigos, se me han muerto, mis amantes desaparecieron, mis putas fueron proscriptas, mi cama apedreada y sacudida por los terremotos y no tengo hierba santa para volarme a la luz de las velas y soñar humo de autobuses sólo eso, tormentas de polvo, y las mucamas que me espían furtivamente a través de un agujero en la puerta, taladrado secretamente para observar las almohadas con que hacen el amor los masturbadores. … No creo en el valor del vacío, me siento cómodo sin honor__ Mi único amigo es un viejo marica que no posee una máquina de escribir Que, si fuera mi amigo, intentaría sodomizarme. Queda algo de mayonesa, una no deseada botella de aceite, campesinos lavando el tragaluz, un loco con quien comparto el mismo cielorraso hace gárgaras en el baño contiguo unas cien veces por día

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Si me emborracho tengo sed si camino mi pie se rompe si sonrío mi máscara es una farsa si lloro sólo soy un niño si recuerdo miento si escribo, ya todo fue escrito si muero, la muerte llega a su fin si vivo, la muerte recién comienza si espero, la espera es más prolongada si parto, la partida ya no existe Si me duermo la dicha suprema es pesada la dicha pesa sobre mis párpados si voy a cines baratos me comen los piojos No tengo dinero para cines lujosos Si no hago nada nada lo hace. Jack Kerouac, Soledad mexicana.

Pero entonces bailaban por las calles como perinolas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida, mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas. Jack Kerouac, fragmento de En el camino (On the road, 1957).

En la foto junto a Neal (izquierda), con quien atravesó EE. UU. Decir Kerouac es decir “On the road” y la ruta 66, es decir The Beatles, The Doors y Jim Morrison, la librería City Lights en San Francisco. La fama acabó con el tímido (tal vez fóbico) Kerouac, que solía presentarse borracho a las entrevistas para superar el trance angustiante de explicar la mística de sus novelas que nadie se animaba a editar. Ícono de la Beat Generation, que marcó la década de los 60, murió a los 47 años debido a un derrame peritoneal por una cirrosis alcohólica.

Luca Prodan Luca George Prodan nació el 17 de mayo de 1953 en Roma, es educado en Escocia en medio de familias aristocráticas. Partió para Argentina, tal vez tratando de escapar de la heroína, que por aquel entonces había acabado con la vida de su hermana. En 1981 aceptó la invitación de un amigo que vivía en un campo de Córdoba y se vino para las sierras de Mina Clavero, sin hablar ni una sola palabra de español y planeando comprar vacas con todos sus ahorros. Al poco

tiempo se aburrió de la tranquilidad y se mudó a Buenos Aires. En Gran Bretaña había sido compañero de colegio del Príncipe Carlos de Gales. Ambos integraban la banda de música y Adrián Sapetti

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llegaron a tocar en la Catedral de Edimburgo. Luca fue el líder del grupo de rock argentino llamado SUMO. Afirmó consumir cocaína, heroína, LSD, haschis, xilocaína. Piensan que soy un loco desenfrenado. Y de alguna manera soy así, pero no 'aquel loco' que creen. Las que me conocen saben que soy muy tranquilo. Estoy menos loco que mucha gente que conozco... además, a los 34 años no se puede ser muy loco. A los 17, sí, yo hacía unos quilombos de la puta madre. Ahora no... Estoy lleno de heridas... y no tengo dolor; no lo siento mucho. Esto fue una moto, esto un perro que me mordió, acá me golpeé con una pared chiquita. Pero no me duele. A la mayoría de la gente le duele cualquier moretoncito. Yo después de cada show estoy todo golpeado porque me tiro por todos lados, me peleo con el guitarrista, o me pego en la frente, o en el pecho para enfatizar las letras. Hay gente que se asusta por el dolor; pero yo no, en el momento no lo siento. Tiene que ver con las endorfinas, que es como la morfina que hace el cuerpo. Si vas y tomas heroína, el cuerpo no hace más endorfina. Por eso, cuando dejas, te duele todo, porque el cuerpo aún no hizo la cantidad normal de endorfina. En mi caso, creo que hizo de más y las cosas no me duelen tanto. Revista Canta rock, Junio de 1987

Yo viví siete años en Londres y tuve que dejar todo y venirme porque la heroína me estaba matando. La heroína es la mamá eterna, es como el útero que te protege. Con ella no se jode, por algo es la segunda droga en importancia, la primera es el PODER.

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Esa época de tomar alucinógenos ya la pasé. Yo fumo y tomo, que es mi necesidad. No soy borracho, soy alcohólico; yo me di cuenta de que era alcohólico cuando me levantaba a la mañana y necesitaba un vaso de vino. Ahí sos un drogadicto... pero el alcohol es pesado, yo no sabía que era así... si sos alcohólico, no borracho, vas viendo cosas que nunca habías visto antes, como en la gente, en las situaciones. Todos los grandes filósofos fueron alcohólicos. Yo no le hago la apología al alcoholismo, porque es horrible. Yo voy a dejar de tomar. Dentro de poco iré a retirar algo de mi guita y me voy a meter en un lugar... qué sé yo... en Formosa. Internarme en un lugar en Formosa... la provincia desconocida... No conozco una sola persona que me haya dicho “fui a Formosa”. Yo amo a Formosa. Nunca fui y quiero ir. Suplemento Sí de Clarín, 13 de Diciembre de 1987.

A fines del 1987 dio un recital y antes de cantar la canción de cierre, Luca Prodan dijo: “Ahí va la última”. Así fue. Dos días después, el 22 de diciembre de 1987 lo encontraron muerto, algunos dicen que en una pensión otros que en la casa de una amiga, en la calle Alsina al 400. Los médicos diagnosticaron una cirrosis hepática (se piensa que Luca bebía una o más botellas de ginebra al día, además de la heroína), pero como causa del deceso se consignó un paro cardíaco. Tenía 37 años. Está enterrado en el cementerio de Avellaneda, donde es visitado por gran número de jóvenes.

Billie Holiday Cuando se es pobre, se crece deprisa Se llamaba Eleanora Fagan Gough (Philadelphia, 7 de abril de 1915 - New York, 17 de julio de 1959). Esta cantante de jazz, también llamada Lady Day, escribió sus memorias, “Lady sings the blues”, donde cuenta y acrecienta su leyenda de personaje de vida trágica: violación, acusaciones de prosti44

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tución, reformatorios, alcohol, drogas, racismo, cargos por tráfico de estupefacientes, cárcel, inhabilitación para cantar.

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El padre la abandonó cuando ella era todavía bebé. Su madre, tal vez muy joven e inmadura para la responsabilidad, abandonaba con frecuencia a la niña dejándola con parientes. En 1927, madre e hija se marcharon primero a New Jersey y después a Brooklyn. Billie empezó a ejercer la prostitución. Holiday declaró abiertamente su bisexualidad. Holiday fue aficionada a las drogas ilegales, usándolas durante casi toda su vida. Fumaba marihuana desde los doce años. Comenzó con bebidas alcohólicas y con drogas intravenosas alrededor de 1940. Cuando presentó una canción en contra de los linchamientos de afroamericanos, “Strange fruit” (fruta extraña), con textos como “southern trees bear strange fruit” (los árboles sureños dan extrañas frutas...), aludiendo a los cuerpos de los ahorcados colgados de los árboles, le dio un puesto destacado en la historia de la música y también problemas con el FBI. Cuando graba “Gloomy Sunday” (domingo sombrío o triste o melancólico o lúgubre) tiene un gran éxito con esta canción de autores húngaros, también conocida como “la canción húngara del suicidio”, pues se decía que la gente se suicidaba al escuchar esta canción depresiva, al tal punto que en algunos lugares la prohibían. Billie decía: “Yo soy lo que canto”. Domingo sombrío las horas están desveladas las más queridas sombras con las que vivo son innumerables, las pequeñas flores blancas nunca te despertarán no donde la oscura diligencia de la tristeza te ha llevado, los ángeles no han pensado en traerte de vuelta jamás ¿se enojarían si pensara en reunirme contigo? domingo sombrío mi amor y yo hemos decidido suicidarnos, pronto habrá oraciones y las velas están encendidas, ya sé, no permitamos que lloren,

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que sepan que me alegro de irme, la muerte no es ningún sueño en ella te acaricio, con el último aliento de mi alma te estaré bendiciendo triste domingo soñando, sólo estaba soñando me despierto y te veo durmiendo en lo profundo de mi corazón aquí querido espero que mi sueño no te haya atormentado, mi corazón te está diciendo cuánto yo te quería domingo sombrío… De la canción “Gloomy Sunday” (traducida de la versión en inglés).

Fue arrestada por posesión de heroína y estuvo ocho meses en la cárcel. Le impiden trabajar en clubes durante los últimos años de su vida. Fue víctima de una estafa sobre sus ganancias y murió con centavos en el banco y 750 dólares en efectivo. Al final de mayo de 1959 fue llevada al hospital por problemas hepáticos y cardíacos. La condenan a arresto domiciliario por tenencia de narcóticos. Billie Holiday permaneció bajo la custodia policial hasta su muerte por cirrosis hepática el 17 de julio de 1959 a la edad de 44. Lady canta los blues ella se siente mal se siente triste el blues no es otra cosa que pena en su corazón. -Cuando tienes un mal comienzo, cuando te tienes que separar de tu hombre y quedarte sentada y llorando… Ahora me quiero morir porque yo lo amo. Lady cantaba los blues. Ella no irá a cantarlos más. Nunca más. Billie Holiday, extracto de su canción Lady sings the blues.

Algunos suponen que las drogas no habrían sido el motivo por el que Billie Holiday fue tan perseguida por el FBI, sino su insistencia Adrián Sapetti

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en cantar "Strange fruit", canción con una abierta postura antirracista. Su muerte pareció una burla cruel: moribun-

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da e inconsciente en la cama del hospital la policía intentó esposarla acusada de consumir heroína mientras agonizaba.

Édith Piaf La vida no tan color de rosa Paredes descoloridas, días sin alegría, bajó el telón, una cama demasiado fría, un corazón por aquí, un corazón por allá y las preocupaciones, mi desconcierto… Afortunadamente duermo… sólo para mí, la noche acaba de caer. Para mí el sueño comenzó. Terminará mañana por la mañana, lo sé, pero estoy bien, bien, bien…Yo me digo en voz baja… ¡No me molesten! Las ocho horas, un guión, un sucio trabajo, un sucio café, un sucio invierno, un sucio subterráneo, un hecho pesaroso en los diarios… un hombre que canta en mi casa, un corazón por acá, un corazón por allá, demasiados problemas para mí sola. F. Monod, G. Lafarge, M. Philippe Gérard, Pour moi tout' seule (Para mí sola, 1949). Observen a esta pequeña persona cuyas manos son aquellas de un lagarto deslizándose entre las ruinas... miren sus ojos de ciega que viene de recobrar la vista. ¿Cómo cantará ella? ¿Cómo sacará ella de su pequeño pecho los grandes lamentos de la noche? Y he aquí que ella canta o, mejor dicho, que a la manera de un ruiseñor en abril, ensaya su canto de amor. Jean Cocteau, del prefacio a Au bal de chance, autobiografía de Édith Piaf.

Su verdadero nombre era Édith Giovanna Gassion, nació en París el 19 de diciembre de 1915 y fallece en Plascassier (Grasse, Alpes Marítimos) el 10 de octubre de 1963. Una reciente película sobre “el gorrión de París” puso nuevamente en escena a la cantante y compositora francesa, donde un tema recurrente es la pérdida de seres queridos o significativos en su vida: Adiós mi corazón. Se te lanza a la desdicha. No 46

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tendrás mis ojos para morir… Adiós mi corazón. Los ecos de la felicidad hacen tus cantos tristes tanto como a una arrepentirse. Antes respirabas el sol de oro. Caminabas sobre tesoros. Éramos vagabundos. Amábamos las canciones. Todo terminó en las prisiones. Adiós mi corazón. Arrepentirse… Henri Contet / Marguerite Monnot, Adieu mon coeur (Adiós mi corazón, 1946). En su historia se mezclan, como en casi todos los grandes artistas, leyendas y hechos verificables. Su vida tiene todos los ingredientes de un guión de cine: madre alcohólica que la abandona, padre que la deja a cargo de la abuela, “Madame” de un prostíbulo parisino. Muerte de una hija de 2 años cuando Edith tenía 17. Un “macró” que la “vivía”. El asesinato de quien la descubriera cantando en las calles y la lleva al “music hall”. Cuando su amante, el campeón mundial de boxeo Marcel Cerdan, fallece en un accidente de aviación comienza un largo proceso depresivo y su adicción a la morfina, aunque creo que su depresión había empezado bastante antes. Si algún día la vida te arranca de mi lado y mueres lejos de mí, poco me importa porque me amas y me moriría también; tendremos para nosotros la eternidad, en el azul de toda la inmensidad, en el cielo hay más problemas, pero mi amor créeme que nos seguiremos amando y Dios reunirá a quienes se amaron. Edith Piaf y Marguerite Monnot, El himno al amor (L'Hymne à l'Amour, 1950).

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No quiero abundar en sus penurias ni caer en elucubraciones sobre la identificación con su madre alcohólica, fracasada cantante, ni de la búsqueda de una figura paterna protectora. Quisiera que sus canciones hablaran por ella, aunque mejor sería escucharla: No, nada de nada, no, no me lamento de nada ni el bien que me han hecho, ni el mal. ¡Todo me da igual! No, nada de nada. Todo está pagado, barrido, olvidado. ¡Me importa un bledo el pasado!

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Con mis recuerdos hice una fogata. Mis tristezas, mis placeres, ya no los necesito. Barridos los amores y todos sus temores. Barridos para siempre, comienzo de cero. ¡Todo me da igual! No, nada de nada, no, no me lamento de nada. Porque mi vida, mis alegrías, hoy, todo eso comienza contigo. Michel Vaucaire y Charles Dumont, Non, je ne regrette rien (grabada por Piaf en 1960).

Amores trágicos, abandonos, bisexualidad, alcoholismo, adicción a la morfina, ascenso a la fama gracias a su enorme talento, romances con famosos. Luego la caída, el deterioro, la depresión y la muerte temprana a los 47 años, en Plascassier (Grasse, Alpes Marítimos) el 10 de octubre de 1963. Mas su voz nos sigue maravillando, con su emoción, sus gorjeos, como “un ruiseñor en abril”.

Con Marlene

Janis Joplin Voy a escribir una canción que hable de hacer el amor con 25.000 personas en un concierto para luego volver a dormir sola a mi cuarto. Janis Joplin.

Condúceme, Señor. No me dejes, por favor. Me siento tan inútil acá abajo, sin nadie a quien amar. A pesar de que he buscado por todos lados, no puedo hallar a nadie que me ame, que sienta mi cariño... Entonces, condúceme Señor, ¡oh, úsame Señor! Te puedo enseñar lo duro que es tratar de vivir cuando estás sola. Todos los días trato de avanzar, pero algo me empuja hacia atrás. Algo está tratando de pararme hacia mi forma de vida. Por eso, no me olvides acá abajo, Señor, ¡no me olvides! No creo ser una persona

excepcional en este mundo, lo sé muy bien. Pero no creo que vayas a encontrar a nadie, ni siquiera uno, que pueda decir que los haya tratado como yo lo he hecho. Lo peor que pueden decir ustedes de mí es que nunca estoy satisfecha... Janis Joplin, fragmento de la canción Work Me, Lord (versión del festival de Woodstock en 1969). Adrián Sapetti

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No entiendo cómo te fuiste...Y no entiendo por qué la mitad del mundo aun está llorando, cuando la otra mitad también sigue llorando. No lo puedo entender. Yo digo, si tuvieras un gato por un día, pero de verdad lo quisieras tener por 365 días, ¿no? Pero no puedes, y lo tienes sólo un día. Pues yo te digo que más vale que ese único día sea toda tu vida. Porque, oh bueno, puedes llorar por los otros 364 días, pero vas a perder ese único día, y eso es todo lo que tienes. Tienes que llamar a esto amor. Eso es lo que es. Y si lo tienes hoy, ya no lo quieres mañana, porque ya no lo necesitas, porque, a decir verdad y como descubrimos a lo largo de la vida, el mañana nunca sucede. Siempre es el mismo puto día... Fragmento de la canción Ball And Chain (versión del álbum "Joplin In Concert"), donde hace una reflexión melancólica sobre el amor y la vida.

Janis Joplin (1943-1970), su nombre completo era Janis Lyn Joplin. Símbolo femenino de la contracultura de los 60, fue la primera mujer blanca considerada gran estrella del rock. Durante la gira por todo el país, comenzó a consumir heroína. Decía: “nada que siente tan bien puede ser malo"… "sólo quiero algo de paz". Cada vez dependía más del alcohol y de la heroína. Sin embargo se había convertido en un

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símbolo de fuerza y de rebeldía para muchas mujeres de su época. Quiso entonces volver a su pueblo, Port Arthur, como estrella del rock, públicamente. Sus padres aprovecharon para marcharse. No fue bien recibida. Y este fracaso fue magnificado por la prensa. Poco después, su madre le diría “ojalá no hubieras nacido". El 4 de octubre de 1970, luego de un día de grabación, se emborrachó. A la 1:40 según el forense, murió por sobredosis de heroína. No había nadie para ayudarla. Descubrieron su cuerpo unas 18 horas después. Tenía 27 años. Las jeringas desaparecieron horas después de su muerte y se especula que pudo haber alguien más en su habitación. De esta forma, los medios de comunicación rodearon su muerte de misterio, al igual que con Jimmy Hendrix (quien murió por una sobredosis de heroína y alcohol) o Jim Morrison. Poco tiempo después, salió su disco "Pearl" que fue un éxito, manteniéndose en el número uno de ventas durante 14 semanas. Dejó en testamento 600 dólares a sus amigos para que celebraran su muerte con una fiesta.

Dylan Thomas Me gusta escribir la palabra “sangre”. Es un tipo curioso de palabra; significa demencia, entre otras cosas. El empleo frecuente forma parte de mi inclinación mental. … Poesía. ¡La poesía! Me gusta pensar que está hecha de enunciados expuestos en el camino hacia la tumba. Dylan Thomas, en una entrevista con Harvey Breit (1952).

Nos da una imagen de sí mismo en “Retrato del artista cachorro” (apuntes autobiográficos, 1940):

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¿Y qué podía hacer un imbécil aterrorizado y loco de amor?, preguntó silenciosamente a su propia figura reflejada en el espejo deformante del salón Victoria, que estaba vacío. Su cara simiesca, fláccida, con la palabra cerve-

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za escrita sobre la frente, le devolvió una rota mueca de desdén. Este poeta galés había nacido en 1914. Escribió célebres poemas, cuentos cortos y guiones para programas de radio. Murió a los 39 años, como consecuencia de su alcoholismo, mientras daba un ciclo de conferencias en EE. UU. en 1953. ...Nada me importaba, en los días inocentes, que el tiempo me llevase. De la sombra de mi mano hasta el desván lleno de golondrinas, en la luna que siempre está saliendo, ni que corriendo al sueño yo lo oyese volar en los altos prados y despertase en la granja huida para siempre de la tierra sin niños. ¡Oh! mientras fui joven y libre, en la merced de sus designios el tiempo me mantuvo verde y moribundo aunque canté en mis cadenas como el mar. Dylan Thomas, de La colina de los helechos.

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Mareado, trepó por la escalera podrida, peligrosa, hasta el pasillo donde había dejado una luz encendida en una habitación del fondo. La luz estaba apagada. Golpeó en todas las puertas, murmurando su nombre. Golpeó más fuerte, y gritó, y una mujer con camisón y sombrero lo echó del pasillo con un bastón. Durante largo tiempo aguardó en la escalera, aunque ya no había amor que esperar, ni otra cama que no fuera la suya, a muchas millas de distancia, y sólo el día, ya próximo, para recordar su descubrimiento. Alrededor de él, los habitantes de la casa, después de haber sido molestados, volvían a dormir. Entonces salió del edificio al vasto espacio, bajo las grúas inclinadas y la escalera. La luz de la única lámpara mortecina, en su círculo herrumbroso, caía sobre las pilas de ladrillos, de madera rota, de polvo; sobre todo lo que en un tiempo habían sido casas donde la modesta y casi desconocida, pero inolvidable gente del pueblo, había vivido y amado, y muerto y perdido siempre. Dylan Thomas final de Retrato del artista cachorro (1940).

Dante Gabriel Rossetti Mírame a la cara: mi nombre es Pudo Haber Sido, también me llaman Nunca Más, Demasiado Tarde y Adiós. Gabriel Charles Dante Rossetti, poeta y pintor nacido en Londres en 1828. Fue uno de los fundadores de la escuela Prerrafaelista (en alusión al pintor italiano Rafael). Su espíritu depresivo, dramático, se agravó con la muerte de su esposa, Elizabeth Siddal, quien se suicidó ingiriendo láudano después de dar a luz a una niña muerta. Rossetti cayó en la depresión y enterró la mayor parte de sus poemas inéditos en la tumba de su esposa, en el cementerio de Highgate. Idealizó su imagen como la Beatrice del Dante en un buen número de pinturas, especialmente en “El sueño de Dante ante la muerte de su amada” (1856), obra que alegóricamente alude a la muerte de

Autorretrato, a los 19 años su mujer, a la que también inmortaliza en “Beata Beatrix”. Representa a Elizabeth (como la Beatrice del Dante, al cual se avizora a la derecha, en el ángulo superior del cuadro) en una pose lánguida y sensual, con su cabellera pelirroja; en sus manos una paloma roja, símbolo de espiritualidad, que lleva en el pico una rama alusiva al láudano, con el que ella se suicida. Nada pareciera sacar a la mujer de su abstracción y ensoñación, perdida en sus pensamientos, tal Adrián Sapetti

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El sueño de Dante. Claramente una representación de la muerte de su esposa vez como describía el psiquiatra Pierre Janet, en “un estado paroxístico de fascinación, de una restricción de los contenidos del pensamiento, todos orientados hacia una sola preocupación, un recuerdo, una situación vivida, una pasión”. En casi todas sus pinturas Rossetti se aboca a representar la fatalidad de la pasión amorosa. Los amigos de Rossetti consiguieron que exhumara los poemas de la tumba de su esposa y los publicara: “Poems” (Poemas, 1870); fueron muy controvertidos y atacados como el

paradigma de la “escuela de la poesía carnal”. Ofendía a la sociedad pacata con su erotismo y sensualidad. Hacia el final de su vida, Rossetti cayó en estado melancólico, agravado por su adicción al alcohol y al hidrato de cloral (que tomaba por su insomnio pertinaz), y su creciente inestabilidad emocional (¿bipolar?); posiblemente hayan incidido también los despiadados ataques de la crítica sobre su poesía desenterrada (1869). Pasó sus últimos años recluido y fallece en Kent, Inglaterra, a los 54 (1882). Tú has sido mía antes; no sé decir hace cuánto fue: pero cuando la golondrina remontó su vuelo, y giró tu cuello, cayó algún velo; lo supe al instante. ¿Ya había sido así antes? ¿Y no será así que el vuelo circulante, del tiempo, restaure nuestras vidas, y nuestro amor, a pesar de la muerte, nos traiga otro deleite noche y día? ¿No yaceremos como hemos yacido, y así, por el amor de Amor, el dormir y el despertar ya no romperán la cadena jamás?

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Dante Gabriel Rossetti, Repentina luz.

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Francis Scott Fitzgerald Sin duda que la vida entera es un continuo proceso de deterioro y quebrantamiento, pero los golpes que desempeñan la parte dramática del trabajo -los grandes y repentinos golpes que vienen, o parecieran venir, del exterior-, los que uno recuerda y lo hacen culpar a las cosas, y de los cuales, en los momentos de debilidad se habla a los amigos, no muestran sus efectos de inmediato. Hay otro tipo de golpe que viene de adentro y que no se siente hasta que es ya demasiado tarde para impedirlo, hasta que comprende positivamente que de algún modo no volverá a ser el mismo. El primer tipo de quebrantamiento parece ocurrir rápido; el segundo ocurre casi sin que uno lo sepa, pero se le percibe en realidad muy de repente. Francis Scott Fitzgerald es el máximo exponente de la escéptica "generación perdida", que nucleaba a un grupo de escritores estadounidenses que alcanzaron su madurez creativa en los años 20. Para Fitzgerald, era la generación que había encontrado "todos los dioses muertos, las guerras combatidas y la fe en el hombre destruida". Hoy en día, el remedio habitual para alguien que está hundido es pensar en aquellos que están en la indigencia o sufren padecimientos físicos. Tiene una acción balsámica contra la melancolía y es un consejo razonablemente saludable para cualquiera en el correr del día, pero a las tres de la mañana la cura no sirve de nada, y en la noche oscura del alma son siempre las tres de la madrugada, día

tras día. A esas horas, la tendencia es negarnos a hacer frente a las cosas durante el tiempo que sea posible, retirándonos a un sueño infantil del que continuamente nos arranca, sobresaltados, el contacto con el mundo. Nos enfrentamos a esas situaciones tan rápida y descuidadamente… y luego nos refugiamos de nuevo en el sueño, confiando en que todo vuelva a recomponerse por sí mismo merced a alguna milagrosa bonanza material o espiritual. Pero cuando el repliegue persiste y cada vez hay menos esperanza de que se produzca, ya no aspiramos a que se desvanezca un único pesar, sino que más bien nos convertimos en testigos involuntarios de una ejecución, de la desintegración de nuestra personalidad… F. Scott Fitzgerald (1896-1940), de una entrevista con Michel Mok (1936). Nació y murió en California. Escribió varias novelas: “El gran Gatsby”, “Tierna es la noche”, “El último magnate”, “A este lado del paraíso”. También trabajó para Hollywood como guionista. Adicto a las bebidas, en 1940, alcoholizado, sufrió dos ataques cardíacos; no sobrevivió al segundo.

Truman Capote Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse. Vivimos en la oscuridad. Hacemos lo que podemos. El resto es la demencia del arte. Entretanto, aquí estoy en

Capote, por H. C. Bresson Adrián Sapetti

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así cómo era su relación laboral con Capote luego de una de sus crisis emocionales: Después de 1976, la relación entre Truman y yo se fue deteriorando lentamente… Un último factor en la erosión de nuestra relación fue la dependencia creciente de Capote del alcohol y los fármacos desde 1977. Repetidas veces, almorzando, durante los últimos seis años de su vida, a menudo de un modo incoherente a causa de los fármacos y el alcohol, o ambas cosas a la vez, hablaba conmigo de los cuatros capítulos restantes con todo detalle, hasta el punto de llegar a citar fragmentos de diálogos que eran siempre idénticos, incluso cuando los recitaba con un intervalo de meses o años. El ciclo era siempre el mismo: cuando le pedía que me enseñara el capítulo en cuestión, me prometía enviármelo al día siguiente. Al final de ese día le llamaba, y Capote decía que se lo estaban mecanografiando y que me lo enviaría el lunes. El lunes por la tarde su teléfono no respondía y él desaparecía durante una semana o más.

Capote, por Irving Penn mi oscura demencia, absolutamente solo con mi baraja de naipes y, desde luego, con el látigo que Dios me dio. Truman Capote, Fragmentos del Prólogo a Música para Camaleones.

Nacido en Nueva Orleans el 30 de septiembre de 1924 como Truman Streckfus Persons, adoptaría el nombre del segundo marido de su madre, García Capote. Tras un conflicto entre sus padres lo mandaron a vivir con unos familiares mayores, en Alabama. De esa experiencia que describirá como de aislamiento y soledad, nace una obra que considero magnífica -además de sus obras más conocidas como “A sangre fría” o “Desayuno en Tiffany´s”- y es “El visitante del Día de Acción de Gracias”, donde Capote narra sus primeras experiencias homosexuales. Su editor, en el prólogo de “Plegarias Atendidas” (obra que no completó) contaba 52

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Quizás podríamos citar, para describirlo, en una de sus tantas facetas, esta frase suya: “…otras voces, otros ámbitos, voces perdidas y tenebrosas arañaban sus sueños”. Lejos ya de su veta histriónica, chismosa y farandulesca, el alcoholismo severo y su depresión llevaron a Truman Capote a un proceso de autodestrucción, dependiendo cada vez más de los psicofármacos que, combinados con el alcohol, deterioraron su salud y lo terminaron aislando de todas sus amistades; se supone que padecía una cirrosis que lo precipitó a la muerte, a los 59 años, en Los Ángeles en 1984. (...) las horas negras son horribles. Uno está asustado y suda como un demonio, pero no sabe de qué tiene miedo. Sólo tiene el presentimiento de que algo malo va a suceder, pero no sabe lo que es. Truman Capote, Desayuno en Tiffany's (1948).

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La desesperanza, en pocas palabras ¡La Borde es pobre como las ratas, fría y solitaria… Paquita La Borde, vamos, la zorra flaca, se bebió una botella entera de lejía, hace ya algún tiempo, se conoce que harta de pasarlo mal. En la casa de socorro la devolvieron a la desesperanza. Camilo José Cela, de Izas, rabizas y colipoterras. Drama con acompañamiento de cachondeo y dolor de corazón (1984). Pues el que llora vive, iremos yendo; yendo, llorando, andando, salvaje voz que ha de transformarse en ira… Y pues que cada tiempo tiene su tiempo, este es el tiempo de llorar. Carlos Drummond de Andrade, Fragmento de Tempo de chorar. Tristeza no tiene fin, felicidad sí. Vinicius de Moraes-Antonio Carlos Jobim, Estrofa de la canción A felicidade. Como si no fueran suficientes todas las putrefacciones e infecciones que precedieron nuestra llegada al mundo y que nos poseerán de nuevo después de la muerte, durante la vida no somos más que corrupción y podredumbre, sucesivas, alternadas, una sobrepasando a la otra. Hoy pierdes los cabellos, mañana un diente, se te abre una herida, se forma un absceso, se levantan vesículas por doquier, te insertan drenajes. Agrega a todo esto los callos de tus pies, los hedores naturales de cada tipo y sabor, y tendrás un cuadro de los más inspiradores del ser humano. ¡Pensar que uno quiere todo esto! Que uno se ama a sí mismo, y que yo como individuo tengo el atrevimiento de mirar mi cara en el espejo sin reventarme de risa. Gustave Flaubert (su padre era médico). Se morirán aquellos que me amaron; y el pueblo se hará nuevo cada año; y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado. mi espíritu errará, nostálgico… Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido. Y se quedarán los pájaros cantando. Juan Ramón Jiménez, El viaje definitivo. Destrabó difícilmente los dedos con que su hijo había venido sosteniéndose de su cuello y, al quedar libre, oyó cómo por todas partes ladraban los perros. -¿Y tú no los oías, Ignacio? -dijo. No me ayudaste ni siquiera con esta esperanza. Juan Rulfo, No oyes ladrar los perros (de El llano en llamas, 1953).

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Ella baja su cabeza y llora en mi camisa. Ella debe estar muy mal herida. Dime ¿qué está causando tu tristeza? Aunque mi amor quiere socorrerla. Ella camina sola de un rincón a otro. Perdida en un corredor, ella no puede oírme. Y quizá un día yo la rescataré. Aunque yo sé que nadie puede verla. Lisa Lisa, triste Lisa Lisa. Cat Stevens, de la canción Triste Lisa (Sad Lisa). Si hay dolor que sea sólo lluvia dolor de plata por el dolor en sí, si estos bosques verdes sueñan aquí para despertar en mi corazón, ¡si yo amaneciera otra vez! William Faulkner, de A Green Bough (1933).

Orson Welles Mi desgracia fue debutar en cine con El Ciudadano George Orson Welles nace en Kenosha, Wisconsin, EE. UU., el 6 de mayo de 1915; fue actor, mago, director, guionista y productor. Su madre fallece cuando él tenía 9 años y luego muere su padre cuando tiene 15, hecho que nos remite al film “Citizen Kane” como la pérdida del paraíso de la infancia, ejemplificado en el trineo -“Rosebud”-, lo cual Orson, creo que por un mecanismo de defensa, siempre se encargaba de negar: la importancia fundamental de la pérdida temprana de sus padres. No siento devoción alguna por lo que hago: no tiene ningún valor para mí; no me interesan la fama, la posteridad ni las obras de arte, sólo el placer de la experimentación. Soy cínico respecto a mi trabajo pero no soy cínico a la hora de trabajar sobre algún material. La moral burguesa sentimental me asquea: prefiero el coraje a todas las demás virtudes, cualquiera que sea el juicio que emitan sobre mi moral deberán tratar de descubrir en ella una faceta anarquista y aristocrática. 54

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Odio a la policía: es mejor ver a un asesino libre que a la policía autorizada a abusar de su poder; si se plantea la elección entre el abuso del poder de la poli y dejar un crimen impune, elijo esto último. Detesto a la gente que se arroga el derecho de juzgar por propia iniciativa, no se puede volver a la ley de la jungla como algunos quieren en mi país. He pasado la mayor parte de estos años tratando de conseguir dinero para los films; como pintor o escritor no lo necesito. El Quijote lo filmé con mi dinero, aunque no lo pude terminar. No, ya he pasado demasiados años buscando trabajo y sólo tengo una vida, no puedo gastarla en los festivales o en los restaurantes mendigando dinero para hacer películas que luego nadie recordará. He sufrido demasiadas desilusiones, he puesto demasiado empeño y coraje para lo que me

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ha sido dado a cambio, no en dinero, sino en satisfacción personal. Así pues, ahora escribo y pinto. Rompo todo lo que hago. Orson Welles, reportaje de André Bazin.

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Su enorme talento chocó con los productores norteamericanos que le retaceaban los presupuestos y le mutilaban sus films. Para mantenerse trabajó de mago y como actor en películas, algunas muy malas. Obeso, con fama de bebedor y fumador, fallece de un ataque cardíaco, en Los Angeles, el 10 de octubre de 1985. Está enterrado en España, país que amaba, tal vez emparentado con su admirado Don Quijote.

Ingmar Bergman Día tras día me llevaban o me arrastraban, gritando de angustia, al colegio. Vomitaba encima de cualquier cosa, desfallecía y perdía el sentido del equilibrio. Intenté abrazar y besar a mi madre, pero me apartó con una bofetada. Las palizas brutales de mi padre eran su argumento favorito. Me pegó, y yo le devolví el golpe. Se tambaleó, y acabó sentado en el suelo. Llevaron a mi padre al hospital, para operarle de un tumor maligno en el esófago. Mi madre quería que yo fuese a visitarle. Le contesté que no tenía tiempo ni ganas. Mi hermano tenía escarlatina... (naturalmente yo esperaba que se muriera, la enfermedad era peligrosa en aquellos días). Cuando mi hermano abrió la puerta, le golpeé con la garrafa en la cabeza. La garrafa se hizo pedazos y mi hermano se desplomó mientras la sangre brotaba de la herida. Alrededor de un mes más tarde, me agredió sin previo aviso, y me saltó dos dientes. Respondí pegándole fuego a la cama mientras dormía. Mi hermano mayor y yo, normalmente enemigos mortales, hacíamos las paces y tramábamos planes para asesinar a ese diablito repulsivo de mi hermana. Una o dos veces en mi vida he acariciado la idea de suicidarme. La mayor parte de nuestra educación se basaba en conceptos tales como el pecado, la confesión, el castigo, el perdón y la gracia. Este hecho bien pudo contribuir a nuestra sorprendente aceptación del nazismo.

Se nace sin objeto, se vive sin sentido... Y al morir, no queda nada. Ingmar: Madre, ¿qué pasó con nosotros?, ¿cómo nos arreglamos con el corazón partido, con el odio reprimido?… ¿Por qué salió todo tan mal?.. ¿Nos pusieron máscaras en lugar de rostros, nos dieron histeria en lugar de sentimientos, vergüenza y remordimiento en lugar de ternura y perdón?... No trato de buscar culpables… sólo quiero saber el porqué de tantas miserias tras la frágil fachada del prestigio social… ¿Por qué fui yo incapaz de mantener relaciones humanas normales? Madre: Hijo, debes hablar de eso con alguna otra persona. Yo estoy demasiado cansada. Este diálogo es de “Linterna mágica” (autobiografía), fragmentos del último capítulo, donde el ya famoso director de cine cuenta cuando va a ver a su madre Karin para recriminarla. Ingmar Bergman, nacido en Upsala (Suecia) el 14 de julio de 1918, fallece en el 2007. Adrián Sapetti

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Carlos Gardel Volver con la frente marchita Creo que pocos versos nos muestran el final depresivo de una vida como estos del tango “Mano a mano”: Y mañana cuando seas descolado mueble viejo y no tengas esperanzas en el pobre corazón… Carlos Gardel, José Razzano, Celedonio Flores, del tango Mano a mano (1918, grabado por Gardel en 1923). Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando su boca que era mía ya no me besa más… … Yo sé que ahora vendrán caras extrañas con su consuelo a dar alivio a mi tormento todo es mentira, mentira es el lamento, hoy está solo mi corazón. Gardel-Lepera (1934), del tango Sus ojos se cerraron.

Nacido en Toulouse (Francia), como Charles Romuald Gardès el 11 de diciembre

(día nacional del tango) de 1890, aunque Uruguay y Argentina se disputan el lugar de nacimiento. Vino a Bs. As. con su madre Berthe, en un barco, cuando tenía dos años. Siempre tuvo un excesivo apego a su madre, nunca se casó ni tuvo hijos. Y acordándome de quien está tan lejos ahora pero que pronto estará muy cerca, y algún día no muy lejano, no separarnos más… como dos viajeros que llegan al puerto de destino, después de haber batallado todo la vida. Y quiero verla más joven cada día, pues cada vez la encuentro más guapa y fuerte, ¡si todavía nos quedan 50 años de vida a cada uno! Carlos Gardel Carta a su madre, Berta. Fechada el 18 de febrero de 1935.

Su voz incomparable y su presencia lo convirtieron en un ídolo mundial, sobre todo cuando se distribuyeron sus películas. Carlitos, como le decimos cariñosamente, “el Troesma”, “el Mudo”, “el Zorzal criollo”, fallece en el accidente aéreo de Medellín (Colombia) el 24 de junio de 1935. Los argentinos decimos: “es Gardel” para denotar que alguien es “el mejor” en algo. Mi Buenos Aires querido... cuando yo te vuelva a ver... no habrá más penas ni olvido... Gardel-Lepera (1934), del tango Mi Buenos Aires querido. 56

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Enrique Santos Discépolo Tuve una infancia triste. No hallé atractivo en jugar a la bolita o a cualquiera de los demás juegos infantiles. Vivía aislado y taciturno. Por desgracia no era sin motivo. A los cinco años quedé huérfano de padre, y antes de cumplir los nueve perdí también a mi madre. Entonces mi timidez se volvió miedo, y mi tristeza desventura.

maldijo para siempre y se robó toda ilusión…

Enrique Santos Discépolo. Del tango Uno, 1943.

El tango es una fuente inagotable de sentimientos depresivos, aires de desesperanza, sufrimientos, traiciones, abandonos: “rencor, déjame vivir por lo que sufrí.”, “si la vida no vale ni medio, no vale pa´nada, repita patrón”, “Dios quiera que un día la encuentre en la vida, llorando vencida su triste pasado”, “mentira, mentira, yo quise decirle, los años que pasan ya no vuelven más… son como un fantasma del viejo pasado que no se puede resucitar”, y así ad infinitum. He tomado algunos tangos emblemáticos, convertidos en verdaderos himnos: Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa, Yira... yira... Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda ni una mano... ni un favor. Del tango “Yira, yira”, 1926. (Gardel lo graba en 1930).

Déjame que llore como aquel que sufre en vida la tortura de llorar su propia muerte. Uno está tan solo en su dolor… uno está tan ciego en su penar… Pero un frío cruel, que es peor que el odio, punto muerto de las almas, tumba horrenda de mi amor,

¡Sol de mi vida!... Fui un fracasado, y en mi caída busqué echarte a un lado. Porque te quise tanto, tanto... que al rodar para salvarte sólo supe hacerme odiar. Del tango Confesión. (Gardel lo graba en 1932, en una versión para mí insuperable).

Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé... En el quinientos seis y en el dos mil también. Del tango Cambalache, 1935.

Enrique Santos Discépolo nació en el barrio porteño del Once, el 27 de marzo de 1901, y murió el 23 de diciembre de 1951. Mis tangos son de esencia dramática, pero el drama no es invento mío. Acepto que se me culpe del perfil sombrío de mis protagonistas, por aceptar algo no más: que es la vida la verdadera y única responsable de ese dolor... Alguna vez lo dije y lo repito ahora: yo he tenido el coraje de expresar en alta voz lo que otros piensan en silencio... Discepolín Adrián Sapetti

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Giuseppe Verdi Giuseppe Fortunino Francesco Verdi (Roncole, 10 de octubre de 1813 - Milán, 27 de enero de 1901) es uno de los compositores italianos de ópera y también de música sacra (como su genial Réquiem) del siglo XIX más conocidos. Atraviesa un período de dificultades personales cuando muere su hija y luego un hijo. También fallece la joven esposa de Verdi. Esta época, no obstante, coincide con la creación de sus óperas más populares y queridas: Rigoletto, La Traviata, Il Trovatore. Entra en una etapa de desencanto y escepticismo. Pobres artistas que mucha gente tiene la... digamos buena voluntad de envidiar, esclavos de un público la mayor parte del tiempo ignorante (es un mal menor), caprichoso e injusto. Giuseppe Verdi.

Cita Simone de Beauvoir: “Célebre en el mundo entero, era en Italia una especie de monumento nacional: cada vez que aparecía en el teatro, en un concierto o incluso en la calle, provocaba ovaciones”. Como su amigo Arrigo Boito le había dado el libreto de Otello, y el director de la Scala lo instaba a componer la música, Verdi le contesta: ¿De modo que, según usted, yo debo realmente terminar este Otello? ¿Pero para quién? ¿Para quién? A mí me es indiferente, al público todavía más. ¡Trabajar tanto y tener que morir! La vida nace, desaparece, la mayor parte del tiempo inútilmente; se llega a la edad de las enfermedades y los achaques y después… Amén. Al llegar a nuestra edad, cada día se hace un nuevo vacío a nuestro alrededor. Hoy es un día terrible: tengo 72 años. Qué rápido han pasado, a pesar de todos los acontecimientos tristes o alegres, a pesar de todas las fatigas. A

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Verdi, por Giovanni Boldini nuestra edad uno siente como la necesidad de apoyarse en alguien. Hace algunos años me parecía que podía bastarme a mí mismo, que no necesitaba a nadie. ¡Presuntuoso! Empiezo a comprender que soy... muy viejo. No obstante, en 1884-1885 -a los 72 y 73 años- trabajó en su Otello. Estaba agotado pero satisfecho. La ópera fue un suceso, con mucho éxito en Italia. Siguió componiendo obras religiosas. La muerte de su segunda mujer fue un duro revés para Verdi: Estoy solo. Triste, triste, triste… Siento que todo me cansa. No puedo leer ni escribir. Veo muy poco, oigo menos y las piernas no me sostienen. No vivo, vegeto… no tengo más nada que hacer en este mundo. Poco después lo abandonó, debido a un accidente cerebrovascular. En 1901, el 27 de enero fallece Verdi a los ochenta y ocho años en Milán. Su hija adoptiva Maria Carrara cumple lo que al parecer fue su última voluntad: que se quemaran sus cartas privadas y recuerdos.

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Como cierre Sin embargo has vuelto, porque no has podido hacer otra cosa. Y yo te he estado esperando, porque no he podido hacer otra cosa. Los dos sabíamos que nos volveríamos a ver, y que con ello se acabaría todo. Se acabaría nuestra vida y todo lo que hasta ahora ha llenado nuestra vida de contenido y de tensión. Sándor Márai (escritor húngaro, 1900-1989), de El último encuentro. ¿Por qué he elegido estos autores para el cierre? No lo sé y preferí no preguntarme demasiado. Así como he dejado hablar a los creadores más que imponer mis interpretaciones, di libertad a que me aparecieran estos cuatro, no porque sean mis preferidos, en mi caso menos aún, simplemente se impusieron por sí mismos, cobrando vida propia, queriendo saber -parafraseando a Lewis Carroll- “cómo es la llama de una vela cuando ésta se apaga”. De todos modos pido mis excusas por estar entre grandes como Beckett, Márai y Pirandello.

Luigi Pirandello Déjese pasar en silencio mi muerte. Nada, ni siquiera las cenizas, quisiera que quedase de mí. Pirandello Fragmento de su testamento.

Luigi Pirandello nació en Agrigento (Italia) el 28 de junio de 1867 y falleció en Roma el 10 de diciembre de 1936. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1934. ...Necesito aferrarme con la imaginación a la vida de los demás, pero así, sin placer, sin interesarme siquiera... Más bien... para sentir su fastidio, para juzgar la vida tonta y vana, de modo que a nadie pueda importarle acabar. Y esto es fácil de demostrar, ¿sabe?, con pruebas y ejemplos continuos, implacablemente en nosotros mismos. Porque el deseo de vivir no sabemos de qué está hecho... pero... está ahí, ahí. Lo sentimos todos aquí, en la garganta, como una angustia que no se satisface nunca, no puede satisfacerse nunca porque la vida, en el mismo acto de vivir, es siempre tan voraz de sí misma, que no se deja saborear. El sabor está en el pasado que nos queda vivo dentro. El deseo de vivir nos viene de eso, de los recuerdos que nos tie-

nen atados. Pero, ¿atados a qué?, a esta tontería... a este disgusto... a tantas ilusiones estúpidas... ocupaciones insulsas... sí, sí. Esto que ahora, aquí, es una tontería, esto que ahora, aquí, es un aburrimiento, y hasta podemos decir, esto que ahora nos parece una desventura... sí señor... a la distancia de cuatro, cinco, diez años, ¡quién sabe qué sabor tendrá... qué gusto tendrán las lágrimas de ahora! Y la vida. Al solo pensamiento de perderla... especialmente cuando se sabe que es cuestión de días... ¡Mire!... ¿Ve usted allí? Allí en aquella esquina... ¿ve usted aquella sombra de mujer? ¡Mire! ¡Ya se escondió! Luigi Pirandello, El hombre de la flor en la boca. Adrián Sapetti

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Adrián Sapetti La vida es corta, me aseguran es una pena, morir es el dolor de ya no ser ¿vivirías de nuevo tu vida? ¿volverías a empezar? preguntó el joven. ¿Otra vez todo de nuevo?, sería un inmenso pesar. Recomenzar, volver al origen, a lo que perdiste sería intolerable no entiendo a los que creen en la trasmigración de las almas en que fuiste noble en tu vida pasada tribuno romano de sexualidad ambigua o un peluquero durante el califato de Granada nunca un perro un esclavo un galeote en las galeras no entiendo a los que sostienen que viviste antes y vivirás después no tengo la memoria de eso que fui, ni la tendré de lo que hoy soy nada recordaré, mas lo vivido valió la pena. Sí, el rollo de los hijos, y mi viejo sentado en la vereda él en camiseta, mi vieja con la bata le traía el mate y el pibe que corría que no paraba un minuto en la casa que le hinchaba las pelotas la cena familiar sí, la infancia dorada, todo tan idílico, pero no para todos decía un pintor de infancia pobre: yo no sabía de mis privaciones infantiles hasta que fui rico, allí me di cuenta de lo que carecí la adolescencia de mierda el nunca sexo la soledad el extrañamiento la espera de la novia que no llega juro que nunca más me masturbaré, Padrenuestroquestásenloscielos, por lo menos hasta que aguante, total después la confesión la comunión y la confirmación: ¿te dieron la cachetada? algunos coitos memorables otros olvidables un forro que se pincha en la noche y a mirar el calendario. Borges: “si volviera a vivir”...dejate de cuentos.

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Adrián Sapetti, Foto de Marcos Zimmermann

Después llegarán los nietos, sí y los hijos que crecen y deben, psicoanalisis dixit, separarse de quienes le dieron la vida; “el nacimiento de los hijos es la muerte de los padres”: ¿qué quisiste decir hermano Hegel?, allí veo varias y diferentes verdades y todas me molestan: ¿maté a mis viejos como mis hijos me mataron a mí? Las mujeres, un sostén de mi vida. La clara sensación de que mi vida pasó la descubrí caminando solo. Por una playa. ¿Otra vez volver a vivir? Gracias. Con una vez fue suficiente. Adrián Sapetti (Bs. As., 9 de febrero de 1947), El renacimiento imposible (2007).

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Samuel Beckett Al final de mi obra no hay más que polvo…, lo innombrable. No hay “yo”, ni “tengo”, ni “existencia”. No existe el nominativo, ni el acusativo, ni el verbo. No hay modo de seguir adelante. Samuel Beckett, fragmento de una entrevista con Israel Shenker, 1956.

Estragon: ¡Vamos! Vladimir: No podemos. Estragon: ¿Por qué no? Vladimir: Esperamos a Godot. Estragon: ¡Ah! ¿Estás seguro que se encuentra aquí? Vladimir: ¿Qué? Estragon: Sí, nos vamos. … Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos? Estragon: Sí, vamos. (No se mueven). Samuel Beckett (1906-1989), de Esperando a Godot.

Escrita en los años 40 fue publicada en francés en 1952 -En attendant Godot-; en 1955 se publicó la versión inglesa traducida por el mismo Beckett -Waiting for Godot-. Es para mí la representación del vacío, del tiempo coagulado, de la imposibilidad, del hastío y la desolación, de la existencia como un espacio sin salida. Hamm: - ¿Qué hora es? Clov: - La de siempre. … Nell: - No hay nada más divertido que la infelicidad. Samuel Beckett, de Final de partida (Fin de partie, en la versión original en francés; Endgame, en la versión traducida por el mismo autor al inglés).

Al final, Leonardo La belleza perece en la vida pero es inmortal en el arte. Leonardo Da Vinci Para el final elegí el Autorretrato de Leonardo porque éste es el paradigma del genio, del artista creador, y dado que al mostrar en su rostro avejentado el ceño fruncido, la mirada triste, el aire depresivo, su desengaño de la vida, plasma como ninguno el rigor del paso del tiempo que él mismo corona con una frase que inquieta y sorprende. Ma, che cosa dice Signor Leonardo? He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido. Leonardo Da Vinci

Autorretrato, Da Vinci a los 64 años.

Caro Leonardo: mientras veo tu autorretrato y leo tus crudas palabras, eso me sacude. ¿Qué se han hecho de aquellos otros retratos -la Gioconda, la Madonna, la Santa Ana, el San Juan Bautista- con los que nos regalabas alegría, el enigma del amor, el erotismo, la impronAdrián Sapetti

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ta de la relación estrecha del niño con su madre, la misteriosa sonrisa? Siento que todo esto se pierde en las penumbras de la ancianidad que se aproxima a tu alma de creador, y también percibo en mí el paso del tiempo, ese “gran escultor”, el implacable, que nada dejará en pie, salvo la belleza que -parafraseando tus palabras- perecerá en la vida mas será inmortal en tu arte. ¿Qué nos queda a nosotros, si te juzgas así?, ¿qué me queda a mí?, que me siento un ser minúsculo a tu lado, que nada he inventado, ni dejaré una obra que el futuro recuerde sólo algunos libros que pocos leerán-, ni he cambiado el curso de la historia. Sin embargo, desde tu mirada perdida, derrotada, también veo tu enorme y despiadada autocrítica y eso me rescata. Siento que me hablas al oído y dices suavemente:

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“Sigue creando sin exigencias, como fuente de placer, no importa lo que hayan hecho los grandes, no importan las impiadosas demandas internas, no hagas como yo que mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir, sólo he aprendido cómo morir. Olvida los debes, los tienes que, vive y trabaja con regocijo. El que por dar gusto a los demás y no a su propia vocación y goce personal, aquel que trabaja sólo por ganar dinero, para que le hagan honores o por ser famoso, è un poveretto!”. Y continúas diciéndome, casi con voz susurrada: “Da rienda suelta a tus alas, disfruta de lo que hagas, sé benévolo contigo mismo y con los demás, abre tu mente a las nuevas experiencias, a las infinitas razones que la Naturaleza tiene, piensa que yo siempre estaré a tu lado, para darte mi aliento, mis palabras, mis creaciones y un abrazo para que no te olvides de mí, Leonardo da Vinci, nato in Anchiano, Italia, 1452 e morto a Cloux, Francia, 1519”. Ciao, Maese Leonardo, gracias por el estímulo que representas. A tu memoria este pequeño y emocionado homenaje que hoy te ofrezco, con esperanza y fe.

Epílogo ¿Para qué nos sirve el eterno crear? Para reducir a la nada lo creado. Es como si jamás hubiera existido. En tu lugar preferiría yo el vacío eterno. J. W. Goethe, Fausto. Cuando releí los textos me pregunté qué tenían en común estos artistas de tan diferentes épocas, países e idiomas, de tan disímiles personalidades, que mi criterio arbitrario decidió reunir. Intuí que, un grado extremo de lucidez, de profundidad en el pensar, también traería aparejado un mayor padecer, una cierta desesperanza, un crudo escepticismo, exigencias desmedidas y, a veces, un punto de insatisfacción con la propia creación. Nietzsche destacaba “la soledad y la náusea espiritual de todo hombre que haya sufrido profundamente -la jerarquía viene casi determinada por el grado de profundi62

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dad a que los hombres pueden llegar en su sufrimiento. Ese nocturno goce del que sufre y lo plasma en el arte, esa soberbia del que se eleva a las altas cimas sobrevolando a los comunes mortales -que casi no dejarán rastros en sus tránsitos de vida-, aquel que se considera un elegido del padecimiento, el artista maldito que rompe los moldes de su tiempo y que se deleita creando en su dolor para recuperar una y otra vez aquel mismo dolor, observando el mundo que lo circunda con una visión nihilista, esa superioridad que da el genio -Pessoa decía que “al hombre de inteligencia superior no le queda hoy otro cami-

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no que el de la abdicación”- tal vez necesite otra vez cito a Nietzsche- “todas las formas de disfraces para protegerse del contacto de manos indiscretas y compasivas, y, en general, de todo aquello que no se iguala en el dolor”. Quizás esa honda lucidez que los embargaba, esa exacerbada sensibilidad, ese profundo sufrimiento” los ha hecho diferenciarse del resto, cual “aristócratas” del padecer. De ninguna manera creo que padecer un cuadro psicopatológico sea la condición del artista, no sabría explicar la génesis y aparición del genio, del talento, ni cuales son las condiciones para que alguien sea Carlos Gardel y otro un oscuro cantor de provincias, qué es lo que lleva a que aparezca Michelangelo y por otro lado un mero pintor de cercas y ventanas. Al final de estas reflexiones surge en mí la suposición (¿o la convicción?) que no se podría plasmar una creación artística si no hay un encuentro con las emociones dolorosas y las placenteras, con lo que se perdió y no se tuvo, con momentos de desasosiego, con las respuestas que nunca se encuentran, con aquello que se quiere poseer mas el alma ignora, y enfrentarse con la inquietante pregunta: ¿qué haré ahora que termino esta obra?, cuando acecha el vacío,

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la incertidumbre, la duda angustiante de si seguiremos teniendo “artes para encantar”. Ahora vienen a mi memoria, tal vez como ayuda ante un silencioso pedido, las palabras finales de la novela “Malone muere” de Samuel Beckett (1951): …ni con el pensamiento ni en sueños quiero decir nunca tocará nunca ni con su lápiz ni con su bastón ni ni las luces luces quiero decir nunca eso es tocará nunca nunca tocará eso es nunca eso es eso es nada Este texto y tantos otros que seleccioné, se me presentan así, como la expresión cruda de un dilema eterno: para qué crear si después viene la nada y, a la vez, sentir la necesidad permanente de crear para evitar la nada, en nuestros momentos más lúcidos, más sufrientes, más gozosos, con ansias incoercibles, con un placer del cual ya no nos podremos sustraer. Adrián Sapetti, Buenos Aires, 2008.

Bibliografía parte 2 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

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