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REVISTA DOMINICAL

mente y tenían problemas con la ley. Un día, finalmente, ambas instituciones se pusieron de acuerdo y alquilaron una enorme bodega que antes albergó una fábrica de maquila. Ese es el nuevo Centro, que abrió sus puertas en La Uruca, entre Aviación Civil y el edificio de Migración y Extranjería. El 85 por ciento de los internos llegó ahí por desobediencia e incumplimiento de medidas legales. El resto de los hombres han sido enviados por los juzgados tras comprobarse que cometieron otros delitos, como robos y violaciones. Hace un año, el director del albergue se quejó porque los juzgados mandaban individuos al lugar antes de que dictaran la pena. Eso provocaba que decenas de personas pasaran mucho tiempo ocupando el espacio de otro enfermo.

En ese momento, trascendió que el 35% de quienes allí están no presentan padecimientos mentales severos. Por ejemplo, una epilepsia o la adicción a las drogas no son considerados motivos para enviar pacientes a este sitio. No obstante, ahí siguen algunos con un perfil que no calza con la meta principal del lugar, consumiendo los recursos de un Centro creado con otros objetivos. De todas formas, a los residentes –no importa cuál sea su diagnóstico– los une el común denominador de haber tenido una vida difícil. En su mayoría, son de barrios urbano-marginales y, por el delito cometido, son muy pocos los que reciben la visita de algún familiar. A pesar de todo, Dietter da fe de que el sitio se ha convertido en su nuevo hogar. “Es mejor que una cárcel. Las terapias me han ayudado a que

Un libro

se me pase rápido el día, aunque no puedo evitar que muchas veces sea demasiado monótono”, dice. Hay dos médicos asignados para la atención de pacientes como él: uno, general, y otro, especializado en psiquiatría. También hay psicólogos y terapeutas ocupacionales. El equipo se completa con abogados y guardas a cargo de la vigilancia de estos pacientesprisioneros. En un sitio como este, son escasos los momentos de socialización entre los internos, pues cada uno se mantiene en sus propios asuntos. Quizá, como Dietter, sueñan con el día en que saldrán por el inmenso portón que los separa de “la otra vida”. Al menos él, sueña con su peluquería y con poner en práctica los conocimientos que obtuvo entre las cuatro paredes de esta cárcel-hospital.

escrito a pura voz

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Desde hace 15 años, Raúl Cordero SOLO PUEDE MOVER SU CABEZA, mas eso no le impidió cristalizar un sueño: publicar un libro que “escribió” con su voz.       ó                         á  ú     á      ! ó  !          ñ  í     é            !    ó     ú     " ñ      í # $ó         %  &ó    é'      

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VERÓNICA JIMÉNEZ A. [email protected]

Fotografías: Eyleen Vargas

Fotografías: Jorge Castillo / Texto: Ángela Ávalos

‘LA VOZ DE RAÚL’ tiene 118 páginas y un mensaje esperanzador.    ú  2 !%     ó    1 /á  *      ó   ó   '  

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METAS CLARAS

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LA MITAD DE SU VIDA, Raúl Cordero ha dependido de un respirador artificial. Ahora tiene una nueva meta: liberarse de ese aparato para poder tener más libertad.