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HISTORIA DE LOS CHILENOS Tomo 3 Expansión de la sociedad liberal

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2008, Sergio Villalobos R. De esta edición: 2008, Aguilar Chilena de Ediciones S.A. Dr. Aníbal Ariztía 1444, Providencia, Santiago de Chile.



Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A. de Ediciones Avda. Leandro N. Alem 720, C1001 AAP, Buenos Aires, Argentina. Santillana de Ediciones S.A. Avda. Arce 2333, entre Rosendo Gutiérrez y Belisario Salinas, La Paz, Bolivia. Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A. Calle 80 Núm. 10-23, Santafé de Bogotá, Colombia. Santillana S.A. Avda. Eloy Alfaro 2277 y 6 de Diciembre, Quito, Ecuador. Santillana Ediciones Generales S.L. Torrelaguna 60, 28043 Madrid, España. Santillana Publishing Company Inc. 2043 N.W. 87 th Avenue, 33172, Miami, Fl., EE.UU. Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A. de C.V. Avda. Universidad 767, Colonia del Valle, México D.F. 03100. Santillana S.A. Avda. Venezuela Nº 276 e/ Mcal. López y España, Asunción, Paraguay Santillana S.A. Avda. Primavera 2160, Santiago de Surco, Lima, Perú. Ediciones Santillana S.A. Constitución 1889, 11800 Montevideo, Uruguay. Editorial Santillana S.A. Avda. Rómulo Gallegos, Edif. Zulia 1er piso Boleita Nte., 1071, Caracas, Venezuela.

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ISBN: 978-956-239-584-7 Inscripción Nº: 171.267 Impreso en Chile/Printed in Chile Primera edición: junio 2008 Diseño portada: Ricardo Alarcón Klaussen

Todos los derechos reservados. Esta publicción no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la Editorial.

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ÍNDICE

ECONOMÍA, SOCIEDAD, CULTURA Y POLÍTICA Encuentro de doctrinas ...................................................................... 9 Tranformaciones políticas .................................................................. 19 Cambios en la sociedad ...................................................................... 36 Gran auge económico ........................................................................ 70 La instrucción pública ........................................................................ 96 Expansión limitada de la cultura ...................................................... 101

CONFLICTOS ARMADOS Integración final de la Araucanía ...................................................... España golpea en el Pacífico .............................................................. Guerra del Pacífico ............................................................................ Litigio de límites con Argentina ........................................................ Guerra Civil de 1891 ..........................................................................

113 124 129 159 162

EL CAMINO REPUBLICANO ...................................................................... 177

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ENCUENTRO DE DOCTRINAS El triunfo del individuo En forma un tanto simplista se cree que el siglo XIX significó el triunfo del individuo y de la libertad, sin tomar en cuenta que sobrevivieron aspectos conservadores y que el Estado jugó un papel decisivo, muchas veces doblando la mano de las personas. Además, las fuerzas liberales llevaron a cabo, con frecuencia, políticas de imposición sobre los ciudadanos y que, en sentido contrario, las tendencias conservadoras lucharon por la libertad y resistieron el autoritarismo de sus rivales. También deben distinguirse las materias y las circunstancias. En economía, ¿no eran todos más o menos liberales? La brega por la libertad electoral, ¿no dependía de quién estuviese en el poder? Y en educación, ¿quiénes fueron partidarios de la verdadera libertad? Esas disyuntivas se planteaban en la Europa misma, generadora del pensamiento universal, y repercutían con igual intensidad en Chile. La preocupación moderna por el individuo como objeto de derechos políticos y cívicos se inició en Inglaterra durante la Gloriosa Revolución del siglo XVII, apareció con nuevas intenciones en la Independencia de los Estados Unidos y en la Revolución Francesa, para seguir desarrollándose durante el XIX. En esa tarea estuvieron primero los pensadores y luego los políticos, uniendo la teoría con la praxis, en medio de debates y luchas que a veces llegaron a la violencia revolucionaria. El hombre parecía avanzar arrogante con su optimismo, sus ideas y sus empresas. Seguro de sí mismo, se había apartado del ser supremo. Nietzsche, con perfecto aplomo, señala que Dios ha muerto y enaltece como esperanza al hombre superior. Más mo-

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destamente y con rudeza criolla, un grupo de intelectuales chilenos, en el ardor de sus discusiones, como no pueden ponerse de acuerdo sobre la existencia de Dios, someten el asunto a votación y el Creador se salva por un solo voto. No es que las cosas fuesen realmente una cuestión teológica, sino que eran la expresión extrema de la confianza en el hombre a la luz de la razón, la libertad y el progreso. Los principios morales de orden natural que aprisionaban al ser humano y que tenían un fuerte sentido religioso, fueron motivo de objeciones por el utilitarismo, cuyo tratadista primordial fue el inglés Jeremy Bentham. Según su pensamiento, el hombre busca la mayor felicidad y rehúye el dolor, pero no en un sentido material, sino espiritual, a la manera de los antiguos epicúreos. Desligado de esa base ética, el ser humano podía orientarse por sus propias conveniencias y ser él mismo. Era una forma de liberación. Mediante las luces de la razón, encendidas en el siglo XVIII, se habían desarrollado planteamientos sobre la libertad del individuo, rompiendo lazos con las religiones y los sistemas políticos manejados desde los resabios monárquicos y autoritarios. Mayores espacios de los derechos individuales y de participación política en las naciones europeas, habían marcado una orientación que si bien no era propiamente democrática, marchaba hacia allá. Las elites sociales, económicas e intelectuales eran más favorecidas, secundariamente las clases medias y de manera menos perceptible los sectores populares. Pero el gran fenómeno era de conciencia política y de sus correspondientes logros. Se habían impuesto constituciones que limitaban el poder de los gobernantes y consignaban los derechos esenciales de los ciudadanos. Los parlamentos se habían consolidado en sus atribuciones, la libertad de imprenta y el debate público eran una realidad y el laicismo se había robustecido, modificando las costumbres y las disposiciones institucionales. El aire reformista llegó incluso a las frías tierras de Rusia, donde el zar Alejandro II buscó la modernización y llegó a emancipar a los siervos en 1861. El liberalismo ejerció su fascinación en el campo de las ideas, en lucha con la tendencia conservadora, y fue concomitante con

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otros aspectos que predominaban en Europa y los Estados Unidos. La Revolución Industrial marcaba el triunfo sobre los mercados, aun los más distantes, los capitales se acumulaban y se multiplicaban los negocios. Una burguesía dinámica era la gran protagonista, mientras el rostro de las clases medias asomaba con curiosidad, y el proletariado daba unos pasos vacilantes, sin responder plenamente a los utopistas; aunque en el movimiento francés de 1830 y en el más generalizado de 1848 había expresado su descontento en la barricadas callejeras y reaparecía con mayor violencia y organización en el movimiento de la Comuna en 1874. Entonces dominó París, fue una amenaza verdadera para el sistema, y por lo mismo fue repudiado en todo el mundo, causando un efecto negativo. Los factores económicos y sociales estaban ligados al liberalismo, pero fue la sugestión de la doctrina libertaria y sus conquistas las que influyeron en los países de la periferia, entre ellos Chile. Se la recibiría aunque la realidad no correspondiese exactamente a la de Europa. La religión liberal Durante la Revolución Francesa, en un desfile apoteósico, una mujer desnuda había representado a la Diosa de la Libertad, marcando un sentido que luego seguiría triunfal, dando la sensación de un movimiento incontenible, crudo y directo. En todas las esferas, fuese en los derechos individuales, las disposiciones constitucionales, el carácter de la justicia, las posiciones laicas, el derecho de opinar y las actividades económicas, la libertad iba por delante. Hasta en el pensamiento conservador aparecía el matiz de la libertad. Los intelectuales y los políticos, grandes educadores de la nación, tenían como obsesión la implantación de la liCalle Estado en Santiago.

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bertad en el uso del poder. Derrotar el autoritarismo y la mentalidad conservadora parecía ser el gran objetivo; de allí dimanarían todas las ventajas para el ser humano, el progreso y la felicidad. La riqueza de las naciones, de Smith, ya había sido un poderoso llamado de atención hacia el individuo y nada menos que en un campo tan importante como el económico. Si el individuo al moverse por sus intereses promueve consigo el interés de todos los demás, se justifica a sí mismo y en beneficio de la colectividad. Debía, por lo tanto, dejársele actuar libremente y garantizar su éxito, que era el indicio de una buena economía. El Estado no tenía que entrometerse con sus regulaciones y menos con su participación en el quehacer económico. Le correspondía únicamente la seguridad externa, el orden interno, las relaciones diplomáticas, la administración de justicia, la garantía de la libertad, la realización de obras públicas, etc. David Ricardo insistió con lucidez en el laissez faire y propugnó la división internacional del trabajo, en que cada nación debía producir según sus ventajas comparativas, obteniendo los restantes bienes mediante el comercio. El pensamiento de Juan Bautista Say fue quizás el mejor conocido en Chile por la difusión de su Tratado de economía política, dado a luz en 1803, y porque a través de uno de sus seguidores, Federico Bastiat, influyó en Jean-Gustave Courcelle-Seneuil, economista francés contratado por el gobierno de Chile. Una de las ideas más importante de Say giró en torno al papel fundamental del empresario como impulsor de la producción y creador de la oferta, que con su inteligencia y decisión, no ajena al riesgo, se hace acreedor a una merecida ganancia. Se comete un error, sin embargo, al adjudicar una férrea adhesión a la libertad y el individualismo. Smith jamás perdió de vista que la actividad del empresario beneficiaba a toda la comunidad, y a lo largo de su obra manifestó su preocupación por la condición del hombre corriente y el pobre. Stuart Mill, desde su ángulo, en los Principios de economía política acepta la injerencia del Estado no sólo en las áreas que le son privativas, sino también en aspectos como la colonización y la construcción de ferrocarriles, agregando al finalizar su obra que

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En algunas épocas y lugares no habrá caminos, diques, puertos, canales, obras de riego, hospitales, escuelas, universidades, a menos que el gobierno los establezca, ya que el público es demasiado pobre para disponer de los recursos necesarios, o demasiado poco adelantado para apreciar los fines que se persiguen, o no ha practicado lo suficiente la acción colectiva para ser capaz de reunir los medios. Esas líneas parecían escritas para Chile. Courcelle-Seneuil estuvo dentro de la tendencia y la apoyó con ductilidad. Influyó en los círculos oficiales y en un conjunto de discípulos que adhirieron a la doctrina clásica, algunos con mayor confianza que el maestro. Fue asesor del Ministerio de Hacienda y profesor del Instituto Nacional, en cuyas funciones redactó su Tratado teórico y práctico de economía política, editado en castellano y francés en 1858. Su pensamiento, aunque imbuido en el liberalismo, distó de posiciones inflexibles. Creía que un aspecto era la concepción abstracta de la economía de acuerdo con las leyes naturales y otro la política concreta. Esta última no debía descansar necesariamente en postulados permanentes y aplicables a cualquier país en cualquier circunstancia, sino que debía adaptarse a las realidades específicas. En su Tratado, Courcelle-Seneuil estableció de manera tajante la separación de lo teórico y lo práctico, destinando el primer tomo a la «Plutología», o conjunto de principios, y el segundo a la «Ergonomía», o las medidas concretas que podía adoptar el Estado. No se ocupó especialmente de las relaciones entre las naciones, sino que abordó más bien las medidas internas y cómo interferían en el espacio libre para los individuos y las empresas. Llamado a informar sobre la Ordenanza de Aduanas del país, su juicio fue bastante favorable, manifestando que era superior a la de naciones muy adelantadas, porque contenía disposiciones liberales y proteccionistas según diversos aspectos. El informe fue una sorpresa para los descontentadizos que apuntaban a una mayor libertad. Su pensamiento también se reflejó en la Ley de Bancos, profundamente influida por él en cuanto a la facultad de emitir billetes; pero, consecuente con el libre juego, planteaba que los bancos debían pagar las consecuencias de las emisiones excesivas en caso de una corrida bancaria.

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Amenazas para la libertad La lucha del liberalismo debía ejercerse no sólo contra el Estado conservador, sino también contra la Iglesia, que aprisionaba el espíritu de los hombres y ejercía un poder social restrictivo de la libre voluntad. El choque fue muy arduo y giró en torno a la laicización de las instituciones administradas por la Iglesia y también se contrarrestó su influencia, actuando sobre las costumbres de la gente y abriendo la educación pública a la ciencia y las ideas modernas. Esa fricción era comprensible, pero resulta paradójico que el liberalismo tuviese que preocuparse también de amenazas surgidas en su propia tendencia y en los cambios de la época. Alexis de Tocqueville, en La democracia en América, previene del peligro que enfrentan las minorías y sus individuos por las decisiones aplastantes de las mayorías. Y Herbert Spencer, ya muy avanzado el siglo, redacta El hombre contra el Estado, para señalar que se ha pasado del derecho divino de los reyes al derecho divino de los parlamentos, y que el Estado, armado de leyes, es el principal peligro para el individuo y sus derechos naturales. Servicios estatales, empresas, organismos de control, medios de transporte y una burocracia activa eran los peligros. El hecho era tan evidente, que el filósofo inglés enumera, en la época liberal de Gladstone, solamente en trece años, un total de veinticuatro leyes prohibiendo a los particulares determinados negocios o reglamentando diversas actividades. Entre otras disposiciones, la que dio exclusividad al Estado en la operación de comunicaciones telegráficas y la que prohibió en Gales la venta de cerveza los días domingo. En Chile, las orientaciones del liberalismo merecen aclaraciones desde varios puntos de vista. En primer lugar, no solamente las propiciaban los liberales, sino también los conservadores y, en general, toda la gente. Es un error, además, atribuir a la libertad económica un predominio absoluto, porque la política en esa materia también estuvo sujeta a medidas de protección que favorecieron a determinadas actividades productoras. La educación pública, bajo el sistema del Estado docente, determinaba la formación de los ciudadanos fijando los programas y controlando los exámenes, de suerte que fueron los conservadores y los

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católicos los que lucharon por la libertad y no los liberales. Para estos últimos, debía imponerse un tipo de formación con el objeto de cambiar las ideas y las costumbres y dar unidad a la nación. También fue contradictorio que la libertad política, especialmente la electoral, fuese demandada primero por los liberales y luego por los conservadores, dependiendo de quiénes estuviesen en el gobierno o en la oposición. Las contradicciones en torno al liberalismo relativizan el uso de la doctrina, dependiendo de la materia y de los protagonistas; aunque el proceso ideológico descansó en una aceptación general. Después de todo, fue una religión con muchas inconsecuencias. El positivismo Otra religión surgió en la segunda mitad del siglo, que se sumó al liberalismo, aunque no todos sus postulados eran coincidentes. Fue el positivismo debido al francés Auguste Comte. En su perspectiva, el saber humano había pasado por tres etapas: la teológica, que explicaba las cosas por la intervención sobrenatural; la metafísica, basada en la especulación abstracta, y la positiva, con el moderno conocimiento de los hechos concretos de acuerdo a los métodos de las ciencias. Estas últimas eran clasificadas por Comte en un orden jerárquico, rematado por la sociología que se ocuparía del hombre en su existencia social. El pensamiento positivo significó un avance en cuanto marcó el conocimiento objetivo como el único basamento para erigir cualquier ciencia, incluidas las relativas al hombre. En ese sentido su influencia fue esencial y guió los pasos de la investigación en todos los países occidentales. En Chile, el método positivo arraigó con solidez para mantenerse por muy largo tiempo. La filosofía de Comte tuvo, sin embargo, un punto débil: la creencia en leyes de los fenómenos históricos y colectivos, a semejanza de las ciencias naturales, con efectos necesarios que harían posible prever el trayecto de las sociedades. Para los liberales, esas ideas no podían ser de su agrado, porque ellos insistían en el libre albedrío individual.

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